dificil, aunque no imposible, resultaria conciliar a los pacificos Ireneo Funes y Pierre Menard con toda esta serie de gangsters y compadritos, aunque siempre podrian coexistir dos planos de realidad: el de los sonadores, que como Funes y Menard solo recuerdan o escriben, y el de los heroes de la accion, que consiguen sobrepasar con el cuchillo su condicion de meras apariencias. Escribir una novela que utilizase como marco de referencia la obra del Gran Parodiador es una empresa ardua y tal vez imposible, mucho mas ardua que «tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara». Porque mientras el relato breve permite centrar la trama en una situacion y en dos o tres simbolos basicos, la novela obliga al desarrollo psicologico de los personajes y a un cambio gradual, historiado. Algunas novelas, como El extrano caso del doctor Jekyll y Mr Hyde o La metamorfosis, se parecen mucho y hasta podrian ser cuentos alargados del Gran Parodiador. Precisamente por ello son novelas breves, porque no resisten que la trama abandone apenas un instante al protagonista y se desplace hacia otros personajes. En la novela de Stevenson, la posibilidad de que conocieramos a las familias de las victimas y la relacion detallada que los miembros de estas mantienen entre si, plantearia una insuperable ruptura narrativa, porque nos alejaria de la pulsion del personaje central; de igual forma, en la de Kafka, ?que lector podria regresar a la mirada del protagonista convertido en insecto si alteraramos un momento el angulo subjetivo de su angustia? [16] La unica posibilidad que yo veo de alargar los cuentos del Gran Parodiador hasta convertirlos en una novela, estaria en utilizar algunos de sus trucos de prestidigitacion: la existencia de la literatura dentro de la literatura (que en nuestro caso podria consistir en que Gilabert se creyera real como yo y que incluso pensara en mi como un personaje de ficcion), la idea del doble (dos personajes que parecen diferentes son en realidad el mismo), el juego con la identidad de los protagonistas (sus cambios existenciales frente a situaciones culminantes), las alternancias metafisicas de la realidad (que muestran la condicion ilusoria del mundo). Estos procedimientos deberian estar articulados dentro de un argumento no borgeano que los hiciera apenas visibles por secundarios y tenues. Un personaje que quisiera dar forma a esa novela podria ser el protagonista idoneo de la mia. Pero a ese personaje, a ese posible e incierto Gilabert, le tendrian que acontecer las cosas normales de la vida en un mundo concreto, en una casa y en una familia concreta, visible, imaginable, real. Esta secuencia gradual de los hechos, esta minuciosa descripcion de lo que contextualizaria a Gilabert, le haria pasar de ser un ente abstracto (un mero axioma sobre el que cargar pesadas hipotesis especulativas) a convertirse en un hombre de carne y hueso que hace cosas como los demas; un hombre capaz, por ejemplo, de dormir en sabanas blancas de hilo, de amar el estofado de rabo de toro, de sonar que esta cazando en el campo ataviado con un chaleco de cuero y un sombrero tiroles, de recordar con nostalgia «las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos» o «las lineas de la espuma que un remo levanto en el Rio Negro la vispera de la accion del Quebracho». No menos improba seria la tarea de incorporar en mi novela los simbolos del Gran Parodiador: ?que inextricable yuxtaposicion de sucesos imprevistos justificaria un desierto en la monotona vida de mi viejo editor catalan? ?Que perplejas curvas tendria que deparar su destino para que un dia se encontrara con el tigre que «marcara su rastro en la limosa margen de un rio cuyo nombre ignora»? Los simbolos complementan la insuficiencia verbal de la palabra; son imagenes saturadas de autoridad espiritual que sugieren la totalidad a traves de un complejo proceso de analogias y correspondencias. Los simbolos contienen algo de la atemporalidad que hallaremos en el otro mundo: los entendemos de forma simultanea, sin la torpe sucesion cronologica a la que esta sujeta toda forma de escritura. Explicar con palabras, por ejemplo, todo lo que contiene el simbolo de la Cruz implicaria a muchas generaciones de hombres afanados en un proposito tan enloquecedor como eternamente inconcluso; porque los simbolos, como decia El Griego, son pequenos escarceos hacia la eternidad, hacia aquel lejano instante de plenitud en el que las cosas seran todo para todos los hombres. De esta excelsa region de formas quietas y esenciales participa tambien el Gran Parodiador. A El le fue revelado el Secreto que nos aguarda despues de la vida, cuando la ultima trompeta aniquile para siempre las sentencias de los hombres. Y es que los simbolos del Gran Parodiador viven en el mismo libro en el que escribieron Homero, Virgilio y Dante. Parece mentira que toda esa cantidad de eglogas y silogismos afortunados haya podido ser escrita por la misma persona. Recuerdo la tarde en la que lo conoci en Sitges. Lo primero que pense cuando pude enfrentarme sin miedo a sus ojos luminosos y muertos fue que todos esos mares convexos, todos esos desiertos, tigres, cuchillos y sombras, todos esos laberintos, tropos literarios y bibliotecas, habian surgido de la cabeza de ese viejecito cuya res extensa no ocupaba frente a mi mas que una particula infima del universo. Tantas veces lo habia visto en fotos con identico traje oscuro y baston, que cuando llego en su silla de ruedas mas me parecio un simbolo de si mismo que una persona real.

