Habia nacido en el Ferrol, como el Caudillo, en 1918. Esa circunstancia hizo que muchos creyeran que Franco en persona habia tutelado la carrera de su paisano, demasiado vertiginosa y ascendente, al menos en los primeros tiempos, velando por ella en dos o tres momentos en los que sin un padrino poderoso esa misma carrera se habria estancado, como la de tantos. Tambien el paisanaje con Franco, y su proteccion, explicaria el amor que sentia don Luis por el.

Sin embargo a Paco no le constaba que entre su suegro y Franco hubiera habido otra relacion que la del paisanaje. Si como decian las habladurias, don Luis habia tenido alguna relacion con Franco, lo hubiera sabido, porque esas cosas se saben en las familias. No obstante, volvio a preguntarselo a su suegra.

– Luis le conocia, porque era de Ferrol, y conocia a sus padres, y a sus hermanos -le explico su suegra-. Ahora, nada mas. Una vez, al acabar la guerra, coincidio en un servicio con el. Y le dijeron, Excelencia, este chico es de su pueblo. No estabamos todavia casados, todavia no le conocia yo. Y Franco le pregunto, como se llama usted. Franco era muy estirado, hablaba a todo el mundo de usted. Y Luis le contesto, y el dijo, conoci a su padre y a su abuelo de usted. Y se dio la vuelta, y ya no hubo mas palabras.

No obstante muchos companeros, sabiendo que era de Ferrol, lo suponian mas o menos relacionado con el militar, cosa de la que don Luis, no desmintiendola, se beneficiaba a menudo.

Aquellos recuerdos trajeron otros.

– Los rojos habian matado tambien a un hermano suyo que era falangista -siguio diciendo Asuncion-, y de verdad, vosotros no podeis haceros una idea de lo que era Madrid en la guerra, las cosas que vimos…

Que era como decir que si no hubiese sido por Franco, hubieran acabado con todos ellos, no hubiesen dejado a nadie vivo, a nadie que no fuese de los suyos.

A Paco eso ya le daba igual. Le dijo tambien a su suegra:

– Estoy ambientando una novela sobre esa epoca. ?Puedes ensenarme los papeles de Luis?

– Pero, hijo, ?tu no ponias todas tus novelas en el extranjero?

– Si, Asuncion. Pero los tiempos han cambiado.

Fue solo una treta para volver a aquella carpeta de fotografias que habia visto la tarde que llego a recoger a su hija Violeta.

A escondidas, y sin contarle nada a Dora, aprovechando que recogia a la pequena de casa de su suegra, Paco menudeo las visitas y se demoro en mirar esos papeles, en muchos casos con la excusa de ayudar a su suegra a ponerlos en orden.

Por primera vez en su vida empezo a ver a su suegro de otra manera. Su presencia fisica era tan poderosa mientras vivia, el mismo era tan desagradable, de aspecto tan ruin y desmedrado, aquel rostro color vino, congestionado por el alcohol, las puntas de los dedos manchadas de nicotina, el bigote parodico, recortadito como los chistes que se hacian de los fascistas, sus gafas oscuras, caricatura de si mismo, el modo que tenia de relacionarse, buscando siempre la palabra que mas pudiera herir a la persona con la que hablaba, eligiendo con cuidado la mas venenosa, la mas hiriente, el modo en que se dirigia a los extranos, tan ceremonioso, con tanta hipocresia, con amabilidad que jamas empleaba para los mas proximos, su buen humor, que podia confundir a cualquiera y hacerle pasar por alguien incluso divertido, todo aquello que condicionaba cualquier juicio sobre el, fue desapareciendo poco a poco. Su metodo era mas cientifico.

Paco, mientras miraba aquellas fotografias, parecia tener a alguien al que podia acercarse sin peligro. Como a una alimana muerta.

De joven don Luis habia sido, incluso, un hombre atractivo. Como las fotografias no daban la estatura, parecia hasta apuesto en aquellos documentos de identidad, de conducir, de policia, del economato… Habia tambien otras cosas, interesantes, por ejemplo, un recorte viejo de un periodico, con el traslado de los restos de Jose Antonio a Madrid, aquella cabalgata funebre con hachones y crespusculos llenos de luceros por todas partes y lontananzas epicas; en el una flecha, puesta a mano, tinta ya rancia, senalaba a un joven, entre una masa de ellos, del que podia suponerse que se trataba de Luis Alvarez, no por el parecido, acaso por el uniforme, los correajes, la camisa azul.

Asuncion Abril dejo aquella caja a Paco, pero no parecia dispuesta a retomar las confidencias de la primera tarde.

