Parecian muy considerados y amables con esta chica que no era de su misma raza aria. Daba miedo verles hacer el bien. Actuaban como si nunca hubiesen llegado a ser verdaderamente conscientes de haber hecho el mal. Por lo general, en la vida normal el bien y el mal estan bastante mezclados, pero en Mauthausen el mal era el mal. Nunca a lo largo de mi vida me he tropezado con el bien absoluto, pero si he estado dentro del mal en mayusculas y de su fuerza demoledora y ahi no habia nada bueno. Cualquiera que viese en este momento a Fredrik pensaria: este hombre fue joven, lucho en la vida, trabajo y luego se jubilo y descanso. Y nunca llegaria a saber que se equivocaba y continuaria equivocandose cada vez que se tropezara con un hombre sin alma.
Estuvimos alli unas dos horas. Cuando vi que empezaban a cerrar la sombrilla, y la chica a sacudir su toalla me fui al coche y espere. Al poco aparecieron los tres. Se metieron en el todoterreno. Los noruegos iban delante y la chica en los asientos traseros. Se adentraron en el interior, donde las casas tenian un aire mas campestre, mas autentico y donde habia huertos y muchos naranjos. Luego tiraron por el camino estrecho donde habian recogido a la chica por la manana y me parecio demasiado arriesgado seguirles, asi que continue hacia delante y espere en un saliente de tierra hasta que asomo el morro cuadrado y grande del todoterreno de Fredrik y lo vi alejarse. Seguramente volverian al Tosalet, por donde podria acercarme mas tarde. Ahora le echaria un vistazo mas de cerca a la chica de la playa, queria saber que podria interesarle de ella a la pareja feliz. Asi que aparque un poco mejor el coche y sali.
Iba mirando a derecha e izquierda del camino entre ladridos de perros que se aplastaban furiosos contra las verjas como si quisieran matarse. Hasta que la descubri junto a una buganvilla, tumbada en una hamaca. Era joven, rondaria los treinta anos, ni morena ni rubia, castana, a pesar de que llevaba parte del pelo de color granate. Tenia un tatuaje negro y rojo en el tobillo que parecia una mariposa, y otro en la espalda, unas letras en chino o japones, en negro. Estaba tumbada de medio lado, por lo que puede que llevase mas en el otro lado. El jardin era pequeno, con un naranjo y un limonero ademas de la buganvilla, aunque quiza se prolongase algo mas por la parte trasera. Habia un tendedero con un biquini, ropa interior y una toalla. Estaba sola. Una victima perfecta para los Christensen. Puede que la conocieran en la playa y hubiesen puesto sus ojos en ella para chuparle su sangre nueva, para chuparle la energia, para contaminarse de su frescura. La gente en el fondo cambia poco, y para Fredrik un semejante era un ser aprovechable al que robarle algo. No se cambiaba en dos dias ni en cuarenta anos, yo en lo fundamental no habia cambiado.
?Que podia saber esta criatura de todo aquello? ?Como podria descubrir el mal en estos dos ancianos que se preocupaban por ella? No queria asustarla, ni queria que alguien pensara que yo era un viejo verde recreandose en la vision de una chica dormida e indefensa, aun conservaba algo de pudor a pesar de todo, a pesar de que no me importaba lo que pensaran de mi. Deje de escudrinar y segui andando hacia abajo, hacia algun final de este camino buscando carteles de «se vende» o «se alquila» para no ser completamente desleal con mi hija. Mentirle en una cosa tan pequena, enganarla diciendole que buscaba una casa que no buscaba, me parecia mas mezquino que hacerlo con algo grande, peligroso, algo que realmente mereciese la pena ocultar. Asi que para ser consecuente con lo que le habia prometido tendria que ocuparme en ratos perdidos de buscar una bonita casa para nosotros y tendria incluso que pensar en la posibilidad de venir a vivir aqui. No queria acabar siendo, ademas de todo lo demas, un parlanchin que les crea falsas ilusiones a sus seres queridos. Eso no.
Al final de la calle de este sombreado y sinuoso camino en que vivia la chica del pelo rojo, habia mas y mas caminos bordeados de chales, al lado de los cuales la casa de la chica era una casita, una casita casi de cuento. Como no vi ningun letrero ni ninguna salida clara hacia ningun lado, decidi regresar al coche, y al pasar de nuevo por la casita eche un vistazo a la buganvilla, y la chica ya no estaba. Se abrio una ventana, que seguramente abrio ella, y segui andando. Se habia hecho la hora de tomarme las pastillas y tumbarme un rato.
Fui al mismo bar del dia anterior, pero aun tenia el desayuno en la boca del estomago y solo me pedi un zumo y un cafe para tomarme las pastillas. Luego subi a la habitacion a descansar. Olia a detergente, a fresco, la cama estaba perfectamente hecha y el pequeno balcon que daba a la calle, entornado. Pero no podia distraerme, relajarme, dormirme como si fuese un jubilado normal aprovechando sus ultimas fuerzas, como mi amigo Leonidas, que se levantaba temprano y se acostaba tarde para vivir mas y luego se pasaba el dia dando cabezadas. Llegaria un momento no lejano, en que ya no pudiese conducir, ni coger un avion solo, llegaria un momento en que ni siquiera existiera ningun Fredrik Christensen. La vida me metio en un mundo que yo no queria, un mundo inhumano, sin suenos, y ahora ese mundo llegaba al final como una pelicula que termina.
Sandra
Segun habian ido pasando los dias iban quedando menos vecinos, ninguno, a decir verdad, y los dias se acortaban y habia mas silencio. A veces el silencio era tan grande que cualquier pequeno movimiento de hojas sonaba como si fuera una borrasca, y cuando se metia un coche por el sendero parecia que iba a traspasar el muro y se iba a estrellar contra la cama. Menos mal que al poco tiempo las distancias ya no me enganaban y si oia una gota chocando en el suelo del pasillo sabia que en realidad estaba cayendo en el porche. En una tarde de esas fue cuando note la primera patada del bebe, y si hubiese sabido donde vivian Fred y Karin me habria acercado corriendo a contarselo. Seguro que no les habria importado que me presentara de repente en su casa. Desde luego deseche la tentacion de llamar a Santi, que se agarraria como un clavo ardiendo a esa patada de nuestro hijo para venir a verme, y la de llamar a mis padres, que me echarian un sermon sobre mi soledad.
Creia recordar que los noruegos habian mencionado algo del Tosalet, pero en el Tosalet las villas se extendian sobre una zona muy amplia de pinos y palmeras, practicamente bosque, por lo que seria como buscar una aguja en un pajar. Asi que me quede tumbada con las manos en la nuca esperando la siguiente patada. Hasta que no pude aguantar mas, hasta que senti que tenia que compartir con alguien este momento, hasta que se nublo y amenazaba con llover y tenia toda la tarde por delante y no pude resistir el impulso de actuar. No tenia otra cosa que hacer que buscar la casa de los noruegos. Y no se por que en el momento en que me subia a la moto en esta tarde gris, cai en la cuenta de que la pareja nunca me habia invitado a su casa. Nunca me habian dado la direccion ni el telefono. Se sorprenderian mucho de verme alli si lograba dar con ellos y yo entonces me sentiria incomoda, como si hubiese traspasado alguna linea invisible trazada unicamente por ellos.
De todos modos, no me importaba darme un buen paseo por estas calles apacibles del Tosalet. El olor a tierra y a flores mojadas, incluso antes de que se hubiesen mojado, se mezclaba con la humedad del mar. Se me abrian los pulmones, respiraba mejor que nunca, lo que seria muy bueno para el nino. Al fin y al cabo yo era su puerta y ventanas al mundo y lo que le llegaba seria muy poco. Oxigeno, musica algunas veces, los latidos de mi corazon y posiblemente mi tristeza y mi alegria. Le llegarian sin que el supiese que llegaban y lo arrastraria a lo largo de su vida sin saber que lo arrastraba, y por eso la gente desde la misma guarderia tenia un caracter muy marcado, y me preguntaba como estaria yo ahora marcando el caracter de mi hijo.
Iba a una velocidad minima, fijandome en casas que encajasen con mis nuevos amigos y en los nombres de los buzones. Lo segundo era mas fiable porque ?que pensaba encontrar?, ?una granja noruega? En esto de las casas la gente es bastante sorprendente. Los hay que van muy atildados y luego su choza esta hecha una mierda, y al reves. Mis padres por ejemplo tenian una forma de ser desastrosa, vehemente, alocada, y sin embargo eran muy ordenados con los papeles y facturas y tambien con la casa, donde todo tenia su sitio y si se fundia una bombilla, era repuesta inmediatamente. Por eso no estaba segura de que la morada sea el fiel reflejo de los moradores.
Me adentre mas en la urbanizacion y aparque en una plazoleta, le puse la cadena a la moto y cuando levante la vista vi de frente un restaurante cerrado, lastima porque alli podrian haberme indicado algo. Caian algunas gotas gruesas aqui y alla, pero segui andando. Si no pensaba, el momento era perfecto. Casi todas las villas estaban cerradas a cal y canto con muretes de piedra y puertas metalicas de una sola pieza, como si no quisieran ver ni ser vistos, como si dentro tuvieran todo lo que pueda desear un ser humano. Llovia, ahora si que llovia, y al rato arrecio de manera salvaje. Me iba empapando a lo bestia y no sabia donde meterme, no habia ningun tejado ni saliente donde pudiera resguardarme.
Fue una mujer en un coche quien, mientras abria la puerta de su garaje con un mando a distancia, me pregunto si queria entrar hasta que amainara. No tuvo que decirmelo dos veces. Me meti en el garaje andando junto al coche con las sandalias encharcadas y desde alli sali al jardin. En el jardin habia una pergola y le dije a aquella senora, extranjera como Karin, que me sentaria bajo la pergola un rato.