Como lo de portadas lo lleva Lucia Fuertes, Laureano Vinas le dice a Gilabert que espere un momento. Luego deposita el auricular sobre el monton de libros y comienza un peregrinaje por los despachos. ?Esta Lucia? ?Habeis visto a la Fuertes? «Esta en el lavabo», responde su companera de despacho sin desatender un dibujo en la pantalla del ordenador. Despues, aparece la Fuertes y una voz la apremia para que corra al telefono.

– Hola, senor Gilabert, he pensado que la mejor forma de dar la sensacion de espejo, de duplicacion de su persona en su personaje, estaria en invertir el fotolito de una foto suya en la que aparezca de perfil. Asi, usted estaria mirandose a si mismo.

– Bueno, lo que ocurre es que hemos cambiado de opinion… veo que no te ha dicho nada Laureano… Bueno, te lo cuento, aunque es un secreto; no lo digas a nadie porque entonces se desbarataria todo. Resulta que al final vamos a montar una pequena operacion de lanzamiento que supone que el que firmara la novela sera Lopez, es decir, mi personaje de ficcion.

– No entiendo nada -dice la joven, contrariada.

– Yo voy a firmar mi novela con el seudonimo de Lopez. El sera el que tendra que bregar con la prensa y con todo lo demas.

– Pero Lopez no existe.

– Por eso hemos buscado a un actor que se hara pasar durante un tiempo por el. Pero, sobre todo, insisto, no se lo digas a nadie.

– Pues no me habian dicho nada. Y… entonces, ?como sera la portada?

– Haremos lo del fotolito invertido con una foto de Lopez, es decir, con la foto de ese actor que se hara pasar por el.

– ?Que lio, senor Gilabert!… Bueno, mientras lo entienda usted.

Laureano Vinas se acerca a Lucia Fuertes y le hace un gesto indicandole que quiere volver a hablar con Gilabert.

– Senor Gilabert, le paso otra vez a Vinas.

– Hola, si, es que me preguntan aqui si ya tiene la solapa… Se acuerda de que pensamos que como la novela era un poco complicada, lo mejor era que la escribiera usted.

– Si, precisamente la he terminado esta manana. Te la envio en cinco minutos por fax…

fax 4536042

Para Laureano Vinas

de Gustavo Horacio Gilabert.

Laureano, esto te puede servir al menos para utilizar algunas frases. Creo que explica bastante bien la novela, aunque no se si la hace suficientemente atractiva para el lector. Ya veras que no tengo mucha experiencia en solapas…

(Solapa para Lopez y yo.)

Con un estilo cincelado, preciso, lirico, de una deslumbrante eficacia en el analisis de los sentimientos y las situaciones, Antonio Lopez es a un mismo tiempo el autor y el protagonista de un relato que comienza con su propia muerte en la noche en que gana un premio literario. La novela es un prodigio de alternancias de voces, parodias y citas. Desde las reflexiones personales que el protagonista -un profesor de literatura que se doctoro con una tesis sobre Borges- escribe en su «querido ordenador», hasta las charlas que mantiene el viejo editor Gustavo Horacio Gilabert con su directora literaria, todo en Lopez y yo parece articularse en favor de una sola direccion: la de convertir la novela que nadie escribe (pero que el lector esta leyendo) en la verdadera protagonista de la historia.

Se detuvo un momento frente al restaurante Amaya. Una prostituta de aspecto lamentable le sonrio ensenandole una boca en la que faltaba algun diente. Entro, se quito la gabardina y la doblo con cuidado. Miro su reloj; era la una y media, por lo que el restaurante estaba todavia casi vacio. Un camarero de pelo blanco se acerco y le pregunto si comeria solo.

– Tengo una reserva para dos a nombre de Luis Lopez.

Le siguio por el pasillo que dejaban las mesas alineadas a un lado y a otro hasta llegar a una habitacion contigua y a una mesa en la que se leia, escrito en rotulador rojo: «Reservado».

– ?Deseara el senor un aperitivo o algo para picar mientras espera?

Pidio una cerveza que le trajeron a los pocos minutos acompanada por unas aceitunas. Poco despues aparecio Silvia y el se levanto y le dio un beso carinoso. Llevaba la melena recogida en una coleta. Sin apenas maquillaje, sus ojos parecian brillar en simetrica combinacion con unos diminutos pendientes. Un sueter oscuro, que no llegaba al luto, marcaba sus senos prominentes y la linea de sus caderas ligeramente ensanchadas. Antes de sentarse, en un rapido gesto casi violento, se estiro para alcanzar un cenicero de la mesa mas proxima. Su forma algo desgarbada de sentarse transmitio a Luis una ambigua sensacion que oscilaba entre la incitacion erotica y la ordinariez.

– A lo mejor no tienes mucha hambre, es muy pronto -dijo Silvia contemplando la hilera de mesas vacias.

– No te preocupes, yo siempre tengo hambre.

El placer de la comida, el erotismo y las sonrisas eran todavia elementos algo vedados a la conversacion. En ninguno de los dos estaba el animo, sin embargo, de imponer un tono demasiado grave, aunque fuera la primera vez que se veian a solas para charlar despues de la muerte de Antonio. Ella pidio otra cerveza a un camarero que dejo sobre la mesa una extensa carta donde destacaban los platos vascos. Mas todavia que su hermano, Luis era un claro engullidor que odiaba los afeminados esteticismos de la nouvelle cuisine. Le gustaba fantasear con cada plato de la carta imaginandose los distintos sabores. Para ello se concentraba hasta reproducir cada sensacion precisa en la lengua y en el paladar; el olor y la textura de una salsa, la temperatura y el color de un vino de crianza, la combinacion perfecta entre un primer y un segundo plato. Penso que, para empezar, los puerros a la vinagreta y las habas tiernas salteadas con ajetes, no estaban nada mal, pero que decir de las angulas de Aguinaga, los cogollos de Tudela con anchoas de Cadaques o las coles de Bruselas con salchichas. Aguinaga, Tudela, Cadaques, Bruselas; asocio mentalmente cada uno de esos lugares a los diferentes sabores, como si estos fueran el resultado cultural de un clima, una fertilidad determinada o un mar concreto. Los segundos platos indicarian la opcion del vino; un Pesquera le iria de maravilla al muslo de cabrito asado con patatas, mientras que un Faustino del 87 no decepcionaria acompanando al conejo salteado al ajillo o al solomillo de buey con aceitunas a la mignonet. Los vinos blancos del Penedes se trabajarian bien unas cocochas a la vasca, y no harian menos con unos salmonetes de la costa, o con el besugo (pieza) del norte asado al limon.

– A Antonio le gustaba mucho venir a comer aqui -recordo Silvia mientras encendia un cigarrillo con la colilla del anterior.

– Si, siempre pedia angulas. Le encantaba el picante; decia que le pusieran doble racion de guindillas.

Vino el camarero dispuesto a tomar nota y Luis se adelanto a pedir las angulas de Aguinaga, uno de los platos mas caros de la carta. Le parecio que con su cunada se debia mostrar esplendido y por ello la invito a que ella pidiera lo mismo.

– Bueno -dijo Silvia en un tono en el que cabia la ironia tanto como la tristeza-, lo pediremos en honor de Antonio; pero las angulas -le dijo al camarero-, no las hagan muy picantes, que a mi luego me da ardor de estomago.

De segundo, ella pidio una merluza en salsa verde con esparragos, mientras que Luis opto por el besugo (pieza) del norte asado al limon. Para beber eligio un Blanc de blancs y el camarero tomo nota con rapidez en su pequeno bloc.

– Ayer encontre a tu madre un poco mejor -comento Silvia aspirando el humo del cigarrillo.

– No te creas, tiene momentos. Han pasado ya dos meses y todavia la oigo llorar por las noches. Ahora es cuando se lo empieza a creer, cuando comienza a ser consciente de que nunca mas volvera a ver a Antonio. - Bebio un sorbo de vino y emitio un leve sonido aprobatorio-. Y tu, ?como estas?

– Me siento muy confusa. He leido varias veces la novela, si a eso se le puede llamar novela, y no se si no entiendo nada o no quiero entender nada. Todo me parece tan extrano. No reconozco a Antonio en esas paginas, a veces me parece un loco. Tengo la sensacion de haber estado viviendo con un impostor, con un personaje que el habia inventado para convivir conmigo. Ademas, esta claro que el Antonio de la novela es el real, el que yo nunca llegue a conocer. Es muy duro darse cuenta de esto cuando ya ni siquiera puedo hablar con el. Es evidente que llevaba una segunda vida en la que yo no participaba en absoluto… Me siento muy mal y muy triste,

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