Dora estaba muy seria. Tenian el televisor encendido, aquel televisor que fue testigo de la ultima vez que vio con vida a su padre. Lo que pasaba en ese momento cobro una importancia inusitada, que parecia estorbar una respuesta. Por eso Dora, con el mando en la mano, bajo el volumen.

– Dimelo, Paco. Tengo derecho a saberlo.

Y Paco iba a decirle la verdad. Siempre se la habia dicho, hasta donde la verdad no le hiciese dano a ninguno de los dos. Pero espero un momento. La tenia frente a si. Se dio cuenta de que la habia asustado. Estaba tan amilanada como aquella vez que ella le pregunto sobre Milagros. El embarazo la habia embellecido mucho. No queria ser cruel con ella, y sonrio. Decidio prolongar aquello un poco mas, por conocerla mejor.

– ?Me crees capaz de matar a alguien?

– Tampoco te creia capaz de que me enganaras con aquella puta.

Paco Cortes se asusto de veras. Penso que estaba llevando el juego algo lejos. No le gusto ni se esperaba aquella contestacion. ?A que venia recordarlo ahora? Se enfurecio consigo mismo, por haber querido jugar con Dora al raton y al gato, como solian hacer los personajes de sus novelas, pero no podia seguir adelante sin atajar aquel comentario. ?Que tenia que ver todo aquello con su suegro?

– ?Por que has dicho eso, Dora?

– Porque no me gusta, Paco, que me mientas ni que juegues conmigo. Para mi es mi padre, y no una cosa de diversion. Y cada vez que hablas de el, me duele, como si me clavaras un cuchillo, como ni siquiera te puedes tu figurar.

Paco, que quiso desdramatizar la situacion dijo con ternura:

– Si puedo.

– No, Paco, no puedes. Soy su hija y se mucho mejor que tu lo que se siente cuando se tiene un padre como el mio, porque pone delante de mi cosas que aborrezco con toda el alma, cosas que a veces las noto corriendo por la sangre de las venas.

Dora no iba a llorar. El embarazo la tenia mas sensible que otras veces, pero no lloraria. El modo de sobreponerse a la pena que la causaba todo fue hacer de nuevo la pregunta, que formulo como una orden.

– Dime de una vez si lo mataste tu.

Esta vez Paco no tardo en contestar.

– No, Dora. No he sido yo. Pero podria saber quien lo hizo.

– Y en ese caso, ?que vas a hacer?

– Por eso te lo preguntaba.

Dora se tomo su tiempo para contestar. Se le pasaron por la cabeza algunos recuerdos de su padre. Otra vez ella con su hermana, vestidas de blanco, con aquellas sandalias blancas, y los calcetines blancos, en San Isidro, en los toros, su padre y ellas dos en la barrera, como unas princesas, centro de todas las palabras amables de la gente. Y su padre fumando y riendose en la boda de su primo Juan Luis, de inusitado buen humor. Y un dia, riendo los cuatro, una Nochebuena. Pero al mismo tiempo el fantasma de aquella otra noche que entro en su cuarto asomo por el rincon mas sombrio de su cabeza. Era ese un recuerdo que nunca aparecia del todo. Era mas que un recuerdo, una mancha sin contorno, que se extendia en lo mas hondo de la conciencia para secarse luego dejando tras de si una abrasiva aridez. No hubiera podido permanecer mas de dos o tres segundos en tal recuerdo, porque no habia dejado de ser el episodio mas sucio y vergonzoso de su vida. Le espeto, y ahora lo recordo al fin, un dia te matare, un dia te matare por esto que me has hecho. Al principio se dijo que aquello no habia sucedido. La manera de que no le hiciera dano era contarse que nunca habia ocurrido nada asi. Y para cuando empezo a tener que admitirlo, habia pasado tanto tiempo, que ya era parte del pasado, y desde alli no tenia por que hacerla dano. ?Y como iba a haberselo contado a su madre? ?Para sumar mas sufrimiento al sufrir de ella? ?Y a su hermana? Esta adoraba a su padre, era un amor loco entre ellos, se sabia, lo sabian ellos, se adoraban padre e hija. ?De que serviria que aquello se supiese? ?Quiza su padre lo hizo tambien con ella, acaso a su hermana no le importo? La sola idea le hizo sentir nauseas. Tal vez solo fuesen nauseas de embarazada. Alguna vez penso quitarse de encima un peso tan grande, y decirselo a Paco. Pero siempre se habia alegrado de no haber compartido ese secreto con nadie. ?En que hubieran mejorado las relaciones de su marido con su padre? Al contrario. No, Dora sabia oscuramente que hay cosas que solo pueden ocurrirle a una mujer, y que ningun hombre entenderia, en realidad, cosas que le ocurren a una persona sola, y que nadie del genero humano podria compartir con ella.

