renovar su repertorio y de paso me las ensenaba. Yo las memorizaba sin entender ni una palabra, porque en ellas no figuraba this pencil is red, is this pencil blue? ni ninguna otra frase del curso de ingles para principiantes que segui por la radio. Nos divertiamos con los juegos de colegiales que ninguno de los dos tuvo oportunidad de practicar en la ninez, haciamos casas para la muneca espanola, correteabamos, cantabamos rondas en italiano, bailabamos. Me gustaba observarlo cuando se maquillaba y ayudarlo a coser las mostacillas en los trajes de fantasia del cabaret.
En su juventud, la Senora analizo sus posibilidades y concluyo que no tenia paciencia para ganarse el sustento con metodos respetables. Se inicio entonces como especialista en masajes eruditos, al principio con cierto exito, porque tales novedades no se habian visto aun por estas latitudes, pero con el crecimiento demografico y la inmigracion descontrolada, surgio una competencia desleal. Las asiaticas trajeron tecnicas milenarias imposibles de superar y las portuguesas bajaron los precios hasta lo irracional. Esto alejo a la Senora de ese arte ceremonioso, porque no estaba dispuesta a realizar acrobacias de saltimbanqui o darlo barato ni a su marido, en caso de haberlo tenido. Otra se habria resignado a ejercer su oficio en forma tradicional, pero ella era mujer de iniciativas originales. Invento unos estrafalarios juguetes con los cuales pensaba invadir el mercado, pero no consiguio a nadie dispuesto a financiarlos. Por falta de vision comercial en el pais, esa idea -como tantas otras- fue arrebatada por los norteamericanos, que ahora tienen las patentes y venden sus modelos por todo el orbe. El pene telescopico a manivela, el dedo a pilas y el seno infalible con pezones de caramelo, fueron creaciones suyas y si le pagaran el porcentaje al cual en justicia tiene derecho, seria millonaria. Pero era una adelantada para esa decada, nadie pensaba entonces que tales adminiculos podrian tener demanda masiva y no parecia rentable producirlos al detalle para uso de especialistas. Tampoco consiguio prestamos bancarios para montar su propia fabrica. Obnubilado por la riqueza del petroleo, el Gobierno ignoraba las industrias no tradicionales. Este fracaso no la descorazono. La Senora hizo un catalogo de sus muchachas encuadernado en terciopelo malva y lo mando discretamente a las mas altas autoridades. Dias mas tarde recibio la primera solicitud para una fiesta en La Sirena, una isla privada que no figura en ningun mapa de navegacion, defendida por arrecifes de coral y tiburones, a la cual solo se puede acceder en avioneta. Pasado el entusiasmo inicial, midio el tamano de su responsabilidad y se puso a meditar sobre la mejor forma de complacer a tan distinguida clientela. En ese instante, tal como me conto Melecio anos mas tarde, poso los ojos en nosotros, que habiamos sentado a la muneca espanola en un rincon y desde el otro extremo de la sala le lanzabamos monedas tratando de embocarlas en la falda de lunares. Mientras nos contemplaba, su cerebro creativo barajaba diversas posibilidades y por fin se le ocurrio la idea de remplazar la muneca por una de sus muchachas. Recordo otros juegos infantiles y a cada uno le anadio un pincelazo obsceno, transformandolo en una novedosa diversion para los invitados de la fiesta. Despues de eso no le falto trabajo con banqueros, magnates y encumbradas personalidades del Gobierno, que pagaban sus servicios con fondos publicos. Lo mejor de este pais es que la corrupcion alcanza para todos, suspiraba ella encantada. Con sus empleadas era severa. No las reclutaba con enganifas de chulo de barrio, les hablaba claro para evitar malentendidos y desbaratarles los escrupulos desde el comienzo. Si una le fallaba, asi fuera por razones de enfermedad, duelo o imponderable catastrofe, la descartaba de inmediato. Haganlo con entusiasmo, ninas, nosotras trabajamos para caballeros de orden, en este negocio se necesita mucha mistica, les decia.
Cobraba mas caro que la competencia local, porque habia comprobado que los deslices baratos no se disfrutan ni se recuerdan. En una oportunidad un coronel de la Guardia, que habia pasado la noche con una de las mujeres, a la hora de cancelar la cuenta saco su revolver de servicio, amenazando con meterla presa. La Senora no perdio la calma. Antes de un mes el militar llamo solicitando tres damas bien dispuestas para atender a unos delegados extranjeros y ella amablemente le respondio que invitara a su esposa, su madre y su abuela si queria joder gratis. A las dos horas aparecio un ordenanza con un cheque y una caja de cristal con tres orquideas moradas, que en el lenguaje de las flores significa tres encantos femeninos de poder supremo, como explico Melecio, aunque posiblemente el cliente no lo sabia y las escogio solo por la ostentacion del envase.
Espiando las conversaciones de las mujeres aprendi en pocas semanas mas de lo que muchas personas descubren a lo largo de la vida. Preocupada por mejorar la calidad de los servicios de su empresa, la Senora compraba libros franceses que le suministraba a hurtadillas el ciego del kiosko; sospecho, sin embargo, que rara vez resultaban de alguna utilidad, porque las muchachas se quejaban de que a la hora del calzoncillo los caballeros de orden se tomaban unos cuantos tragos y repetian las mismas rutinas, asi es que de nada servia tanto estudio. Cuando me hallaba sola en el apartamento, me encaramaba en una silla y sacaba los libros prohibidos de su escondite. Eran asombrosos. Aunque no podia leerlos, las ilustraciones bastaban para sembrarme ideas que, estoy segura, llegaban incluso mas alla de las posibilidades anatomicas.
Ese fue un buen periodo en mi existencia, a pesar de que tenia la sensacion de estar suspendida en una nube, rodeada de omisiones y mentiras. A ratos creia asomarme a la verdad, pero pronto me encontraba otra vez extraviada en un bosque de ambiguedades. En esa casa las horas estaban trastocadas, se vivia de noche y se dormia durante el dia, las mujeres se transformaban en seres diferentes al colocarse el maquillaje, mi patrona era un nudo de misterios, Melecio no tenia edad ni sexo definido, hasta los alimentos parecian golosinas de cumpleanos, nunca contundente comida casera. Tambien el dinero acabo por ser irreal. La Senora guardaba gruesos fajos en cajas de zapatos, de donde sacaba para los gastos diarios, aparentemente sin llevar las cuentas. Yo encontraba billetes por todas partes y al principio pense que los desparramaban a mi alcance para probar mi honradez, pero luego comprendi que no era una trampa, sino simple abundancia y puro desorden.
Algunas veces le oi decir a la Senora que sentia horror de las ataduras sentimentales, pero creo que la traicionaba su verdadera naturaleza y, tal como le ocurrio con Melecio, termino encarinandose conmigo. Abramos las ventanas, para que entre el ruido y la luz, le pedi y ella accedio; compremos un pajaro para que nos cante y un macetero con helechos de verdad para verlos crecer, sugeri despues y ella tambien lo hizo; quiero aprender a leer, insisti y ella se dispuso a ensenarme, pero otros afanes postergaron sus propositos. Ahora, que han pasado tantos anos y puedo pensar en ella con la perspectiva de la experiencia, creo que no tuvo un destino facil, sobrevivia en un medio brutal, sumida en traficos vulgares. Tal vez imaginaba que en alguna parte debia existir un punado de seres escogidos que podian darse el lujo de la bondad y decidio protegerme de la sordidez de la calle Republica, a ver si lograba burlar a la suerte y salvarme de una vida como la suya. Al comienzo intento mentirme sobre sus actividades comerciales, pero cuando me vio dispuesta a devorar el mundo con todos sus errores, cambio de tactica. Supe despues por Melecio, que la Senora se puso de acuerdo con las otras mujeres para preservarme incontaminada y tanto se empenaron en hacerlo, que termine encarnando lo mejor de cada una. Quisieron mantenerme al margen de la rudeza y la chabacaneria y al hacerlo ganaron una nueva dignidad para sus vidas. Me pedian que les contara la continuacion de la radionovela de turno y yo improvisaba un fin dramatico que nunca coincidia con el desenlace radial, pero eso no les importaba. Me invitaban a ver peliculas mexicanas y a la salida del cine nos instalabamos en “La Espiga de Oro” a comentar el espectaculo. A pedido de ellas, yo cambiaba el argumento convirtiendo los delicados amorios de un modesto charro en una tragedia de sangre y espanto. Tu cuentas mejor que en las peliculas, porque se sufre mucho mas, sollozaban ellas con la boca llena de torta de chocolate.
Huberto Naranjo era el unico que no me pedia historias, porque las consideraba una diversion estupida. Aparecia de visita con los bolsillos repletos de dinero y lo repartia a dos manos sin explicar como lo habia obtenido. Me regalaba vestidos con volantes y encajes, zapatos de ninita y carteras de bebe, que todos celebraban porque deseaban conservarme en el limbo de la inocencia infantil, pero que yo rechazaba ofendida.
– Esto no sirve ni para ponerselo a la muneca espanola. ?No ves que ya no soy una mocosa?
– No quiero que andes vestida de buscona. ?Te estan ensenando a leer? preguntaba el y se enfurecia al comprobar que mi analfabetismo no retrocedia ni una letra.
Yo me guardaba muy bien de decirle que en otros aspectos mi cultura avanzaba de prisa. Lo amaba con una de esas obsesiones adolescentes que dejan huellas imborrables, pero nunca consegui que Naranjo reparara en mi ardorosa disposicion y cada vez que intentaba insinuarsela, el me apartaba con las orejas en llamas.
– Dejame tranquilo. Lo que tienes que hacer es estudiar para maestra o enfermera, esos son trabajos decentes para una mujer.
– ?No me quieres?
– Me ocupo de ti, eso basta.
A solas en mi cama abrazaba la almohada, rogando que me crecieran pronto los senos y me engrosaran las