se atreviera a caminar por su cuenta. De otra parte, la sensacion de alivio que se habia apoderado de la poblacion, y en la que se albergaba el inminente fin de la pesadilla, parecia haber inducido a una cierta relajacion. Como quiera que fuera, el barco, sin timonel, surcaba, momentaneamente al menos, aguas tan placidas que se tenia la impresion de que el mar se habia detenido. Casi nadie se pronunciaba acerca de lo que ocurriria al instante siguiente.
En el circulo que rodeaba a Victor Ribera unicamente Max Bertran escapaba al contagio del mutismo. Aldrey se habia desentendido de los sucesos, Samper participaba de ellos con excesivo entusiasmo y Blasi estaba al acecho para obtener ventajas de la cosecha. En cuanto a Arias, su negativa a expresar algun tipo de opinion quedaba justificada por el hecho de que se mostraba indeciso entre su desprecio por las autoridades y su repugnancia por Ruben, al que veia como un malsano producto del mundo del espectaculo. A diferencia de los demas, Max Bertran consideraba que aquel era un terreno propicio para sus intereses de diletante. Aseguraba que su capacidad para comprender se acrecentaba en proporcion directa al desconcierto que percibia a su alrededor. Por lo demas, ciertas o no estas secretas habilidades, era particularmente rapido para obtener las mejores fuentes de informacion y se apresuraba a sacar reditos de las inversiones que realizaba, en particular si estas eran cenas en las que el, contra su costumbre, habia invitado. Cuando hablo con Ribera, Max Bertran estaba orgulloso de los beneficios que le habia reportado su cena con Felix Penalba, el censor.
– Por lo visto el Consejo de Gobierno estaba dividido entre los que querian utilizar a Ruben, proponiendole concesiones, y los que querian hundirle definitivamente. Penalba era de los primeros. Ahora critica furiosamente a sus colegas por falta de tacto, lo cual no deja de ser una expresion divertida tratandose del encargado de la censura.
– ?Que piensan hacer? -pregunto Victor.
– Creo que no lo saben -contesto Bertran con un deje de satisfaccion-. Si no he entendido mal los que apoyaron el encarcelamiento de Ruben eran mayoria, pero no tenian en sus manos los principales resortes de poder. La policia no era suya ni, como es obvio, la censura. ?Me comprendes? Esto explicaria la ridicula maniobra de hacer una demostracion de fuerza y luego escurrir el bulto. El Consejo de Gobierno esta hundido en una impotencia espantosa y alguno de sus miembros empieza a verlo como algo ventajoso.
– ?Penalba?
– Entre otros, supongo.
– Es dificil saber como puede sacar ventaja. Aunque, desde luego, todo es posible -alego, dubitativo, Victor.
– Tu lo has dicho -afirmo Bertran, contento de poder explayarse sobre la doblez del censor-. De momento dice algo que resulta sospechoso en boca de un individuo como el: dice que la gente necesita nuevas ilusiones. Penalba no es tonto y cuando habla, aunque nunca diga la verdad, siempre intenta decir lo que le conviene. Incluso en privado, mientras yo le pago la cena. Naturalmente no le importa en absoluto eso de las nuevas ilusiones. La cosa es mas sencilla: se ha dado cuenta de que el Consejo de Gobierno ya no tiene nada que ofrecer.
– ?Y el si, ademas de la censura?
Max Bertran miro a Victor insinuando que aun no le habia relatado lo mas significativo de su conversacion.
– En los postres se puso confidencial y me hizo una confesion. Vas a reirte: dijo que echaba a faltar una cierta mistica para los tiempos que corren. Me quede tan sorprendido que al principio no supe lo que en realidad queria decirme. ?Que diablos sabia Penalba de mistica! Luego, lentamente, a medida que lo escuchaba, fui entendiendo. En el fondo para el mistica significaba charlataneria. Ni mas ni menos. Estoy seguro de que no cree en nada, fuera de sus ambiciones. Pero ha sopesado los pros y los contras y ha llegado a la conclusion de que el pueblo necesita ciertas drogas que los gobernantes hasta ahora no le han proporcionado. Me di cuenta enseguida de sus intenciones cuando se puso a elogiar a los charlatanes afirmando que eran hombres que se habian esforzado por mantener el animo de la poblacion.