– ?Es alguien que conozca yo? -pregunto Dora.

– Si.

Volvio Dora a guardar silencio.

– Dime quien es.

– No -dijo Paco-. Antes tienes que responder a la pregunta que te he hecho. ?Que harias tu si supieses quien es? ?Lo denunciarias?

Dora se lo penso mejor, porque las cosas que se piensan cuando pueden ser reales no son las mismas que cuando no pasan de ser posibles.

– No lo se.

– En realidad yo tampoco se a ciencia cierta quien fue el asesino de tu padre, pero tengo mis sospechas. Estan todavia en ese estado borroso en el que se presentan las sospechas.

Al oir el nombre de Poe, Dora se llevo la mano a la boca, para ahogar la sorpresa. Habia conocido a Poe al poco tiempo de reconciliarse ella y Paco y aquel habia ido por su casa muchas veces. Ellos dos, Paco y ella, frecuentaban la buhardilla de la Plaza de Oriente, cuando Poe vivia con Hanna. El tiempo en que lo habia tratado, habia sido un buen amigo. Era un muchacho delicado. Nunca le parecio igual a todos los demas ACP. Estos tenian un punto de chifladura. El no. Timido, callado, salvo cuando jugaba con su hija Violeta. Se entendia bien con ella. Alguna vez les hizo de canguro. Le gustaban los ninos. La nina le adoraba. Se la habia metido en el bote. Habria sido incapaz de hacerle dano a nadie. Habia llamado alguna vez desde Castellon. Lo habia hecho hacia poco para disculparse por no haberse despedido. Luego llamo dos o tres veces mas. Preguntaba como les iban las cosas, como estaba la nina. Era un chico reservado, pero carinoso. El, siempre bien, decia, pero no contaba mas.

Paco enumero a Dora las cosas que sabia.

– ?Y por que iba a querer Poe hacer una cosa asi? ?Que le importaba a el mi padre?

Paco estaba convencido de que la vida de don Luis y la del padre de Poe se habian cruzado en algun momento.

– Pero ?el padre de Poe acabas de decir que murio mucho despues?

– Si, pero tambien te acabo de decir lo que le dijo una vez a Lorenzo, cuando le llevo a ver al viejo que se habia suicidado: en los asesinatos, la mitad esta en el pasado. En los suicidios, tambien. En esa epoca el debia de estar planeando su crimen. Todo cuadra. Tu padre habia salido de la comisaria para comer. Se encontro con Poe. Pudo hacerlo. Hemos hablado con Marlowe. Recuerda que ese dia estaba de baja, con gripe. No fue al trabajo. Tu padre lo conocia de sobra, de verle por alli, esperando a Maigret. He hablado con Lorenzo, y me conto que el 23 F le metio en su despacho y hablo un rato con el a solas. Poe iba a esperar muchas tardes a Maigret. Solo esperaba la ocasion para matarle. Tu padre creia que Lorenzo y Poe eran primos. Por eso debio de ver a tu suegro y le conto algo, no se como, pero le convencio para que le acompanara a alguna parte. Y luego le mato.

– Pero ?por que? ?El que sacaba con eso?

– Un Crimen Perfecto, ?te parece poco?

– Por favor, esto no es una de vuestras novelas. Estamos hablando de algo serio.

– Y yo hablo en serio. Ahora tenemos una pista, la de ese libro, y la vamos a seguir. Esto no es mas que una venganza aplazada durante cuarenta anos. Es un asesinato politico. ?Quien le iba a decir a tu padre que lo iba a matar una bala de la guerra, cuarenta anos despues!

Las cosas que contaba Paco podian no ser convincentes, pero el si era persuasivo.

Convinieron, desde luego, en que de todo ello no debia llegar una sola palabra a su madre.

Convoco Paco a sus dos amigos. Les expuso lo avanzado de sus sospechas. La maxima sagrada de un detective era la de ver donde los demas solo miran. Las pruebas, desde La carta robada, suelen estar siempre a la vista de todos, por eso la gente no las ve, porque no es suficiente con mirarlas. La gente mira sin ver, por lo mismo que el detective ve otras veces sin mirar siquiera.

No le resulto a Paco dificil conseguir el Guerra civil y primera posguerra en Albacete, de Alberto Lodares y Juan Carlos Rodriguez, ni, a traves de la editorial Alpuerto, donde se publico, dar con los autores.

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