que era a mi a quien realmente queria, pero yo veia que en el fondo tambien dependia de ella, que le tenia un respeto extrano, como si fuera su madre protectora, no se, todo era muy raro. Los efectos del segundo dry martini eran ahora evidentes en su manera de hablar y de mover las manos. Esa progresion de sinceridad era tambien una forma de desnudarse ante Luis, una forma de hablar con alguien que sustituia a Antonio, una forma de despojarse de posibles culpabilidades, de enfatizar sus intenciones inocentes a la hora de presentar el diario al premio; una forma de contarle a alguien que lo conocia bien -o que creia haberlo conocido bien-, todo lo que habia estado guardandose durante muchos dias hasta convertirse en un personaje publicamente maquiavelico. Queria vomitar los argumentos que la podrian redimir de su presunta condicion de inductora de la muerte de Antonio. Queria librarse de la responsabilidad de algo que no podia asumir de ningun modo. Pero en su inconsciente albergaba unos temores de los que no podia escapar. Tal vez fueran estos el reflejo de los de Antonio, tal vez tendria que penar ahora y el resto de sus dias por una accion (la de presentar su diario al premio) que no habia tenido otra finalidad que la de ayudarle a salir de su bloqueo psicologico. Luis comenzaba a mirarla con una complicidad en la que no estaba ausente la ternura.

– Teresa, te entiendo… Supongo que ademas lo habras pasado fatal por haber sido presentada como la mala de la pelicula.

– Si, eso es lo que pense cuando Silvia me envio a la porra y me colgo el telefono. Yo solo queria compartir mis penas con vosotros, con la familia; contaros mi desconcierto por todo lo ocurrido. Necesitaba hacerlo desesperadamente, necesitaba sacarme esta espina que me ahogaba. Yo era complice de su adulterio, de su desgracia… Entiendo que eso fuera un motivo mas que suficiente para no querer hablar conmigo; pero… caramba, habia pasado algo mucho mas grave… Yo tambien queria a tu hermano, estaba enamorada de el; solo queria ayudarle, te lo juro…

Su respiracion se hizo entrecortada y acerco la servilleta a los ojos y a la nariz. Luis se sentia confuso al ver como, a la version que se habia formado a traves de la novela, de Silvia y de la prensa, a la version que habia caracterizado a Teresa Galvez con un tinte misterioso y manipulador, se estaba superponiendo otra que la convertia en una mujer mucho mas proxima y entranable. Ella seguia hablando sin parar, y esto reafirmaba a Luis en el papel de confesor, de psiquiatra o incluso de juez. Escuchaba pacientemente el monologo con una mezcla de severidad y comprension, y pensaba que ese monologo parecia contestar al escrito por su hermano. Por un momento se vio comprometido en esa duplicacion y penso que lo que ella estaba diciendo podria haber sido incluido tambien en la novela, para crear una voz desde la que se contaran las mismas cosas de otra forma, desde otra perspectiva. Se sintio fugazmente llamado a escribir esa novela en la que el seria un cuarto personaje, junto a Antonio, Gilabert y Teresa. Era como si, de repente, ella le estuviera iniciando en el juego, como si le estuviera animando a escribir un texto que hilvanase definitivamente los hechos.

– Luego llego un periodista y me puso un microfono ante el que yo senti que tenia la posibilidad de desahogarme, y empece a largarlo todo porque pense que era una forma de exculparme, de aclarar mis intenciones… Si, lo he pasado muy mal. He tenido que ir a un psiquiatra porque me he contagiado de los miedos de Antonio; yo tambien siento ahora las mismas angustias que el sentia. Estoy en un estado de ansiedad permanente y no puedo pensar en otra cosa que en lo que ha pasado, y en las implicaciones que yo tengo en todo ello. A veces me siento culpable y entonces bebo y me pongo peor. He sufrido mucho… Ser amante clandestino de alguien es algo que no desearia ni para mi peor enemigo; nunca puedes llamar cuando te apetece o cuando lo necesitas, todo tiene un aire de culpabilidad que lo hace insoportable; tampoco podiamos irnos los fines de semana porque el los dedicaba a Silvia; siempre me hablaba de ella…

– ?Que imagen te daba de Silvia? -pregunto Luis, dando una calada al cigarrillo y echando luego un trago de su Habana 7 con Coca Cola.

