humillada, traicionada, inutil…
Indiferente a la comida, parecia demasiado ensimismada como para dejar de fumar el cigarrillo que levantaba ahora, frente a sus ojos, una informe nube de humo.
– La verdad es que la novela -dijo Luis mientras servia vino en las copas-, me dejo tambien a mi muy impresionado. Todo eso del narcisismo, es una verdadera locura…
– Es horrible, horrible; es como si alguien, de repente, hubiera destapado la mascara del hombre con el que yo he estado viviendo mas de diez anos. Hay tantas frases hirientes para mi… Ademas, representa una humillacion anadida el hecho de que yo me haya enterado a traves de lo que ya se ha convertido en un morboso best seller. Dice el editor, para consolarme, que hay mucho de ficcion, que todo son fantasias, que nadie tiene por que enterarse de nada, pero eso no es verdad, porque todos los periodistas han hablado ya de lo que es muy evidente: esto no es una novela, las novelas estan hechas con personajes de ficcion y aqui el unico personaje de ficcion es ese tal Gilabert que apenas tiene importancia.
Luis noto que las palabras de Silvia contenian rabia e indignacion. Entendia que se sintiera muy mal. En la novela, quedaba claro que Antonio habia estado enganandola con la joven estudiante, pero lo peor no era eso, lo peor eran los duros sentimientos que el habia dejado escritos sobre ella. Cada una de esas opiniones, cada uno de esos pensamientos referidos a su mujer, eran verdaderas punaladas al corazon. Esas frases desvelaban una crueldad que ella nunca hubiera llegado a imaginar. Al sentimiento de pena que sentia por la desaparicion del Antonio de los buenos momentos, por la desaparicion de aquel hombre que habia llegado a amar, se superponia otro no menos intenso que le presionaba con una agria sensacion de estafa. Ella no merecia un engano de tal magnitud.
– Se te van a enfriar las angulas -le advirtio Luis con dulzura.
– Es que es muy bestia, es muy fuerte… Luis, tu hermano se porto muy mal conmigo.
Comenzo a llorar y se acerco la servilleta a los ojos. Luis le cogio la mano y se la apreto, como intentando atenuar una falta irreparable de la que se sentia, como hermano del que la cometiera, algo culpable. Al verla llorar, un camarero que permanecia erguido junto a la puerta, se alejo dejandoles solos.
– Yo tambien he descubierto a otro Antonio -dijo Luis-, la verdad es que nunca crei conocer tan mal a mi hermano. Dice cosas que me han dejado con muy mal sabor de boca, como lo que cuenta de cuando eramos muy pequenos, cuando estuvo a punto de empujarme por un acantilado…
Le mantuvo la mano apretada durante unos minutos y luego se la solto. Ella volvio a dar una calada al cigarrillo a pesar de haber comenzado ya a masticar las angulas. El moqueo, el humo y la desazon no le permitian comer con apetito.
Volvio a dejar el tenedor de madera sobre el recipiente de barro y lo aparto. Luego echo un largo trago de vino y, en un tono que contenia mas cansancio que odio, dijo:
– Yo, que siempre he considerado estupida a la gente que permite que se publiquen sus vidas y sus desgracias en la prensa del corazon, me he convertido en el principal pasto del morbo nacional, en la desgraciada mas cornuda y apaleada del reino. Han salido fotos mias que yo no se ni donde ni cuando me las han hecho. Hasta me han llamado de un programa de television para hacerme una entrevista. ?Que esperan que haga, que vaya y que me ponga a llorar delante de todos, y luego diga que Antonio era un hijo de puta?
Enseguida se dio cuenta de que lo ultimo que habia dicho era un poco excesivo delante de Luis. Pero no se disculpo, porque la ira y la verguenza que sentia eran ahora superiores a cualquier formalidad familiar.
En el fondo de la sala, dos ejecutivos ocuparon una de las mesas proximas y, al percatarse de la gravedad de la conversacion y de las lagrimas en los ojos de ella, se quedaron en un silencio expectante e incomodo. La llegada del camarero y sus comentarios sobre la carta disminuyeron esa tension, permitiendo a los ejecutivos comenzar una conversacion rutinaria y fluida. Silvia apago el cigarrillo y encendio inmediatamente otro. Dio una calada profunda. El humo tenia el sabor rancio de las noches demasiado largas.
