Los nueve guerrilleros trasladados del Fuerte El Tucan se encontraban en las celdas de castigo de Santa Maria. Detenidos siete meses antes, resistieron todos los interrogatorios sin que pudieran quebrantarles la decision de callar ni el deseo de volver a la montana para seguir peleando. La discusion en el Congreso los coloco en primera pagina de los periodicos y los elevo al rango de heroes a los ojos de los estudiantes de la Universidad, quienes empapelaron la ciudad de afiches con sus rostros.
– Que no se vuelva a saber de ellos, ordeno el Presidente, confiando en la mala memoria de la gente.
– Diganles a los companeros que los liberaremos, ordeno el Comandante Rogelio, confiando en la audacia de sus hombres.
De esa prision solo habia escapado anos antes un bandido frances, quien logro llegar por el rio hasta el mar, flotando sobre una balsa improvisada sobre cadaveres inflados de perros, pero desde entonces nadie lo habia intentado. Agotados por el calor, la falta de alimento, las pestes y la violencia que sufrian en cada instante de sus condenas, los detenidos comunes carecian de fuerzas para cruzar el patio, mucho menos para aventurarse en la selva, en el caso improbable de una fuga. Los presos especiales no tenian ninguna posibilidad de lograrlo, a menos que fueran capaces de abrir las puertas de hierro, dominar a los guardias armados de metralletas, atravesar todo el edificio, saltar el muro, nadar entre piranas por un rio caudaloso e internarse en la jungla, todo eso con las manos desnudas y en el ultimo estado de agotamiento. El Comandante Rogelio no ignoraba esos colosales obstaculos, sin embargo aseguro impasible que los rescataria y ninguno de sus hombres dudo de su promesa, mucho menos los nueve recluidos en las celdas de castigo. Una vez que logro sobreponerse a la rabia inicial, tuvo la idea de usarme como senuelo para atraer al Coronel Tolomeo Rodriguez a una trampa.
– Esta bien, siempre que no le hagan dano, dije.
– Se trata de secuestrarlo, no de matarlo. Lo trataremos como a una senorita para canjearlo por los companeros. ?Por que te interesa tanto ese hombre?
– Por nada… Te advierto que no sera facil pillarlo desprevenido, anda armado y tiene guardaespaldas. No es ningun tonto.
– Supongo que no llevara su escolta cuando sale con una mujer.
– ?Me estas pidiendo que me acueste con el?
– ?No! Solo que lo cites donde te indiquemos y lo mantengas distraido. Nosotros llegaremos en seguida. Una operacion limpia, sin tiros ni escandalo.
– Debo lograr que entre en confianza y eso no es posible en la primera salida. Necesito tiempo.
– Creo que ese Rodriguez te gusta… Juraria que quieres dormir con el, trato de bromear Huberto Naranjo, pero la voz le salio estentorea.
No respondi, porque me distraje pensando que seducir a Rodriguez podria ser algo muy interesante, aunque en verdad no estaba segura si seria capaz de entregarlo a sus enemigos o si, por el contrario, intentaria prevenirlo. Tal como decia Mimi, yo no estaba preparada ideologicamente para esa guerra. Sonrei sin darme cuenta y creo que esa sonrisa secreta cambio al punto los planes de Huberto, que decidio volver al primer proyecto. Mimi opino que eso equivalia a un suicidio, conocia el sistema de vigilancia, los visitantes se anunciaban por radio y si se trataba de un grupo de oficiales, como pretendia Naranjo disfrazar a sus hombres, el director iria en persona a esperarlos al aeropuerto militar. Ni el Papa entraria en el Penal sin control de identidad.
– Entonces tenemos que introducir armas para los companeros, dijo el Comandante Rogelio.
– Debes estar mal de la cabeza, se burlo Mimi. En mis tiempos eso hubiera sido bien dificil, porque revisaban a todo el mundo a la entrada y a la salida, pero ahora es imposible, tienen un aparato para detectar metales y aunque te tragues el arma te la descubren.
– No importa. Los sacare de alli como sea.
