La llevo su chofer. Se puso para la ocasion un traje de crepe rosa, elegantisimo, convencida de que estaba viviendo alguna de las novelas de Agatha Christie que tanto le gustaban. El preguntorio estuvo a cargo del mismo comisario en jefe, don Angel.
– Senora, sabemos que usted no tiene que ver en el complot, pero si nos informara…
Miss Marple respiro tranquila.
– …sabemos que se ha usado su secta…
– ?Que secta, senor comisario?
– La que ustedes tienen en el cafe Comercial.
– ?Una secta! Pero si yo llevo anos yendo alli, y aquello es de lo mas inocente…
– Es lo que usted cree, senora. Lo peligroso de las sectas es que tienen una apariencia normal y ni siquiera los que estan en ellas saben donde estan metidos. Por eso nos cuesta tanto localizarlas, desmantelarlas y meter a los responsables en prision. Sabemos que esa secta, no con usted, desde luego, usted no era mas que una de sus coartadas, preparaba la comision de crimenes que ellos llamaban perfectos…
– ?Ellos?
– Si, Francisco Cortes…
– ?Sam? ?Sam Spade?
– ?Quien es Sam Spade? ?Ese es nuevo?
Don Angel miro al funcionario que tenia al lado, desconcertado, por si este sabia algo mas.
– Sam es Paco -aclaro Miss Marple.
– En efecto. Paco Cortes, alias Espei…-corroboro el inspector adjunto ayudandose de unas chuletas.
– Bueno -siguio don Angel-. Es el responsable. Andabamos detras de el hace ya mucho tiempo…
– ?Dios mio! -dijo horrorizada Miss Marple-. ?Como es posible?
– Son cosas que pasan, senora. Un psicopata y un maniaco fracasado.
– Pues es encantador…
– Los psicopatas lo son. Pero no olvide que estamos hablando de varios asesinatos, que nunca fueron aclarados, tras de los cuales sospechamos que pudiera estar el…
A la buena mujer se le estremecieron las alhajas, como arenas movedizas que amenazaran con engullirla.
– ?No!
– ?Si, senora! ?Varios! Sin contar el de don Luis.
La pobre Miss Marple lanzo un agudo chillido de gaviota.
El comisario, que rubrico su aserto con una cabezada solemne, considero que ya habia impresionado lo suficientemente a la dama para intentar el asalto final.
– De modo que toda informacion que usted nos pueda dar, seria preciosa. ?Les hablaba a menudo de la victima?
– ?Que victima?
Hasta el comisario empezo a darse cuenta de que aquella pobre infeliz tan educada era, ademas, un poco tarda, porque no se enteraba de la mitad de las cosas…
– ?A usted le gustan las novelas policiacas? -pregunto Miss Marple.
– Por supuesto, senora -farfullo desconcertado don Angel.
– Pues aqui no hay mas victima que Sam.
– De acuerdo, pero ?les hablo de su suegro los dias antes de que se cometiera el asesinato?
– No, senor. Alli nadie habla de sus asuntos. Yo ni siquiera sabia que ese senor fuese el suegro de Sam, hasta que ocurrio todo, y me lo contaron.
Miss Marple abandono aquel despacho con un ligero temblor de piernas y el miedo en el cuerpo. Apenas encontro fuerzas para contarselo a su marido.
– Figurate. Un psicopata. Le serviamos de coartada, nos utilizaba para que le dieramos ideas. La policia esta detras de la pista de varios asesinatos que podria haber cometido. ?Santo Dios! El y algunos mas del grupo. Yo sospecho de Marlowe y de Nero. No me caen bien los cocineros, con tanto cuchillo cerca. Y Marlowe todo el dia hablando de pistolas. Que horror. Y pensar que yo podia haber sido la siguiente victima…
El escalofrio le erizo la pelusilla capilar del antebrazo.
Esa tarde telefoneo al padre Brown.
– Don Benigno, ?puedo confesarme por telefono?
– Mujer, ?tanta prisa tienes?
