motivo por el que se habia interesado en jugar al golf con el otro editor.

– Matias, te queria comentar un asunto…

– Seguro que es un negocio, los catalanes siempre hacemos negocios mientras jugamos al golf.

– No, no es exactamente un negocio, aunque podria serlo… Mira, yo me quiero jubilar el ano que viene, y me quiero jubilar en serio, no soy de esos que aguantan hasta que se mueren un dia en el despacho… Nunca te he contado que siempre he tenido la ilusion de escribir, incluso he escrito toda mi vida pequenos relatos que se quedaron en algun cajon de casa y luego se perdieron.

– No me digas, ?o sea que teniamos un escritor sin saberlo…?

– Bueno, la cosa es que ahora, desde hace algun tiempo, llevo trabajando intensamente en una novelita que me hace mucha ilusion. Creo que pronto la tendre lista.

– ?Ah, si?

– Si, al principio, claro, siempre que la cosa me convenciera, yo habia pensado en publicarla en mi editorial, pero luego pense que eso seria demasiado facil… y que tal vez tu podrias leerla y aconsejarme un poco… Uno pierde la perspectiva para juzgar lo que hace…

– Gustavo -le interrumpio Matias Mora-, estare encantado de hacerlo. Primero la leere yo personalmente y te dare mi opinion, y luego la dare a leer, y si mas o menos los informes son favorables y le veo un cierto gancho, no dudes que te la publicare. Quiza podria encajar en la coleccion Gran Teide…

– Bueno, pero tampoco lo fuerces, me gustaria que…

– No, Gustavo, de la misma forma que te digo que no tendria ningun inconveniente en publicarla si estuviera bien, te digo que en esta coleccion no podemos colar segun que cosas…

– Bueno, tu echale un vistazo y dime algo. A lo mejor, si los informes de tus asesores son buenos y te gusta a ti, incluso me podria presentar a vuestro premio.

– ?Al Galaxia? -pregunto sorprendido Matias Mora-. No, hombre, ya sabes que nosotros seguimos la opcion de gente conocida…

– Bueno, pero en una de esas podria llegar a ser finalista, te advierto que yo seria un gran comunicador con la prensa…

Matias Mora miro hacia atras y vio que las mujeres estaban aguardando a que ellos dieran el segundo golpe y se alejaran.

– Oye, que nos estan esperando… Luego hablamos.

Cuando llego a los arboles, Gilabert vio como un coche electrico blanco que conducia un joven de uniforme gris alcanzaba en la calle a su contrincante. Alli intercambiaron unas breves palabras, y despues Matias Mora senalo en direccion a donde se encontraba Gilabert buscando su pelota. El coche blanco siguio hasta situarse a pocos metros de los espesos matorrales. El joven bajo y le acerco el telefono movil.

– Senor, su senora quiere hablar con usted.

Gilabert tomo el auricular y se lo llevo a la oreja.

– Gustavo, la nina se ha puesto muy mal; otra vez tiene cuarenta de fiebre y casi no puede respirar. He llamado al medico y le he convencido de que viniera a casa, y cuando ha venido me ha dicho que tiene una faringitis obstrusiva.

– ?Y que es eso?

– Es como si se le hubiera cerrado la garganta; no puede respirar bien; me ha dicho que si sigue asi, por la noche la tendriamos que internar, porque se dan casos de asfixia en los que tienen que hacerles una traqueotomia, o sea, una perforacion en el cuello para oxigenarles con un tubo. Gustavo, estoy muy asustada, y como ademas te vas la semana que viene al congreso de Puerto Rico…

Gilabert se llevo la mano libre a la cabeza y se atuso un poco el cabello. Luego observo los oscuros matorrales, la cara atenta del conserje, y al fondo, en la calle, a Matias Mora ensayando el movimiento afeminado de su sand blaster.

– No te preocupes, voy para alli ahora mismo, y si la nina no mejora en cuatro dias, anulare lo de Puerto Rico.

Intimidada por el sonido del telefono, la secretaria introdujo en una bolsa grasienta de papel el trozo de pasta dulce que le quedaba. Luego apreto la bolsa hasta arrugarla y espero unos segundos para poder terminar de masticar y tragar.

– Departamento de veterinaria, buenos dias.

