la humillacion y del resentimiento puede inventar semejantes culpabilidades y salvaciones absurdas. Y con el hinduismo, pasa tres cuartos de lo mismo: tener que penar en el fango de las castas inferiores por algo que hicieron otros en encarnaciones anteriores a la mia es una disparatada hipotesis absolutamente inaceptable para cualquiera que conserve un minimo orgullo individual. Por su parte, Nietzsche, que personalmente debia de ser un tipo al que sin duda yo habria abofeteado a los diez minutos de conocerle, creo, con el superhombre, la utopia mas ingenua de la historia de la humanidad: ?a que viene, despues de haberse mostrado lucido hablando del cristianismo, esa profecia en la que solo debio de creer en una noche de borrachera y vomito?

De repente, en este dia gris en el que me encuentro muy deprimido y pesimista, ha resurgido en mi, con la hostilidad de una bala certera en el pecho, una inquietante pregunta: ?quiero escribir mi novela -como dicen topicamente algunos escritores- para responder a una necesidad compulsiva parecida a la sexual? Desde luego, si he de ser sincero conmigo mismo (y tengo que serlo: si no, ?que sentido tendrian estas reflexiones preparatorias que escribo para mi?) creo que no pienso en mi novela como en algo placentero; por el contrario, me produce mas bien un sentimiento doloroso que tal vez se incremente cuando comience (si algun dia comienzo) a escribirla de verdad. Es posible que este sentimiento negativo hacia el acto mismo de escribir sea ya una prueba suficiente para saber que no soy un escritor. Pero ?realmente habra escritores que escriban con el mismo placer inmediato del sexo? ?Que dilatado polvazo hubiera pegado entonces Tolstoi con Ana Karenina! ?Que ignoradas noches sodomitas hubieran entrelazado al gran Manco con la tosca cadera del gobernador de la insula de Barataria! No, desgraciadamente, no creo que los dioses tengan reservados para mi ese tipo de felicidades onanistas… Por otra parte, pienso que hay mucha hipocresia entre los escritores que comparan el acto de la escritura con el sexual, porque, mientras que el unico destinatario inmediato del sexo es uno mismo, no hay escritor que escriba sin la minima pretension de ser leido, y, eso, ya de por si, equivale a otras aspiraciones mas mundanas como las de ser publicitado, comprado, aplaudido o premiado. De hecho, hasta en el sexo (aparentemente tan intimo, tan sincero, tan antimetafisico, tan en si y para si), encontramos constantes casos de donjuanes que darian la vida para que sus conquistas fueran convertidas en seriales televisivos…

Muchas noches sueno que me conceden el premio Nobel de literatura, pero cuando estoy en Estocolmo, en el mismisimo momento de mi discurso, veo entre el publico al psiquiatra que se mato en las costas de Garraf y me despierto otra vez en esta cruda realidad a la que me condena mi anonimato. Abatido, me desplazo hasta llegar al espejo y ensayo posibles fotos de mi cara. Me dilato entonces en muecas favorecedoras tras las que imagino un estadio abarrotado por una multitud enfervorecida que me aplaude, que aplaude mi cara multiplicada hasta el vertigo en inmensas pantallas luminosas, que aplaude mi carisma apabullante, mi mensaje cifrado, mi heroicidad. Durante un rato soy un extraordinario jugador de futbol. Luego me convierto en un bello actor de cine o en un cantante definitivo. Algunas veces, cuando me emociono hasta llorar, he llegado a ser un astronauta, un heroe que ha salvado a miles de ninos o un enviado de Dios. Entonces tengo alucinaciones acusticas y escucho con claridad el himno nacional. Tambien, organizando ritos que yo mismo invento como para jugar, he sabido que me encanta leer mi nombre, que me encanta ser el que Soy. Ello me hace fantasear con la imagen de una portada de diario en la que sobresalen esos dos grupos de letras que tanto se refieren a mi: Antonio Lopez. El mero hecho de escribirlas -de pulsar las teclas precisas en mi ordenador- me produce ya una felicidad casi palpable. Algunas tardes enloquezco y me entrego a mi nombre con una devocion de jaculatoria: Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez, Antonio Lopez.