– Lo digo a los efectos del secreto de confesion. Lo que le voy a contar tomelo usted como algo que no ha de salir de nosotros. Acabo de venir de la policia. Me han interrogado.
Conto al cura, con todo lujo de detalles, y orgullosa de salir de aquel trance tan airosa, los pormenores del interrogatorio, en el que ella quedaba como una mujer sagacisima…
– Y si le digo la verdad, es algo que una ya venia sospechando. No se lo que habra de cierto en lo de su suegro, pero a mi no me extranaria nada. ?Se acuerda cuando estuvo aquel tiempo sin venir al Comercial? Decian que se pasaba el dia durmiendo y la noche por ahi, borracho, en locales de alterne. Don Luis, el suegro de Sam, solo queria lo mejor para su hija, y le daba pena verla a ella otra vez en esa danza. Las cosas de los matrimonios, usted sabe, don Benigno, que son muy aparatosas y a mi nunca me ha gustado meterme en esos asuntos, pero sinceramente, al pobre Sam yo le he visto en estos ultimos tiempos muy raro. Ya no es el mismo.
El Padre Brown quiso saber algun detalle mas, tranquilizo como mejor pudo y supo a Miss Marple, quien, no obstante, habia tomado ya la determinacion de darse de baja de los ACP, y acto seguido el cura telefoneo al mejor amigo de Sam, que era Modesto.
– Modesto, quiero que le transmitas a Paco, y lo mismo te digo a ti, que contais con toda mi ayuda espiritual en estos momentos dificiles.
– ?Dificiles por que?
Como no podia romper el secreto de confesion telefonica, se agarro a impersonales informaciones.
– He sabido que el pobre Paco ha estado metido en asuntos turbisimos. No en estos dos ultimos meses, sino en los anteriores, cuando paso aquella crisis. Yo mismo no me lo puedo creer. Seguramente se podra aducir como eximente un estado de enajenacion pasajera…
– …?transitoria?
– Eso. No sabes que tartago llevo encima. Dias sin dormir. Han abierto una investigacion a todos los ACP, y como yo no puedo involucrar al obispado en todo esto, comprendelo, tendre que dejar de aparecer por alli, y te rogaria que si te preguntaran dijeras que mi participacion y mi asistencia no era en absoluto regular, como asi era, por otro lado. ?Lo haras?
– Pero a Paco le han soltado ya. Acabo de hablar con el.
– Lo se. Pero me consta que le han dejado en libertad porque saben que les llevara a otros implicados. Estan esperando que cometa el minimo error. Las evidencias no pueden ser mayores. De ese asesinato y de, al parecer, otros ocho.
En unas horas, a la sensible tela de arana de los ACP le habian sacudido, como un estremecimiento inesperado, las gravisimas acusaciones que pesaban sobre Paco Cortes.
A la casa de Poe y de Marlowe llego por doble conducto la noticia: a traves de Maigret y de Hanna, y en ambos casos los correos fueron personales, porque la casa que compartian los dos amigos no contaba aun con telefono.
Llego primero Hanna. Alguna vez se veian todavia. Echo de menos aquellas puestas de sol, le decia un Poe mas serio y taciturno que nunca. Y la joven le reprochaba carinosamente: ?y a mi no? Tambien a ella. Pero Poe ni siquiera tenia para si mismo esa clase de confidencias. Lo habia pasado mal, pero a nadie habia dicho nada.
La tarde del dia en que Miss Marple depuso su declaracion, por usar la jerga policial, dos inspectores subieron a la buhardilla de Hanna.
Aquella era la direccion que figuraba en la matricula universitaria de Poe. Les habria bastado preguntar a Maigret y les hubiera encaminado a su domicilio actual, pero la policia, compuesta al fin y al cabo por funcionarios amantes de la burocracia, nunca tiene prisa y ama los rodeos como los delincuentes los atajos.
Hanna se asusto al ver a aquellos dos policias, uno de paisano, y otro de uniforme.
En un segundo se le amontonaron en la imaginacion cien desgracias o contratiempos posibles, siempre relacionados con la vida que llevaba y los amigos que frecuentaba: su marido, la heroina, el modo no siempre