– ?Podria hablar con el doctor Gonzalez Villanueva?

– El doctor Gonzalez Villanueva esta reunido. ?De parte de quien, por favor?

– Soy Andres Miguel Esteve.

La secretaria recordo el interes de Gonzalez Villanueva por localizar a Esteve, asi que dijo «un momento» y se apresuro a girar su silla abatible y a salir casi corriendo hacia la sala de reuniones. Cuando llego, llamo con los nudillos a la puerta, abrio sin esperar y anuncio con voz queda el nombre del filologo.

– Pasamelo a mi despacho -ordeno el veterinario, despues de dejar de escribir en un grafico en la pizarra que encabezaban las siguientes palabras: «Ratas, ciclos endogamicos».

Cuando llego a la comoda silla de su despacho, se reclino hacia atras y puso los pies sobre la mesa, como hacia cada tarde para hacer la siesta. Luego, como si fuera real, deposito el cigarrillo mentolado de plastico sobre el cenicero, cogio el telefono con las dos manos y mostro una sonrisa de oreja a oreja:

– Andresito, cono, llevo mas de un mes buscandote. Has desaparecido, ?donde estas?

– Llegue ayer. He estado tres semanas en Buenos Aires y luego en Montevideo, en un congreso sobre Homero… Ayer abri el paquete que contenia la novela que me enviaste y las dos cartas y los fax… Oye, pero esto debe de ser una broma que tu me haces o alguien nos hace…

El veterinario fruncio el ceno desconcertado.

– No…, no creo… ?por que?

– Bueno, pues porque ayer, cuando llegue, que llegue tarde y por eso no te llame, estuve hojeando un poco la novela (por cierto, no tengo ni la menor idea de quien puede ser su autor) y me llamo la atencion el hecho de que las cartas que me escribiste y adjuntaste con el paquete se reproducen literalmente dentro.

– ?Como dentro?

– Dentro de la novela.

– Eso sera porque tu secretaria las debio traspapelar y las incluyo…

– No, es muy evidente que forman parte de la novela; tienen el mismo formato, la misma tipografia y estan numeradas correlativamente con el resto de la novela.

Gonzalez Villanueva bajo sobresaltado los pies de la mesa y se incorporo.

– Pero eso es imposible, Andresito… -Hizo una pausa como para pensar-. Andresito, no me jodas, ?como van a estar dentro si yo escribi esas cartas despues de cerrar el paquete?

– Angel, no vamos a discutir ahora sobre lo que es posible y lo que no lo es porque estoy con el jet lag y me encuentro muy espeso… Mira, manana te llevo el paquete que me enviaste a tu despacho y lo compruebas con tus propios ojos…

– Andresito, cono, es imposible, es lo mismo que si me dijeras que esta conversacion que estamos teniendo tu y yo ahora por telefono, despues de colgar, vas y te la encuentras en la novela.

– Cono, Angel, no creo haber tenido una alucinacion; estoy un poco cansado por el cambio de horario, pero a esto llego. Si tu no sabes nada, entonces seguro que nos han gastado una broma.

– Pero, ?quien?

– Yo que se, tu secretaria, algun alumno, esto pasa a veces… Pero manana te lo llevo y lo ves.

Hoy la tierra y los cielos me sonrien, hoy llega al fondo de mi alma el sol, hoy la he visto, la he visto y me ha mirado… ?Hoy he salido de mi angustioso periodo de impotencia sexual! La Galvez y yo lo hemos celebrado con tres gloriosos sacrificios que hemos dedicado a Homero. [33] Tras esta serie de actos (que hemos sabido aderezar con entremeses y algunas otras guarrindongadas de naturaleza coprofilica), hemos permanecido exhaustos, durante mas de tres horas de inmovilidad casi letal, tendidos en el suelo de la cocina. Luego, con el ultimo sol de la tarde (que hemos visto avanzar en la pared y en el techo enmarcado por la sombra rectangular de la ventana) nos hemos ido recuperando hasta entrelazar nuestras manos y volver a mirarnos con una cursileria de querubines. Al incorporarme, euforico, he llamado a mi nuevo psicoanalista argentino para narrarle el prodigio y comunicarle el auspicioso rumbo hacia el amor que ha

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