En los dias siguientes al encuentro en el Jardin Zoologico, se reunio con nosotras en diversos lugares para afinar los detalles, que a medida que se sumaban a la lista ponian en evidencia la insensatez del proyecto. Nada pudo disuadirlo. La victoria es de los mas atrevidos, replicaba cuando le senalabamos los peligros. Yo dibuje la fabrica de uniformes y Mimi el presidio, calculamos los movimientos de los guardias, aprendimos las rutinas, y estudiamos hasta la orientacion de los vientos, la luz y la temperatura de cada hora del dia. En el proceso Mimi se contagio con el entusiasmo de Huberto y perdio de vista la meta final, olvido que se trataba de liberar a los prisioneros y acabo considerandolo una especie de juego de salon. Fascinada, trazaba planos, hacia listas, imaginaba estrategias, haciendo caso omiso de los riesgos, convencida en el fondo de que todo quedaria en las intenciones sin llevarse jamas a la practica, como tantas cosas a lo largo de la historia nacional. La empresa era tan audaz, que merecia llegar a buen termino. El Comandante Rogelio iria con seis guerrilleros, escogidos entre los mas veteranos y valientes, a acampar con los indios en las cercanias de Santa Maria. El jefe de la tribu habia ofrecido cruzarlos por el rio y guiarlos en la selva, dispuesto a colaborar con ellos despues que el Ejercito irrumpio en su aldea dejando un reguero de ranchos quemados, animales despanzurrados y muchachas violadas. Se comunicarian con los prisioneros a traves de un par de indios, sirvientes de la cocina de la prision. El dia senalado los detenidos debian estar preparados para desarmar a algunos guardias y deslizarse hasta el patio, donde el Comandante Rogelio y sus hombres los rescatarian. La parte mas debil del plan, tal como senalo Mimi sin que fuera necesaria ninguna experiencia para llegar a esa conclusion, era que los guerrilleros lograran salir de las celdas de seguridad. Cuando el Comandante Rogelio fijo como plazo maximo el martes de la semana siguiente, ella lo miro entre sus largas pestanas de pelo de vison y en ese momento tuvo el primer atisbo de que el asunto iba en serio. Una decision de tal magnitud no podia tomarse al azar, de modo que saco sus naipes, le indico que cortara el mazo con la mano izquierda, distribuyo las cartas de acuerdo a un orden establecido en la antigua civilizacion egipcia y procedio a leer el mensaje de las fuerzas sobrenaturales, mientras el la observaba con una mueca sarcastica, mascullando que debia estar demente para confiar el exito de semejante empresa a esa extravagante criatura.
– No puede ser el martes, sino el sabado, determino ella cuando volteo El Mago y salio con la cabeza para abajo.
– Sera cuando yo diga, replico el dejando bien clara su opinion sobre ese delirio.
– Aqui dice sabado y tu no estas en condiciones de desafiar al Tarot.
– Martes.
– Los sabados por la tarde la mitad de los guardias anda de parranda en el burdel de Agua Santa y la otra mitad ve el beisbol en la television.
Ese fue el argumento decisivo en favor de la quiromancia. En eso estaban, discutiendo alternativas, cuando me acorde de la Materia Universal. El Comandante Rogelio y Mimi levantaron la vista de los naipes y me contemplaron perplejos. Asi fue como sin proponermelo, termine en compania de media docena de guerrilleros amasando porcelana fria en un rancho indigena a poca distancia de la casa del turco donde pase los mejores anos de mi adolescencia.
Entre en Agua Santa en un coche destartalado con placas robadas, conducido por el Negro. El lugar no habia cambiado mucho, la calle principal habia crecido un poco, se veian viviendas nuevas, varios almacenes y algunas antenas de television, pero permanecian inmutables el bochinche de los grillos, el sofoco implacable del mediodia y la pesadilla de la selva que comenzaba al borde del camino. Tenaces y pacientes, sus habitantes soportaban el vaho caliente y el desgaste de los anos, casi aislados del resto del pais por una vegetacion inmisericorde. En principio no debiamos detenernos en el pueblo, nuestro destino era la aldea de los indios a medio camino de Santa Maria, pero cuando vi las casas con sus techos de tejas, las calles lustrosas por la ultima lluvia y las mujeres sentadas en sus sillas de paja en los umbrales de las puertas, me volvieron los recuerdos con una fuerza ineludible y le suplique al Negro que pasara frente a La Perla de Oriente solo para echar un vistazo, aunque fuera de lejos. Tantas cosas se habian arruinado en ese tiempo, tantos habian muerto o habian partido sin despedirse, que imaginaba la tienda convertida en un fosil irremediable, descuajada por el uso y las travesuras del olvido, por eso me sorprendio verla surgir ante mis ojos como un espejismo ileso. Su fachada estaba reconstruida, las letras del nombre recien pintadas, la vitrina lucia herramientas agricolas, comestibles, ollas de aluminio y dos flamantes maniquies con pelucas amarillas. Habia tal aire de renovacion, que no pude resistir y me baje del automovil para asomarme a la puerta. El interior tambien habia sido rejuvenecido con un mostrador moderno, pero los sacos de granos, los rollos de telas baratas y los frascos de caramelos eran similares a los de antes.
Riad Halabi se hallaba sacando cuentas junto a la caja, vestido con una guayabera de batista y tapandose la boca con un panuelo blanco. Era el mismo que yo guardaba en la memoria, ni un minuto habia pasado para el,