escritura. Si, es posible que Teresa justifique mi supremo esfuerzo hacia la gloria y que la novela se convierta en una carta de amor que yo le escribo a ella. No concibo otra forma mejor para pasar mis tardes que fumando cannabis, fornicando e imaginando con Teresa Gal vez pequenas historias para Gilabert. En este sentido, sere mucho menos egocentrico que los poetas romanticos: no la apartare de mi lado cuando me llegue la inspiracion que ya siento proxima (como hicieron los romanticos con sus amantes, de las que hablan como si fueran parte decorativa del paisaje), pues quiero compartir con ella el acto mismo de la creacion, aquel momento de plenitud que nos hara felices a los dos.

Estoy emocionado porque manana, a esta hora de la tarde, Teresa Galvez estara sentada aqui junto a mi. Ya presiento su cuerpo, su mirada. Me levanto, cojo un ejemplar de La morfologia en los cuentos de Borges de una de las cajas y escribo sin pensar la dedicatoria definitiva: «A Teresa, en cuya cara esta contenido el universo». Me vuelvo a levantar y escondo las cajas en un armario para que no tenga que explicarle el fracaso de mi libro. Tendre que ir a comprar algunas bebidas y acordarme de poner agua en las cubiteras de la nevera. Aqui solo tengo ginebra y un culito de whisky. Es insuficiente, aunque a lo mejor resulta ser abstemia… y hasta vegetariana. No, no tiene pinta de eso, me parecio bastante normal. Tal vez Bernardo, esa especie de semental que tengo por vecino, pudiera aconsejarme alguna estrategia infalible. Pero sus «piezas» (como el las llama) son de otra generacion. Ademas, es mejor no decirle nada porque igual viene y se pone a hablar de la pesca en Venezuela y me la pisa. Tambien tengo que pensar en un restaurante por si se presta a ir a cenar. Incluso deberia reservar. Finisterre o Via Veneto la podrian impresionar, aunque son demasiado pretenciosos para una joven tan sencilla como ella. Ademas, en esos restaurantes habria mas posibilidades de que nos encontrasemos con alguien conocido. Por cierto, eso seria horrible: ir alli, sentarnos y en el segundo plato ver llegar a los padres de Silvia o a alguno de sus hermanos. Seguro que no podria resistir la tension que me produciria pensar en tal eventualidad. No, me pondria muy tenso y no seria capaz ni de seguir la conversacion con ella. Lo mejor sera reservar en algun lugar a las afueras de la ciudad. Sonrio al pensar que entonces tal vez me encontrase con el padre de Silvia acompanado por una amante… Aunque en ese caso podriamos brindar juntos en complicidad (por un instante recuerdo lo violento que fue el dia que me tope cara a cara con un profesor de matematicas en un bar de putas de las Ramblas).

El murmullo elevado de un grupo de trabajadores de mono azul no era lo que mas dificultaba hablar. La television y la maquina tragaperras parecian competir por alcanzar ese espacio auditivo que eclipsaria a todos los demas. Luis Lopez pidio un cafe y una copa de anis, se dirigio a la parte del bar en donde estaba el telefono, introdujo unas monedas y marco el numero que leyo en un papel arrugado.

– ?Puedo hablar con Teresa Galvez?

– Si, soy yo.

– Soy Luis Lopez, el hermano de Antonio.

Se produjo una pausa que en medio del bullicio general no llegaba a ser un silencio. Luego, la voz entrecortada y nerviosa de Luis continuo hablando.

– Queria llamarte hace tiempo, pero como no sabia tu telefono, no…

– Yo tambien habia pensado llamarte -se apresuro a decir Teresa Galvez, como para evitar explicaciones innecesarias.

– Mira, creo que seria bueno que nos vieramos. Cuando lei la novela de mi hermano pense que tu podrias contarme algunas cosas sobre sus ultimos meses. Me resulta todo tan extrano que…

– Yo le dije a tu cunada, a Silvia, que contara conmigo para cualquier cosa, pero ella me colgo el telefono despues de decirme…

– Si, bueno, ya lo se, porque se sentia muy dolida y porque cree que tu fuiste la verdadera causa de todo; pero yo quiero hablar en plan distendido, quiero que nos contemos las cosas con sinceridad.

– Por mi parte estare encantada de hacerlo. Dime donde y cuando nos vemos y alli acudire. Si quieres nos vemos ahora mismo.

Quedaron una hora mas tarde en las Granjas Balmoral, ese gran salon de la Diagonal en el que unos camareros injubilables continuan sirviendo cafes con leche con croissants a grupos de ancianas que no se mueren nunca. Alli podrian estar tranquilos. Luis penso que se esforzaria en ser amable y hasta simpatico. La haria sentir comoda desde el principio. ?Por que no? Total, pese a lo que podia creer Silvia, ella no tenia ninguna culpa de haberse convertido en la amante de Antonio y, mucho menos -eso seria un disparate nada mas pensarlo- de su inesperada muerte.

