Zulema, avida como una flor carnivora, agitaba sus petalos fragantes para atraerlo a su trampa. Esa mujer perezosa y blanda cuya vida transcurria tendida en la cama con panos frios en la frente, se transformo en una hembra enorme y fatal, una arana palida tejiendo incansable su red. Quise ser invisible.

Zulema se sentaba en la sombra del patio a pintarse las unas de los pies y mostraba sus gruesas piernas hasta medio muslo. Zulema fumaba y con la punta de la lengua acariciaba en circulos la boquilla del cigarro, los labios humedos. Zulema se movia y el vestido se deslizaba descubriendo un hombro redondo que atrapaba toda la luz del dia con su blancura imposible. Zulema comia una fruta madura y el jugo amarillo le salpicaba un seno. Zulema jugaba con su pelo azul, cubriendose parte de la cara y mirando a Kamal con ojos de huri.

El primo resistio como un valiente durante setenta y dos horas. La tension fue creciendo hasta que ya no pude soportarla y temi que el aire estallara en una tormenta electrica, reduciendonos a cenizas. Al tercer dia Kamal trabajo desde muy temprano, sin aparecer por la casa a ninguna hora, dando vueltas inutiles en La Perla de Oriente para gastar las horas. Zulema lo llamo a comer, pero el dijo que no tenia hambre y se demoro otra hora en hacer la caja. Espero que se acostara todo el pueblo y el cielo estuviera negro para cerrar el negocio y cuando calculo que habia comenzado la novela de la radio, se metio sigilosamente en la cocina buscando los restos de la cena. Pero por primera vez en muchos meses Zulema estaba dispuesta a perderse el capitulo de esa noche. Para despistarlo dejo el aparato encendido en su habitacion y la puerta entreabierta, y se aposto a esperarlo en la penumbra del corredor. Se habia puesto una tunica bordada, debajo estaba desnuda y al levantar el brazo lucia la piel lechosa hasta la cintura. Habia dedicado la tarde a depilarse, cepillarse el cabello, frotarse con cremas, maquillarse, tenia el cuerpo perfumado de patchuli y el aliento fresco con regaliz, iba descalza y sin joyas, preparada para el amor. Pude verlo todo porque no me mando a mi cuarto, se habia olvidado de mi existencia.

Para Zulema solo importaban Kamal y la batalla que iba a ganar.

La mujer atrapo a su presa en el patio. El primo llevaba media banana en la mano e iba masticando la otra mitad, una barba de dos dias le sombreaba la cara y sudaba porque hacia calor y era la noche de su derrota.

– Te estoy esperando, dijo Zulema en espanol, para evitar el bochorno de decirlo en su propio idioma.

El joven se detuvo con la boca llena y los ojos espantados. Ella se aproximo lentamente, tan inevitable como un fantasma, hasta quedar a pocos centimetros de el. De pronto comenzaron a cantar los grillos, un sonido agudo y sostenido que se me clavo en los nervios como la nota monocorde de un instrumento oriental. Note que mi patrona era media cabeza mas alta y dos veces mas pesada que el primo de su marido, quien, por otra parte, parecia haberse encogido al tamano de una criatura.

– Kamal… Kamal… Y siguio un murmullo de palabras en la lengua de ellos, mientras un dedo de la mujer tocaba los labios del hombre y dibujaba su contorno con un roce muy leve.

Kamal gimio vencido, se trago lo que le quedaba en la boca y dejo caer el resto de la fruta. Zulema le tomo la cabeza y lo atrajo hacia su regazo, donde sus grandes senos lo devoraron con un borboriteo de lava ardiente. Lo retuvo alli, meciendolo como una madre a su nino, hasta que el se aparto y entonces se miraron jadeantes, pesando y midiendo el riesgo, y pudo mas el deseo y se fueron abrazados a la cama de Riad Halabi. Hasta alli los segui sin que mi presencia los perturbara. Creo que de verdad me habia vuelto invisible.

Me agazape junto a la puerta, con la mente en blanco. No sentia ninguna emocion, olvide los celos, como si todo ocurriera en una tarde del camion del cinematografo. De pie junto a la cama, Zulema lo envolvio en sus brazos y lo beso hasta que el atino a levantar las manos y tomarla por la cintura, respondiendo a la caricia con un sollozo sufriente. Ella recorrio sus parpados, su cuello, su frente con besos rapidos, lamidos urgentes y mordiscos breves, le desabotono la camisa y se la quito a tirones. A su vez el trato de arrancarle la tunica, pero se enredo en los pliegues y opto por lanzarse sobre sus pechos, a traves del escote. Sin dejar de manosearlo, Zulema le dio vuelta colocandose a su espalda y siguio explorandole el cuello y los hombros, mientras sus dedos manipulaban el cierre y le bajaban el pantalon. A pocos pasos de distancia, yo vi su masculinidad apuntandome sin subterfugios y pense que Kamal era mas atrayente sin ropa, porque perdia esa delicadeza casi femenina. Su escaso tamano no parecia fragilidad, sino sintesis, y tal como su nariz prominente le moldeaba la cara sin afearla, del mismo modo su sexo grande y oscuro no le daba un aspecto bestial. Sobresaltada, olvide respirar durante casi un minuto y cuando lo hice tenia un lamento atravesado en la garganta. El estaba frente a mi y nuestros ojos se encontraron por un instante, pero los de el pasaron de largo, ciegos. Afuera cayo una lluvia torrencial de verano y el ruido del agua y de los truenos se sumo al canto agonico de los grillos. Zulema se quito por fin el vestido y aparecio en toda su esplendida abundancia, como una venus de argamasa. El contraste entre esa mujer rolliza y el cuerpo esmirriado del joven me resulto obsceno. Kamal la empujo sobre la cama, y ella solto un grito, aprisionandolo con sus gruesas piernas y aranandole la espalda.

