comprobo su marcha acercandoselo al oido. No parecia haber sufrido ningun desperfecto: el tic-tac era el de siempre y la esferilla de cristal no tenia ninguna rotura apreciable. Se lo ajusto en la muneca izquierda y lo acerco de nuevo hacia la luz. Eran las siete de la manana, lo que le hizo pensar que era razonable irse levantando.
En los cinco dias que hacia que su hija marchara a Londres dejandoles a su nieta, no habia podido dormir de una sola tirada, lo que comenzaba a advertirse en sus ojeras hinchadas de cansancio y de sueno atrasado. Se puso las gafas y desconecto el artefacto electrico que su mujer habia comprado para disminuir la frecuencia de sus ronquidos. Con el pijama arrugado y algunos mechones de pelo cano orientados hacia lo alto, se dirigio al lavabo y se miro en el espejo. Por debajo de sus ojos, contemplo un instante la blandura colgante y amarillenta, grotescamente envejecida. Mas todavia que otros dias, su cara desalinada y sonolienta le parecio la de otro. Exagero esta sensacion con una mueca horrible y le sorprendio hasta que punto podia llegar a salir de si mismo con un simple gesto facial. Orino, se abstuvo de mirar el color del dia por la ventana y se atuso un poco el cabello con la provisionalidad de la mano. Tras enjuagarse la boca con el elixir mentolado para combatir el mal aliento, se coloco la protesis dental y se mojo un poco los ojos y la cara. Despues, bostezando y extendiendo los brazos, se dirigio con paso desigual hacia su despacho. Una vez alli, se sento sobre la comoda silla abatible, tratando de no pisar las vias del tren electrico con el que todavia regresaba algunos domingos a la infancia. Abrio un cajon, levanto unos folios y extrajo el paquetito que contenia el regalo para Sandra. Como todos los viernes, hoy estaria con ella durante las dos horas convenidas. La ultima semana, ella le habia recordado que un dia de estos se cumplirian diez anos del comienzo de su periodica y estable relacion. Estaba seguro de que los pendientes quedarian bien sobre su tez mulata. Ya la veia con ellos, desnuda, acariciandole el pecho flaccido y trabajado por los anos.
Desordenadas sobre la mesa del despacho, las hojas de papel en las que la noche anterior habia estado pergenando un nuevo esquema para el desenlace de su novela, eran el reflejo ironico de su mente caotica y espesa. Cogio una hoja y observo en ella la compleja articulacion de flechitas que arriba y abajo apuntaban a palabras que solo el podria descifrar. En otra, bajo el rotulo idea alternativa, leyo:
«Gilabert, el personaje de la novela de Lopez, piensa en un posible argumento para una posible novela titulada El texto real, cuya unica trama consiste en reproducir milimetro a milimetro los detalles de un atraco. Tan precisos y pormenorizados seran estos, que la voz del narrador se perdera en un foco demasiado aumentado y los personajes se diluiran en un sinfin de detalles excesivamente minuciosos e insignificantes. Por ejemplo, las caprichosas manchas de grasa en el panuelo de uno de los atracadores, seran descritas con multiples y absurdas mediciones que pretenderan dar cuenta exacta del espacio ocupado, de la precisa intensidad cromatica, de la duracion cronologica de las manchas, del tipo de grasa, de su correlativo grado de aceitosidad, etc. En otro pasaje de la novela, leeremos tambien: 'Se enciende el interruptor al ser presionado por una mano en cuyos dedos aparecen dos anillos de oro destenido. La mano es velluda y, bajo su pelaje, se adivinan las venas de un hombre que se desplaza hacia el otono de su vida. El interruptor es blanco y rectangular (4,3 x 3,6, de la marca Soifenix 62). El dedo sudoroso del atracador deja unas huellas de dos centimetros y veintisiete milimetros de largo por un centimetro y cuarenta y seis milimetros de ancho. Las pestanas del atracador son de dos milimetros y medio de grosor y su iris es apenas visible por escaso contraste cromatico. La secrecion lacrimogena es de 0,5 de salinidad y la cornea (con pelicula y gelatina exterior normal) lleva a un encuentro interior que, en resonancia magnetica, se ve algo desgastado en la frontera corneal'».
Decepcionado, tacho la hoja, la arrugo y la tiro a la papelera. En otra pagina, con letras muy grandes, se leia: «Luis se enamora de Silvia y le propone adoptar un nino del tercer mundo». Subrayado en rojo, leyo tambien en la parte inferior de esa misma pagina: «La novela podria comenzar con la carta de un catedratico de veterinaria que explica a un amigo filologo que encontro un paquete que contenia una novela; esa novela prodiga, como se sabra al final, permite intuir los reflejos de la mano huidiza de un prologuista que cifra su misterio en cada una de las notas a pie de pagina que nos ofrece». [28]
Finalmente, le llamo la atencion una hoja que habia colgado en el corcho que tenia en una pared. Leyo con escepticismo el encabezamiento de esa nueva ocurrencia nocturna: «Argumento para introducir como un posible sueno de Lopez». Bostezo estirando sus extremidades hasta tensar el tejido del pijama. Luego leyo: «Lopez suena que entra en la realidad de una novela en la que tiene una clara mision encomendada: reconocer al protagonista. En vano interroga a un viejo taciturno y sombrio que pasea por un jardin cercano a su casa; en vano se esfuerza en urdir tramas imaginarias relacionadas con un punal que encuentra en el pasadizo de una sinagoga abandonada. Todo regresa a el con una contundencia implacable, a su situacion estatica e inenarrable, a su mirada carente de labios proximos, a su vacio, a su soledad. Por fin, en el alba mortecina de un domingo lluvioso, y despues de prodigarse breves horas frente al espejo, Lopez se da cuenta de que el protagonista de la novela es el. Un minuto antes de morir, se da la vuelta hacia la ventana de siempre y descubre a un encaramado malhechor apuntandole con una pistola. Solo una leve evocacion de su vida tiene tiempo de intuir antes de ser fulminado por dos certeros disparos en el pecho».
Mareado por este vaiven de curvas perplejas, se levanto y se dirigio hacia la cocina para hacer cafe. La luz del dia hacia ya innecesaria la artificial, pero Gilabert acciono el interruptor como buscando la claridad de la que carecian sus ideas. Una cucaracha se apresuro a desaparecer por debajo de la nevera, lo que le hizo pensar que no podrian fumigar hasta devolverle la nina a su hija. Encendio el gas, cargo la cafetera y la puso a calentar.
En ese momento llego su mujer con la nina y le pidio que la cogiera mientras iba al lavabo. En sus brazos, la pequena comenzo a llorar, pero Gilabert consiguio apaciguarla dandole una galleta y senalandole el fuego con entusiasmo bobalicon. Mientras la nina chupaba la galleta, se imagino a si mismo desde la perspectiva del bebe como un ser extrano y rugoso que la cogia amargandole sus despertares. Intento unas carantonas, pero su enronquecida voz produjo un inmediato efecto de terror en su nieta, que comenzo a llorar de nuevo con desesperacion. Se sintio aliviado cuando su mujer regreso y consiguio que se callara.
– Todavia nos quedan cinco dias. No se si podre soportarlo. Diez dias son muchos dias -dijo Gilabert con un nuevo bostezo quejumbroso-. Hay que decirle a Luisa que tampoco se pase, porque…
– No protestes tanto -le reprocho su mujer- porque la que la cuido soy yo. Tu no haces nada. Ademas, cualquiera diria que no es tu nieta, cualquiera diria que se trata de una nina que nos ha colocado la Unicef.
– Yo lo que se es que apenas puedo dormir; y hoy tengo un dia complicado, muy complicado.
Penso que, al ser viernes, veria a Beatriz por la manana y a Sandra por la tarde: dos mujeres que le servian a cambio de dinero en dos aspectos diferentes de su vida. Su mujer conocia a Beatriz, pero no en su nueva funcion de «ayudante creativa». Le habia contado que estaba pensando en escribir una novela pero -tal vez para que no confirmara su sospecha de que se estaba chalando- no le habia dicho que esta era ahora la que ocupaba casi todos sus pensamientos.
– La nina tiene fiebre -dijo la senora Gilabert en un tono que reclamaba indirectamente la responsabilidad de su marido.
– Dale el antitermico y, si no le baja, llama al medico. Ya sabes que a mi siempre me puedes localizar en el telefono movil, aunque hoy es viernes y por la tarde tengo reunion; o sea, que no me llames si no es por algo urgente.
Dos horas despues, Gilabert bajaba con su elegante Jaguar de color verde por la avenida de Pedralbes. Cuando se detuvo frente al semaforo anterior a la Diagonal, volvio a abrir su maletin para comprobar que no se habia dejado el regalo de Sandra. Tambien encontro algunas de las hojas sueltas en las que habia garabateado las notas de la noche anterior. Ahora, al llegar al despacho, las discutiria con su directora literaria. Penso que la idea de que Luis y Silvia se enamorasen y decidieran adoptar un hijo del tercer mundo no estaba mal, aunque resultaba un poco increible. Sin embargo, por otra parte, si al final Luis iba a terminar con Teresa Galvez -para seguir el esquema amoroso de su hermano Antonio-, el hecho de una implicacion sentimental y etica con el tercer mundo podria dar consistencia dramatica al desenlace.
Al llegar al despacho saludo a su secretaria y le pregunto si ya habia llegado Beatriz. La secretaria le respondio que no y le comunico que Flores queria hablar con el. Ordeno que le avisaran y que le hicieran pasar a su despacho.
A los pocos minutos entro el asesor financiero y, con su habitual gravedad, le comunico que ya tenia los datos de la cuenta de explotacion de febrero.
– Senor Gilabert, en el mes de febrero los resultados arrojan perdidas considerables. Estoy preocupado y queria decirle que me parece que asi no podemos continuar.
Flores desplego una gran hoja formateada para el ordenador y la extendio sobre la mesa al mismo tiempo