de la autoritaria prostituta que tanto me marco aquella tarde en Amsterdam, en los de la tetuda verdulera que perversamente pesa las patatas y las coliflores en la plaza del mercat. Tambien rememoro algunas de mis amantes del pasado, como la enfermera que yo obligaba a vestirse de enfermera, la primera noruega del camping de Vilassar o la guapa camarera de Logrono, tantas horas sacrificada en la ceremonia de la fellatio. Entonces la beso con desesperacion hasta morderla y ella grita y se queja pellizcandome y apartandome con violencia. A traves de estos deslices imaginarios que yo consigo activar a partir del cuerpo de Silvia, he besado a mujeres anonimas que apenas habia visto una sola vez en el metro, he acariciado dulces espaldas de presentadoras de television y de aninadas estudiantes que me miraban con la entrega del miedo y he lamido hasta la sequedad de mi boca rostros que compongo a mi antojo en la oscuridad. En el proceso de estos ensimismamientos, con frecuencia profiero frases que, por descontextualizadas, le deben resultar incomprensibles: «Culeame, cerda, te voy a meter la polla hasta que te salga como un tapon de champan por el culo». Silvia parece entonces confundirse y desconcertarse todavia mas. [26]

Despues del acto y de yacer un buen rato sin hablarnos, le he dicho que queria trabajar -como siempre- en el articulo sobre «El sur» de Borges, y he venido aqui para tantear estas lineas que ahora escribo. En mi bolsillo he encontrado un esquema que debi de garabatear en algun momento -tal vez en el metro- de los dias anteriores.

El esquema es el siguiente:

Recuerdo haberlo escrito pero no precisamente en esta servilleta de bar manchada de cafe con leche. Me pregunto si estare perdiendo la memoria: veo el esquema y reconozco mi letra, pero no soy capaz de articular en la cabeza lo que estaba pensando cuando lo escribi. La unica relacion que ahora entiendo es la de «amor- embobamiento». Cabe la posibilidad de que la aparicion de Teresa Galvez me haga perder la lucidez y el ritmo de trabajo que estaba empezando a conseguir con estas notas para mi novela. Teresa parece ahora distraerme de todo proposito hacia Gilabert. Los dias que transcurren sin verla se me hacen interminables. No creo que durante este tiempo pueda escribir nada porque Gilabert se aleja en cuanto dejo de pensar en el. Ahora me acuerdo de las ultimas lineas del cuento «La busca de Averroes». Que maravillosa es alli la prosa poetica del Gran Parodiador, cuando -cito de memoria- dice: «Senti en la ultima pagina que mi narracion era un simbolo del hombre que yo fui mientras la escribia» y, al final, en el inquietante parentesis: «(En el instante en que yo dejo de creer en el, Averroes desaparece)».

Es tambien posible que mi experiencia amorosa con Teresa Galvez pudiera reflejarse en algun personaje de mi novela, pero para eso tendria que pensar en alguien mas joven que Gilabert, en alguien de mi edad que se enamorase apasionadamente de una mujer como ella. De hecho, nadie puede hablar del amor sin haberlo vivido con intensidad. Dante pudo escribir su relacion con Beatriz (que todos hemos gozado en alguna u otra tarde de relectura hedonica) a partir de enamorarse de una persona real, de una tal Bice di Folco Portinari. Claro que tambien podria optar por rejuvenecer a Gilabert, pero entonces ya no seria el mismo personaje entranable que tantas veces he imaginado e intentado perfilar. Seria como volver a comenzar con un forastero y ni mi querido ordenador ni mi orgullo inquebrantable me lo permitirian. Hacer desaparecer a un personaje que ha costado tanto esfuerzo intuir es un sacrificio excesivo para un improbable escritor tan incipiente como yo…

El Heraldo de Asturias, 23 de febrero de 1996

Proyecto de monologo para la soledad de G. H. Gilabert, Antonio Lopez

La imposibilidad de una ficcion

La pasada edicion del premio Gracian de novela se vio envuelta hasta tal punto en la excepcionalidad -la muerte del ganador en el mismo momento en que se le nombraba por la megafonia del hotel Lluna Palace de Barcelona-, que el que escribe estas lineas confiesa estar algo confundido a la hora de emprender esta critica, por otra parte ineludible. El hecho de que Teresa Galvez, una amiga del escritor, reconociera haber presentado el manuscrito al premio -que incluso titulo segun su criterio- sin que el propio ganador estuviera al corriente de ello, parece anadir a la ultima edicion del Gracian un aire de misterio que, de no ser real, todos juzgariamos inverosimil.

