pude evitar asomar la cabeza por la ventana y mirar hacia la higuera lejana, lejana y vacia, supuse, porque la noche se habia aduenado ya del paisaje y, deslumbrada por la luz de las habitaciones que habia dejado encendidas en toda la casa, no lograba distinguir los perfiles de las sombras.

Pero fue solo un instante. El denso hedor a colillas me llegaba desde los cuartos y de pronto comprendi, con toda la virulencia de una realidad incuestionable, que tendria que pasar la noche en esta misma casa. Algo habia en todo el desorden que me impidio dormir en mi propia cama, y como pasaba el tiempo sin que fuera capaz de reaccionar, atenta solo a la improbable llegada de Adelita y al progresivo ruido de motor que asomaria desde el fondo de la noche, cogi un par de mantas del armario de la ropa, que encontre intacto, y me tumbe en el sofa del estudio a esperar.

El zumbido de moscardon de la mobilette no llego hasta el amane-g cer, rompiendo mis suenos inexplicablemente placidos para una noche tan llena de sorpresas. Incluso con la atencion alerta, debio de rendirme el cansancio a una hora imprecisa, tardia y oscura, que no pude recordar al abrir los ojos y encontrarme con el cuerpo dolorido en un lugar que a primera vista no reconoci. El zumbido se detuvo abruptamente tras dos o tres inutiles explosiones y el silencio rodo otra vez por la luz del alba. El recuerdo de la noche anterior aparecio con la virulencia y la claridad de un rayo. Aparte la manta de un manotazo, me puse los zapatos, y a una velocidad que no habia alcanzado hacia anos, baje la escalera y sali por la puerta de la cocina hasta detenerme en la casa de Adelita. Ella debia de haber entrado ya, no se oia una voz ni habia una luz prendida, pero yo no me arredre: con golpes violentos en la puerta de su casa llame con insistencia hasta que abrio, abrochandose la bata y bostezando, talmente como si yo la hubiera despertado.

'Que tal, senora', dijo, sonolienta, cortando un pretendido bostezo con la palma de la mano, 'perdone pero no la oia. Estaba tan dormida.' 'Vistase', ordene con voz apremiante, 'y vaya inmediatamente a la casa. Limpie, barra, friegue y arregle todo el desorden hasta que acabe, no me importa la hora que sea ni lo cansada que este, y mientras tanto me cuenta a que equipo de futbol, a que colectivo ha invitado a una juerga en mi casa.' Por primera vez, no supo que contestar, o tal vez prefirio no hacerlo. Debia de haber tenido el tiempo justo para ponerse la bata encima cuando yo llame porque se recogio al interior viciado de su vivienda y salio al instante, vestida y con un delantal en la mano.

Me siguio pensativa y sonrojada y entramos las dos en el campo de batalla que ahora, a la palida luz del amanecer, adquiria trazos mas lugubres aun, como el rostro de lai resaca, tras una noche de borrachera.

Era evidente que no tenia excusa, si acaso solo una explicacion.

Y este es el camino que tomara, me dije. Conociendo su capacidad de fabulacion y de drama, no me habria extranado que me contara una tragedia sobre cualquier familia indigente en busca de un techo donde celebrar sus festejos y que ella, en su infinita bondad, no habia podido resistirse, ni que despues se arrodillara pidiendo perdon al tiempo que, arrebatandome una de las manos, la besaba y la llenaba de lagrimas o de baba. Pero no fue asi, sus recursos eran inagotables.

'Bien, senora, sera mejor que le diga la verdad.' Estaba de pie en una actitud de gran dignidad, como si estuviera a punto de contarme algun secreto atroz que ella habria querido evitarme. 'Comprendo que he hecho mal y que deberia haberselo dicho, pero no me atrevi.

Esta es la verdad. La confianza que siempre me ha tenido y con la que yo le he correspondido me impulso a tomar la iniciativa -cuando se ponia a contar su vida hablaba con precision y soltura- y a celebrar en esta casa, que durante tantos anos he considerado mia, la boda de un hermano de mi marido que, pobre, vive en el pueblo y apenas le dan los campos para vivir.' 'Y ?tambien ha invitado a dormir a la familia entera?' 'No, senora, todos han dormido y duermen repartidos en varias casas de la familia, en el pueblo.

