ir a La Felicidad, en cuyo caso tambien este era el mejor momento para entrar. Debian de ser ya cerca de las doce. La gente acostumbrada a salir de copas todas las noches veia la vida de otra manera menos trascendental. Vivian en la ingravidez de las luces tenues, la musica y la repentina atraccion de unos por otros. A veces echaba de menos este tipo de vida en que todo quedaba medio olvidado al salir el sol. Si se pensaba, era bastante impresionante que en veinticuatro horas se pasara de la luz absoluta a la oscuridad, dia tras dia, milenio tras milenio, y que no fallara nunca.

Siempre habia envidiado a esa gente a la que le gusta el silencio y estar sola, y a veces habia intentado ser uno de ellos. Una vez se empeno en estar un fin de semana sin salir de casa y casi se vuelve loca. Dejo los estudios pronto, no porque no tuviese cualidades, la verdad es que cuando se ponia era de las mejores, sino porque se aburria, le daba la impresion de que mientras ella estaba estudiando la vida pasaba de largo por la puerta. Su infancia habia transcurrido metida en casa al lado de su madre, salvo las horas de colegio, viendo caer la tarde en medio del silencio de dos personas que por mucho ruido que hicieran no llegaban a romper el silencio de fondo. Asi que en cuanto pudo empezo a buscar trabajo con la promesa de seguir estudiando por las tardes en la universidad. Su madre queria que tuviera una carrera, pero ella se inclino por los idiomas porque sabia que le darian mayores oportunidades laborales.

Trabajo en varias cosas y cuando le salio lo del hotel supo que habia dado con lo suyo. Se encontraba bien entre tanta gente, que iba y venia, se encontraba bien estando en movimiento y hasta los turnos le gustaban porque asi tenia las mananas libres para hacer gestiones o simplemente para sentirse libre. No le parecia que el destino se hubiese puesto a pensar en ella de una forma especial. Y en correspondencia ella tampoco pensaba en el. Como mucho, habia sentido el gusanillo de tener su propio local algun dia aunque no estaba segura de querer cargar con esa responsabilidad. Aun asi, a veces se le pasaban ideas raras por la cabeza como que estaba desperdiciando su juventud, pero no se le ocurria que otra cosa pudiese hacer que la llenase mas. Tal vez podria ser azafata o guia turistica, pero tampoco podia alejarse tanto de su madre porque cuanto mas lejos estaba de ella mas vieja y fragil le parecia y se sentia mal por abandonarla a su suerte. Era una sensacion antigua que arrastraba desde siempre.

Tal vez su madre no fuera tan debil como creia, pero su propia fuerza y juventud la obligaban a verla asi. Podria ser que todos los hijos sintieran algo de pena por los padres porque inevitablemente son mas viejos y los ven mas cerca de la muerte. Hasta que un dia conocio a Felix, y Felix le dijo que tambien ella tendria que pasar por esta etapa de su madre, que cada uno es responsable de su vida y que nadie va a dejar de vivir su juventud por vivir la vejez de otro que a su vez ya vivio su propia juventud. Decia las cosas de una manera tan serena y objetiva que le inspiraba confianza y le daba tranquilidad. Era como un psicologo, alguien que veia su situacion desde fuera sin prejuicios ni dramatismos. Se conocieron cuando fue al hotel a recoger informacion sobre el asunto de la diadema de la novia. Ella conocia a la familia Cortes, llevaba preparandoles cocktails a sus invitados desde que se alojaron alli y recibiendo esplendidas propinas de la familia. Desde que trabajaba en el hotel se habia hecho a la idea de que existia gente como esta, que uno solo se imaginaba haciendo y deshaciendo maletas. El caso era que como no podia desatender el trabajo y Felix le cayo bien desde el primer momento, le pidio que la esperara a la salida y fueron a tomar un cafe. Ella le conto lo que sabia, pero siempre quedaba algun detalle suelto y a partir de ahi se encadenaron las citas. Julia por esa epoca estaba triste y tenia algun tipo de preocupacion y solo cuando Felix estaba a su lado se calmaba, se encontraba bien, y creia que por eso se habia casado. Y luego nacio Tito.

En el bano estilo lujo de La Felicidad habia cuatro cabinas con puertas historiadas y un espejo corrido de pared a pared sobre los lavabos con grifos dorados. Habia varios tipos de gel y frascos de colonia de lavanda, que era lo que necesitaba en este momento. Bueno, lo que necesitaba era encontrar a su marido y a su hijo, pero mientras los buscaba el resto de las necesidades no desaparecian, seguian activas porque su vida no se habia detenido por esto. Mientras esperaba que se desocupara alguna cabina, contemplaba a aquellas mujeres despreocupadas aunque creyesen que tenian grandes preocupaciones. La mayoria de ellas daban la sensacion de ir disfrazadas de mujeres sexys, menos la que acababa de entrar con el turbante y la tunica. ?Vaya! Era Monique, la negra que siempre estaba en la puerta de la comisaria. Sintio alegria al encontrarse con su familiar mirada ausente. El conocerla, el haberla visto antes ya establecia un vinculo entre ellas. Cuando se esta en un sitio extrano en que no se conoce a nadie incluso encontrarse con un enemigo puede causar alegria.

