Nueva «introspeccion fructifera». Cierro los ojos y me concentro en Gilabert durante un rato. De repente, me siento corriendo por las arenas de un desierto lluvioso. El tambien corre junto a mi, mojado y risueno como los pajaros negros que cubren el flanco violento del oasis proximo a Alzaman. Me dice que hemos estado bebiendo te verde en la tienda de un tuareg, pero yo ya no me acuerdo ni del te verde ni del tuareg, ni del te verde ni del tuareg ni de nada. Con misteriosa expresion alevosa, Gilabert me cuenta que tiene un instinto infalible para guiarse entre los infinitos laberintos del desierto. Me sorprende que no estemos cansados, que no tengamos sed, que sigamos corriendo sin cuestionar la situacion. Me asegura que nos dirigimos a buen puerto y que pronto podra entrever los rasgos esenciales de un poema afortunado. Veo su lengua reseca moviendose dentro de su boca para recitar ese poema. Cuando consigo entender el titulo, pienso para mis adentros que se esta mofando de mi: ?Oh Lopez!, quien te ha visto y quien te ve. Comienza el poema y me pierdo en ese estado de dicha que solo puede dar la amistad. Recita de memoria, sin pensar. No entiendo lo que significan sus versos, pero reconozco una musicalidad que me hace sentir libre y feliz. Ahora canta con ardor un brillante alejandrino que festejamos con una sonrisa complice. Seguimos corriendo. Nos cruzamos con una caravana de camellos y un hombre nos ofrece agua en un cantaro que tiene el color de la encia de los leopardos. Sin contemplaciones, lo rechazamos desde nuestra vanidad inquebrantable, con unas palabras del Eclesiastes que dejan al hombre tendido en la arena. En ningun momento hemos aminorado nuestras zancadas. Seguros de comprendernos y hasta de querernos, proseguimos recitando el poema al unisono. No entiendo mi capacidad para recitar el poema con el, pero no me importa no entenderlo. Nuestras palabras rebotan entre las dunas y se pierden agigantadas en un horizonte ondulado. Sin ceder a la vacilacion o al desanimo, cantamos entusiasmados el estribillo con el que concluye cada estrofa: ?Oh Lopez!, de luna cobriza en la frente y perfil aindiado. Con nuestros versos (que ahora ya son solo nuestros) hemos conseguido desdibujar las curvas de arena y borrar atras la caravana de camellos, convertida en un gusanito oscuro que desaparece. Seguimos cantando el poema y nos parece que el poema es el desierto y que el desierto es el poema, de forma que ya no sabemos por donde nos hallamos corriendo, si por el poema o por el desierto. Llegamos a un pozo cegado y nos detenemos un instante para escuchar algunas de nuestras resonancias anteriores. Cosas sin nombre, cosas que se esfuerzan en ser reconocidas en un nombre. Hechos, hechos huecos que anhelan ser llenados de sentimientos, que brotan incansablemente de nuestras voces hasta perderse en cualquier espacio remoto. Abro los ojos. El ordenador se ha animado a dar vida a unas imagenes del desierto que yo no he tecleado en el. ?Sera que el piadoso Gilabert se empena en corregir mi soledad? ?Sera que escribe por mi unas palabras que yo no soy capaz de escribir? ?O sera que ha sentido celos al ver a Teresa como un barco de vela que viniera hacia mi desde la noche? Sonrio…

Gustavo Horacio Gilabert le pregunta al portero cual es el piso de Radio Nacional de Espana y este no vacila en indicarselo. Sube en uno de los cuatro grandes ascensores y al salir se encuentra con un largo corredor al final del cual halla a un hombre que registra las entradas en un anacronico libreton.

– Vengo a una entrevista con Mauricio Garcia Campos, para el programa «Usted es la estrella».

El hombre le pide el carnet de identidad y copia lentamente el numero y su nombre con una caligrafia esmerada pero un poco infantil. Luego le acompana a una sala en la que pronto aparece una azafata que le pregunta si desea tomar algo. Le informa que estaran en antena dentro de quince minutos y que el senor Garcia Campos no tardara en venir a saludarle. Al poco tiempo llega el presentador, quien, despues de dedicarle unas sonrisas histrionicas, le acompana al locutorio donde transcurrira la entrevista. Es una habitacion cuadrada, forrada con un corcho oscuro y granulado que permite una atmosfera en la que voces y sonidos se propagan con una claridad especial. En el centro hay una gran mesa circular de cuya periferia surgen, como cuellos de cisnes, unos microfonos adaptables. Le indican que ocupe una de las sillas giratorias y, cuando lo hace, observa el cristal rectangular tras el que se encuentra un joven barbudo con unos cascos de cuero negro. Por unos altavoces, se escucha el informativo que precede al programa para el que le han convocado. Cuando Garcia Campos se sienta y ajusta sus cascos, le dice a Gilabert que, como se emite todo en directo, tendran que hacer unas pausas para la publicidad. Luego le comunica algunas de las preguntas que le va a plantear. Gilabert asiente con la cabeza y anade «muy bien, muy bien». Llegan unos anuncios y Garcia Campos agrava su mirada hacia el tecnico que, detras del cristal, le indica con un dedo que queda un minuto. Llega la sintonia que anuncia el programa y la voz grabada de un anonimo locutor: «Usted es la estrella, dirige y presenta Mauricio Garcia Campos». Despues de una breve pausa, el joven barbudo senala al presentador y este comienza a hablar con impecable diccion radiofonica.

