una cola de gente ante una libreria, esperando turno para que un bigotudo escritor colombiano en gira triunfal firmara sus libros, me colmaba de cuadernos, lapiceras y diccionarios. Ese es buen oficio, Eva, no tendrias que levantarte tan temprano y nadie andaria dandote ordenes… Sonaba con verme dedicada a la literatura, pero yo necesitaba ganarme la vida y en ese sentido la escritura es un terreno bastante resbaladizo.
Poco despues que deje Agua Santa y me instale en la capital, busque el rastro de mi Madrina, porque la ultima vez que supe de ella estaba enferma. Vivia de allegada en un cuarto en el barrio antiguo de la ciudad, cedido por unas buenas almas que la habian acogido por lastima. Sus posesiones no eran muchas, aparte del puma embalsamado, milagrosamente intacto a pesar del tiempo y los trastornos de la pobreza, y sus santos, porque una ha de tener su altar a domicilio, asi solo gasta en velas y no gasta en curas, como decia. Habia perdido algunos dientes, entre ellos el de oro, vendido por necesidad, y de las carnes opulentas quedaba solo el recuerdo, pero conservaba su gusto por la limpieza y todavia se banaba cada noche con una jarra. La mente le funcionaba tan mal, que comprendi la imposibilidad de rescatarla del laberinto personal donde se habia extraviado y me limite a visitarla con frecuencia para darle vitaminas, limpiar su habitacion y llevarle golosinas y agua de rosas, para que se perfumara como antano. Quise internarla en un sanatorio, pero nadie le presto atencion, dijeron que no era una enferma grave y habia otras prioridades, los servicios medicos no contemplaban casos como el suyo. Una manana la familia que le daba albergue me llamo alarmada: la Madrina sufria un ataque de tristeza, no habia dejado de llorar en doce dias.
– Vamos a verla, yo te acompano, dijo Mimi.
Llegamos en el mismo instante en que, agotada su resistencia a la melancolia, se rebanaba el cuello con una navaja. Alcanzamos a oir desde la calle el grito que atrajo a todo el vecindario; nos abalanzamos al interior de la vivienda y alli la encontramos, en un charco de sangre que crecia como un lago entre las patas del puma embalsamado. Tenia un tajo de oreja a oreja, pero estaba viva y nos miraba paralizada de asombro. Se habia cercenado los musculos de las quijadas, se le recogieron las mejillas y lucia una espantosa sonrisa desdentada. Yo senti las rodillas de lana y tuve que apoyarme en la pared para no caerme, pero Mimi se arrodillo junto a ella apretandole los bordes de la herida con sus largas unas de mandarin y asi detuvo el chorro por donde se le escapaba la vida, hasta que llego una ambulancia. Mientras yo temblaba, ella mantuvo las unas alli durante todo el trayecto en el vehiculo. Mimi es una mujer sorprendente. Los medicos del hospital metieron a la Madrina en el quirofano y la zurcieron como un calcetin, salvandola de milagro.
Al recoger sus pertenencias en el cuarto donde vivia, encontre dentro de una bolsa la trenza de mi madre, roja y brillante como la piel de la surucucu. Habia permanecido olvidada durante todos esos anos, salvandose asi de ser convertida en peluca. Me la lleve junto con el puma. El intento de suicidio sirvio al menos para que se ocuparan de la enferma y apenas la dieron de alta en el servicio de emergencia, fue internada en la Casa de Orates. Al cabo de un mes pudimos visitarla.
– Esto es peor que el Penal de Santa Maria, declaro Mimi. Vamos a sacarla de aqui.
Atada por una cuerda a un poste de cemento en el centro de un patio, junto a otras mujeres dementes, la Madrina ya no lloraba, permanecia silenciosa e inmovil, con su costuron al cuello. Pidio que le devolvieran sus santos, porque sin ellos se hallaba perdida, los diablos la acosaban para quitarle a su hijo, el monstruo de dos cabezas. Mimi trato de sanarla con fuerza positiva como indicaba el manual del Maharishi, pero la enferma resulto impermeable a las terapias esotericas. En esa epoca comenzo su obsesion por el Papa, queria verlo para pedirle la absolucion de sus pecados, y para tranquilizarla le prometi llevarla a Roma, sin sonar que un dia veriamos al Sumo Pontifice de cuerpo presente, repartiendo bendiciones en el tropico.
La sacamos del hospicio, la banamos, le arreglamos las pocas mechas que aun conservaba en la cabeza, la vestimos con ropa nueva y la trasladamos con todos sus santos a una clinica privada situada en la costa, en medio de palmeras, cascadas de agua dulce y grandes jaulas con guacamayas. Era un lugar para gente rica, pero la aceptaron a pesar de su aspecto, porque Mimi era amiga del director, un psiquiatra argentino. Alli quedo instalada en una habitacion pintada de rosa, con vista al mar y musica ambiental, cuyo costo era bastante elevado, pero bien valia el esfuerzo, porque por primera vez desde que yo podia recordar la Madrina parecia contenta.
Mimi pago la primera mensualidad, pero ese deber es mio. Empece a trabajar en la fabrica.
