tiempo natural y durante aquellas horas magnificas pudimos vivir en completa intimidad, sin pensar en nada mas que en nosotros mismos, dos companeros impudicos y juguetones ofreciendo y recibiendo. Riad Halabi era sabio y tierno y esa noche me dio tanto placer, que habrian de pasar muchos anos y varios hombres por mi vida antes que volviera a sentirme tan plena. Me enseno las multiples posibilidades de la feminidad para que nunca me transara por menos. Recibi agradecida el esplendido regalo de mi propia sensualidad, conoci mi cuerpo, supe que habia nacido para ese goce y no quise imaginar la vida sin Riad Halabi.
– Dejame quedarme contigo, le rogue al amanecer.
– Nina, tengo demasiados anos mas que tu. Cuando tengas treinta yo sere un viejo chocho.
– Eso no importa. Aprovechemos el tiempo que podamos estar juntos.
– Los chismes nunca nos dejarian en paz. Yo hice ya mi vida, pero tu todavia no has comenzado la tuya. Tienes que irte de este pueblo, cambiarte el nombre, educarte, olvidar todo lo que nos ha pasado. Yo te ayudare siempre, eres mas que una hija para mi…
– No quiero irme, quiero quedarme a tu lado. No hagas caso de lo que dice la gente.
– Debes obedecerme, yo se por que lo hago, ?no ves que conozco el mundo mejor que tu? Nos perseguiran hasta volvernos locos, no podemos vivir encerrados, eso no seria justo contigo, eres una criatura.
Y despues de una larga pausa Riad Halabi agrego: Hay algo que queria preguntarte hace dias, ?sabes donde escondio Zulema sus joyas?
– Si.
– Esta bien, no me lo digas. Ahora son tuyas, pero dejalas donde estan, porque no las necesitas todavia. Te dare dinero para que vivas en la capital, para que vayas a una escuela y aprendas un oficio, asi no tendras que depender de nadie, ni siquiera de mi. Nada te faltara, nina mia. Las joyas de Zulema estaran esperando, seran tu dote cuando te cases.
– No me casare con nadie, solo contigo, por favor, no me eches.
– Lo hago porque te quiero mucho, un dia lo entenderas, Eva.
– ?Nunca lo entendere! ?Nunca!
– Ssht… no hablemos de eso ahora, ven aqui, todavia nos quedan algunas horas.
Por la manana nos fuimos caminando juntos hasta la plaza. Riad Halabi cargaba la maleta de ropa nueva que habia preparado para mi y yo iba en silencio, con la cabeza alta y la mirada desafiante, para que nadie supiera que estaba a punto de llorar. Era un dia como todos y a esa hora los ninos jugaban en la calle y las comadres de Agua Santa habian sacado sus sillas a la acera, donde se sentaban con una palangana en la falda a desgranar maiz. Los ojos del pueblo nos siguieron implacables hasta la parada del autobus. Nadie me hizo una senal de despedida, ni el Teniente, que atino a pasar por alli en su jeep y volteo la cabeza, como si nada hubiera visto, cumpliendo su parte del trato.
– No quiero irme, le suplique por ultima vez.
– No hagas esto mas dificil para mi, Eva.
– ?Iras a verme a la ciudad? Prometeme que iras pronto y haremos el amor otra vez.
– La vida es larga, nina, y esta llena de sorpresas, todo puede suceder.
– Besame.
– No puedo, nos estan mirando. Sube al bus y no te bajes por ningun motivo hasta la capital. Alla tomas un taxi y te vas a la direccion que llevas anotada, es una pension de senoritas, la maestra Ines hablo por telefono con la directora, alli estaras segura.
Desde la ventanilla lo vi con el panuelo en la boca.
Recorri la misma ruta que anos antes hiciera durmiendo en la camioneta de Riad Halabi. Desfilaron ante mis ojos los sorprendentes paisajes de la region, pero no pude verlos, porque tenia la mirada vuelta para dentro, todavia deslumbrada por el descubrimiento del amor. Intui en ese momento que la impresion de agradecimiento se renovaria en mi por el resto de mi existencia cada vez que evocara a Riad Halabi, y en verdad asi ha sido. Sin embargo, durante esas horas trate de librarme de la languidez de los recuerdos y lograr la frialdad indispensable para revisar el pasado y hacer un inventario de mis posibilidades. Habia vivido hasta entonces a las ordenes de otros, hambrienta de afecto, sin mas futuro que el dia de manana y sin mas fortuna que mis historias. Necesitaba realizar un continuo esfuerzo de la imaginacion para suplir todo lo que me habia faltado. Hasta mi madre era una sombra efimera a la cual debia dibujar cada dia para no perderla en los laberintos de la memoria. Repase una a una cada palabra de la noche anterior y comprendi que ese hombre a quien ame durante cinco anos como un padre y ahora deseaba como a un amante, era un proyecto imposible. Mire mis manos maltratadas por los trabajos domesticos, me las pase por la cara palpando la forma de los huesos, hundi los dedos en mi pelo y con un suspiro dije basta. Repeti en alta voz basta, basta, basta. Luego saque de la cartera el papel con el nombre del pensionado de senoritas, lo arrugue en el puno y lo lance por la ventana.
