silencio de palabras, pero al mismo tiempo un silencio cargado de presagios, poblado de ruidos de la selva, de chillidos y murmullos, de voces remotas que llegaban por el aire, de quejidos y lamentos de sonambulos. Aprendio a dormir a ratos, de pie, sentado, de dia, de noche, medio inconsciente por el cansancio, pero siempre alerta, un susurro lo hacia saltar. Le disgustaba la mugre, su propio olor; anoraba sumergirse en agua limpia, jabonarse hasta los huesos; habria dado cualquier cosa por una taza de cafe caliente. En los enfrentamientos con los soldados vio morir destrozados a los mismos hombres con quienes habia compartido un cigarrillo la noche anterior. Se inclinaba sobre ellos con la camara y los filmaba fuera de si mismo, como si estuviera a una larga distancia mirando esos cuerpos a traves de un telescopio. No puedo perder la razon, se repetia como tantas veces lo habia hecho antes en situaciones similares. Le volvian las imagenes de su infancia, el dia que fue a enterrar a los muertos en el campo de concentracion, y las visiones recientes de otras guerras. Sabia por experiencia, que todo dejaba huellas en el, que en su memoria cada acontecimiento salpicaba una mancha y a veces pasaba mucho tiempo antes de darse cuenta de que un episodio lo habia marcado profundamente, era como si el recuerdo se hubiera congelado en alguna parte y de pronto por algun mecanismo de asociacion, apareciera ante sus ojos con intolerable intensidad. Se preguntaba tambien por que seguia alli, por que no mandaba todo al carajo y se volvia a la ciudad, eso habria sido mas sano que quedarse en ese laberinto de pesadillas, irse, refugiarse por un tiempo en la Colonia y dejar que sus primas lo mecieran en vapores de canela, clavo de olor, vainilla y limon. Pero esas dudas no lograban detenerlo, seguia a los guerrilleros a todas partes, llevando la filmadora al hombro tal como los demas cargaban sus armas. Una tarde trajeron al Comandante Rogelio entre cuatro muchachos, venia en una angarilla improvisada, envuelto en una cobija, tiritando, retorciendose, envenenado por un alacran.

– Nada de mariqueras, companeros, nadie se muere de esto, murmuro. Dejenme, se me va a pasar solo.

Rolf Carle sentia emociones contradictorias por ese hombre, nunca estaba comodo en su presencia, suponia que no contaba con su confianza y por lo mismo no comprendia por que lo dejaba hacer su trabajo, le molestaba su severidad y tambien admiraba lo que lograba con sus hombres. De la ciudad le llegaban unos muchachos imberbes y al cabo de unos meses el los convertia en guerreros, inmunes a la fatiga y al dolor, duros, pero de algun modo se las arreglaba para preservarles los ideales de la adolescencia. No habia antidoto para la picadura de alacran, el botiquin de primeros auxilios estaba casi vacio. Se quedo al lado del enfermo arropandolo, dandole agua, limpiandolo. A los dos dias bajo la calentura y el Comandante le sonrio con la mirada, entonces comprendio que a pesar de todo eran amigos.

A Rolf Carle no le basto la informacion obtenida entre los guerrilleros, le faltaba la otra mitad de la noticia. Se despidio del Comandante Rogelio sin muchas palabras, los dos conocian las reglas y habria sido una groseria hablar de ellas. Sin comentar con nadie lo que habia experimentado en la montana, Rolf Carle se metio en los Centros de Operaciones del Ejercito, acompano a los soldados en sus excursiones, hablo con los oficiales, entrevisto al Presidente y hasta consiguio permiso para asistir a los entrenamientos militares. Al finalizar tenia miles de metros de pelicula, cientos de fotografias, horas de grabaciones, poseia mas informacion sobre el tema que nadie en el pais.

– ?Crees que la guerrilla tendra exito, Rolf?

– Francamente no, senor Aravena.

– En Cuba lo lograron. Alli demostraron que se puede derrotar a un ejercito regular.

– Han pasado varios anos y los gringos no permitiran nuevas revoluciones. En Cuba las condiciones eran diferentes, alla luchaban contra una dictadura y tenian apoyo popular.

Aqui hay una democracia llena de defectos pero el pueblo esta orgulloso de ella. La guerrilla no cuenta con la simpatia de la gente, y con pocas excepciones, solo ha podido reclutar estudiantes en las universidades.

– ?Que piensas de ellos?

– Son idealistas y valientes.

– Quiero ver todo lo que conseguiste, Rolf, le exigio Aravena.

– Voy a editar la pelicula para suprimir todo lo que no se puede mostrar ahora. Usted me dijo una vez que nosotros no estamos aqui para cambiar la historia, sino para dar noticias.

– Aun no me acostumbro a tus arranques de pedanteria, Rolf. ?Asi que tu pelicula puede cambiar el destino del pais?

– Si.