Tan pronto me entere de su llegada a Sitges me desplace al hotel Calipolis y pregunte en la recepcion si me podian dar una habitacion cercana a la suya. Despues de mirar en una hoja grande, el recepcionista sonrio y me dijo que por una recientisima anulacion, la unica libre de todo el hotel era precisamente la habitacion contigua a la de el. Entendi aquello como un signo premonitorio que allanaba mi camino hacia el maestro. Subi en el ascensor al segundo piso y entre en la habitacion 235 con un paso lento pero firme. Todo en ella me parecio enormemente familiar, como en esos suenos en los que creemos reconocer algo que ya hemos vivido. Era una estancia amplia en la que predominaba el color blanco. La persiana estaba bajada, pero entre sus listones de madera, los rayos de la tarde se colaban dividiendo en lineas anaranjadas los muebles y la pared. Una mosca revoloteaba y se iluminaba de forma intermitente en los rectilineos haces de luz y polvo. Cuando me quede solo, cerre las puertas del balcon para evitar el ruido del paseo maritimo y pegue mi oido al tabique que nos separaba. Sobre el leve murmullo de los banistas y el mar, pude escuchar -en una lejania que contradecia mi proximidad fisica- la voz femenina de Maria Kodama. En algunos de sus silencios, otra voz mucho mas tenue y ronca me parecio la de un balbuceante monstruo de ultratumba. Tarde unos minutos en deducir (tal era su levedad y distorsion a traves de la pared) que aquellos graves timbres ininteligibles procedian del Gran Parodiador. Tan solo pude percibir su musicalidad, su cadencia argentina, tan solo pude adivinar alguna palabra que, descontextualizada, me parecio lejana a sus textos. Entonces, guiado por la irrepetibilidad del momento, senti ganas de acercarme mas, de franquear esa barrera que ahora nos distanciaba mas que nunca. Me sente en la cama de espaldas a la oscuridad del fondo. Un mueble demasiado grande para ser una mesilla de noche corria, paralelo a mi mirada, hacia la luz. Decidi llamar por telefono. Tras el enladrillado, los pasos de Maria Kodama llegaron hasta el auricular.

– Buenos dias, supongo que usted es Maria -dije, animado por una familiaridad del todo injustificable.

– Si, ?con quien hablo?

– Me llamo Antonio Lopez; soy profesor de la Universidad de Barcelona, especializado en la obra de su marido, y he pensado que tal vez podria aprovechar su estancia en Sitges para conocerle personalmente.

El haberme referido a el como «su marido» acentuo el caracter insolito de la situacion. La voz de Maria Kodama me llegaba ahora al telefono acompanada por su propio eco de la pared, como si dos personas distintas me estuvieran hablando a la vez. [17]

– Borges esta muy fatigado por el viaje y necesita descansar. Tal vez si usted hablara con el profesor Emir Rodriguez Monegal, que es la persona que organiza conmigo el programa en Espana, pudiera encontrarle un hueco.

Estuve tentado de decirle que yo me encontraba ya en el hotel (en el otro lado de la pared) y que ese hueco lo podriamos encontrar alli mismo, pero crei que podria resultar una presion algo intimidatoria y me despedi y colgue. Al cabo de unos minutos, los pasos de Maria Kodama se dirigieron hacia la pared donde yo volvi a poner mi oreja. Hubo un silencio. Parecia como si ella me estuviera ahora espiando a mi. Entonces escuche el ruido de las puertas de su balcon y yo abri y sali tambien al mio. Borges estaba alli, a mi izquierda, a menos de dos metros. Sus ojos, que parecian fijarse en algun punto de la gran franja azul del mar, se orientaron de repente hacia los mios.

– Que linda ciudad y que linda tarde -escuche sin que su mirada se mantuviera ya en la mia.

Atribui a la magia del momento y a los canutos que me habia fumado para la ocasion, el hecho de que el Gran Parodiador me estuviera hablando a mi. Sorprendido, permaneci unos instantes sin contestar. Tantas veces lo habia conocido en mis suenos, tantas veces habia imaginado una conversacion con el, que ahora sus palabras me parecieron del todo falaces. Por fin, me anime a decir algo.

– Gran Parodiador, soy yo, el Borges joven que conoce usted en sus cuentos; el azar ha hecho que nos volvamos a encontrar en un hotel lejano de Adrogue. [18]

Se produjo una pausa larguisima. Luego, su sonrisa fue un alivio para mi.

– Azar, palabra persa que significa dados.

Un soplo de viento marino hizo bailar algunos de sus finisimos y largos cabellos blancos. Siguio hablando.

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