Si algun dia me envalentono y consigo domenar el tenue pudor que sobrevive en mi, tal vez incluya en mi novela algun personaje que se llame como yo. Dante tuvo la osadia de alzarse a si mismo como protagonista de su obra maestra, situandose, ademas, al lado de Virgilio, que era para el el dios de la poesia. Me pregunto en que ignorada arena podria yo iniciar un periplo semejante de la mano del Gran Parodiador. Pero seria dificil hallar esa senda excelsa, porque nada puede alcanzar el refinamiento del florentino. Nadie ha sido capaz de crear, en toda la historia de la literatura, un personaje tan potente como el de Beatriz. Es una invencion espectacular, un escandalo de la imaginacion. Solo el Yahve de la Torah o el Cristo humanizado de Marcos consiguen ser representaciones tan insolitas de Dios. A diferencia de estos ejemplos, sin embargo, Dante consigue hacer de Beatriz una divinidad femenina y erotica al mismo tiempo, cuya ultima funcion es nada menos que la de salvarle (o lo que es muy parecido, conducirle hasta la vision inefable de Dios con la que termina el poema). En esto consiste precisamente el escandalo de Dante, en haber erotizado y parodiado las Confesiones de san Agustin. (Como Dante, el Gran Parodiador es tambien un teologo que lee y escribe al servicio de la literatura; por ello, la Beatriz Viterbo de El Aleph es un guino que le envia un parodiador al otro.) Creo que el segundo gran escandalo de Dante es haberse autoproclamado el gran heroe del amor; porque si la Divina Comedia es un viaje que tiene mucho de epico (parecido al que se emprende en la Odisea) su heroe no tiene nada que ver con un guerrero como Ulises. El movil de Dante no es la violencia y el valor sino la poesia, la poesia que conduce al amor. Por eso veo a Dante como una mezcla de hippie y don Juan. De hecho, de no ser porque es muy cursi -ya se sabe la mariconeria del italiano moderno-, el podria haber dicho perfectamente aquello de fare l'amore e non la guerra.

A lo mejor, como Dante, algun dia, yo sere consciente de mi grandeza y podre situarme en el centro de una mirada poetica afirmativa y sublime. Entonces, como Joyce con su Ulises, no dudare en hacer referencias a los clasicos desde el mismisimo titulo. En el titulo podemos medir ya el valor que le echa un autor a su obra. Titulando mi novela La Lopeceida me emparentaria un poco con Virgilio; titulandola Don Lopezote de la Mancha, con Cervantes. En El gran Lopez, todo dios veria en mi al menos una huella de Fitzgerald, mientras que con Lopez y yo nadie dudaria en situarme en la misma onda del Gran Parodiador. [21]

Se me acaba de ocurrir un improbable cuento. Un joven estudiante es tan narcisista, tan narcisista, tan narcisista, que decide escribir su tesis doctoral sobre si mismo. El dia de la lectura sorprende al tribunal diciendo que la unica bibliografia de la tesis es la propia tesis. El objeto y el metodo de la investigacion coinciden tambien en ese voluminoso texto que versa sobre si mismo. A veces, la tesis discrepa con partes de la propia tesis. Por ejemplo, el capitulo tres no coincide con «las preconciliares asunciones teologicas» del capitulo siete. Por su parte, el uno acusa de «peligroso esoterismo» las alegrias dialecticas del dos. Otra grave discrepancia interna se produce en las conclusiones finales, en las que se insinua que en el capitulo noveno -temerariamente titulado «La metafora del ojo de la caverna»- se ha tomado a Platon por lo que en realidad es una secta de heresiarcas judios llamados los infiltrados. Finalmente, la introduccion es tal semillero de simbolos, ambivalencias y concesiones que mas parece una constitucion politica que un acervo de principios coherentes. Con la gravedad propia de este tipo de ceremonias y tras sus respectivas intervenciones, los cinco miembros del tribunal deciden suspender al joven narcisista que, en su ultimo turno de defensa y con toda la razon del mundo, acusa a los catedraticos de saber mucho menos de la materia de la tesis que el. Luego se produce un intercambio de insultos y agresiones fisicas y tiene que intervenir la policia y el cuerpo general de psiquiatras del Valle de Hebron. Irreprimiblemente vanidoso y retador, el joven narcisista convoca una rueda de prensa a la que acuden los mas cualificados periodistas y las mas importantes camaras de television. Encantado con el poder que le concede el escandalo, el doctorando comienza a besar -en directo y delante de todo el pais- a una hermosa periodista que «me miraba con los ojos del deseo». El relato termina con un plano del presidente de los Estados Unidos viendo en la television las imagenes de ese beso. La noticia ha recorrido el mundo y el joven narcisista es ya un hombre famoso del que se escribiran libros y se imprimiran posters.

Hoy he llegado a la firme conclusion de que soy extraordinariamente vago. Por ello estoy dilatando demasiado este proceso preparatorio para escribir mi novela. Silvia me odia tambien por esta especie de enfermedad congenita que me acompana desde que naci, y por tender a reclinarme todo el dia en el unico mueble para mi entranable -junto con la banera- de la casa que compartimos: el sofa. La cama me parece algo intimidatoria al ser un espacio en el que tambien duerme ella. El sofa, en cambio, es un territorio que conquiste hace muchos anos. Silvia no suele sentarse en el, pero cuando lo hace durante demasiado tiempo sufro un desequilibrio psicologico y emocional que solo consigo apaciguar zambullendome en un bano de agua bien caliente. Llego a casa, como siempre cansado, y me desplomo sobre mi sofa. Si la vanidad es la esencia de mi espiritu intranquilo, la horizontalidad es mi unico estado natural. Tiendo cada vez mas al decubito supino, a tumbarme y a dejar pasar el tiempo para olvidar cualquier compromiso o actividad. Solo el impulso para tantear estas reflexiones preparatorias de mi novela me anima a levantarme y a venir cada dia aqui frente a mi ordenador. Me regocijo en mi vagancia y

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