parecido a un sueno. Me gustaba que fueses conmigo un poco como yo. Eramos como dos gatos de esos que se encuentran en un tejado. Me gustaba que fueses tan tranquila, tan silenciosa, tan metodica con todo, tan respetuosa, sin preguntar nunca nada, sin agobiarme nunca, con tu alegria a todas horas, andando por el caballete del tejado sin vertigo, silenciando todas las cosas con la almohadilla de tus patas…Pero supe desde el primer momento que yo no era para ti lo que eras tu para mi. Asi ocurre casi siempre. Pero me bastaba, porque de eso no hablamos nunca. Y cuando suele uno hacer algo, ya nada tiene remedio.
– Pero ?querrias venir a vivir de nuevo conmigo?
– Creo que no.
Fue entonces Poe quien busco su mano para acariciarla, y el joven hubiera querido llorar, pero nunca lloraba, nunca habia llorado, acaso porque en su casa no habia visto otra cosa que a su madre llorando por todo. No le dio ninguna importancia a esas lagrimas que no llegaron, las dejo rodar por dentro sin ocuparse de ellas, como si fuesen parte de su mirada sobre las cosas. Hanna se levanto de la silla, se acerco a el y con una caricia quiso borrar el rastro de aquel dolor, pero solo consiguio extenderlo por todo el cuerpo. Poe se sintio mal. Era incomodo permanecer alli a su lado, de pie, mientras Poe seguia sentado y Hanna se arrodillo frente a el.
– Hazme el amor, por favor, Rafael.
Como la primera vez, era ella quien llevaba la iniciativa.
El dormitorio no mejoraba el aspecto de desolacion y provisionalidad de toda la casa: una cama, incluida en el alquiler, lo mismo que un armario de luna de una moda de hacia veinte anos, una habitacion sin cortinas que daba a una calle trajinada con exceso de luz, un terrazo sin alfombra, una bombilla en el techo sin pantalla.
Quiso de nuevo Hanna traer un poco de alegria a aquel momento triste. Miraba Poe el techo tumbado en la cama con las manos debajo de la nuca. Hanna tenia apoyada su cabeza en el pecho lampino del chico:
– ?Como puedes vivir aqui?
Sono el timbre de la puerta.
– ?La policia! -dijo Hanna, que se cubrio instintivamente como si ya la tuviera delante.
Poe se puso un pantalon y asi fue como le abrio la puerta a Maigret.
– ?Estas solo?
– No.
Le invito a pasar. Se sentaron donde el y Hanna habian estado media hora antes. Hanna seguia en el dormitorio.
– Un idiota quiere marearnos a todos -dijo Maigret-. Esta convencido de que Paco mato a su suegro, pero que no lo hizo solo. Cree que estamos metidos medio ACP. Van a venir aqui dentro de un rato. ?Sigue Marlowe guardando las armas aqui?
– Creo que las guarda en su cuarto -dijo Poe-. Va a tirar desde aqui. Hoy le tocaba. Tiene que estar al caer. Ha venido tambien Hanna y me ha dicho que la policia habia estado con ella esta manana. ?Por que no han venido ya?
– Vinieron, pero no habia nadie. Ahora se han ido a comer. Despues de comer vendran.
Tenian todavia tiempo.
Maigret repaso para su amigo el estado en que se encontraban las diligencias.
– El comisario jefe de homicidios esta entusiasmado con unas huellas dactilares y con una colilla de cigarrillo de la misma marca que fuma Paco.
Al rato oyeron el llavin de Marlowe.
Venia este con su bolsa de deporte. Traia en ella dos pistolas y una caja mediada con municion.
A Marlowe nada le parecia nunca grave.
– Apuesto tres parolis a que esos polis no sacan nada en claro -dijo Marlowe, que no sabia exactamente lo que era un paroli, pero se habia quedado con la expresion desde que la leyo en una pesima traduccion de una novela de Durenmatt. A continuacion se metio en su cuarto, en la parte «zaguera» de aquella casa «rentada», y regreso con otra pistola mas y media docena de cajas, lo metio todo en la bolsa y sin perder la sonrisa, dijo que todo era cuestion de minutos, el tiempo que tardaba en cruzar la calle, subir a casa de sus padres, dejar alli el arsenal, y volver.
