de la autoritaria prostituta que tanto me marco aquella tarde en Amsterdam, en los de la tetuda verdulera que perversamente pesa las patatas y las coliflores en la plaza del
Despues del acto y de yacer un buen rato sin hablarnos, le he dicho que queria trabajar -como siempre- en el articulo sobre «El sur» de Borges, y he venido aqui para tantear estas lineas que ahora escribo. En mi bolsillo he encontrado un esquema que debi de garabatear en algun momento -tal vez en el metro- de los dias anteriores.
El esquema es el siguiente:
Recuerdo haberlo escrito pero no precisamente en esta servilleta de bar manchada de cafe con leche. Me pregunto si estare perdiendo la memoria: veo el esquema y reconozco mi letra, pero no soy capaz de articular en la cabeza lo que estaba pensando cuando lo escribi. La unica relacion que ahora entiendo es la de «amor- embobamiento». Cabe la posibilidad de que la aparicion de Teresa Galvez me haga perder la lucidez y el ritmo de trabajo que estaba empezando a conseguir con estas notas para mi novela. Teresa parece ahora distraerme de todo proposito hacia Gilabert. Los dias que transcurren sin verla se me hacen interminables. No creo que durante este tiempo pueda escribir nada porque Gilabert se aleja en cuanto dejo de pensar en el. Ahora me acuerdo de las ultimas lineas del cuento «La busca de Averroes». Que maravillosa es alli la prosa poetica del Gran Parodiador, cuando -cito de memoria- dice: «Senti en la ultima pagina que mi narracion era un simbolo del hombre que yo fui mientras la escribia» y, al final, en el inquietante parentesis: «(En el instante en que yo dejo de creer en el, Averroes desaparece)».
Es tambien posible que mi experiencia amorosa con Teresa Galvez pudiera reflejarse en algun personaje de mi novela, pero para eso tendria que pensar en alguien mas joven que Gilabert, en alguien de mi edad que se enamorase apasionadamente de una mujer como ella. De hecho, nadie puede hablar del amor sin haberlo vivido con intensidad. Dante pudo escribir su relacion con Beatriz (que todos hemos gozado en alguna u otra tarde de relectura hedonica) a partir de enamorarse de una persona real, de una tal Bice di Folco Portinari. Claro que tambien podria optar por rejuvenecer a Gilabert, pero entonces ya no seria el mismo personaje entranable que tantas veces he imaginado e intentado perfilar. Seria como volver a comenzar con un forastero y ni mi querido ordenador ni mi orgullo inquebrantable me lo permitirian. Hacer desaparecer a un personaje que ha costado tanto esfuerzo intuir es un sacrificio excesivo para un improbable escritor tan incipiente como yo…
La imposibilidad de una ficcion
La pasada edicion del premio Gracian de novela se vio envuelta hasta tal punto en la excepcionalidad -la muerte del ganador en el mismo momento en que se le nombraba por la megafonia del hotel Lluna Palace de Barcelona-, que el que escribe estas lineas confiesa estar algo confundido a la hora de emprender esta critica, por otra parte ineludible. El hecho de que Teresa Galvez, una amiga del escritor, reconociera haber presentado el manuscrito al premio -que incluso titulo segun su criterio- sin que el propio ganador estuviera al corriente de ello, parece anadir a la ultima edicion del Gracian un aire de misterio que, de no ser real, todos juzgariamos inverosimil.
A estas alturas sabemos que el malogrado autor de
Por lo demas, como todo diario, el texto transmite los distintos estados de animo de Lopez al enfrentarse a su novela -o proyecto de novela, como reza ironicamente el titulo fijado por Teresa Galvez-. Son estados contradictorios y poco orientativos para el lector: del entusiasmo y la prepotencia epica se pasa al sadismo mas despiadado y, de este, a unas visiones del mundo en las que el suicidio parece la unica puerta de salida. Asi, resultaria imposible hablar de esta supuesta novela sin concluir que Lopez debia de ser un maniaco depresivo con delirios de grandeza y, aunque esto tambien nos duela tener que decirlo, que el texto revela una patente incapacidad literaria en el malogrado profesor. Por todo ello, parece dificil entender que vio en estas paginas el jurado del Gracian. El morbo y la cantidad de elementos insolitos que rodearon aquella noche, pueden explicar su exito comercial -se han agotado tres ediciones en tan solo dos meses-, pero no la calidad de un producto de escasisimo valor literario. Antonio Lopez era, al parecer, un competente profesor de literatura; todo parece indicar, sin embargo, que dificilmente hubiera llegado a ser un buen escritor.
Jose Luis Gonzalez Garcia
Gustavo Horacio Gilabert estaba sonando que hablaba con su hermano Miguel -muerto hacia mas de quince anos de un infarto de miocardio- cuando le desperto el nervioso movimiento de sabanas de su mujer. La senora Gilabert salto de la cama para socorrer a su nieta, quien, en la habitacion de al lado, prorrumpia en un llanto agudo hasta lo inhumano, parecido al de una trompetilla de feria. Tras los pasos descalzos sobre el parquet, el bebe dejo de emitir su ininteligible lamento gutural y el senor Gilabert se incorporo para fijarse en la hora. Encendio la pequena lamparilla y estiro la mano hasta introducirla en la limitada zona de luz del velador, donde se encontraba el viejo reloj de pulsera que le habia regalado su padre muchos lustros atras. En un movimiento indeciso, al intentar asirlo, el reloj cayo al suelo y Gilabert no pudo evitar proferir una maldicion que no por apenas audible sono menos grave. [27] Lo recogio del suelo y