de Gilabert y haciendo mover las sombras. Veo su cara brillante y enrojecida, moldeada por la luz, hasta que puedo sentir la forma de sus pomulos, de sus manos, de su nariz, casi tan claramente como si las viera en un espejo, pero de una forma mucho mas profunda. Palpando y saboreando cada recoveco de su alma minuciosa, le miro y el me mira. Me sonrie, me sirve cafe, y yo no le digo que no a pesar de que imagino el insomnio que esta taza me provocara. Lentamente, con el mismo paso cauteloso con el que me acerco a la tarima el primer dia de clase, le sigo ahora por un pasadizo que baja y se estrecha hasta un sotano humedo. Sigue castigandome con su silencio y, al llegar a la bodega, me muestra unas botellas cubiertas de telaranas. Con expresion burlona, me obliga a decidir entre un Antonio V tempranillo o un Lopez Gran Reserva del 75. Opto por el que lleva mi apellido y el, sin que yo apenas me de cuenta, lo descorcha con habilidad y lo sirve en dos vasos opacos. Bebemos y brindamos junto a la luz vacilante de la vela. Veo entonces su cara llenandose de sangre y las innumerables gotitas de sudor que le brillan en la frente. Escucho su voz, que trata de decirme algo. Finjo haberle entendido y hasta me animo a responderle con una frase que ironiza sobre nuestra situacion. Luego tensa la cara, se desabrocha los pantalones y me muestra unas piernas cubiertas de lepra. No puedo volver a mirarle y me esfuerzo por interrumpir esta parodia contra mi. Abro los ojos y recompongo con alivio mi rutina. Las inutiles cajas de mi libro inutil, las cortinas de siempre, el murmullo imborrable de la calle… El ordenador sigue encendido, como esperandome…

Esta manana, cuando he pasado por la facultad para recoger el correo, una estudiante llamada Teresa Galvez me ha dicho que me habia estado buscando para hablar conmigo. Hemos pasado a mi despacho y me ha dicho que quiere comenzar una tesis doctoral sobre el concepto de la mascara en Borges y en Pessoa. Me ha contado que leyo mi libro en la biblioteca (por lo que ella tampoco es una de las 116 personas que lo compraron) y que le parecio muy interesante. He debido de adoptar entonces el tono grave y vanidoso que tanto detesto en otros. Hemos estado hablando mas de dos horas de mi libro y del tema de su tesis. A lo largo de nuestra conversacion, Teresa Galvez me ha parecido extraordinariamente inteligente y atractiva. Tiene unos ojos algo achinados, o, mejor, que se achinan haciendo juego con una sonrisa que pone en ella un toque magico y sensual de colegiala traviesa. Al cabo de un tiempo de estar escuchandola, he sentido algo que no sentia hacia mucho tiempo con ninguna mujer: una sutil excitacion, una pululacion en la sangre que me ha hecho inmediatamente fantasear. Por un momento, cuando estaba hablando del ensayo «Borges y yo» y de los heteronimos de Pessoa, he notado un impulso animal que me arrastraba hacia ella, que me impedia concentrarme en sus palabras y me inducia a un erotismo animal en el que las palabras estaban de mas. Todo el encanto de su cuerpo parecia condensarse en el eje que media entre sus ojos y sus labios. Ese pequeno espacio ambiguo, a la altura de su nariz, era como el desague de una banera en la que yo era el agua que ella absorbia. Cuando Teresa Galvez, despues de mirar su reloj, me ha dicho que tenia que irse a una clase de doctorado con Llorens, he debido despertar de lo que ya era una hipnosis hacia el amor -en la que ella era una cascada y yo un agua torrencial y burbujeante- y he debido mirarla con la cara de idiota absoluto que ahora imagino y me averguenza. Luego he odiado a Llorens y he sentido celos de el. Tambien me ha dado rabia el hecho de no ofrecer este ano un curso de doctorado en el que ella se podria haber matriculado. Pero tal vez sea mejor asi, porque podremos vernos en mi despacho o incluso aqui, en este apartamento de mi abuela en el que paso tantas horas con mi ordenador.

Es curioso, desde que estoy casado nunca habia deseado a una mujer tanto como hoy he deseado a Teresa Galvez. Mi instinto siempre me habia aconsejado que no simultaneara dos vidas, que no afrontara el peso psicologico de una traicion mantenida, de un esfuerzo constante de fingimiento que me obligara a salvar unas mentiras con otras. Cuando se despedia, le he dicho que me interesaba mucho su proyecto de tesis y que teniamos que volver a vernos pronto para seguir hablando de el. Que falso e hipocrita me resulta ahora mi interes por su tesis cuando pienso que en realidad lo que me lleva a ella es puramente instintivo. Con las mujeres, actuamos como si tuvieramos que inventar constantemente pretextos para salvar las mediaciones sociales, para crear los marcos que nos permitiran, en un momento propicio, darles la mano o besarlas. Siempre con la incertidumbre del posible chasco, de lo dado anticipadamente por hecho, siempre con la inseguridad de no saber como sentara un regalo o una declaracion ensayada y premeditada ante el espejo, siempre calculando como buitres la dosis exacta de esa gradacion que nos conducira al lecho o nos alejara definitivamente de el. Esas dilaciones, esas pausas que postergan el encuentro de piel, componen una progresion lenta e implacable hacia el objeto del deseo. Los japoneses permanecen horas en silencio contemplando la comida, para poder obtener, con ayuda de la saliva, la buscada sensacion de inaccesibilidad indefinida que les hara gozar con plenitud. Tambien, en el tantrismo, se practica un coito pasivo que consigue encender y adormecer el miembro masculino hasta la extenuacion. Pero con Teresa Galvez no he imaginado solo el lado sexual de nuestra posible relacion. Creo que entre esa chica y yo existen tantas afinidades que el sexo pronto dejaria de ser lo mas importante. Siento hacia ella algo mucho mas ambiguo y espiritual que solo puedo describir ahora como un intenso azoramiento dulzon.

