con este panorama. Claro que podria organizarme para volver algun fin de semana aunque solo fuera para ver que ocurria, pero aun asi…
Aparecio al poco Adelita con una taza de te, la dejo sobre la mesa junto a mi, y ella se quedo de pie, esperando. Y como yo durante un buen rato no hice otra cosa que tomar sorbitos de te, abstraida en lo mio, fue ella la que una vez mas tomo la palabra: 'Si me dice que me vaya, lo comprendere', dijo, 'hare lo que usted diga, senora, pero quiero que sepa que yo no soy una ladrona, he tenido un mal momento, muy malo, ya lo se, pero no soy una ladrona, y usted lo sabe, senora, llevo cinco anos en la casa, bueno, cinco anos hara en el mes de julio, y nunca le ha faltado nada.' Se detuvo mientras yo la miraba por encima de la taza, esperando a que continuara pero sin apartar sus ojos de los mios, callada. Asi que hable yo.
'Bueno, Adelita, ?que me propone?' Yo habia oido mi voz pero no me parecia que fuera yo la que habia hablado, porque yo lo que queria era despedirla. ?O no? O ?tal vez ahora podia quedarse porque habiendo robado una vez y visto lo que habia ocurrido ya no volveria a hacerlo? Me acorde de pronto, como si un rayo de luz cruzara mi mente, del dia en que habia invitado a Gerardo por primera vez a cenar y el pescado habia salido mal. No es que estuviera podrido ni que oliera, pero si que habia quedado desmenuzado una vez salido del horno y apenas tenia sabor. Lo dejamos en el plato, el sonriente, yo avergon-c zada. 'Nunca mas le comprare pescado a esta mujer', dije, indignada, 'nunca mas.' El puso una mano sobre la mia con ese tono entre ironico y protector que utilizan los hombres al principio de una relacion: 'Pues haras muy mal', dijo, 'mejor volver con el pescado al puesto del mercado donde lo compraste, y ensenarselo. Te pediran mil disculpas, te daran otro y nunca mas te volveran a enganar. Asi es como funcionan las cosas.' Y asi fue. Desde entonces me habia servido siempre el mejor pescado y el mas fresco del mercado. Tal vez el truco sirviera tambien para Adelita. Siempre que dejara cerrada la caja, por supuesto. Y ?si se llevaba un cuadro? ?Que haria con un cuadro? ?Como podia saber ella donde se compra la pintura contemporanea, como la mayoria de los que yo tenia? No, no se llevara nada ahora, estoy segura, es mas, creo que tenerla aqui es una garantia contra el robo. Y, ademas, es cierto que la pobre bien merece otra oportunidad.
Adelita lloraba quedamente, sin suspiros ni hipos. Dos goterones le caian por las mejillas. La expresion de dolor se le habia inmovilizado en la cara, me miraba fijamente con los ojos anegados y seguia de pie sin balancear el cuerpo ni cambiar el peso de una pierna a otra. Imperterrita y sumisa.
'Digame, Adelita, ?cuanto le dieron por la sortija?' 'Ciento setenta y cinco mil pesetas', dijo en un susurro.
Una oleada de indignacion me levanto de golpe del sillon.
'?Ciento setenta y cinco mil pesetas por una sortija que hace veinte anos costo un millon?… La enganaron, Adelita. La enganaron miserablemente, asi que somos dos las enganadas.' '?Que iba a saber yo? Ni siquiera sabia que esa joya valia tanto. Yo no entiendo de joyas, senora, yo nunca las he tenido.' Y comenzo de nuevo a sollozar.
No puedo, pense, no puedo aguantar todo esto ni un minuto mas. Creo que fue este el motivo por el que, sin darle mas vueltas, acuciada por las ganas de acabar de una vez, me acerque a ella, le puse las manos en los hombros y le dije: 'Adelita, yo no quiero que se vaya, quiero creer que es cierto que es la primera vez…' 'Se lo juro por mis hijos y por mi padre, que en paz descanse.' No lloraba ya, me miraba de esa forma entre altiva y justiciera que tenia de mirar y se persignaba y se besaba el pulgar una y otra vez.
'Dejese de tonterias, Adelita, vayamos al grano, que ya no puedo mas', casi grite. 'No se ira pero ha de prometerme que nunca mas me dira una mentira, y que, si le ocurre algo, o necesita dinero, recurrira a mi, no a mis cosas. Ademas, quiero saber ahora mismo la direccion del joyero. La escucho.' Al principio dudaba, pero no me costo convencerla: '?No se da cuenta de que la han estafado? Le han tomado el pelo, se han quedado con la joya y a usted le han dado unas migajas y ahora es usted la que carga con la culpa. ?No se da cuenta?' 'Tal vez si', dijo, compungida, 'yo de estas cosas no entiendo, yo cogi lo que me dieron, porque no se el valor de las joyas.' 'Pues deme el nombre del joyero y la direccion', esta vez mi voz era firme y surtio efecto.
La suya, en cambio, era un mero susurro, cuando dijo: 'Joyeria Reina, paseo de la Constitucion, 27', que yo anote de cualquier modo en mi agenda. Y en seguida me deje caer, exhausta, mejor dicho derrotada, pero en el fondo apaciguada porque todo se habia simplificado en un instante.