– Queridos amigos del programa «Usted es la estrella»; buenas tardes, ?como estan? Si en esta tarde de febrero les ha pillado la lluvia sin un paraguas que abrir en las manos, entonces estaran como yo, algo mojados y, quien sabe si tambien, como yo, algo resfriados. Bueno, no tiene demasiada importancia, ya saben aquello que dice que al mal tiempo buena cara… ?Recuerdan?; la semana pasada anunciabamos que hoy ibamos a tener con nosotros al escritor Gustavo Horacio Gilabert, para hablarnos de muchas cosas, pero sobre todo de su ultima novela Lopez y yo, cuya aparicion en el mercado se ha visto envuelta por la polemica y hasta por un cierto desconcierto entre los lectores y la propia critica, debido sobre todo a que su autor, que hoy nos acompana, no solo firmo su obra con el seudonimo de su personaje y protagonista, Antonio Lopez, sino que durante un tiempo nos hizo creer a todos que este era una persona real. Pues bien, como habiamos prometido, hoy tenemos aqui al verdadero autor de Lopez y yo, que no es otro, como muchos sospechamos desde un principio, que este gran escritor que se llama Gustavo Horacio Gilabert y que es autor tambien de novelas tan memorables como El poeta Aquiles o La mujer dentro del texto. Buenos dias, senor Gilabert. ?Como surgio esta idea de hacerse pasar por otro?

– Bueno, fue una ocurrencia que tuve un dia con un amigo cuando estaba terminando la novela. Como esta trata de plantear o jugar con la idea del autor, pense, ?por que no omitir oficialmente que soy yo quien la escribio?, ?por que no buscar a alguien que se haga pasar por mi protagonista? Ya que yo estoy dentro de la novela como personaje, ?por que no sacar a mi pequeno heroe fuera de ella? Y entonces hable con mi amigo Enrique Montoya, que no es una persona conocida a pesar de ser un buen actor de teatro, y le propuse que se hiciera pasar por Lopez, por este apocrifo autor de la novela, para ver si asi conseguiamos convencer a los periodistas y al publico en general de su existencia.

De nuevo la entonacion perfecta del locutor:

– Parece que, al menos inicialmente, su amigo se nego a hacerse pasar por Lopez.

– Si, porque, al principio, tenia miedo de no saber que decir ante los periodistas; pero luego, cuando leyo la novela y vio con claridad el juego que en esta se propone, entonces hablamos de nuevo, y yo le explique el tipo de contestaciones que consideraba mas oportunas y ello le parecio divertido y finalmente acepto.

– Y de todo esto, ?estaba enterado el editor?

– Si, claro, aunque fue muy dificil convencerle porque la cosa suponia convertir mi nombre en el nombre de un desconocido, y eso le parecio comercialmente peligroso. Es decir, yo firmaba el contrato, yo cobraba el anticipo, pero era Lopez (Enrique Montoya, el actor y amigo que se hizo pasar por el), un supuesto escritor enteramente desconocido, el que daba la cara apareciendo publicamente como el autor.

– ?Y como logro convencer a su editor?

– Bueno, le tranquilice diciendole que pronto se sabria la verdad y que se trataba de una propuesta metaliteraria que terminaria potenciando el exito de la novela. Ademas, le dije tambien que yo aparecia dentro de mi obra convertido en un viejo editor que esta intentando, por primera vez, escribir una novela; y esto le enternecio porque sabia que en cierta medida ese personaje era el.

– Pero ahora quedara para siempre Lopez como autor, porque su nombre es el que figura en las portadas de los libros.

– El juego consiste en que, con el tiempo, todos sabran que Lopez soy yo, y por ello tal vez pueda incluso firmar otras de mis futuras novelas con su nombre, como hacia Pessoa con sus heteronimos.

– ?Y que penso Enrique Montoya, su amigo que se hizo pasar por Lopez, al verse fotografiado y comentado en la prensa como un nuevo valor literario?

– Demostro ser un grandisimo actor al conseguir convencer a los periodistas y a todos los demas de que el era un joven escritor. La verdad es que nos divertimos mucho; era muy gracioso oirle decir a Enrique en la radio, con absoluta seriedad, que el hecho de que apareciera yo como personaje en su novela era un homenaje que el me hacia a mi.

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