– Marlowe sabe la verdad -le dijo el novelista al policia-. Poe se lo ha dicho y Marlowe trata de encubrirle, es lo logico. Son amigos.
Paco no podia presentarse en Castellon con un par de conjeturas y esperar que Poe se declarara culpable del asesinato del comisario don Luis Alvarez, solo porque un ex escritor de novelas policiacas tenia una buena teoria de origen piscologico, como un nuevo Dostoyevski. Precisaba de algo mas. La unica baza era precisamente aquella tercera bala. Si hubiera seguido escribiendo novelas, y hubiese llevado a las cuartillas aquel caso, hubiera titulado el libro La tercera bala. Sin la menor duda.
Paso por la relojeria de la calle Postas y saco a Marlowe a un bar cercano, para seguir su conversacion mientras se tomaban un cafe.
– ?Como sabias que hubo tres disparos? Los periodicos y la television solo hablaron de dos. Ni siquiera yo sabia que habian disparado tres veces. Ha sido Lorenzo el que me lo ha confirmado ayer.
– ?Yo dije que habian sido tres disparos? No me acuerdo.
Marlowe empezaba a no querer colaborar de tan buena gana como lo habia hecho la primera vez, y era evidente que trataba de conservar la calma, incluso su casticismo.
– Dos, tres, Paco, ?donde estan ya? Y sobre todo, ?a quien le importan?
– Lo que dijiste exactamente es que Poe hubiera sido incapaz de disparar tres veces, porque a la primera se habria muerto de miedo.
– ?Y eso es tan importante?
Marlowe sabia perfectamente que en un interrogatorio de esa naturaleza era vital invertir los papeles y tratar de averiguar antes lo que el otro ya sabia. Pero volvia a suceder lo mismo: Marlowe sabia que Paco sabia.
– Isidro, por favor, tu y yo somos perros viejos.
– Como en tus novelas.
– Exactamente.
– Paco, tu sabes que siempre protegere y encubrire si fuese necesario a un amigo. Y no digo mas. Tu no eres policia y aunque se lo cuentes a Maigret es tan poco probable que el te hiciera caso, que nadie se tomaria en serio un asunto que incluso han olvidado los propios companeros. Tu no eres tampoco el primero en saber que tu suegro no valia ni siquiera las dos horas que se gastaron con el en la autopsia o las tres balas que le dispararon.
– ?Te dijo Poe que lo hizo? -le pregunto Cortes al cabo de un rato.
Marlowe se lo quedo mirando de una manera opaca. Hablaban en voz baja, con largas interrupciones que disimulaban la tension entre los dos amigos. Marlowe parecio en ese momento mucho mas viejo de lo que en realidad era. Fue como si en un segundo la barba se le hubiese cerrado y le hubiese sombreado la cara.
– No voy a decirte nada mas, Paco. Ni se lo dire a la policia, si viene a interrogarme. Ellos saben incluso menos que tu, sabiendolo todo.
– ?Que quieres decir? -pregunto Paco.
– Nada.
DIJO a Dora que tenia que ir a Barcelona por cuestiones de trabajo, a entrevistarse con un autor que Ediciones Dulcinea trataba de contratar, y Dora nada recelo.
Gracias a Maigret y a la colaboracion de la policia castellonense, se enteraron, sin levantar sospechas, del lugar de trabajo de su amigo Poe y del piso que tenia alquilado. Se planto a las tres menos cinco frente a los bajos donde el joven oficinaba, y espero que saliera. Aunque no era del todo improbable que Marlowe hubiese puesto sobre aviso a su amigo de la conversacion habida con el, considero que el factor sorpresa podia venirle muy bien.
Vio salir a Poe con el resto de los empleados. Este se despidio de ellos para seguir solo. Hacia poco mas de un ano que Paco no le veia. Aun se diria que el muchacho estaba mas delgado. Le siguio durante unos minutos y ya en el Paseo, en un paso de peatones, se hizo el encontradizo.
Poe mostro al mismo tiempo su sorpresa y su alegria, aunque sin que abandonara esa timidez que le era caracteristica, y que al principio le hacia tartamudear y repetir cada frase un par de veces.
