entrada y en la casa transcurrio un buen rato despues de que la luz se hubiera apagado.
Abrio con cuidado el corral y cogiendo al animal por las crines, venciendo a patadas la resistencia del burro a moverse, lo saco de la cuadra, maldiciendolo por lo bajo y tapandole el hocico con su guerrera cada vez que el animal pretendia rebuznar. Lo llevo como pudo hasta el sitio donde habia dejado la Singer y alli, en medio de la oscuridad, cargo la maquina y la ato sobre el lomo de la bestia. Le dio el dia andando con el burro, que a cada tramo se tambaleaba mas. Solo que con la luz entendio Ansaura, el Gitano, el porque de tanta resistencia del burro no ya al trabajo sino a cualquier tipo de movimiento.
El animal solo estaba compuesto de esqueleto y pellejo, y este ultimo lo tenia en la mayor parte del cuerpo trasquilado y con grandes calvas por las que le asomaban costillas y huesos de todo tipo. La mirada la tenia triste la bestia y las patas llenas de mataduras y con temblores. Aun asi, pensando en su mujer y en los trajes que aquel prodigio de maquina iba a producir, murmurando el nombre de Amalia, Amalia Monedero, aunque ya sin numeros detras, Ansaura espoleaba al burro, y cuando este se paraba, hocicando y dando rebuznos cada vez mas languidos, casi aullidos de lobo tierno, le daba bofetadas en la cara medio peluda, guantazos que hacian crujir las quijadas del bicho que, ya mediada la tarde, al final de una cuesta, remontandola despues de mucho resbalar entre las piedras, hinco su hocico en el barro, quebrado de patas, y, aplastado por el peso de la Singer y por su propia debilidad, despues de intentar levantarse y obedecer las ordenes y las patadas del Gitano, se dio por vencido, lo mismo que Ansaura.
Lloroso, viendo los espasmos de las patas ensangrentadas, la carcasa de la maquina rota precisamente donde la madera se clareaba para dibujar las primeras letras de la palabra Singer, y los ojos grandes y tranquilos, medio dormidos, del burro, Ansaura, el Gitano, desato con mucho cuidado la maquina del lomo del animal y repaso con sus yemas y con la negrura de sus unas las astillas de la madera rota. Arrastro por el barro la Singer para que la sangre no la manchara, monto el naranjero y le solto un tiro en la cabeza al burro, que, asustado por el estruendo, casi se incorporo por completo, abrio mucho los ojos, estuvo unos momentos mostrando el verdor de su dentadura y, soltando un cano leve de sangre por al lado de una oreja, cayo con un ruido de calavera.
Fue al dia siguiente cuando Bento Valladares, que venia de hacer unas estafas en Lerida, se encontro con Ansaura, el Gitano. Al verlo desde lejos no supo si era un hombre o una maquina de no sabia que tipo lo que avanzaba por la ladera del monte que tenia frente a el, con aquella forma extrana y aquel extrano movimiento de oruga que apenas avanzaba. Y todavia, cuando lo tuvo nitido en la pupila, no daba credito Valladares a lo que veia, un hombre cargado por en medio del campo con una maquina de coser, renegrido, resoplando y con una pierna herida. Se quedaron los dos hombres mirandose a los ojos al cruzarse en la estrechez de la vereda, sin decirse nada, el Portugues muy serio y el otro mirando, a modo de amenaza, el fusil que le colgaba de un lateral de la maquina.
Y cuando Ansaura, el Gitano, se detuvo veinte o treinta pasos mas adelante aprovechando la rama muerta de un arbol para apoyar la maquina, se dio cuenta de que aquel tipo, Bento Valladares, dijo llamarse, lo habia seguido a cierta distancia. Todavia se quedaron mirandose sin decirse nada, hasta que el otro pronuncio su nombre y dijo que venia de Lerida. El Gitano no le contesto, dio un resoplido y levanto de nuevo la maquina, titubeo, un paso a la izquierda, dos a la derecha, hasta que pudo establecer de nuevo la linea recta y siguio andando, ya con el joven aquel pegado a sus talones, hablandole del frio que hacia, de lo humedo que estaba el campo y de lo crecido que iba un rio que habia pasado hacia un rato, sin que Ansaura, el Gitano, le contestara nunca y ya ni siquiera, como habia hecho al principio, lo mirase de reojo.
Y asi fueron hasta que ya al final de la tarde, Bento Valladares le dijo que detras de unos arboles que veian al fondo habia un caserio abandonado en el que podian pasar la noche. Sin contestarle, Ansaura, el Gitano, tomo el camino que el otro le habia indicado y solo entonces se refirio Valladares a la maquina de coser.
– Pesa, ?no?
– Es una Singer.
– Lo pone ahi.
– Para mi mujer.
– Es un buen regalo.
– Se llama Amalia Monedero.
– Ah, Monedero.
– Pero pesa mucho.
– Es que lleva mucho hierro, mucho adorno.
