– Te iba a proponer que nos vieramos.
– ?Cuando?
– Hoy, para cenar.
– ?Tu crees?
– ?Por que no? A mi me encantaria…
– A mi tambien, pero no se, es un poco fuerte.
– ?Por que?
– Pues porque tu eres el hermano de Antonio y Antonio murio hace menos de un ano y, no se… Es un poco fuerte… ?no?
– No veo por que… Es solo para seguir hablando… como amigos… Tengo dos entradas para ver una obra de Pirandello, y luego podriamos ir a cenar al chino del Maremagnum.
Acabo de fumarme tres canutos seguidos y me resulta dificil pulsar las teclas del ordenador. Me siento poeta y quiero escribir como los poetas. Ayer paso todo lo que tenia que pasar y fui plenamente feliz con Teresa. Es dificil explicar con palabras los pasos faciles hacia su desnudez, y la dicha que senti cuando la realidad no era otra cosa que una magia imperecedera en nuestra piel. Parecia que todas las cosas regresaban a nosotros y que la vida se justificaba en cada una de nuestras prolongadas miradas en la oscuridad. Fumamos la fruta del cannabis hasta que la voz del Gran Parodiador nos parecio una entrega de simbolos que nosotros tendriamos que cantar a las generaciones. Lo escuchamos en silencio, de memoria, porque sus palabras aprendidas nos revelaban el misterio del Aleph, y Beatriz Viterbo era una diosa de luz que se interpolaba entre nosotros intensificando cada sensacion. Imaginamos a Dante y a Virgilio, los imaginamos tomando el sol indolentes y aburguesados en el canto IV del
Pasan los dias en los que Teresa Galvez y yo nos entregamos incansablemente al amor. Son jornadas en las que no salimos apenas de este apartamento al que yo venia para vivir mi soledad. Silvia debe sospechar que algo me esta ocurriendo, porque no se disimular este encantamiento en el que vivo. Ademas, cada dia vuelvo mas tarde a casa. Pasan los dias en que no pienso ni siento nada mas que lo que me dicta este contacto epidermico con Teresa, con sus geografias y curvas, con sus calidas altiplanicies. Soy feliz.
Han transcurrido varias semanas desde que escribi estos ultimos desvarios pseudopoeticos. Durante estos dias, he estado viviendo sin pensar; o en todo caso he estado sintiendo mas que pensando. He sido otro al someterme a la enajenacion que encierra la mirada de Teresa. Ella me acaricia y yo la contemplo en su infinita belleza, y asi pasan las horas sin que nos contamine la afliccion de un pensamiento. Es como si el amor anulara esa direccion negativa del mecanismo conceptual, logico; como si, de repente, pudiera sustituirse una forma de vivir por la otra. Pero hoy he vuelto a reconocerme otra vez en mis pensamientos y ello me ha llevado a escribir estas lineas que arrancan de un momento en el que me siento realmente inspirado. Le he pedido a ella que me dejara solo para trabajar. Cierro los ojos y veo mi relacion con Teresa como un viaje que he vivido en un mundo extraordinario. Se que inclinarse hacia el pensamiento supondra llegar al fin de este viaje. Tal vez deberia intentar no pensar ni escribir para dejarme vivir en el sentimiento. Pero los conceptos se cruzan y se hacen inevitables. Hoy lo veo con la claridad del contraste: pensar me lleva a ser un hombre angustiado y atrapado en infinitos callejones sin salida. Debo luchar contra esa enfermedad de mi cabeza, debo intentar permanecer el resto de mi vida lo mas lejos posible de esta rutinaria reflexion que me atrapa. Seguro que me vendria bien olvidarme de la novela, vender mi ordenador y dejar para siempre este proyecto esteril. Asi encontraria la felicidad que nunca he hallado en mi vida. De hecho, la disciplina que me he impuesto durante lo que va de ano sabatico (viniendo aqui todos los dias para encontrarme con mi ordenador y con mi soledad), me ha inducido sistematicamente a pensar. Es como si me hubiera organizado el dia para ser esencialmente infeliz. ?Tendra esto el componente masoquista que ya descubrio en mi hace anos el psiquiatra que se mato en las costas de Garraf? Vuelvo a cerrar los ojos y a sentir la inutilidad de la vida. Sentir, pensar, hallar, reconocer y olvidar; todo se confunde en el leve murmullo que me llega ahora desde la calle…
Me sueno escritor sin serlo, me sueno creando un eco que me multiplica en certeras resonancias, en personajes a los que logro dar la dignidad de lo creible. Los detalles mas pequenos de mi vida -la voz de Bernardo al otro lado de la pared hablando con sus diversas mujeres, la alegria incomprensible del cartero en su rutina, las progresiones de luz de cada tarde intrascendente- se superponen en una falaz continuidad que yo quiero imaginar con sentido. Pero los objetos y las personas solo me pertenecen en la medida en que consigo sentirlos como reflejos de mis vivencias, de mis nostalgias, en la medida en que soy capaz de tener fe en este canje de equivalencias entre lo objetivo y lo subjetivo, en la medida en que pienso la profundidad como si fuera una superficie. Me gustaria ser una cinta de Moebius, un gusano de luz sin anverso ni reverso, una sola superficie sin fin…
Ahora, cuando estaba escuchando otra vez ese sonido atenuado por los cristales, he notado la presencia de una mosca que se ha detenido justo encima de la pantalla de mi ordenador. Es casi un moscardon, de esos que tienen un color entre verde y azul oscuro. Parece mirarme mientras escribo. Pienso en su vida y en este instante preciso de su vida. ?Como me vera desde su ojo poliedrico? ?Me vera multiplicado en cada uno de los hexagonos que lo componen? Entonces nunca sabra cual es mi imagen original y cuales las quimericas duplicaciones. El Gran Parodiador relacionaba los paralelogramos con el conocimiento, porque estos nos posibilitan la abstraccion de la simetria. Por eso, en «La biblioteca de Babel», todas las galerias son hexagonales.
La mosca sigue aqui parada. ?Quien sabe para que deidad superior sere yo una mosca como esta? Compararme con la mosca me hace un poco mosca. Miro el techo y pienso en la gigantesca suela de zapato de alguien que podria aplastarme como yo podria aplastar ahora mismo a este insecto, a este repugnante bichito que me mira con impertinente inocencia. Pienso en Teresa Galvez, pienso en el amor y decido concederle el indulto. Si yo me convirtiera milagrosamente en un gran escritor y estas mismas paginas pertenecieran a una obra que me consagrara, la mosca recibiria una pequena fraccion de mi universalidad. Se convertiria en un sujeto paciente, en un animal irracional que se eterniza en la especie; seria como el ruisenor de Keats que tanto impresiono al Gran Parodiador. No puedo evitar acordarme ahora de su magnifico gato en «El sur». Son palabras que nunca me abandonan en la soledad de mi memoria: «Pidio una taza de cafe, la endulzo lentamente, la probo (ese placer le habia sido vedado en la clinica) y penso, mientras alisaba el negro pelaje, que aquel contacto era ilusorio y que estaban como separados por un cristal, porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesion, y el magico animal, en la actualidad, en la eternidad del instante».