manera. No voy a suplicarte. Estoy seguro de que tu me buscaras y si tienes suerte, aun estara en pie mi proposicion. Llamame por telefono cuando desees verme, dijo Rodriguez secamente pasandome una tarjeta con el escudo nacional en el borde superior y su nombre impreso en letras cursivas.

Esa noche llegue temprano a casa. Mimi opino que habia actuado como una demente, ese militar era un tipo poderoso y podia causarnos muchos problemas, ?no podia haber sido algo mas cortes? Al dia siguiente renuncie a mi trabajo, recogi mis cosas y deje la fabrica para escapar de ese hombre, que representaba todo aquello contra lo cual Huberto Naranjo se jugaba la vida desde hacia tantos anos.

– No hay mal que por bien no venga, sentencio Mimi al comprobar que la rueda de la fortuna habia dado medio giro para colocarme en el camino donde ella consideraba que siempre debi estar. Ahora podras escribir en serio.

Estaba instalada ante la mesa del comedor con sus naipes desplegados en abanico, donde podia leer que mi destino era contar y todo lo demas resultaba empeno perdido, tal como yo misma sospechaba desde que lei Las mil y una noches. Mimi sostenia que cada uno nace con un talento y la dicha o la desgracia consisten en descubrirlo y que haya demanda de eso en el mundo, porque hay destrezas inutiles, como la de un amigo suyo que era capaz de aguantar tres minutos sin respirar bajo el agua, lo cual jamas le sirvio para algo. Por su parte estaba tranquila, pues ya conocia el suyo. Acababa de debutar en una novela de television como la malvada Alejandra, rival de Belinda, una doncella ciega que al final recuperaria la vista, como siempre ocurre en estos casos, para casarse con el galan. Los libretos yacian desparramados por la casa y ella los memorizaba con mi ayuda. Yo debia representar todos los demas papeles. (Luis Alfredo aprieta los parpados para no llorar, porque los hombres no lloran.) Entregate a este sentimiento… Dejame que pague la operacion de tus ojos, mi amor. (Belinda se estremece, teme perder al ser amado…) Quisiera estar segura de ti… pero existe otra mujer en tu vida, Luis Alfredo. (El enfrenta esas bellas pupilas sin luz.) Alejandra nada significa para mi, ella solo ambiciona la fortuna de los Martinez de la Roca, pero no lo lograra. Nadie podra separarnos jamas, Belinda mia. (La besa y ella se entrega a esa caricia sublime dejando entender para el publico que quiza pueda suceder algo… o quiza no. Paneo de camara para mostrar a Alejandra que los espia desde la puerta, desfigurada por los celos. Corte al estudio B.)

– Las telenovelas son una cuestion de fe. Hay que creer y punto, decia Mimi entre dos parlamentos de Alejandra. Si te pones a analizarlas les quitas la magia y las arruinas.

Aseguraba que cualquiera es capaz de inventar dramas como el de Belinda y Luis Alfredo, pero con mayor razon podia hacerlo yo, que habia pasado anos escuchandolos en la cocina, creyendo que eran casos veridicos y al comprobar que la realidad no era como en la radio me habia sentido burlada. Mimi me expuso las indudables ventajas de trabajar para la television, donde cualquier desvario encontraba su ubicacion propia y cada personaje, por extravagante que fuera, tenia la posibilidad de clavar un alfiler en el alma desprevenida del publico, efecto que rara vez lograba un libro. Esa tarde llego con una docena de pasteles y una pesada caja envuelta en papel de fantasia. Era una maquina de escribir. Para que empieces a trabajar, dijo. Pasamos parte de la noche sentadas sobre la cama bebiendo vino, comiendo dulces y discutiendo el argumento ideal, un embrollo de pasiones, divorcios, bastardos, ingenuos y malvados, ricos y pobres, capaz de atrapar al espectador desde el primer instante y mantenerlo prisionero de la pantalla durante doscientos conmovedores capitulos. Nos dormimos mareadas y salpicadas de azucar y yo sone con hombres celosos y muchachas ciegas.