– Es una Singer.
Se ahogaba Ansaura, el Gitano, y a su lado Bento Valladares, cuando lo veia trastabillear, se quitaba las manos de la espalda y le orientaba la maquina, sosteniendo una esquina con dos dedos hasta que el otro reafirmaba el paso. Y asi llegaron hasta el caserio despoblado, cinco o seis casas reunidas que formaban una pequena plaza, a trozos adoquinada con piedras redondeadas, a trozos pelada y con asfalto de hierba y tierra. Entraron en la casa mayor y ante la negativa de Ansaura, el Gitano, a dejar la Singer en la calle o guarecida en una cuadra trasera, se emplearon los dos hombres un rato en desatrancar la doble hoja de la puerta para que la maquina, aranando las paredes y manchandose de cal, pudiera entrar hasta la sala principal.
Alli, ante el fuego que encendieron en la chimenea, fue donde Bento Valladares, el Portugues, le conto su historia de falsificaciones y estafas a Ansaura, el Gitano, y donde este le hablo de la suya, los anos en Madrid, el Ebro y su marcha con la Singer hacia Barcelona. Surgio, hablando de falsificaciones, el nombre de Sebastian Hidalgo y cada uno se refirio a el con admiracion, Bento Valladares hablando de su maestro, el Gitano de una especie de sabio que dominaba ciencias extranas y que era capaz de variar a la gente en los periodicos sin que dejaran de ser quienes eran. Es como si les sacara el demonio que llevan dentro y se lo dejara quieto en la cara, dijo Ansaura, el Gitano, arrastrando la maquina, la pierna herida volviendo a sangrar, hasta el dormitorio con cama de borra que habia frente a la chimenea.
Y ya cuando a la manana siguiente, viendo como en la lejania, sobre las copas negras de los arboles, se levantaba una niebla lenta, alzandose hacia un cielo que tenia tintes y piel de melocoton, estaban en aquella especie de plaza, solo entonces, mientras volvia a atarse la maquina de coser a la espalda, le pregunto Ansaura, el Gitano, a Bento Valladares si no iba el en otra direccion cuando se encontraron. El otro le dijo que si, que el iba a Madrid, y que iba a seguir su camino, pero que hacia varios dias que no hablaba con nadie y que el era un aprendiz de la vida, que las ensenanzas, el conocimiento de los hombres era muy importante para su profesion, asi que al verlo con la maquina, con la Singer, a cuestas penso que una persona que hacia ese tipo de cosas era alguien que merecia la pena conocerse y con mucho que contar, ademas de tener la capacidad de escuchar las cosas de los demas.
Escucharlas y darles su valor, estaba diciendo Ansaura, el Gitano, su flequillo cortado al tajo pegado a la frente y la mirada de dolor al pensar en el inminente peso de la maquina, cuando por detras de la casa oyo unas voces y antes de que ni siquiera pudiese volver la cabeza ya estaba en el suelo, derribado y con la maquina, como el burro, derrumbada encima de el. Vio los pies, botas, alpargatas y zapatos, que corrian por la plaza, la cara alarmada de Bento Valladares, las culatas de los fusiles y la cara de uno de los hombres, negra como la suya, pero con bigote, la nariz de aguila y el blanco de los ojos, demasiado juntos, de color marron. Le gritaba algo que Ansaura, el Gitano, no entendia.
Que te levantes, maricon, fue lo que le grito otra voz, la de alguien que el no veia y que seguramente fue quien le golpeo el costado, tal vez con la culata de un fusil, tal vez solamente, aunque muy fuerte, con el pie. A Bento Valladares ya lo habian rodeado, y uno de los soldados, entre los gritos, le habia dado un punetazo, dos, que le embadurnaron a Bento la cara de sangre, con tanta rapidez que el propio Valladares penso que ya tenia la sangre derramada por la cara antes de que le pegaran.
Que te levantes, le grito la misma voz a Ansaura en la misma boca del oido, O es que estas sordo, me cago en tu madre, hazle caso al sargento. Bento Valladares vio como Ansaura, el Gitano, intentaba zafarse de las cuerdas en las que estaba medio atado, salir de debajo de la maquina, mientras Ansaura, al lado de su cabeza, oia como el soldado que le habia gritado montaba un arma y volvia a decir, en voz mas baja, ?Estas sordo de verdad, cabron? Levantate, Ansaura, le grito desde en medio de la plaza Bento Valladares, pero antes de que acabara de decir el nombre del Gitano ya habia sonado aquel tiro que no mato a Ansaura, el Gitano, que no le hundio ninguna bala en el cuerpo, pero que, disparado en la cuenca de la oreja, le revento, o por lo menos le dejo roto, partido de dolor, el timpano.
?Has escuchado?, dijo con una carcajada, riendose de verdad, el soldado que habia disparado, el mismo que habia golpeado con la culata el costado de Ansaura, y que a pesar de no ser marroqui llevaba un fez colgando de