– Me decia lo mismo que escribe en la novela; me hablaba muy mal, aunque yo creo, insisto, que en el fondo la queria; a veces sentia miedo casi fisico de estar conmigo, un doble sentimiento de atraccion y desproteccion. Otras se bloqueaba en lo que llamaba «la situacion» y yo tenia que hacerle masajes en las sienes, con colonia, para que se le pasara. La musica le relajaba mucho: un dia le regale un disco de Meredith d'Ambrosio en el que hay una cancion titulada How is your wife, cuya letra describe una relacion desde la perspectiva de la amante, desde la perspectiva de una mujer que se ve visitada un dia a la semana por un hombre que siempre le habla de su mujer, de sus hijas, de sus flores, y yo le dije que esa mujer era como yo y entonces el me pidio por favor que no le exigiera nada en este momento de su vida, que todo le pasaria pronto y que entonces podriamos tomar decisiones. Pero cada dia estaba peor y lo unico que conseguiamos en el apartamento era que se angustiara por no poder escribir, por no poder hacer nada; con frecuencia decia que se sentia inspirado y me pedia que me fuera a dar una vuelta para poder trabajar, pero luego se deprimia mucho mas porque solo escribia su diario y no la novela, y entonces fue cuando yo comence a tener esa extrana curiosidad por enterarme de lo que escribia, por saber si podian tener sentido o no sus reflexiones sobre la novela; entonces fue cuando cometi el error de llevarme el disco del ordenador y…

Guardo silencio durante unos segundos; bebio el ultimo sorbo que le quedaba en la copita de cristal y busco en los ojos de su interlocutor el minimo relevo que le permitiera proseguir.

– ?Y por que crees que no queria mostrarte lo que escribia?

– Por pudor, por temor a que yo le juzgase como escritor por algo que el no habia h echo nada mas que para ordenar sus ideas; tambien, por otra parte, supongo, aunque eso no lo supe hasta leer el diario, esta el hecho de que yo sea el objeto de mas de un tercio de su novela, bueno, otra vez… novela o lo que sea… Es logico que no quisiera dejarme leer lo que escribia sobre mi.

Sus ojos se habian humedecido y su voz se vio repentinamente afectada por una confusa emotividad. Saco un panuelo del bolso y se lo llevo a los ojos.

– Pero tranquila, mujer, que tu no tienes ninguna culpa, no seas tonta. Estaba escrito que tenia que pasar asi y asi paso -dijo Luis, echando mano a una frase topica. Ella siguio hablando.

– Fue una gamberrada de nina, como cuando de pequena tiraba bolsas de agua a la calle desde el atico del balcon de la casa de mis padres… Pero no se, en cualquier caso, a mi me parecio que lo que lei tenia una cierta gracia, tenia una cierta autenticidad que podria ser valorada en un premio; aunque lo presente sin pensar que ganaria…; y no se lo dije a el porque, bueno, crei que si realmente ganaba, entonces se pondria muy contento… y lo malo es que gano y…

La Gaceta Ilustrada, 23 de marzo de 1997

Lopez y yo

Antonio Lopez (seudonimo de Gustavo Horacio Gilabert)

El triunfo de la simetria

Gustavo Horacio Gilabert agrega con Lopez y yo otra brillante novela que participa de un tema que ya comienza a ser enteramente suyo: el de la relacion entre literatura y realidad. Si bien es cierto que este mismo tema habia sido desarrollado en algunas de sus novelas precedentes, en Lopez y yo ocupa un espacio y un protagonismo mucho mayor. Ya en El poeta Aquiles (1975) encontrabamos a un grupo de escritores llamado Homero, afanados en redactar el canto XXII de la Iliada (aquel tan sobrecogedor que narra el aniquilamiento de Hector por Aquiles). La version de Gilamero, el mas joven de esos poetas, conseguia imponerse sobre las de los demas, a pesar de que estos querian substituirla por una en la que era Aquiles quien moria al ser atravesado su carcaj y su pecho por la certera lanza de Hector. Finalmente, era Aquiles mismo quien aparecia y destrozaba con sus propias manos las paginas de todos esos poetas, abarrotadas de rusticas rimas y torpes desarrollos. Tambien, en La mujer dentro del texto (1977) aparece un argumento metaliterario: un escritor recibe cartas de una bella mujer que ha leido su ultima novela y cree ser identica a la protagonista. El vanidoso escritor lo toma al principio como un intento de la joven para acercarse a el, pero cuando la conoce y habla con ella en profundidad, desfallece y muere de la emocion que le provoca un sinfin de coincidencias. Efectivamente, la bella mujer resulta ser identica al personaje de su novela: ambas -persona y personaje- son hijas de un polaco y una irani, ambas tuvieron un accidente jugando al polo que las dejo algo cojas de la pierna izquierda, ambas comparten el mismo caracter discolo por las mananas, cuando aun no se han tomado un cafe sin azucar.

En Lopez y yo, el autor parece querer llevar este ludismo metaliterario hasta sus ultimas consecuencias. Aqui se nos aparece el mismo Gilabert, convertido en personaje de ficcion, encarnando a un viejo editor que intenta por primera vez escribir una novela cuyo protagonista es un profesor de literatura llamado Antonio Lopez Daneri que, a su vez, da vida al editor. En un doble reconocimiento semejante al que se da

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