que todo el mundo estaba equivocado sin que a nadie le importase nada.

– ?Francisco Cortes? -pregunto don Angel de Buen al detenido, cuando se lo trajeron, y torcio el gesto, con indisimulada gravedad, por ese placer que sienten tambien algunos medicos con los peores diagnosticos delante de su paciente.

– Por favor, comisario o inspector o quien sea -dijo Paco-. Si usted pide que le traigan a un detenido que se llama Francisco Cortes, ?a quien espera que le traigan?

Se da una gran variedad de comisarios: los hay orgullosos, acomplejados y por tanto imprevisibles, ladinos, crueles, serpentinos, amargados, retorcidos, sadicos, cinicos, ordenancistas, mediocres, de vez en cuando alguno inteligente…nada en otra proporcion que no sea la que encontramos en todas partes. Aunque hay algo que les es comun: son conscientes del poder que detentan, de los incontables padecimientos que les ha costado alcanzarlo y de las insidias y vejaciones que han tenido que soportar en el propio escalafon, por lo que no dudan en absoluto ejercer tal poder sin piedad y sin concesiones.

A ese comisario no le gusto la respuesta del detenido, pero este tenia razon, cosa que, siendo de los inteligentes, admitio de mala gana. Sabia, porque asi se hacia constar en el informe que tenia delante, que el detenido era escritor de novelas policiacas y de intriga en general. Y eso no le gusto en absoluto. Justa correspondencia: si los novelistas piensan que los policias, en una gran proporcion, son idiotas, estos no tienen en mejor opinion a los novelistas, que les parecen en general burdos estafadores que deberian ir a la carcel por propalar infundios de la peor especie sobre su profesion. Desde luego no habia leido ninguna de las novelas de Paco Cortes, pero un fino instinto de investigador le dijo que por ahi podia humillar y rebajarle los humos al detenido.

– No te vayas a creer que aqui nos chupamos el dedo y que esto sera como una de esas novelas en las que todos os creeis muy listos, mamon.

Cierto que una de las cosas que suelen hacen los inspectores, en cuanto les promueven al cargo de comisarios, es dejar los insultos, considerandolos de poca categoria, pero no es menos cierto que de vez en cuando quieren volver a paladear su pedregoso sabor, como esas angelicales vedetes salidas del pueblo necesitan de vez en cuando, en plebeyo secreto, comerse una morcilla en la aspera soledad de su cocina.

El comisario se sonrio y miro a su ayudante, por quien tampoco podia tolerar que el detenido se le insolentase.

– Y por que razon me tratas de tu.

Paco Cortes, muy serio, sin querer entrar en mas discusiones, subrayo el tuteo.

Es la segunda regla que no suelen saltarse los inspectores promovidos a comisarios: dejan de tutear a todo el mundo, menos al comisario que hasta ese momento era su jefe, para ustear hasta a la mujer de la limpieza a la que venian tuteando desde hacia diez anos.

De todas las respuestas esa era la que menos se hubiera esperado don Angel de Buen. Carraspeo el policia, hizo como que no habia oido y empezo un interrogatorio que ya se le habia practicado otras tres veces, evitando en lo posible el tu y el usted, para que el inspector presente y el guardia de la puerta no pensaran en una claudicacion.

– Se lo he dicho antes a sus companeros -empezo diciendo Paco-. Estuve en el cine. El dia anterior mi suegra vino a casa y dejo el coche en nuestra plaza de garaje. Yo se lo saque de alli porque a la mujer no se le da bien eso; debia estar fumando, apague el cigarrillo en el cenicero del coche…

Don Angel creyo tener ya resuelto el caso y cogido al culpable.

– Pero aqui dice que Francisco Cortes ha declarado que no conduce.

– Si, y que no conduzca no quiere decir que no sepa hacerlo.

Don Angel tuvo que llevar el interrogatorio a otro lado.

– Pero donde hay huellas del sospechoso Francisco Cortes -y subrayo la palabra sospechoso- es en la puerta del acompanante, no del conductor.

– ?Usted -pregunto Paco- es consciente de todas las huellas dactilares que vamos esparciendo por ahi? Dejamos huellas como esporas un helecho, a millones.

– Esto no es una novela policiaca -advirtio el comisario cada vez con menos argumentos y guardo silencio mientras parecia buscar algo en los papeles que le habian puesto delante.

– Perdone que me meta en su trabajo -empezo diciendo un Paco Cortes que trato de no ser demasiado arrogante-. No tengo la menor idea de por que me han traido aqui. Pero si lo que quiere saber es por que hay huellas mias en el coche de mi suegro, no se lo puedo explicar. Quiza abri desde dentro la puerta, para que mi suegra entrase. Todo lo que tienen que preguntarse es la razon por la cual yo querria haber cometido ese crimen a sangre fria. ?Que ganaria con ello? Mi mujer hacia seis meses que no se hablaba con su padre, y era por ello la mujer mas feliz del mundo. Ese dia pudo haber ocurrido de todo: desde alguien que se la tuviese jurada por alguna cosa relacionada con el trabajo o alguien al que mi suegro hubiese gastado una faena, cosa que no debia de ser tan rara. Tambien pudo ser alguien que lo secuestrase para que le llevase a aquel poblado. ?No se vende droga alli cerca? Alguien que se metio en su coche y le dijo que le llevara. ?No hemos visto cien veces que unos chorizos roban un coche de la funeraria con muerto y todo, sin darse cuenta de que era un coche funebre hasta mas tarde? Siendo estrictos, quiza deberian interrogar a mi suegra, ella es la principal beneficiaria de esa muerte, va a descansar como no pueden ustedes figurarse, porque mi suegro era una mala persona que ha hecho de ella una desdichada. O a mi mujer. O puede tambien que lo haya hecho un companero suyo…

– ?Basta! -El comisario, que no habia levantado la vista de los papeles, tampoco parecia haberle escuchado-. ?Y que hay de esa secta donde se estudian y planean crimenes perfectos? Hemos hablado con sus compinches, y todos le senalan como cabecilla. Que desverguenza, medicos, abogados, empleados de banca…

– …policias -anadio Paco.

Busco con la mirada el comisario al inspector que presenciaba el interrogatorio, de pie, junto a la puerta, y parecio decirle con una media sonrisa, «ya lo tenemos».

Sin embargo nadie sabia por donde seguir.

– Hemos interrogado a Lorenzo Maravillas, de la comisaria de la calle Luna…

– Un buen amigo…-admitio Paco.

– Seguramente en El Comercial son todos unos fuera de serie.

Paco comprendio que aquel hombre daba palos de ciego.

– Se lo advierto -dijo don Angel en tono amenazador-. Sabemos que lo mataron entre todos, y tu eres el que los dirigio.

Volvio al tuteo, reservado, como se sabe, a los convictos.

– No nos cabe la menor duda. No te dejaremos en paz. Os interrogaremos uno a uno, y acabareis cayendo. Cometereis un error, encontraremos una prueba, y el edificio se vendra abajo. Siempre ocurre asi. Y por muchas novelas que hayan leido ustedes, el culpable acabara en la carcel.

– ?Ha terminado usted? -pregunto Paco muy en serio-. ?Sabe cual es mi teoria, comisario? No se quien pudo matar a mi suegro ni las razones por las que lo hizo, pero a quien lo hiciera le comprendo perfectamente y le admiro mas cuando me paro a pensar en el beneficio que sacaria de esa muerte, o sea ninguno, porque no se me ocurre pensar en otro movil en este asesinato que el de suprimir de este mundo a una mala persona. Es decir, la filantropia. Eso por un lado. Y la medalla al merito policial deberian habersela dado al asesino y no a don Luis. Por otro, si es usted el que dirige esta investigacion y no encuentra a los culpables…

– Ajaja, ?y como sabes que son mas de uno los culpables?

– …No me impresiona usted nada, comisario. Y dejeme terminar la frase. Decia que no se haga usted ilusiones cuando no encuentre a los culpables o al culpable. Un Crimen Perfecto lo es no porque alguien sea incapaz de dar con el autor o los autores, sino porque no hay forma material de demostrarselo ?Entiende usted lo que quiero decirle?

Ni siquiera le llevaron al juez. Le soltaron despues de ese interrogatorio, sin cargo ninguno, pero con una advertencia bien explicita que le devolvio al tuteo definitivamente:

– Te crees muy listo, Paquito. Pero acabaras en la carcel.

Toda la vejacion que se llevo de aquel lugar, la ignominiosa infamia y la ignominia infamante, fue aquel «Paquito», tan ominoso.

LA primera desercion fue la de Miss Marple, la primera tambien a quien llamaron a declarar en comisaria.

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