Desperte de madrugada. Era un miercoles suave y algo lluvioso, en nada diferente de otros en mi vida, pero este lo atesoro como un dia unico, reservado solo para mi. Desde que la maestra Ines me enseno el alfabeto, escribia casi todas las noches, pero senti que esta era una ocasion diferente, algo que podria cambiar mi rumbo. Prepare un cafe negro y me instale ante la maquina, tome una hoja de papel limpia y blanca, como una sabana recien planchada para hacer el amor y la introduje en el rodillo. Entonces senti algo extrano, como una brisa alegre por los huesos, por los caminos de las venas bajo la piel. Crei que esa pagina me esperaba desde hacia veintitantos anos, que yo habia vivido solo para ese instante, y quise que a partir de ese momento mi unico oficio fuera atrapar las historias suspendidas en el aire mas delgado, para hacerlas mias. Escribi mi nombre y en seguida las palabras acudieron sin esfuerzo, una cosa enlazada con otra y otra mas. Los personajes se desprendieron de las sombras donde habian permanecido ocultos por anos y aparecieron a la luz de ese miercoles, cada uno con su rostro, su voz, sus pasiones y obsesiones. Se ordenaron los relatos guardados en la memoria genetica desde antes de mi nacimiento y muchos otros que habia registrado por anos en mis cuadernos. Comence a recordar hechos muy lejanos, recupere las anecdotas de mi madre cuando viviamos entre los idiotas, los cancerosos y los embalsamados del Profesor Jones; aparecieron un indio mordido de vibora y un tirano con las manos devoradas por la lepra; rescate a una solterona que perdio el cuero cabelludo como si se lo hubiera arrancado una maquina bobinadora, un dignatario en su sillon de felpa obispal, un arabe de corazon generoso y tantos otros hombres y mujeres cuyas vidas estaban a mi alcance para disponer de ellas segun mi propia y soberana voluntad. Poco a poco el pasado se transformaba en presente y me aduenaba tambien del futuro, los muertos cobraban vida con ilusion de eternidad, se reunian los dispersos y todo aquello esfumado por el olvido adquiria contornos precisos.

Nadie me interrumpio y pase casi todo el dia escribiendo, tan absorta que hasta me olvide de comer. A las cuatro de la tarde vi surgir ante mis ojos una taza de chocolate.

– Toma, te traje algo caliente…

Mire esa figura alta y delgada, envuelta en un kimono azul y necesite algunos instantes para reconocer a Mimi, porque yo andaba en plena selva dando alcance a una nina de cabellera roja. Segui a ese ritmo sin acordarme de las recomendaciones recibidas: los libretos se organizan en dos columnas, cada capitulo tiene veinticinco escenas, mucho cuidado con los cambios de escenario que salen muy caros y con los parlamentos largos que confunden a los actores, cada frase importante se repite tres veces y el argumento debe ser simple, partiendo del supuesto de que el publico es cretino. Sobre la mesa crecia un cerro de paginas salpicadas de anotaciones, correcciones, jeroglificos y manchas de cafe, pero recien empezaba a desempolvar recuerdos y trenzar destinos, no sabia hacia donde iba ni cual seria el desenlace, si es que lo habia. Sospechaba que el final llegaria solo con mi propia muerte y me atrajo la idea de ser yo tambien uno mas de la historia y tener el poder de determinar mi fin o inventarme una vida. El argumento se complicaba; los personajes se tornaban mas y mas rebeldes. Trabajaba -si trabajo se puede llamar aquella fiesta- muchas horas al dia, desde el amanecer hasta la noche. Deje de ocuparme de mi misma, comia cuando Mimi me alimentaba y me iba a dormir porque ella me conducia a la cama, pero en suenos seguia sumida en ese universo recien nacido, de la mano con mis personajes, no fueran a desdibujarse sus delicados trazos y volver a la nebulosa de los cuentos que se quedan sin contar.

Al cabo de tres semanas, Mimi considero que habia llegado el momento de dar uso practico a ese delirio, antes de que yo desapareciera tragada por mis propias palabras. Consiguio una entrevista con el director de la television para ofrecerle la historia, porque le parecia peligroso para mi salud mental prolongar ese esfuerzo si no habia esperanza de verlo en la pantalla. En la fecha senalada se vistio toda de blanco, segun su horoscopo era el color conveniente para ese dia, se acomodo entre los senos una medalla del Maharishi y salio arrastrandome. A su lado me senti como siempre apacible y tranquila, protegida por la luz de esa criatura mitologica.

Aravena nos recibio en su oficina de plastico y cristal, detras de un escritorio imponente que no mitigaba el mal efecto de su barriga de buen vividor. Me defraudo ese gordo con ojos de rumiante y un cigarro a medio consumir, tan diferente al hombre lleno de energia que habia imaginado al leer sus articulos. Distraido, porque lo menos interesante de su trabajo era el circo ineludible de la farandula, Aravena apenas nos saludo sin darnos la cara, la vista en la ventana donde se perfilaban los techos vecinos y los nubarrones de la proxima tormenta. Me pregunto cuanto faltaba para terminar el libreto, le echo un vistazo a la carpeta sosteniendola con sus dedos blandos y murmuro que lo leeria cuando estuviera desocupado. Estire el brazo y recupere mi folletin, pero Mimi me lo arrebato y volvio a entregarselo, al tiempo que lo obligaba a mirarla, movia sus pestanas con un aleteo mortal, se humedecia los labios pintados de rojo y le proponia cenar el sabado siguiente, solo unos cuantos amigos, una reunion intima, dijo con ese susurro irresistible que habia fabricado para disimular la voz de tenor con que vino al mundo. Un bruma visible, un aroma obsceno, una firme telarana envolvieron al hombre. Durante un largo momento se quedo inmovil, con la carpeta en la mano, desconcertado, porque supongo que no habia recibido hasta entonces un ofrecimiento de tanta lujuria. La ceniza del cigarro cayo sobre la mesa y el no lo percibio.

– ?Tenias que convidarlo a casa? le reproche a Mimi al salir.

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