El se sacudio unas cuantas veces y luego se desplomo con un quejido visceral; pero ella no se habia preparado tanto para salir del paso en un minuto, asi es que se lo quito de encima, lo acomodo sobre los almohadones y se dedico a reanimarlo, susurrandole instrucciones en arabe con tan buen resultado, que al poco rato lo tenia bien dispuesto. Entonces el se abandono con los ojos cerrados, mientras ella lo acariciaba hasta hacerlo desfallecer y por ultimo lo cabalgo cubriendolo con su opulencia y con el regalo de su cabello, haciendolo desaparecer por completo, tragandolo con sus arenas movedizas, devorandolo, exprimiendolo hasta su esencia y conduciendolo a los jardines de Ala donde lo celebraron todas las odaliscas del Profeta. Despues descansaron en calma, abrazados como un par de criaturas en el bochinche de la lluvia y de los grillos de aquella noche que se habia vuelto caliente como un mediodia.

Espere que se aplacara la estampida de caballos que sentia en el pecho y luego sali tambaleandome. Me quede de pie en el centro del patio, el agua corriendome por el pelo y empapandome la ropa y el alma, afiebrada, con un presentimiento de catastrofe. Pense que mientras pudieramos permanecer callados era como si nada hubiera sucedido, lo que no se nombra casi no existe, el silencio lo va borrando hasta hacerlo desaparecer.

Pero el olor del deseo se habia esparcido por la casa, impregnando los muros, las ropas, los muebles, ocupaba las habitaciones, se filtraba por las grietas, afectaba la flora y la fauna, calentaba los rios subterraneos, saturaba el cielo de Agua Santa, era visible como un incendio y seria imposible ocultarlo. Me sente junto a la fuente, bajo la lluvia.

Por fin aclaro en el patio y comenzo a evaporarse la humedad del rocio, envolviendo la casa en una bruma tenue. Habia pasado esas horas largas en la oscuridad, mirando hacia el interior de mi misma. Sentia escalofrios, debia ser a causa de ese olor persistente que desde hacia unos dias flotaba en el ambiente y se pegaba en todas las cosas. Es hora de barrer la tienda, pense cuando oi a lo lejos el tintineo de las campanas del lechero, pero me pesaba tanto el cuerpo que tuve que mirarme las manos para ver si se habian vuelto de piedra; me arrastre hasta la fuente, meti adentro la cabeza y al enderezarme, el agua fria se deslizo por mi espalda, sacudiendome la paralisis de esa noche de insomnio y lavando la imagen de los amantes sobre la cama de Riad Halabi. Me fui al almacen sin mirar hacia la puerta de Zulema, ojala sea un sueno, mama, haz que sea solo un sueno. Permaneci toda la manana refugiada detras del mostrador, sin asomarme al corredor, con el oido atento al silencio de mi patrona y de Kamal. Al mediodia cerre el negocio, pero no me atrevi a salir de esos tres cuartos repletos de mercaderia y me acomode entre unos sacos de granos para pasar el calor de la siesta. Tenia miedo. La casa se habia transformado en un animal impudico respirando a mi espalda.

Kamal paso esa manana retozando con Zulema, almorzaron frutas y dulces y a la hora de la siesta, cuando ella se durmio extenuada, el recogio sus cosas, las metio en su maleta de carton y se fue discretamente por la puerta de atras, como un bandido. Al verlo salir tuve la certeza de que no volveria.

Zulema desperto a media tarde con la bulla de los grillos. Aparecio en La Perla de Oriente envuelta en una bata, despeinada, con ojeras oscuras y los labios hinchados, pero se veia muy hermosa, plena, satisfecha.

– Cierra el negocio y ven a ayudarme, me ordeno.

Mientras limpiabamos y ventilabamos la habitacion, colocabamos sabanas frescas en la cama y cambiabamos los petalos de las flores en las jofainas, Zulema cantaba en arabe y siguio cantando en la cocina cuando preparo la sopa de yogur, el kipe y el tabule. Despues llene la banera, la perfume con esencia de limon y Zulema se hundio en el agua con un suspiro feliz, los parpados entornados, sonriendo, perdida en quien sabe que recuerdos. Cuando el agua se enfrio, pidio sus cosmeticos, se observo en el espejo complacida y comenzo a empolvarse, se puso colorete en las mejillas, carmin en los labios, sombras nacaradas alrededor de los ojos. Salio del bano arropada en toallas y se tendio sobre la cama para que yo le diera masajes, despues se cepillo el cabello, lo recogio en un mono y se puso un vestido escotado.

– ?Estoy bonita? quiso saber.

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