– Ese documental tiene que estar en mi archivo.

– No puede caer en manos del Ejercito por ningun motivo, seria fatal para los hombres que estan en la montana. No los traicionare y estoy seguro que usted haria lo mismo.

El director de la Televisora Nacional se fumo el cigarro hasta la colilla, en silencio, observando a su discipulo a traves del humo sin asomo de sarcasmo, pensando, recordando los anos de oposicion a la dictadura del General, revisando sus emociones de entonces.

– No te gusta aceptar consejos, pero esta vez debes hacerme caso, Rolf, dijo por fin. Esconde tus peliculas, porque el Gobierno sabe que existen y tratara de quitartelas por las buenas o por las malas. Edita, suprime, conserva todo lo que te parezca necesario, pero te advierto que es como almacenar nitroglicerina. En fin, tal vez en un tiempo mas podremos sacar al aire ese documental y quien sabe si dentro de una decada tambien podremos mostrar lo que ahora crees que cambiaria la historia.

Rolf Carle llego el sabado a la Colonia con una maleta cerrada con candado y se la entrego a sus tios con la recomendacion de no hablar de eso con nadie y ocultarla hasta que el volviera por ella. Burgel la forro con una cortina de plastico y Rupert la coloco bajo unas tablas de la carpinteria sin hacer comentarios.

En la fabrica sonaba la sirena a las siete de la manana, se abria la puerta y doscientas mujeres entrabamos en tropel, desfilando ante las supervisoras, que nos revisaban de pies a cabeza en prevision de posibles sabotajes. Alli se fabricaban desde las botas de los soldados hasta los galones de los generales, todo medido y pesado, para que ni un boton, ni una hebilla, ni una hebra de hilo cayera en manos criminales, como decia el Capitan, porque esos cabrones son capaces de copiarnos los uniformes y mezclarse con nuestra tropa para entregar la patria al comunismo, malditos sean. Las enormes salas sin ventanas, se iluminaban con luces fluorescentes, el aire entraba a presion por tubos colocados en el techo, abajo se alineaban las maquinas de coser y a dos metros del suelo corria a lo largo de los muros un balcon estrecho por donde caminaban los vigilantes, cuya mision consistia en controlar el ritmo del trabajo para que ninguna vacilacion, ningun escalofrio, ni el menor impedimento atentara contra la produccion. A esa altura quedaban las oficinas, pequenos cubiculos para los oficiales, los contadores y las secretarias. El ruido era un formidable rugido de catarata, que obligaba a andar con tapones en las orejas y a entenderse por gestos. A las doce se escuchaba por encima del barullo atronador la sirena para la colacion del mediodia llamando a los comedores, donde servian un almuerzo tosco, pero contundente, similar al rancho de los conscriptos. Para muchas obreras esa constituia la unica comida del dia y algunas guardaban una parte para llevar a sus casas, a pesar de la verguenza que les significaba pasar ante las supervisoras con los restos envueltos en papel. El maquillaje estaba prohibido y el pelo debia llevarse corto o cubierto por un panuelo, porque en una ocasion el eje de una bobinadora le cogio la melena a una mujer y cuando cortaron la electricidad ya era tarde, le habia arrancado el cuero cabelludo. De todos modos, las mas jovenes procuraban verse bonitas con panuelos alegres, faldas cortas, un poco de carmin, a ver si lograban atraer a un jefe v cambiar su suerte, ascendiendo dos metros mas arriba, al balcon de las empleadas, donde el sueldo y el trato eran mas dignos. La historia jamas comprobada de una operaria que asi llego a casarse con un oficial, alimentaba la imaginacion de las novatas, pero las mujeres mayores no elevaban la vista hacia tales quimeras, trabajaban calladas y de prisa para aumentar su cuota.

El Coronel Tolomeo Rodriguez aparecia de vez en cuando para inspeccion. Su llegada enfriaba el aire y aumentaba el ruido. Era tanto el peso de su rango y el poder que emanaba de su persona, que no necesitaba levantar la voz ni gesticular, le bastaba una mirada para hacerse respetar. Pasaba revista, hojeaba los libros de registro, se introducia en las cocinas, interrogaba a las obreras, ?usted es nueva? ?que comieron hoy? aqui hace mucho calor, suban la ventilacion, usted tiene los ojos irritados, pase por la oficina para que le den un permiso. Nada se le escapaba. Algunos subalternos lo odiaban todos le temian, se rumoreaba que hasta el Presidente se cuidaba de el, porque contaba con el respeto de los oficiales jovenes y en cualquier momento podria ceder a la tentacion de alzarse contra el gobierno constitucional.

Yo lo habia visto siempre de lejos, porque mi oficina estaba al final del pasillo y mi trabajo no requeria de su inspeccion pero aun a esa distancia podia percibir su autoridad. Un dia de marzo lo conoci. Lo estaba mirando a

Вы читаете Eva Luna
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату