una faja de color rojo y sobre los hombros una capa que parecia aumentar la altura de aquel tipo, fuerte, muy joven aunque con muy poco pelo en el craneo poderoso, calvo prematuro el soldado que miraba con desafio a Valladares, midiendo que hacer con el despues de haberle gritado al Gitano.

– Ansaura se llama este, mi sargento. Ya lo sabemos casi todo de el, que es gitano, que se llama Ansaura y que es transportista de maquinas de coser -dijo el joven antes de dirigirse de nuevo a Ansaura, el Gitano, que se agarraba la cabeza, ya sordo de verdad y con la oreja o el oido sangrandole, por alguna rotura interna o quiza simplemente por algunos granos de tierra que con el disparo se le habian incrustado por los alrededores de la oreja-: Levantate, maricon, o es que te vas a quedar ahi acostado, haciendole un vestidito a tu amigo.

Todavia con la cuerda rodeandole la cintura, Ansaura, el Gitano, se fue alzando con mucha torpeza y lentitud, y a la vez que el se levantaba intentaba levantar la maquina de coser, mirandole los desperfectos. El sargento, que era el hombre moreno y de los ojos pegados a la nariz de aguila, detuvo al tipo joven, que ya estaba dispuesto a derribar de una patada la maquina, y se reunio con los demas hombres, ocho o diez, en medio de la plaza. Bento Valladares dijo que sabia lo que iba a ocurrir desde el primer momento, desde que el tipo aquel, Machuca le habia llamado el sargento al soldado joven y medio calvo, desde que Machuca habia tirado a Ansaura al suelo. Le pregunto el sargento si el tambien era soldado, y Bento, convencido de que en ese momento su habilidad para ocasionarse un ataque epileptico solo le habria podido acarrear que lo mataran como a un perro con rabia nada mas verlo con las primeras convulsiones dijo que no, que el era un enfermo y que al soldado de la maquina de coser lo habia encontrado la noche anterior. Habian dormido en aquellas casas y ahora cada uno iba a seguir su camino.

Se quedo el sargento mirandolo pensativo. Por la boca entreabierta se le veian unas mellas que contrastaban con los dientes blancos y grandes que el llamado Machuca ensenaba al respirar, echando un torrente de vaho blanco en cada espiracion. Se dio la vuelta sobre si mismo el sargento y mirando a Ansaura, el Gitano, que, ademas de por el oido, sangraba por la pierna y con una manga limpiaba la carcasa ya doblemente rota de la Singer, le pregunto adonde iba con la maquina. Le tuvo que repetir la pregunta, en voz mas alta, acercandose unos pasos y quedandose entre sus hombres y Ansaura.

– Es para mi mujer.

Le pregunto el sargento de donde venia.

– Es una Singer.

Bento Valladares miraba a Ansaura, su flequillo despeinado y la barba de tizne manchandosele de una sangre que tambien parecia negra. Los ojos con fiebre y los pomulos demasiado asomados a la cara. Trago saliva el Gitano, la nuez le viajo lenta por el cuello, primero hacia arriba, luego en un descenso largo, antes de anadir:

– Del Ebro.

A Bento Valladares ya lo habian fusilado dos veces. Tenia conocimiento de como funcionaba la ceremonia, y aunque pensaba que podia salir vivo de una tercera descarga, un temblor se le apodero de la pierna izquierda. Penso que de verdad iba a ser pasto de la epilepsia, de un ataque que no podia controlar y del que quiza no fuera a despertar nunca. El sargento, con mucha calma y ya con la decision sobre los dos prisioneros perfectamente tomada, le pregunto, con curiosidad, a Ansaura, el Gitano, si habia matado a alguien en el Ebro.

– Voy a Barcelona.

– Te digo si has matado a alguien, en el Ebro o en otra parte.

Se quedo Ansaura, callado, mirando aburrido al sargento. Bento no sabia si el Gitano se estaba dando cuenta de lo que ocurria o si es que ya, como el, entendia lo que iba a suceder y consideraba inutil cualquier esfuerzo. El joven de la capa, Machuca, murmuraba maldiciones ante el desafio silencioso de Ansaura. Bento Valladares, viendolo de cerca, se dio cuenta de que ni siquiera tendria veinte anos. El sargento volvio a preguntar:

– ?Eres gitano?

Pero Ansaura siguio en silencio, miraba al sargento y se miraba la mano, manchada de sangre, la pierna, la Singer. Escupio el soldado joven en el suelo. Bento Valladares sintio que un ojo se le iba, se le torcia, que se tragaba la lengua. Intento retener el aire en los pulmones y al pronto parecio recuperarse, mas o menos cuando Ansaura, el Gitano, habia decidido volver a hablar:

– Voy a Barcelona, a llevarle la Singer, la maquina, a mi mujer. Se llama Amalia Monedero -hizo una pausa, Ansaura, volvio a tragar saliva con mucha dificultad-. Amalia -y luego dijo un numero muy largo.