– Hola, Monique, ?me recuerdas?… De la puerta de la comisaria.

Era mas alta que ninguna de las que estaban alli y mas delgada. Le dirigio sus ojos dificiles de interpretar porque hasta entonces Julia habia llamado negros a ojos que solo eran marrones mas o menos oscuros, pero nunca habia visto unos ojos negros de verdad como debe de ser la materia oscura o los agujeros negros o el fondo mas profundo del mar al que nunca haya llegado un rayo de luz. Julia no estaba segura de si Monique la estaba reconociendo. Se arreglo un poco el turbante y le dijo:

– Tienes suerte y tarde o temprano encontraras lo que buscas.

Salio seguida por Julia. Julia se encontraba torpe detras de sus elegantes andares. Monique se balanceaba como si estuviera hecha de notas musicales. ?Que habia querido decir?

– ?Que has querido decir? -pregunto.

Monique no escuchaba, siguio andando y andando, mezclandose con las luces erraticas de la decoracion y con la gente. Julia se orientaba por el turbante, pero en un instante el turbante se deshizo en el aire. Asi que volvio al bano preguntandose si Monique no seria un espiritu encarnado a las ordenes del arcangel Abel. O si no seria el mismo Abel en forma de mujer. El bano era el lugar al que volver en este momento. En otro instante no lo habria tenido en cuenta, en cambio ahora no se le ocurria ninguno mejor.

Habian quedado dos cabinas vacias y se metio en una. El segundo paso consistia en arreglarse todo lo que pudiese para mejorar su aspecto. Por alguna razon debia gustar a Marcus. Parecia que en su destino figurase el gustar a Marcus, algo que se tenia que cumplir fuese como fuese. Se lavo las manos y con ellas humedas se moldeo los rizos. Cuando se secasen quedarian bastante bien. Luego se abrio la blusa y le pidio a una chica muy bronceada que apenas llevaba ropa el pintalabios. Bajo el secador de manos se alboroto los rizos humedos y se aliso la blusa. El aspecto habia mejorado, se encontraba mas segura.

En la barra, la camisa de Marcus se desplazaba como un glaciar bajo el sol. Su obligacion era acercarse a el y entrar en su area de fuerza, en su olor, en la seriedad introspectiva de sus ojos grises ante los que sentia algo que ningunos otros ojos le hacian sentir.

– ?Joder! -dijo Oscar sorprendido y cortandole a Julia el paso hacia la barra-. En este sitio pareces otra.

La miro de arriba abajo de una manera que la incomodo. No se habia desabrochado la blusa y se habia pintado los labios para este chico, pero era a el a quien habia venido a ver, o al menos eso habia creido.

– Tu tambien -le dijo en un tono que el no supo como encajar.

Llevaba una camiseta negra ajustada sin mangas sobre unos pantalones blancos de lino. Deportivas blancas. Y llevaba un sello con una piedra en la mano del reloj. Acababa de perder la masculinidad del uniforme del supermercado. Entonces no se habia fijado en el detalle del sello, que ahora sobresalia en todo su esplendor. La vision de un anillo en el dedo de un hombre le resultaba decepcionante, y el hombre en cuestion dejaba inmediatamente de interesarle y de gustarle. Por no resistir, no resistia ni las alianzas y habia tenido que pedirle a Felix que se la quitara. Y se habia visto obligada a explicarle que no tenia nada que ver con quererle o no quererle sino con una manera de estar en el mundo. Los que llevaban sortijas, cadenas o pulseras pertenecian al peloton de los que de entrada no le interesaban.

– El que va a comprarte el coche tiene ahora trabajo. Dice que le esperemos en su casa. No quiere mezclar las cosas.

Oscar se encendio un cigarrillo. Se habia puesto gomina. Debia de tardar bastante en acicalarse.

– ?Lo conoces mucho? -pregunto Julia dando por sentado que Oscar y ella se conocian bastante.

– Es el dueno de esto. Lo veo todas las noches. ?Joder! -dijo impacientandose-. ?Quieres vender el coche o no? A el no le hace falta y a mi me da igual. Lo hago por ti.

La que parecia la mejor solucion para conseguir dinero hacia un rato ahora no estaba tan clara para Julia porque el coche era lo unico que le quedaba de la vida que no encontraba. Al casarse, disponian de dos coches pequenos, aportacion de cada uno de ellos, y Felix vendio el suyo para comprar otro mas grande y mas familiar donde cupiesen varias maletas o una buena compra del supermercado. El primer viaje que hicieron fue a los Pirineos. Era verano y un profundo olor a monte lo inundaba todo, y vieron valles enteros de color malva como si flotase un velo sobre ellos, ?o habia sido un sueno? La manta que encontro en el maletero la guardaron alli

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