con sus olas espumantes y sus gaviotas inmoviles llego a ser fundamental, representaba el premio a los esfuerzos del dia, la puerta hacia la libertad. A la hora de la siesta, cuando los demas se echaban a descansar, yo repetia la misma ceremonia sin pedir permiso ni dar explicaciones, dispuesta a todo por defender ese privilegio. Me lavaba la cara y las manos, me pasaba el peine, estiraba mi delantal, me calzaba las zapatillas de salir y me iba al comedor. Colocaba una silla frente a la ventana de los cuentos, me sentaba con la espalda recta, las piernas juntas, las manos en la falda como en misa y partia de viaje. A veces notaba que la patrona me observaba desde el umbral de la puerta, pero nunca me dijo nada, me habia cogido miedo.
– Asi esta bien, pajarito, me animaba Elvira. Hay que dar bastante guerra. Con los perros rabiosos nadie se atreve, en cambio a los mansos los patean. Hay que pelear siempre.
Fue el mejor consejo que he recibido en mi vida. Elvira asaba limones en las brasas, los cortaba en cruz, los ponia a hervir y me daba a beber esa mixtura, para hacerme mas valiente.
Varios anos trabaje en la casa de los solterones y en ese tiempo muchas cosas cambiaron en el pais. Elvira me hablaba de eso. Despues de un breve periodo de libertades republicanas, teniamos otra vez un dictador. Se trataba de un militar de aspecto tan inocuo, que nadie imagino el alcance de su codicia; pero el hombre mas poderoso del regimen no era el General, sino el Hombre de la Gardenia, jefe de la Policia Politica, un tipo de modales afectados, peinado a la gomina, vestido con impecables trajes de lino blanco y capullos en el ojal, perfumado a la francesa y con las unas barnizadas. Nadie pudo acusarlo nunca de una vulgaridad. No era un marica, como dijeron sus numerosos enemigos. Dirigia en persona las torturas, sin perder su elegancia y su cortesia. En esa epoca refaccionaron el Penal de Santa Maria, un recinto siniestro en una isla en medio de un rio infestado de caimanes y piranas, en los limites de la selva, donde los presos politicos y los delincuentes, tratados como iguales en la hora de la desgracia, perecian por hambre, golpizas o enfermedades tropicales. Elvira mencionaba a menudo estos asuntos, de los cuales se enteraba por rumores en sus dias de salida, puesto que nada de eso se escuchaba en la radio o salia publicado en la prensa. Me encarine mucho con ella, abuela, abuela, la llamaba, nunca nos vamos a separar, pajarito, prometia ella, pero yo no estaba tan segura, ya entonces presentia que mi vida seria una larga serie de despedidas. Como yo, Elvira habia comenzado a trabajar cuando nina y a lo largo de tantos anos el cansancio se le habia introducido en los huesos y le afectaba el alma. El esfuerzo acumulado y la pobreza perpetua le quitaron el impulso para seguir adelante y empezo a dialogar con la muerte. Dormia por las noches en su ataud, en parte para acostumbrarse de a poco y perderle el miedo, y en parte para irritar a la patrona, quien nunca pudo tolerar con naturalidad ese feretro en su casa. La mucama no fue capaz de soportar la vision de mi abuela dentro de su lecho mortuorio en el cuarto que compartian y se fue sin avisar ni aun al patron, quien se quedo esperandola a la hora de la siesta. Antes de partir marco todas las puertas de la casa con cruces de tiza blanca, cuyo significado nadie logro descifrar y por lo mismo no nos atrevimos a borrarlas. Elvira se porto conmigo como una verdadera abuela. Con ella aprendi a canjear palabras por otros bienes y he tenido mucha suerte, porque siempre encontre alguien dispuesto a esa transaccion.
Durante esos anos yo no cambie mucho, segui siendo mas bien flaca y chica, con los ojos bien abiertos para fastidiar a la patrona. Mi cuerpo se desarrollaba con lentitud, pero por dentro algo corria desbocado, como un rio invisible. Mientras yo me sentia mujer, el vidrio de la ventana reflejaba la imagen borrosa de una chiquilla. Creci poco, pero lo suficiente para que el patron se ocupara mas de mi. Debo ensenarte a leer, hija, me decia, pero nunca tuvo tiempo de hacerlo. Ya no solo me pedia besos en la nariz, tambien me daba unos centavos por acompanarlo cuando se banaba y pasarle una esponja por todo el cuerpo. Despues se echaba sobre la cama y yo lo secaba, lo empolvaba y le ponia la ropa interior, como a un recien nacido. A veces el permanecia horas remojandose en la banera y jugando conmigo a las batallas navales, en otras ocasiones pasaba dias sin prestarme ninguna atencion, ocupado en sus apuestas o aturdido, con la nariz color berenjena. Elvira me habia advertido con incuestionable claridad que los hombres tienen entre las piernas un monstruo tan feo como una raiz de yuca, por donde salen los ninos en miniatura, se meten en la barriga de las mujeres y alli se desarrollan. No debia tocar esas partes por ningun motivo, porque el animal dormido levantaria su horrible cabeza, me saltaria encima y el resultado seria una catastrofe; pero yo no la creia, eso sonaba como otra de sus estrafalarias divagaciones. El patron solo tenia una lombriz gorda y lamentable, siempre mustia, de la cual jamas salio nada parecido a un bebe, al menos en mi presencia. Era similar a su pulposa nariz y descubri entonces -y comprobe mas tarde en la vida- la relacion estrecha entre el pene y la nariz. Me basta observar la cara de un hombre para saber como se vera desnudo. Narices largas o cortas, finas o gruesas, altivas o humildes, narices avidas, husmeadoras, atrevidas o narices indiferentes que solo sirven para soplar, narices de todas clases. Con la edad casi todas se engruesan, se ponen flaccidas, bulbosas y pierden la soberbia de penes bien plantados.