– Me alegro de verte, Paco. Me alegro mucho de verte. ?Que haces aqui? ?Como es que has venido? ?Y Dora? ?Esta bien? ?Esta bien Dora? ?Y la nina? ?Que tal Violeta?
Acabaron almorzando juntos en una tabernita en la que Poe, dijo, solia hacerlo muchos dias.
– He venido a ver a un escritor de novelas policiacas que vive en Castellon, Ed Donovan-dijo Paco Spade.
– ?Del mismo Castellon?
– Este es un ingles de verdad, pero sus novelas las firma, desde hace unos anos, con un seudonimo espanol, Jose Calvario. El mundo esta al reves.
En Paco Cortes aquellas improvisaciones resultaban tan naturales y artisticas que habria sido una lastima considerarlas una mentira.
Poe dio por buena las explicaciones de su amigo, pero no dejo de protestar por no haberle avisado de su visita.
– No sabia -se excuso Cortes- que iba a ser tan breve. Nos hemos puesto de acuerdo en todo. Le he dejado los contratos en su casa y el me los devolvera la semana que viene, por correo. He llegado esta manana y me vuelvo en el ultimo tren. Hay que ver que casualidad encontrarte.
– ?Donde vive?
– ?Ed Donovan? A dos manzanas de aqui, mas o menos, en la calle Margarita Gautier.
Habian llegado a los postres y seguian hablando de los viejos tiempos de los ACP. Nunca resulta facil acusar de asesinato a un hombre, asi que Paco aprovecho la dulzura del tocinillo de cielo para verter en la conversacion unas gotas de acibar:
– Estoy aqui por la muerte de mi suegro.
Poe apoyo los codos en la mesa, junto las manos, trenzo sus dedos y apoyo en ellos su nariz. Se limito a observarlo. Sin despegar los labios.
Se hizo un silencio. La vida seguia a su alrededor, habia ruido de platos, otras conversaciones, gentes que dejaban la cuenta y se levantaban, pero alli se estaba resolviendo acaso la vida de un hombre. Paco comprendio que Marlowe tenia razon. Poe no podia ser un asesino de nada, de nadie, y sintio de pronto verguenza de haberle ido a acusar de un asesinato que no solo no habia cometido, sino que hubiese sido incluso imposible probarselo.
– ?Sabias que Marlowe fue quien mato a mi suegro?
– ?Me haces esta pregunta porque lo sabes o porque quieres saberlo?
– Sinceramente no lo se. Hasta hace diez minutos creia que lo habias hecho tu. Eras el unico que tenia un movil. Hable con Marlowe hace una semana, y entonces pense que lo habiais hecho a medias. Ahora he comprendido que solo pudo hacerlo el. Para hacer un Crimen Perfecto, por altruismo, para quitarmelo de enmedio a mi.
– Podrias estar equivocado.
– Si, pero estoy tan cerca de la verdad, que tarde o temprano me quemare las manos. Encontrare una prueba.
– O no. O puede que si, pero aunque se trate de una prueba, ?de que te va a servir si no te sirve para atrapar al asesino? Los crimenes perfectos saben contener la respiracion cuando pasan a su lado los policias y los detectives. Son perfectos porque no se delatan gritando: ?He sido yo! Hubiera sido preferible que le hubiese matado por error un chorizo, o un drogadicto, de una cuchillada, a la salida de un cine, por la noche, alguien que ni siquiera supiese que era policia y un cabron, alguien que le hubiese dejado desangrandose en el portal de su casa toda la noche, con la luz apagada. Sin saber que moria por todos los crimenes que el cometio a lo largo de su vida. Este no es ni siquiera un Crimen Perfecto, no es mas que un asesinato justo, un poco de justicia poetica. Ha pagado el por todos aquellos que jamas pagaran por lo que hicieron.
– ?Que hicieron quienes? -pregunto Paco.
– ?Quienes? -y parecio que aquella triste sonrisa le costaba incluso esbozarla. Paco Cortes supo que su amigo Poe ni siquiera se tomaria la molestia en responderle.
– Pero tu no puedes tomarte la justicia por tu mano, Rafael.
El cambio de Poe a Rafael traia la cuestion al plano de lo real.
– La justicia se la ha tomado la propia vida, Paco. Por eso se dice que es justicia poetica, porque nace de la