Ella se arrodillo junto a mi y me tomo la mano. Yo me deje hacer, convencida de que no podria evitarlo y procure no oir las alabanzas y los agradecimientos que salian atropelladamente de su boca. Y cuando me parecio que comenzaba ag repetir el discurso por cuarta vez, la interrumpi: 'Bueno, ya esta bien. Ahora usted a lo suyo y yo a lo mio.' No habia acabado aun cuando sono el telefono. Seria Gerardo.
Me levante, sali del salon y me precipite a la consola de la entrada.
'?Diga!', grite.
'?Dorotea?' 'Aqui no hay ninguna Dorotea, dejen de incordiar con tanta Dorotea. Aqui no hay ninguna Dorotea, este no es su telefono' y colgue.
Adelita, detras de mi, se hizo eco de mi indignacion: '?Es que ya no se puede tolerar!' Fruncia los labios y echaba el menton para adentro. 'Se lo dije al sargento ayer, tendrian que hacer algo para evitarlo porque no podemos estar todo el dia con Dorotea no esta aqui, aqui no hay ninguna Dorotea.' Por la desenvoltura con que solto la parrafada me di cuenta de que habia dejado de torturarse, como si todo hubiera pasado, y mientras subia a mi habitacion oyendola murmurar todavia sobre Dorotea, y despues, cuando me asome a la ventana y la abri para que entrara el sol de invierno, y mas tarde, aun sentada sin saber que hacer, me parecio que tenia razon, que la historia del robo, mis dudas, el viaje al juzgado y nuestra intermitente e inacabable conversacion no solo eran cosa del pasado sino que, bien mirado, se diria que ni siquiera habian ocurrido. ?Que descanso! Si, que descanso, pero tambien tras el sosiego y la paz que sucede a la solucion de un problema, esa inquietud de origen desconocido que asoma al comparar lo que hemos hecho con lo que querriamos haber hecho, y la amarga conciencia de que no somos mas que un soplo, una invencion, casi una patrana o, mejor aun, una marioneta en manos de fuerzas ocultas que viven en nuestro interior y mueven nuestros brazos y nuestras manos al margen de nuestra voluntad. Quiza fuera esta la razon por la que me resistia aun a hablar con Gerardo, como si me sintiera culpable y no tuviera demasiados argumentos para justificar mi conducta. Aun asi, un poco antes de la hora de la comida, lo llame: 'Pero ?estas loca? ?Como se te ocurre quedarte con esta mujer despues de toda la historia que me has contado! Te vaciara la casa cuando no estes.' 'No seas exagerado', repeti parapetandome ofendida en mi postura, 'no la ha vaciado en todos estos anos, no lo va a hacer ahora, despues de lo que ha pasado. No es una ladrona, es una buena persona, ha tenido un mal momento, esto es todo. Todos tenemos un mal momento.' Gerardo estaba furioso: 'Has actuado como una criatura, una nina pequena que se deja convencer con cuatro palabras. Nadie diria que eres profesora en la universidad ni que tienes los anos que tienes.' 'Cuarenta y siete. Cuarenta y siete he cumplido hace dos meses, cuarenta y siete, ?y que?'. Todo me parecia un ataque.
El no veia mas que desastres, yo me negaba a abandonar mi punto de vista por mas que me decia que no le faltaba razon. Pero no quise ceder. En vano intento convencerme, yo me habia hecho fuerte tras mis argumentos y ni queria ni sabia como pasarme a su bando. Ademas, estaba muy alterado. Nunca nos habiamos peleado desde que estabamos juntos. No es que vivieramos juntos, lo cierto es que nos veiamos poco, aunque siempre estabamos en contacto. Yo vivia en Madrid.
A veces el, que vivia en Barcelona, iba a buscarme al acabar el semestre y haciamos un viaje o iba a pasar unos dias conmigo a mi casa cuando podia dejar su oficina de contratas, aunque la mayor parte del tiempo que teniamos libre yo me instalaba en su casa de Barcelona, la ciudad donde yo habia vividoa antes de irme a estudiar al extranjero. A mi, la solucion me parecia perfecta y bastante definitiva, pero el la consideraba provisional.
Ojala me hubiera ido esta vez a la ciudad con el, ojala no me hubiera enterado del robo de la sortija.
Nunca miraba el joyero, ?por que habia tenido que hacerlo esta vez?
Todo habria sido mucho mas facil, no pude evitar pensar, confundida y dolida, por el golpe del telefono.
?Habia sido yo la que habia colgado o habia sido el?
Al dia siguiente, me fui a Toldra en busca de un abogado.
Podria haber ido a ver a Felix Baltasar, el abogado de mi padre en Barcelona, pero me parecio mas adecuado encontrar a uno de la zona. Fui a la empresa de Vallas Metalicas Palau, donde me conocian, y me informe. Me dieron la direccion y el telefono de un abogado, Perez Montgui9, 'de toda confianza' me dijo el senor Palau, 'aunque hace poco que lo conocemos porque acaba de abrir su bufete, pero ya tiene muchos clientes y todo el mundo esta contento. Digale que va de mi parte'.
Llame y me concedio una entrevista aquella misma manana, 'ahora mismo, si puede ser, porque tengo que ir