Cuando me asomaba al balcon, calculaba que habria sido mejor quedarme al otro lado. La calle era mas atractiva que esa casa donde la existencia transcurria tediosa, repitiendo rutinas siempre al mismo paso lento, los dias pegados unos con otros, todos del mismo color, como el tiempo de los hospitales. Por las noches miraba el cielo e imaginaba que lograba hacerme de humo para deslizarme entre los barrotes de la reja cerrada. Jugaba a que un rayo de luna me daba en la espalda y me brotaban alas de pajaro, dos grandes alas emplumadas para emprender vuelo. A veces me concentraba tanto en esa idea, que lograba volar sobre los techos de la ciudad; no pienses tonterias, pajarito, solo las brujas y los aviones vuelan de noche. No volvi a saber de Huberto Naranjo hasta mucho despues, pero pensaba a menudo en el, poniendo su rostro moreno a todos los principes encantados. Intui el amor temprano y lo incorpore a los cuentos, se me aparecia en suenos, me rondaba. Atisbaba las fotos de la cronica policial, tratando de adivinar los dramas de pasion y muerte que encerraban las paginas de los periodicos, estaba siempre pendiente de las conversaciones de los adultos, escuchaba detras de las puertas cuando la patrona hablaba por telefono y atosigaba a Elvira con preguntas, dejame en paz, pajarito. La radio era mi fuente de inspiracion. En la cocina habia una encendida desde la manana hasta la noche, unico contacto con el mundo exterior, que proclamaba las virtudes de esa tierra bendita por Dios con toda clase de tesoros, desde su posicion en el centro del globo y la sabiduria de sus gobernantes, hasta el pantano de petroleo sobre el cual flotabamos. Con esa radio aprendi a cantar boleros y otras canciones populares, a recitar los avisos publicitarios y this pencil is red, is this pencil blue? no that pencil is not blue, that pencil is red siguiendo un curso de ingles para principiantes, media hora al dia, conocia los horarios de cada programa, imitaba las voces de los locutores. Seguia todos los folletines, sufria lo indecible con esos seres vapuleados por el destino y siempre me sorprendia que al final a la protagonista se le acomodaran tan bien las cosas, porque durante sesenta capitulos se habia conducido como una cretina.
– Digo yo que Montedonico la va a reconocer como hija. Si le da su apellido, ella se puede casar con Rogelio de Salvatierra, suspiraba Elvira con la oreja pegada a la radio.
– Ella tiene la medalla de su madre. Eso es una prueba. ?Por que no le dice a todo el mundo que es hija de Montedonico y ya esta?
– No puede hacerle eso al autor de sus dias, pajarito.
– ?Como que no, si el la tuvo dieciocho anos encerrada en un orfelinato!
– Es que el es perverso, sadico que le llaman…
– Mira, abuela, si ella no cambia, estara siempre fregada.
– No te preocupes, todo va a terminar bien. ?No ves que ella es buena?
Elvira tenia razon. Siempre triunfaban los pacientes y los malvados recibian su castigo. Montedonico caia fulminado por una enfermedad mortal, suplicaba perdon desde su lecho de agonia, ella lo cuidaba hasta su muerte y despues de heredarlo se unia en matrimonio con Rogelio de Salvatierra, dandome de paso mucho material para mis propias historias, aunque rara vez yo respetaba la norma basica del final feliz. Oye, pajarito, ?por que en tus cuentos nadie se casa? A menudo bastaban un par de silabas para desencadenar un rosario de imagenes en mi cabeza. Una vez oi una palabra dulce y ajena y vole donde Elvira, abuela, ?que es la nieve? Por su explicacion deduje que se trataba de merengue helado. A partir de ese momento me converti en una heroina de cuentos polares, era una abominable mujer de las nieves peluda y feroz, luchando contra unos cientificos que me daban caza para destinarme a experimentos de laboratorio. Averigue como era en realidad la nieve el dia que una sobrina del General celebro sus quince anos y el evento fue tan proclamado por la radio, que a Elvira no le quedo otra alternativa que llevarme a ver el espectaculo de lejos. Mil invitados acudieron esa noche al mejor hotel de la ciudad, transformado para la ocasion en una replica invernal del castillo de Cenicienta. Podaron los filodendros y los helechos tropicales, decapitaron las palmeras y en su lugar colocaron pinos de Navidad traidos de Alaska, cubiertos con lana de vidrio y cristales de hielo artificial. Para deslizarse en patines instalaron una pista de plastico blanco imitando las regiones del Polo Norte. Escarcharon los vidrios de las ventanas con pintura y desparramaron