– Eso no es para ti. Tienes que estudiar para escritora, alegaba Mimi.
– Eso no se estudia en ninguna parte.
Huberto Naranjo aparecio de subito en mi vida y asimismo se esfumo horas despues sin aclarar sus motivos, dejandome un rastro de selva, lodo y polvora. Comence a vivir para esperarlo y en esa larga paciencia recree muchas veces la tarde del primer abrazo, cuando despues de compartir un cafe casi en silencio, mirandonos con determinacion apasionada, nos fuimos de la mano a un hotel, rodamos juntos sobre la cama y el me confeso que nunca me quiso como hermana y que en todos esos anos no habia dejado de pensar en mi.
– Besame, no debo amar a nadie, pero tampoco puedo dejarte, besame otra vez, susurro abrazandome y despues se quedo con los ojos de piedra, empapado de sudor, temblando.
– ?Donde vives? ?Como voy a saber de ti?
– No me busques, yo regresare cuando pueda. Y volvio a apretarme como enloquecido, con urgencia y torpeza.
Por un tiempo no tuve noticias de el y Mimi opino que eso era la consecuencia de ceder en la primera salida, habia que hacerse rogar, ?cuantas veces te lo he dicho? los hombres hacen todo lo posible por acostarse con una y cuando lo consiguen nos desprecian, ahora el te considera facil, puedes aguardar sentada, no volvera. Pero Huberto Naranjo aparecio de nuevo, me abordo en la calle y otra vez fuimos al hotel y nos amamos del mismo modo. A partir de entonces tuve el presentimiento de que siempre regresaria, aunque en cada oportunidad el insinuaba que era la ultima vez. Entro en mi existencia envuelto en un halito de secreto, trayendo consigo algo heroico y terrible. Echo a volar mi imaginacion y creo que por eso me resigne a amarlo en tan precarias condiciones.
– No sabes nada de el. Seguro esta casado y es padre de media docena de chiquillos, refunfunaba Mimi.
– Tienes el cerebro podrido por los folletines. No todos son como el malvado de la telenovela.
– Yo se lo que digo. A mi me criaron para hombre, fui a una escuela de varones, jugue con ellos y trate de acompanarlos al estadio y a los bares. Conozco mucho mas que tu de este tema. No se como sera en otras partes del mundo, pero aqui no se puede confiar en ninguno.
Las visitas de Huberto no seguian un patron previsible, sus ausencias podian prolongarse un par de semanas o varios meses. No me llamaba, no me escribia, no me enviaba mensajes y de pronto, cuando menos lo suponia, me interceptaba en la calle, como si conociera todos mis pasos y estuviera oculto en la sombra. Siempre parecia una persona diferente, a veces con bigotes, otras con barba o con el cabello peinado de otro modo, como si fuera disfrazado. Eso me asustaba pero tambien me atraia, tenia la impresion de amar a varios hombres simultaneamente. Sonaba con un lugar para nosotros dos, deseaba cocinar su comida, lavar su ropa, dormir con el cada noche, caminar por las calles sin rumbo premeditado, de la mano como esposos. Yo sabia que el estaba hambriento de amor, de ternura, de justicia, de alegria, de todo. Me estrujaba como si quisiera saciar una sed de siglos, murmuraba mi nombre y de pronto se le llenaban los ojos de lagrimas. Hablabamos del pasado, de los encuentros cuando eramos ninos, pero nunca nos referiamos al presente o al futuro. Algunas veces no conseguiamos estar juntos una hora, el parecia estar huyendo, me abrazaba con angustia y salia disparado. Si no habia tanta prisa, yo recorria su cuerpo con devocion, lo exploraba, contaba sus pequenas cicatrices, sus marcas, comprobaba que habia adelgazado, que sus manos estaban mas callosas y su piel mas seca, que tienes aqui, parece una llaga, no es nada, ven. En cada despedida me quedaba un gusto amargo en la boca, una mezcla de pasion, despecho y algo similar a la piedad. Para no inquietarlo, en ocasiones fingia una satisfaccion que estaba lejos de sentir. Era tanta la necesidad de retenerlo y enamorarlo, que opte por seguir los consejos de Mimi y no puse en practica ninguno de los trucos aprendidos en los libros didacticos de la Senora y tampoco le ensene las sabias caricias de Riad Halabi, no le hable de mis fantasias, ni le indique las cuerdas exactas que Riad habia pulsado, porque presentia que el me habria acosado a preguntas, donde, con quien, cuando lo hiciste. A pesar de los alardes de mujeriego que le escuche tantas veces en la epoca de su adolescencia, o tal vez por serlo, era mojigato conmigo, yo a ti te respeto, me decia, tu no eres como las otras, ?como quienes? insistia yo y el sonreia, ironico y distante. Por prudencia, no le mencione mi pasion adolescente por Kamal, mi amor inutil por Riad ni los encuentros efimeros con otros amantes. Cuando me interrogo sobre mi virginidad, le conteste que te importa mi virginidad, puesto que tampoco puedes ofrecerme la tuya, pero la reaccion de Huberto fue tan violenta, que preferi omitir mi esplendida noche con Riad Halabi e invente que me habian violado los policias de Agua Santa