Giro la cabeza el sargento y le hizo un gesto leve a sus hombres, indicandoles con la sien un lateral de la plaza. Se dirigieron hacia Ansaura los soldados y dejaron solo a Bento Valladares que, ya medio recuperado de su conato de ataque, oyo como al pasar por al lado del sargento, el tipo llamado Machuca le dijo al sargento, Tengo balas dum-dum, mi sargento, al gitano le van a gustar. Agarraron a Ansaura, el Gitano, por los brazos y quisieron llevarlo hacia la esquina de la plaza que el sargento habia senalado, pero el ya se habia aferrado a la cuerda que todavia lo tenia atado a la maquina y desesperadamente intentaba abrazarse a la Singer. Iban a romperle los dedos con la culata de un fusil cuando el sargento grito desde el centro de la plaza que lo soltaran, que lo dejasen llevar la maquina con el.

Se separaron los hombres de su lado, y Ansaura, el Gitano, despues de mirarlos con mucho detenimiento, se agacho dandole la espalda a la Singer y, agarrandola por los lados, tambaleandose, consiguio levantarse con ella a cuestas. Rodeado por los soldados, seguido por el sargento y de lejos por Bento Valladares, Ansaura, trastabilleando, con la maquina sobre la espalda y la cuerda con la que habia estado atado a ella arrastrando, se dirigio hacia un lado de la plaza y desde alli, siguiendo las indicaciones del sargento, empezo a subir una pendiente, deteniendose a tomar aliento, mirando solo la tierra del camino, sus pies, el derecho empapandose por la sangre que le bajaba de la pierna y sin ni siquiera alzar la vista cuando uno de los soldados, no sabia cual, aupandole la maquina, le ayudo a remontar un desnivel del camino, un surco que le habia hecho doblar la rodilla y en el que se habria derrumbado del todo sin aquella ayuda.

Y asi llego hasta el final de la cuesta el soldado Ansaura, alli donde ya no habia casas, solo una explanada donde el campo se abria, una tapia con la cal despintada por la lluvia y el moho y por encima de la cual asomaban las ramas desnudas de un arbol, oscilando con la primera brisa de la manana. Con mucho esfuerzo, doblando las rodillas, bajo la maquina con cuidado hasta dejarla en el suelo. Se estaban separando los soldados de el cuando Bento Valladares, que habia seguido todo el recorrido detras del peloton, llego a la explanada y vio la figura de Ansaura, el Gitano, de pie al lado de la Singer, negro el flequillo que ahora le desbarataba un golpe leve de viento, negro el alquitran humedo de los ojos y negra su piel, su mano, negro el borde de sus unas temblando sobre la maquina de coser, abollada y sucia alli donde los barnices de la madera se aclaraban para lucir las seis letras de la palabra Singer.

Le conto a Sebastian Hidalgo el falsificador Bento Valladares que Ansaura, el Gitano, por un instante le parecio mas joven, como si al pronto se le hubieran borrado del rostro el cansancio y el tiempo de la guerra, y que a pesar de que miraba al frente, altivo, el Gitano no miraba a ninguna parte, o miraba mas alla de todo, mas alla de las copas negras y lejanas de los arboles, de la bruma que por encima de ellos seguia levantandose, mas alla de aquellos hombres que se alineaban frente a el, que levantaban sus fusiles y apuntandole entornaban un ojo, un soldado los dos, y se disponian a apretar con fuerza la palanca de sus gatillos. Lo vio abrir la boca Valladares, y cuando penso que iba a dar vitores a la Singer o a su mujer, Amalia Monedero, oyo que el soldado gritaba, Viva la Republica, justo antes de que las balas le traquetearan el cuerpo y le hicieran perder la forma, la compostura de un hombre. Se derrumbo despacio Ansaura, el Gitano, herido en no se sabe cuantas partes, repartida la descarga entre su cuerpo y la maquina de coser, que cayo arrastrada por el peso de Ansaura y a la que las balas le habian volado la caperuza y levantado algunas astillas ademas de chispas y resplandores en sus partes de hierro.

Se acerco el sargento con su pistola desenfundada a Ansaura, que, con unas briznas de hierba tierna en la boca, contorsionado, finalmente se habia quedado boca arriba, mirando al cielo y con los ojos entornados, parpadeando de tarde en tarde, como un reloj averiado, Ansaura. Dio el tiro de gracia el sargento, pero no al Gitano, sino a la Singer, en las tuercas y las correas que con el vuelco se le habian quedado al aire, y se volvio con un atisbo de sonrisa hacia sus hombres, que se rieron con el gesto de su superior. Todavia se mueve, mi sargento, dijo uno de ellos. Y el sargento, mirando por encima del hombro la maquina, apunto la pistola y le descargo a la Singer, dos, tres disparos mas.

Despues se acerco a Valladares, le senalo el monte que tenia detras, y el joven falsificador, dandose la vuelta, empezo a caminar, subiendo, primero despacio, despues acelerando el paso, la ladera resbaladiza de hierba y barro, hasta que ya desde la cima se volvio para mirar hacia abajo y vio al grupo de soldados alejandose de aquel lugar, la capa del joven ondeando al viento, la tapia, el arbol desnudo y bajo el el cuerpo derrumbado de Ansaura, el Gitano, tumbado boca arriba y probablemente todavia vivo, como el lo habia visto al caer, parpadeando y

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