Llegue a la capital en un momento de confusion. Al descender del autobus con mi maleta, eche una ojeada a mi alrededor y note que algo alarmante ocurria, policias corrian pegados a las paredes o zigzagueando entre los coches estacionados y se escuchaban tiros cercanos. A las preguntas del chofer, respondieron a gritos que salieramos de alli, porque alguien estaba disparando con un rifle desde el edificio de la esquina. Los pasajeros tomaron sus bultos y echaron a andar de prisa en todas direcciones. Yo los segui atontada, no sabia hacia donde encaminarme, no reconoci la ciudad.
Al salir de la terminal adverti que algo flotaba en el aire, la atmosfera parecia saturada de tensiones, la gente cerraba sus puertas y ventanas, los comerciantes bajaban las cortinas metalicas de las tiendas, las calles empezaban a vaciarse. Quise subirme a un taxi para salir de alli lo antes posible, pero ninguno se detuvo y como tampoco circulaban otros medios de transporte, no tuve mas alternativa que continuar andando con los zapatos nuevos, que me martirizaban los pies. Senti un ruido de tormenta y al levantar la cara vi un helicoptero revoloteando en el cielo, como un moscardon perdido. Por mi lado pasaron algunas personas apresuradas y trate de averiguar que sucedia, pero nadie lo sabia con certeza, golpe de estado, alcance a escuchar como unica explicacion. Entonces yo no conocia el significado de esas palabras, pero el instinto me mantuvo en movimiento y segui sin rumbo fijo, con la maleta en la mano, sintiendola cada momento mas pesada. Media hora mas tarde pase frente a un hotel de aspecto modesto y me meti, calculando que me alcanzaria el dinero para pasar alli un tiempo. Al dia siguiente comence a buscar trabajo.
Cada manana salia llena de esperanzas y por las tardes volvia extenuada. Despues de leer los avisos del periodico, me presentaba en todos los sitios donde se solicitara personal, pero al cabo de unos dias comprendi que, a menos que estuviera dispuesta a bailar desnuda o atender clientes de un bar, solo conseguiria trabajar como sirvienta y de eso ya habia tenido bastante. En algunos momentos de desesperacion estuve a punto de tomar el telefono y llamar a Riad Halabi, pero me contuve. Por fin el dueno del hotel, que siempre estaba sentado en la porteria y veia mis entradas y salidas, adivino mi situacion y me ofrecio ayuda. Me explico que sin una carta de recomendacion era muy dificil encontrar empleo, sobre todo en esos dias de tantos disturbios politicos, y me dio una tarjeta para una amiga suya. Al llegar a la direccion reconoci las inmediaciones de la calle Republica y mi primer impulso fue escapar de alli, pero lo pense mejor y conclui que nada perdia con preguntar. Sin embargo, no alcance a encontrar el edificio que buscaba, porque me vi envuelta en una agitacion callejera. Varios jovenes corrieron a mi lado, arrastrandome con ellos hacia la pequena plaza frente a la iglesia de los Seminaristas. Los estudiantes agitaban los punos, vociferaban, lanzaban consignas y yo al medio sin entender que diablos sucedia. Un muchacho se desganitaba acusando al Gobierno de venderse al imperialismo y traicionar al pueblo, y otros dos treparon la fachada de la iglesia para colgar una bandera, mientras los demas coreaban ?no pasaran, no pasaran! En eso aparecio un grupo de militares y paso a golpes y tiros. Eche a correr buscando un sitio donde esperar que se aquietara el desorden de la plaza y el ritmo de mi respiracion. En eso vi que la puerta lateral de la iglesia estaba entreabierta y sin vacilar me deslice adentro. Hasta alli llegaba el ruido de afuera, pero amortiguado, como si los hechos ocurrieran en otro tiempo. Me sente en el banco mas cercano y al hacerlo me vino de golpe todo el cansancio acumulado en esos dias, coloque los pies sobre el travesano y recoste la cabeza en el respaldo. Poco a poco la paz del recinto me devolvio el sosiego, me senti a gusto en ese refugio sombrio, rodeado de columnas y santos inmoviles, envuelta en silencio y frescura. Pense en Riad Halabi y quise estar a su lado, como cada tarde de los ultimos anos, los dos juntos en el patio a la hora de ponerse el sol. Me estremeci ante el recuerdo del amor, pero de inmediato lo descarte. Mas tarde, al percibir que los ecos de la calle se habian disipado y entraba menos luz a traves de los vitrales, saque la cuenta de que habia transcurrido un largo rato y eche una mirada a mi alrededor. Entonces vi sentada en otro banco a una mujer tan hermosa, que por un instante la confundi con