– Hijo, ha pasado ya tanto tiempo, que ya no me acuerdo -era la frase elegida para cambiar de tema.

Se tuvo que conformar con las cosas que le conto la primera y unica vez. Toda una vida en comun resumida en la hoja de una libreta. En cierto modo las vidas de todo el mundo, penso, se reducen a eso. A algunas incluso les cuesta trabajo encontrar algo para poner entre las dos fechas de la lapida que cubre sus restos en el cementerio.

– Esto es lo que he logrado averiguar de mi suegro -dijo a sus amigos quince dias despues de aquella reunion del Comercial-. Nacio en Ferrol, en 1918. Su padre era marino, se retiro de comandante y murio en 1936, dos meses despues de que empezara la guerra. Estaba enfermo. Su madre vivio en Ferrol, hasta que despues de la guerra su hijo se quiso quedar en Madrid. Se la trajo con el. Era el menor de dos hermanos.

A su hermano mayor, falangista, lo mataron en Madrid. La mujer, segun mi suegra, era una arpia, una verdadera coronela, acostumbrada a mandar, avinagrada y despotica. Le hizo la vida imposible. Creyo que el asesinato de su hijo mayor le daba derecho a toda clase de excesos en su tirania sobre el pequeno. Este estudiaba cuarto de Derecho en Santiago cuando estallo la guerra. Fue voluntario desde noviembre de 1936 en la Tercera Bandera de Falange, y termino la guerra en Madrid, donde entro con las primeras fuerzas del Cuerpo Juridico del

Ejercito. Todo ese periodo es muy nebuloso. Y tampoco mi suegra me ha querido contar nada, bien porque ya no se acuerda, bien porque fue antes de que se hicieran novios, bien porque no ha querido.

– Ahi entro yo en accion -dijo Maigret-. Llego a Madrid el 16 de mayo, y se le adscribio a una llamada Jefatura de Investigacion Criminal inmediatamente. Ya como policia.

Debio de terminar la carrera de Derecho, porque en todas partes se hace constar que era Licenciado en Derecho.

– Parece que Derecho va recogiendo toda la basura de todas partes -se lamento Mason, con afliccion corporativa.

– Tampoco iba a necesitar la carrera, pero sin duda que le ayudo, porque fue inspector muy joven. Lo fue con treinta y dos. Despues de la guerra, a la gente le daban los titulos en una rifa. Trabajo los primeros meses en los campos de concentracion de Valencia, reconociendo a gente, y luego en un centro de los llamados Especiales de la calle Almagro.

– Mala cosa -sentencio Mason-. Eran los que nutrian los Consejos de Guerra, y la gente salia de ellos con una o mas penas de muerte de las que pedia el fiscal.

– Sigo -atajo Maigret-. Pidio el traslado en 1940 a Pontevedra, por estar cerca de su madre. Se lo concedieron, pero a los nueve meses volvio a Madrid con ella. En esa fecha conocio a tu suegra, y a los tres meses se caso con ella. Le hicieron Jefe de Grupo cuando ya estaba casado.

– La guerra metio a todo el mundo muchas prisas, porque en eso de la boda a mis viejos les paso lo mismo -dijo Marlowe, que se habia sumado a la reunion por invitacion de Maigret, cosa, dicho sea de paso, que a Paco Spade no le gusto demasiado-. Solo que lo de mis viejos tuvo mas gracia: se casaron y a la semana mi viejo se largo a Rusia, con la Division Azul. Estaban locos.

– No creo que ni Dora sepa que su madre y su padre se casaron solo cuando llevaban tres meses de novios - dijo Paco-. Me lo habria comentado alguna vez.

– Se casarian de penalty, como era lo normal. Mis viejos tambien se casaron de penalty -arguyo Marlowe-. Entonces todo el mundo se ve que se casaba a la carrera.

– Quiza se conocieran de antes -matizo Maigret-, pero se casaron despues de que volvio a Madrid. Si fueron novios, durante ese tiempo no se vieron o se vieron poco. Y ahi vino su segundo traslado, ya ascendido, con un buen sueldo. Era muy joven. Tenia veinticuatro anos. Se llevaron consigo a la madre de el.

– El traslado, ?adonde? -pregunto Paco Spade-. A Albacete, ?no es eso?

– Atiza, ?como cono lo sabes? -respondio Maigret.

– ?Quien es de Albacete? -pregunto Paco, para responderle.

Mason y Maigret se miraron sin comprender la pregunta.

Se pararon unos instantes a pensar. No conocian a nadie que fuese de Albacete.

– Poe es de Albacete -dijo Marlowe.

– Yo creia que era de un pueblo -corrigio Maigret.

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