Bertran siguio reproduciendo su dialogo con Penalba:
– Como no le tomaba en serio e insistia en llamarles charlatanes, Penalba se enfado, o aparento enfadarse. Me echo en cara mi escepticismo, alegando que tipos como yo eran los que contribuian a sembrar la pasividad. Si fuera por nosotros la ciudad ya no levantaria cabeza nunca mas. Hizo teatro durante un buen rato mientras devoraba un pastel de queso. Luego, mas calmado, me solto una larga perorata sobre sus creencias. Me hablo de horoscopos y profecias con autentico entusiasmo. Por fin, tras algun rodeo, se puso a alabar directamente a Ruben. Tenia casi todas las cualidades. Solo le faltaba profesionalidad politica. Era evidente que Penalba estaba meditando como suplir esa carencia.
Esta conversacion sostenida por Max Bertran fue lo primero que le vino a Victor a la mente cuando a principios de septiembre se anunciaron notables cambios en la direccion de la ciudad. El Consejo de Gobierno habia sufrido una profunda modificacion, eliminando a algunos de sus miembros y fijandose como objetivo prioritario la erradicacion del mal. Se difundio una declaracion de principios, redactada en tonos belicosos, en la que se advertia que a partir de aquel instante las autoridades actuarian con la maxima dureza, sin excluir el procesamiento de los encubridores, fuera cual fuera su rango. El llamamiento final a los ciudadanos buscaba ratificar la solemnidad que la ocasion exigia. Sin embargo, esta declaracion quiza habria pasado desapercibida, confundiendose con otras precedentes que prometian igual energia, si no hubiera ido acompanada, como colofon, por un nombramiento excepcional: a Ruben, al que el texto oficial reconocia como el Maestro, le habia sido concedido el cargo de consultor del Consejo.
La comunicacion gubernativa no informaba sobre las atribuciones del nuevo consultor ni nadie supo, tras su lectura, el valor que podia otorgarse a un cargo que nunca habia existido. Ruben tampoco hizo nada por aclararlo. A pesar de ello cuando este, despues del retiro que se habia tomado, reaparecio en publico sus intervenciones reflejaron muy pronto un talante que excedia con mucho las meras funciones consultivas. Mantuvo, como antes, las sesiones de la Academia de Ciencias, pero delego en sus ayudantes la supervision de las concentraciones nocturnas de la Plaza Central. A cambio, dedico mucho tiempo a entrevistas periodisticas y a alocuciones televisivas. Por un conducto u otro los ciudadanos estaban siempre sometidos a la presencia de Ruben.
A Salvador Blasi, como director del diario mas influyente, le correspondio la iniciativa de presentarle como la figura oficial que ya era. Hasta entonces Ruben habia tenido fuerza pero no legitimidad. Desde los cambios recientemente sancionados poseia una y otra, y esta combinacion resultaba impresionante, en especial a los ojos de los periodistas, acostumbrados a ocupar la mayor parte de sus horas en averiguar quien detentaba la ley y quien el poder. Blasi, que siempre habia presumido de una particular agudeza para tales averiguaciones, estaba encantado con la posibilidad de interrogar del modo mas incisivo a Ruben. Trato de contratar a Victor para que este realizara el reportaje grafico.
– Sera una entrevista sin tapujos. La tengo bien preparada. Veremos si escapa de mis redes. Hazlo. Sera una oportunidad historica. Tambien para ti.
Victor declino la oferta, junto con la oportunidad historica. Ya habia visto a Ruben en accion y no le tentaba repetir la escena. Como observador penso que podria limitarse a leer la entrevista. Esta aparecio en
La entrevista corroboraba detalladamente esta confluencia. Las preguntas de Blasi eran plataformas idoneas para los quiebros de Ruben, de manera que el rumbo de la conversacion se orientara hacia el terreno que a este le resultara propicio. De vez en cuando se producia algun escarceo, siempre soslayado con rapidez. En general, sin embargo, interrogantes y respuestas encajaban a la perfeccion, como si se tratara de dos voces distintas para un solo monologo. Esta impresion era mas acentuada a medida que se avanzaba en la entrevista, con la peculiaridad de que las intervenciones de Blasi se hacian paulatinamente mas breves y las de Ruben mas amplias. El Maestro, al extenderse en sus contestaciones, daba rienda suelta a sus largos juegos verbales, hablando del amor a la verdad, de la fraternidad entre los hombres o de las senales del cielo que guiaban su actividad.