Luis llego un cuarto de hora antes, como previniendose de una posible impuntualidad. Penso que la proximidad de Teresa Galvez le habia puesto un poco nervioso. Pidio un Habana 7 con Coca Cola, que el mas anciano de los camareros le trajo con senil dificultad. Consulto muchas veces su reloj, y a la hora fijada comenzo a observar -a traves de las puertas de cristal- a todas las jovenes que pudieran ser ella. Pero ninguna hacia ademan de dirigirse a la puerta, ninguna respondia a las facciones que habia conocido en las fotos de la prensa. Por fin llego, con mas de quince minutos de retraso. Se sentaron despues de darse la mano con cierta frialdad. Ella pidio un dry martini y Luis empezo a comentar las banalidades del trafico y del frio, como evitando entrar en materia demasiado rapido. Teresa no tardo en sonreir, revelando toda la sensualidad de su boca que tan bien habia descrito Antonio en su diario. Efectivamente, cuando reia, sus ojos se entornaban hasta casi cerrarse, como gozando de un climax erotico. Cuando comenzaron a hablar de Antonio, ella se enfrasco en un largo monologo que dejo a Luis en una situacion curiosa, como si fuera una especie de confesor o psiquiatra de ocasion. Conto las cosas desde el principio, desde que se conocieron en la facultad, cuando ella fue a comentarle, por indicacion de Llorens, algunas dudas sobre el esquema de su tesis. El hecho de que gran parte de lo que narraba estuviera ya descrito en la novela de su hermano, convertia el turno de Teresa en una segunda version que eventualmente diferia de la primera. Ella misma se referia con frecuencia al otro texto: «Ese dia, como se explica en la novela, bueno, en la novela o en lo que sea, fue la primera vez que hicimos el amor». Lo contaba con una desenvoltura rayana en el orgullo, como sintiendose bien en ese doble espacio entre ludico y culpable. Un segundo dry martini acentuo su vehemente espontaneidad: de repente, parecia haber olvidado que estaba hablando con el hermano de Antonio; era como si detras de sus palabras se ocultara la satisfaccion de que los hechos hubieran ocurrido asi.

– Antonio era un eterno indeciso, un verdadero campeon de la duda; yo le decia, pero hombre, si tan mal te va con tu mujer, por que no te separas de ella y vivimos juntos, pero el se perdia entonces en angustias que le atormentaban y le bloqueaban. Los ultimos meses se convirtio en un hombre muy temeroso de salir a la calle conmigo, en un hombre incapaz de decidir algo que afectara realmente su vida. Algunas veces se sentia euforico con su novela y conmigo, pero minutos despues se perdia en un pesimismo y en unos miedos atroces; y necesitaba mucho carino, se ponia como un nino desprotegido y lloraba desconsoladamente. Ademas, te hacia entrar en su juego paranoico; tenia miedo de encontrarse con alguien conocido en los restaurantes y en los lugares publicos, y eso nos obligaba a encerrarnos todo el dia en el apartamento de su abuela, donde creia que Silvia nunca iria. Esto tambien me parecia raro porque, al tratarse de su mujer, siempre seria mas facil que apareciera alli que en un restaurante. Tu hermano estaba obsesionado por escribir una novela que casi no habia ni comenzado, se le iba la fuerza por la boca; queria hacer una especie de parodia de los cuentos de Borges, construir un personaje que reprodujera los de sus relatos, que participara de sus procedimientos literarios. Me hablaba sin parar de posibles alternativas, de posibles finales; hacia esquemas en los que el circulo era el principal simbolo referencial: los dibujaba concentricos y los llenaba con los nombres que les daba a los distintos planos de realidad; yo me perdia en esos laberintos y el se esforzaba en explicarmelo todo con una energia apabullante que me obligaba a escucharle con toda mi atencion. Entonces le decia: pero por que no escribes todo eso en tu novela, por que no te sientas ahora mismo y desarrollas todo lo que me cuentas; pero el me respondia que todavia no habia llegado «el gran momento en el que lo vere todo clarisimo». Luego me aseguraba que estaba avanzando mucho con nuestros encuentros, que escribia cada dia y que las ideas no se perdian con nuestras palabras. Pero yo me desesperaba porque, por una parte, Antonio me atraia, me parecia un hombre con imaginacion, un hombre inteligente y guapo, pero por otra me sentia como atrapada en su delirio circular, en esa locura que cada dia iba a mas. Llegaba a pedirme entre sollozos que me quedara con el todo el dia, alli, encerrados, sin salir, y era entonces cuando le daban las fobias y se ponia fatal. Era como si tuviera dos mujeres que hacian relevos para estar con el encerradas; porque cuando salia por la noche del apartamento y yo me despedia de el, cogia el metro y se iba a su casa con su mujer. Y yo me pregunto ahora hasta que punto eso tambien le estaba enfermando, dividiendo en una esquizofrenia de sentimientos divergentes hacia las dos. El decia

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