A estas alturas sabemos que el malogrado autor de Proyecto de monologo para la soledad de G. H. Gilabert nunca entendio esta suerte de diario personal como una novela. Por ello, juzgarla como tal seria caer en una evidente y lamentable injusticia. Injusticia, sin embargo, que quedaria algo paliada por el hecho de que un jurado autorizado -compuesto por novelistas y profesores de literatura- no solo entendio el texto presentado como una novela, sino que incluso le otorgo el principal premio del certamen. El conocimiento de los hechos que rodearon aquella luctuosa noche, hace que cualquier profesional que acometa la critica de esta «novela» se vea asaltado por una serie de dudas y contradicciones de indole esencialmente moral, pues, cuando leemos el texto, no sabemos nunca si estamos ante el personaje o la persona, ya que estos no solo se confunden, sino que tienden a convertirse en el mismo hombre de carne y hueso que nos dejo. ?Con que derecho entonces juzgar a Lopez como el autor de un texto literario? Que Antonio Lopez existio solo como persona, es decir, que no se pretende en el texto una ficcion de ningun tipo, parece evidente desde la primera hasta la ultima linea. La novela -llamemosla asi aunque no resultara retorico insistir una vez mas en que no lo es- consiste, por lo demas, en una delirante sucesion de pensamientos caoticos abocados a la insolita finalidad de preparar una novela sobre un protagonista -este si, personaje- llamado Gilabert. El proyecto parece albergar tambien el intento de crear una cierta simetria ludica, porque en esta novela que Lopez proyecta en su «diario», se nos promete la futura existencia de un personaje cuya tarea principal seria la de escribir una novela cuyo protagonista seria, a su vez, Lopez. Asi, en esa futura novela que se promete en el diario, ambos (Lopez y Gilabert) se escribirian dandose mutua consistencia existencial en una misma dimension realisti-coficcional. Desde luego, esta anunciada y pedante pretension, no consigue nunca llevarse a cabo al no rebasar la mera formulacion retorica -repetida hasta la saciedad en constantes e inutiles pronunciamientos- que tendria que llevarnos al siempre remoto y desdibujado personaje de Gilabert. Y es que casi nada sabremos de este al final del relato, por lo que la simetria apuntada no deja de ser una confusa idea meramente esbozada que no encuentra nunca su realizacion. Casi nada hay tampoco de estructura narrativa en este texto literariamente mediocre de Lopez, ya que en el solo leemos las frustrantes relaciones personales que el autor mantiene con su mujer -con lo ruborizante que habra sido esto para la persona real de Silvia Peroliu-, las desesperantes dificultades para comenzar su novela y las diferentes experiencias mantenidas con las drogas y con el Gran Parodiador (asi es como llama constante y reverencialmente a Borges).

Por lo demas, como todo diario, el texto transmite los distintos estados de animo de Lopez al enfrentarse a su novela -o proyecto de novela, como reza ironicamente el titulo fijado por Teresa Galvez-. Son estados contradictorios y poco orientativos para el lector: del entusiasmo y la prepotencia epica se pasa al sadismo mas despiadado y, de este, a unas visiones del mundo en las que el suicidio parece la unica puerta de salida. Asi, resultaria imposible hablar de esta supuesta novela sin concluir que Lopez debia de ser un maniaco depresivo con delirios de grandeza y, aunque esto tambien nos duela tener que decirlo, que el texto revela una patente incapacidad literaria en el malogrado profesor. Por todo ello, parece dificil entender que vio en estas paginas el jurado del Gracian. El morbo y la cantidad de elementos insolitos que rodearon aquella noche, pueden explicar su exito comercial -se han agotado tres ediciones en tan solo dos meses-, pero no la calidad de un producto de escasisimo valor literario. Antonio Lopez era, al parecer, un competente profesor de literatura; todo parece indicar, sin embargo, que dificilmente hubiera llegado a ser un buen escritor.

Jose Luis Gonzalez Garcia

Gustavo Horacio Gilabert estaba sonando que hablaba con su hermano Miguel -muerto hacia mas de quince anos de un infarto de miocardio- cuando le desperto el nervioso movimiento de sabanas de su mujer. La senora Gilabert salto de la cama para socorrer a su nieta, quien, en la habitacion de al lado, prorrumpia en un llanto agudo hasta lo inhumano, parecido al de una trompetilla de feria. Tras los pasos descalzos sobre el parquet, el bebe dejo de emitir su ininteligible lamento gutural y el senor Gilabert se incorporo para fijarse en la hora. Encendio la pequena lamparilla y estiro la mano hasta introducirla en la limitada zona de luz del velador, donde se encontraba el viejo reloj de pulsera que le habia regalado su padre muchos lustros atras. En un movimiento indeciso, al intentar asirlo, el reloj cayo al suelo y Gilabert no pudo evitar proferir una maldicion que no por apenas audible sono menos grave. [27] Lo recogio del suelo y

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