Luis fijo su mirada en la forma sensual en que ella fumaba el cigarrillo, sus curvas prietas en el interior del sueter, sus ojos verdes. Penso que ahora, en ausencia de su hermano, tal vez fuera el momento para que ellos tuvieran una relacion; una relacion que -por otra parte- se habia insinuado muchas veces antes. Se imagino por un momento desnudo en casa de Silvia, rodeado de fotos de su hermano que presidian desde la mesilla de noche un acto del todo inmoral. Se recrimino esos pensamientos perversos y trato de alejarlos de si. Pero ella estaba tan atractiva llorando que hasta el brillo de sus pupilas parecia un aditivo mas a su encanto. Animados por el vino, los ejecutivos consiguieron meterse en el problema comercial que planteaba algun inepto del escalafon inmediatamente inferior al suyo. El elevado tono de su voz les distanciaba ahora, lo que permitio a Silvia y a Luis volver a conversar con comodidad.
– ?Que vas a hacer? -pregunto ella.
– No lo se, manana tendre que volver a Valencia, aunque a lo mejor dentro de un tiempo vengo a vivir aqui.
– ?A Barcelona? -exclamo ella con incredulidad.
– Si, hace unas semanas me dijeron en el banco que a lo mejor les interesa que me instale aqui. Si me lo confirman, es posible que venga dentro de uno o dos meses. La verdad es que me gustaria mucho volver, estoy un poco harto de Valencia, de ver siempre a la misma gente. Ademas, estaria mas cerca de mama. Si vengo, viviria un tiempo con ella y luego me buscaria algo.
– Podrias vivir en el apartamento de tu abuela, en el que se encerraba Antonio para escribir -pronuncio esta ultima palabra con un soniquete ironico.
– Lo he pensado, aunque no se si me gusta la idea. El otro dia pase por alli. Todo esta como el lo dejo: el ordenador, su querido ordenador, la raqueta de tenis, los montones de libros por el suelo, el que escribio sobre Borges; por cierto, habia cuatro cajas enormes con ejemplares de ese libro.
– ?Y que hacen alli?
– No se, tal vez la editorial se los devolvio. ?Pero tu nunca ibas a verle?
– No le gustaba nada que fuera alli, era su refugio. Ahora entiendo el principal motivo, esa Teresa que me sustituye en la novela; bueno, en la novela y en la realidad. La semana pasada me llamo la tia esa y yo, claro, la mande a freir esparragos, ?que tengo yo que hablar con esa puta?
Esa Teresa Galvez de la que la prensa hablaba por haber sido la amante de su marido, se habia convertido para Silvia en un personaje enigmatico, en alguien que conocio mucho mejor a Antonio que ella. Teresa Galvez, Teresa Galvez; era un nombre que llevaba rebotando dentro de su cabeza desde la misma noche del premio en la que Antonio murio en sus brazos.
– Yo creo que lo que hizo esa chica es ilegal -dijo Luis, mientras volvia a llenar las copas-, incluso lo han dicho algunos periodistas. Uno no puede presentar un texto de alguien a un premio sin que el otro lo sepa. Imaginate que yo voy a tu casa, estoy alli una tarde, cojo todas tus cartas, las junto y las envio a un premio de novela.
Silvia dio una nueva calada y sonrio por primera vez. Lo que Luis acababa de decir le trajo a la memoria el monton de cartas que todavia guardaba en un cajon. La mayoria eran cartas de amor, de novios adolescentes que habia conocido en una etapa muy anterior a la de Antonio. Durante unos instantes pudo avivar el recuerdo de esos jovenes. Uno se le aparecia con granos en la cara, otro subido en una ruidosa moto de trial. Luego se entristecio al pensar en las cartas que le enviaba Antonio cuando estaba estudiando en Buenos Aires. Eran cartas de una ingenuidad maravillosa que la sumergian ahora en recuerdos tan dulces como remotos.
– De hecho, la novela estuvo a punto de no publicarse -dijo ella cuando dejo de evocar ese epistolario de imagenes-. Ojala no se hubiera publicado, ojala no me viera yo ahora convertida en esta pieza apetitosa para la prensa del corazon.
– La verdad es que como novela -dijo Luis bajando un poco la voz- yo no entiendo que le vieron los del jurado del premio. Me parece un texto literariamente malisimo; de haberse muerto Antonio un dia antes, todo el mundo hubiera creido que el tribunal, presionado por la editorial, aprovechaba la muerte de uno de los concursantes para premiar y lanzar una novela insolita. Esto es lo que decia el que escribio la critica en
– Yo lo notaba cada vez mas angustiado -dijo Silvia-, mas abstraido, mas indiferente conmigo, mas abatido; algunas noches nos metiamos en la cama sin apenas haber intercambiado unas palabras de cortesia… Un dia le hable y le dije que ya no podiamos seguir asi; me contesto que no pasaba nada, que solo estaba muy concentrado en un articulo sobre Borges que pronto terminaria. Claro…, luego hemos visto en que estaba tan concentrado… (el