Cuando Teresa Galvez se despedia, me ha dicho que tan pronto tenga clara la estructura de su tesis pasara por mi despacho para seguir hablando. No he querido forzar una cita incierta y precipitada que podria desbaratar todas las demas. De inmediato, despues de cerrar la puerta, he sido consciente de la importancia que para mi puede tener este encuentro. Ojala que Teresa Galvez no tenga un novio que ocupe sus pensamientos y del que este locamente enamorada. Si solo estuviera un poco enamorada, yo todavia podria dirigirla en su tesis hasta intentar conquistar un espacio en su corazon. Pero si estuviera locamente enamorada del tipico tio mas guapo y mas joven que yo -la vanidad y el orgullo me hacen ahora imposible imaginar a alguien superior a mi en todo lo demas-, entonces no habria nada que hacer. Lo mejor sera aclarar pronto lo del posible contrincante para que no me ilusione con un espejismo mas entre los ya muchos que pueblan mi vida. Me arrepiento de no haberselo preguntado en algun momento de la conversacion: «Por cierto, ?tienes un novio del que estas locamente enamorada?».

Teresa Galvez me ha parecido de un atractivo peligroso (la curva que dibujaba su trasero en el tejano tambien me lo parece ahora). Cuando hablaba del concepto de la mascara en Borges, sus comentarios y el sentido de estos eran nuevos elementos al servicio de su belleza. Como si la metafisica se hubiera reconciliado por fin con la fisica, como si el Gran Parodiador y Pessoa quisieran participar en la incipiente ceremonia que parecia tejerse entre ella y yo. Tengo que planear muy bien mi proximo encuentro con Teresa Galvez. La invitare aqui, a este santuario de mi soledad, y le ofrecere una taza de Darjeeling tea, o mejor una cerveza. Vodka frio seria demasiado imprudente para la primera vez. Le preguntare si fuma cannabis y si me dice que si, liare un canuto con mi insuperable tecnica habitual. Aunque no deberia planearlo todo tanto, porque entonces perdere la espontaneidad que requieren los desafios de Cupido. Espero que no me coja una fobia que me arruine la cita. ?Cuales seran sus aficiones y sus gustos? Por la forma de vestir, no tiene nada que ver con Silvia. Es mucho mas inteligente y sensible que ella. En realidad, con todo lo que me ha comentado sobre su tesis, conozco ya mucho del interior de Teresa Galvez. Es muy intuitiva al adivinar el velado sentido del humor que contienen tanto Pessoa como Borges. Me ha puesto dos ejemplos clave: el saludo que Pessoa le hace a Esteve -un hombre «sin metafisica»- en su poema «Tabaqueria», y el perro que no es el mismo perro al verse de perfil y a otra hora en «Funes el memorioso». Le comentare que estoy escribiendo estas notas para mi novela y le hablare con sinceridad de Gilabert. No descarto la posibilidad de que ella actue de musa inspiradora para que yo pueda avanzar en mi proyecto literario. Su tesis y mi novela dan para muchas conversaciones… A lo mejor me decepciona algo en ella que no he sido capaz de entrever hoy. He llegado a pensar que tal vez seria mejor que esto ocurriera, como presintiendo que las pasiones siempre preceden a la desdicha y al desconsuelo. Me da un poco de miedo este salto sin retorno hacia el amor.

Hoy ya es domingo y, como casi todos los domingos, el contacto con Silvia se ha hecho inevitable. Los domingos -tambien los viernes y los sabados por la noche- simulamos compenetrarnos y hacemos algunos planes juntos. Esta manana hemos ido a comer a casa de mama. Ella nos cree un matrimonio estable y, naturalmente, se equivoca. Llegar a la casa de mama es como llegar a un escenario en el que Silvia y yo actuamos poniendonos las mascaras de la felicidad conyugal. Por la tarde, una siesta demasiado prolongada nos ha llevado a implicarnos sexualmente. Desde un punto de vista objetivo, todo hay que decirlo, el cuerpo de Silvia es casi perfecto para el acto amoroso; su piel todavia se mantiene tersa y firme y sus senos conservan la fijeza de la primera vez. Mientras nuestras piernas se iban entrecruzando, he estado pensando en Teresa Galvez. Esto ha hecho que, en algunos momentos, mis caricias fueran mas afectivas y sentidas de lo habitual. El cannabis y la poca luz que yo suelo imponer con Silvia, facilita esta suerte de fantasias. De hecho, muchas veces -casi todas las veces- me distraigo con otras mujeres. Siento entonces en mis manos los senos de Silvia metamorfoseandose en los de otras: en los de la joven, fiel y previsible Marilyn que veo cada manana en el poster desde la banera, en los

Вы читаете Quien
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату