no sabia como afectaria a su mujer en la intimidad. Turbado, se acerco a ella y extendio los dedos para tocarla, atraido por el reflejo nacarado de su piel, por la abundancia de sus carnes y las sombras de su cabello, pero entonces vio la expresion de asco en sus ojos y el gesto se le helo en el aire. Saco su panuelo y se lo llevo a la cara, manteniendolo alli con una mano mientras con la otra la desvestia y la acariciaba, pero toda su paciencia y su ternura fueron insuficientes para vencer el rechazo de Zulema. Ese encuentro fue triste para ambos. Mas tarde, mientras su suegra agitaba la sabana en el balcon pintada de celeste para ahuyentar a los malos espiritus, y abajo los vecinos disparaban salvas de fusil y las mujeres ululaban con frenesi, Riad Halabi se oculto en un rincon. Sentia la humillacion como un puno en el vientre. Ese dolor quedo con el, como un gemido en sordina y nunca hablo de ello hasta el dia que pudo contarselo a la primera persona que lo beso en la boca. Habia sido educado en la regla del silencio: al hombre le esta prohibido demostrar sus sentimientos o sus deseos secretos. Su posicion de marido lo convertia en dueno de Zulema, no era correcto que ella conociera sus debilidades, porque podria utilizarlas para herirlo o dominarlo.

Volvieron a America y Zulema tardo poco en comprender que su esposo no era rico y no lo seria jamas. Desde el primer instante odio esa nueva patria, ese pueblo, ese clima, esas gentes, esa casa; se nego a aprender espanol y a colaborar en el trabajo del almacen con el pretexto de sus incontrolables jaquecas; se encerro en su hogar, echada en la cama, atiborrandose de comida, cada vez mas gorda y aburrida. Dependia de su marido para todo, hasta para entenderse con los vecinos, con quienes el debia servir de interprete. Riad Halabi penso que debia darle tiempo para adaptarse. Estaba seguro de que al tener hijos todo seria diferente, pero los ninos no llegaban, a pesar de las noches y las siestas apasionadas que compartio con ella, sin olvidar nunca atarse el panuelo en la cara. Asi paso un ano, pasaron dos, tres, diez, hasta que yo entre en La Perla de Oriente y en sus vidas.

Era muy temprano y todavia el pueblo estaba dormido cuando Riad Halabi estaciono la camioneta. Me condujo al interior de la vivienda por la puerta trasera, cruzamos el patio donde se deslizaba el agua de la fuente y cantaban los sapos y me dejo en el bano con un jabon y una toalla en las manos. Largo rato deje correr el agua por mi cuerpo, lavandome la modorra del viaje y el desamparo de las ultimas semanas, hasta recuperar el color natural de mi piel ya olvidado por tanto abandono. Despues me seque, me peine con una trenza y me vesti con una camisa de hombre atada en la cintura por un cordon y unas alpargatas de lona que Riad Halabi saco del almacen.

– Ahora comeras con calma, para que no te duela la barriga, dijo el dueno de la casa instalandome en la cocina ante un festin de arroz, carne amasada con trigo y pan sin levadura. Me dicen el turco, ?y a ti?

– Eva Luna.

– Cuando viajo mi mujer se queda sola, necesita alguien para que la acompane. Ella no sale, no tiene amigas, no habla espanol.

– ?Quiere que yo sea su sirvienta?

– No. Seras algo asi como una hija.

– Hace mucho tiempo que no soy hija de nadie y ya no me acuerdo como se hace. ?Tengo que obedecer en todo?

– Si.

– ?Que me hara cuando me porte mal?

– No lo se, ya veremos.

– Le advierto que yo no aguanto que me peguen…

– Nadie te pegara, nina.

– Me quedo a prueba un mes y si no me gusta me escapo.

– De acuerdo.

En ese momento Zulema aparecio en la cocina, aun atontada por el sueno. Me miro de pies a cabeza sin parecer extranada por mi presencia, ya estaba resignada a soportar la irremediable hospitalidad de su marido, capaz de albergar a cualquiera con aspecto de necesitado. Diez dias antes habia recogido a un viajero con su burro y mientras el huesped recuperaba fuerzas para seguir su camino, la bestia se comio la ropa tendida al sol y una parte considerable de la mercaderia del almacen. Zulema, alta, blanca, cabello negro, dos lunares junto a la boca y grandes ojos protuberantes y sombrios, se presento vestida con una tunica de algodon que la cubria hasta los pies. Estaba adornada con zarcillos y pulseras de oro, sonoras como cascabeles. Me observo sin el menor entusiasmo, segura de que era alguna mendiga amparada por su marido.

Yo la salude en arabe, tal como me habia ensenado Riad Halabi momentos antes, y entonces una amplia risa estremecio a Zulema, tomo mi cabeza entre sus manos y me beso en la frente replicando con una letania en su idioma. El turco solto tambien una carcajada, tapandose la boca con su panuelo.

Ese saludo basto para ablandar el corazon de mi nueva patrona y a partir de esa manana me senti como si hubiera crecido en aquella casa. La costumbre de levantarme temprano me resulto muy util. Despertaba con la luz del alba, lanzaba las piernas fuera de la cama con un impulso energico que me ponia de pie y desde ese instante no volvia a sentarme, siempre cantando, trabajando. Partia a preparar el cafe de acuerdo a las instrucciones recibidas hirviendolo tres veces en una jarra de cobre y aromatizandolo con semillas de cardamomo, luego lo servia en un pocillo y se lo llevaba a Zulema, quien lo bebia sin abrir los ojos y continuaba durmiendo hasta tarde. Riad Halabi, en cambio, desayunaba en la cocina. Le gustaba preparar el mismo esa primera comida y poco a poco perdio el pudor por su boca deforme y permitio que yo lo acompanara. Despues abriamos juntos la cortina metalica del almacen, limpiabamos el mostrador, ordenabamos los productos y nos sentabamos a esperar a los clientes, que no tardaban en aparecer.

Por primera vez fui libre de ir y venir por la calle, hasta entonces siempre habia estado entre paredes, detras de una puerta con llave o vagando perdida en una ciudad hostil. Buscaba pretextos para hablar con los vecinos o para ir por las tardes a dar vueltas en la plaza. Alli estaban la iglesia, el correo, la escuela y la comandancia, alli se tocaban todos los anos los tambores de San Juan, se quemaba un muneco de trapo para conmemorar la traicion de Judas, se coronaba a la Reina de Agua Santa y cada Navidad la maestra Ines organizaba los Cuadros Vivos de la escuela, con sus alumnos vestidos de papel crepe y salpicados de escarcha plateada para representar escenas inmoviles de la Anunciacion, el Nacimiento y la masacre de los inocentes ordenada por Herodes. Yo caminaba hablando alto, alegre y desafiante, mezclandome con los demas, contenta de pertenecer a esa comunidad. En Agua Santa las ventanas no tenian vidrios y las puertas estaban siempre abiertas y era costumbre visitarse, pasar delante de las casas saludando, entrar a tomar un cafe o un jugo de fruta, todos se conocian, nadie podia quejarse de soledad o de abandono. Alli ni los muertos se quedaban solos.

Riad Halabi me enseno a vender, pesar, medir, sacar cuentas, dar el vuelto y regatear, un aspecto fundamental del negocio. No se regatea para sacar provecho del cliente, sino para estirar el placer de la conversacion, decia. Tambien aprendi algunas frases en arabe para comunicarme con Zulema. Pronto Riad Halabi decidio que yo no podia desempenarme en el almacen ni transitar por la vida sin saber leer y escribir y le pidio a la maestra Ines que me diera lecciones particulares, porque yo ya estaba muy crecida para ir al primer ano de la escuela. Todos los dias recorria las cuatro cuadras con mi libro bien visible para que todos lo notaran, orgullosa de ser una estudiante. Me sentaba un par de horas ante la mesa de la maestra Ines, junto al retrato del nino asesinado, mano, bota, ojo, vaca, mi mama me mima, Pepe pide la pipa. La escritura era lo mejor que me habia ocurrido en toda mi existencia, estaba euforica, leia en voz alta, andaba con el cuaderno bajo el brazo para usarlo a cada rato, anotaba pensamientos, nombres de flores, ruidos de pajaros, inventaba palabras. La posibilidad de escribir me permitio prescindir de las rimas para recordar y pude enredar los cuentos con multiples personajes y aventuras. Apuntando un par de frases cortas me acordaba del resto y podia repetirselo a mi patrona, pero eso fue despues, cuando ella comenzo a hablar en espanol.

Para ejercitarme en la lectura Riad Halabi compro un almanaque y algunas revistas de la farandula con fotografias de artistas, que le encantaron a Zulema. Cuando pude leer de corrido, me trajo novelas romanticas, todas del mismo estilo: secretaria de labios turgidos, senos morbidos y ojos candidos conoce a ejecutivo de musculos de bronce, sienes de plata y ojos de acero, ella es siempre virgen, aun en el caso infrecuente de ser viuda, el es autoritario y superior a ella en todo sentido, hay un malentendido por celos o por herencia, pero todo se arregla y el la toma en sus metalicos brazos y ella suspira esdrujulamente, ambos arrebatados por la pasion, pero nada grosero o carnal. La culminacion era un unico beso que los conducia al extasis de un paraiso sin retorno: el matrimonio. Despues del beso no habia nada mas, solo la palabra fin coronada de flores o de palomas. Pronto yo podia adivinar el argumento en la tercera pagina y para distraerme lo cambiaba, desviandolo hacia un

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