Cuando lo hizo, habia llegado ya la policia, pero Maigret no estaba. Habia preferido marcharse. No queria que le encontraran alli. Y lo mismo hizo Hanna.
Los policias iniciaron un registro con el tedio de quien tiene puesta la cabeza mas en la hora de apurar su turno de trabajo y marcharse para casa, que en resolver el asesinato de un superior por el que no sentian el menor aprecio.
Poe presento a su amigo.
– ?Tambien estas en la secta?
– ?Que secta? -pregunto atonito Marlowe.
Uno de los proyectiles que este usaba para sus ejercicios de tiro, con las prisas de aquella intempestiva ocultacion, se habia quedado entre las sabanas de la cama deshecha. Parecia una barca de pesca en medio de la galerna.
Poe, que seguia a uno de los sabuesos, lo descubrio alli. En una pelicula de suspense aquel hallazgo habria sido acompanado por un golpe de musica inesperado, para levantar a los espectadores de su asiento. Lo contrario que hizo Poe, que fue a sentarse sobre el proyectil, mientras observaba como el policia revolvia los cajones. Cuando se levanto, la bala estaba en su mano. Se la llevo al bolsillo del pantalon y espero que terminara el tramite.
– Manana pasais por la comisaria. El jefe quiere haceros unas preguntas.
– ?Y por que no ahora? -pregunto Marlowe-. Podriamos huir.
La policia es seguramente de todos los Cuerpos de empleados del Estado el que peor encaja las bromas.
– Bien, listillo, -dijo el policia que llevaba la voz cantante-. Pues os venis ahora, y me pasais la noche en comisaria.
A Marlowe aquello le parecio de perlas, y se lo tomo como quien acaba de ser invitado a una apetecible excursion.
– ?Yo tambien? -pregunto Poe.
– Los dos.
– ?Tiene orden de detencion?
Esa es una de las preguntas que no debe hacersele jamas a un policia, en primer lugar porque no les gusta que se les tome por idiotas, en segundo lugar, porque suelen llevarla consigo siempre y en tercer lugar porque dos de cada tres personas que la formulan acaban siendo declarados culpables.
– De acuerdo; me pasais manana por alli. Por la manana.
– Yo trabajo en el banco, y no puedo faltar -dijo Poe.
El policia empezaba a irritarse.
– Pues pides permiso.
Los interrogatorios del dia siguiente fueron tan absurdos como los que les habian hecho a todos los demas. Pero basto que la policia metiera las narices en los ACP para que estos quedaran diezmados en unas horas, y por primera vez en dieciseis anos la reunion de la tertulia de esa semana se hizo en el pub colindante, y a ella faltaron todos los asiduos de otras horas.
– Acabaremos en las catacumbas, como los primeros cristianos, tal y como vaticinaba el padre Brown - sentencio Marlowe.
– Yo no me preocuparia -le tranquilizo Paco Cortes-, todo eso no se sostiene, pero habria que investigar por que razon se lo llevaron a ese descampado. Si la policia esta en el mal camino, nosotros la llevaremos al bueno. Me gusta poco que sea mi suegro, pero menos aun me gusta que se quede sin resolver un caso, y menos aun que me hayan querido cargar el muerto.
Estaban unicamente Poe, Marlowe y Maigret.
– De la comisaria salio en su propio coche -continuo diciendo Cortes-. Antes habia telefoneado a mi suegra y le habia dicho que salia para comer en casa. Pero nunca llego. Mi suegra al ver que no llegaba, tampoco le dio importancia. Eso de decir que iba y no aparecia era algo que solia hacer con frecuencia. Sin embargo por la noche, a eso de las once, cuando no daba senales de vida, y con las cosas que pasan, se asusto. Nos llamaron a casa, y nosotros llamamos a la comisaria. Nadie habia visto nada, pero todos recordaban haberlo visto salir de su despacho a las tres y media. Nadie, en cambio, le vio salir en el coche, aunque tuvo que cogerlo entonces, porque