Incluso el dia de la fiesta, hace dos dias.' 'Entonces, ?por que estan todas las camas de la casa deshechas, sin sabanas y las habitaciones sin hacer y en total desorden?' No titubeo ni dejo de mirarme fijamente a los ojos al responder: 'Tuve que ir a casa de mi madre que me necesitaba, ya sabe, la diabetes, y no tuve tiempo de arreglar el desorden que habia causado la fiesta, pero pense que ya que teniaa que limpiar a fondo en cuanto volviera, como ya llega el buen tiempo podia aprovechar para quitar las mantas, cambiar las sabanas y hacer la limpieza de temporada de todas las habitaciones. Pero no me ha sido posible volver hasta hoy.' Sus ojos seguian clavados en los mios y ella estaba inmovil, a todas luces esperando mi respuesta, que no llego. Le dije simplemente: 'Pongase a limpiar y, aunque toda su familia este agonizando, no se detenga hasta haber dejado la casa completamente limpia y ordenada.' La oi durante horas barrer, fregar, limpiar y sacudir. Paso el aspirador, frego los suelos y la escalera, limpio los cristales, puso lavadoras, y hasta le saco brillo a los jarros dorados y plateados, tendio la ropa y, muchas horas despues, cuando casi habia acabado el trabajo de la casa, la recogio, la plancho y la guardo, y se llevo varios sacos de basura y un cesto lleno de botellas vacias al contenedor que habia en el camino. Con lo unico con lo que no pudo fue con el ultimo jiron de apestoso hedor a agrio que habria de rondar por la casa durante muchos dias aun. Eran las cinco de la tarde cuando se acerco a mi, que iba y volvia del estudio y deambulaba vigilando que no se escapara con cualquier pretexto, y me dijo: 'Ya esta todo como estaba, senora. No se ha roto nada. Todas las botellas que ha visto las trajeron ellos, igual que la comida que yo misma cocine. Nada se ha perdido, nada se ha gastado, senora.' Y en un tono mas humilde, siempre sin apartar la vista de mis ojos, con esas pupilas oscuras y penetrantes que se le ponian cuando queria mantener fija la mirada, dijo: 'Para que todo este igual que antes, solo me queda pedirle perdon otra vez y que usted me perdone.' No habia servilismo en la voz, sino pesar sincero y digno.

Yo no habia dicho una palabra desde aquella hora del ama-c necer en que la habia sacado de su casa. Supuse que no habia comido ni bebido ni habia dormido tampoco. Pero ni me habia conmovido ni me conmovia ahora. En el mismo tono que ella habia empleado, respondi: 'Si ha terminado con mi casa, puede comenzar ahora con la suya.

Recoja todas sus cosas, saque a su marido y a sus hijos de la casa y vayanse. Les doy tres horas.

Esta noche tienen que haberse ido todos.' La cogi desprevenida. Unos minutos pasaron en los que me parecio que habia ganado la partida, que se iria sin mas protestas ni quejas, ni llantos. Cuan equivocada estaba. Arremangandose como para darse animos y preparar la oposicion a tan injusta decision, y dejandose llevar por la conviccion de que de nada le serviria jugar una vez mas a la planidera, se puso las manos en la cintura como un cantaro y bramo: '?Ah, no! De aqui no me echa usted tan limpiamente. No tiene nada contra mi, asi que por lo menos tendra que indemnizarme por los anos que he estado en la casa, tendra que reconocer que no ha pagado la Seguridad Social, tendra…' Ahora era yo la que estaba roja de colera y, si bien no me puse en jarras como ella, la agresividad me hizo crecer, porque desde la altura de mi indignacion, la vi mas baja aun de lo que era: 'Reconocere lo que sea ante el juez, pero primero tendra usted que denunciarme y luego veremos como se las arregla para sobrevivir, porque lo que ha ocurrido en esta casa se sabra en todo el pueblo, en Toldra y en Gerona si hace falta, haya usted hecho las trampas que haya querido para que su caso lo eludiera la justicia. Aqui hay un embrollo que, no lo dude, acabare descubriendo, y usted sera la peor parada. Asi que, vayase en buena hora y si quiere denunciarme, lo hace.

Yo tambien tengo mis recursos.' Yo misma quede sorprendida de la furia con la que habia dicho estas palabras y la inapelable amenaza que desprendian. Una profunda ira soterrada durante las ultimas horas, y quien sabe si durante los ultimos meses, habia asomado en mis gestos y se habia manifestado en la violencia contenida de mi voz y en la parquedad de un discurso que habia repetido durante toda la manana.

Despues, silencio. Yo recupere poco a poco la cadencia de la respiracion y me senti de pronto liberada de un gran peso. Era consciente de la autoridad que, sin saber por que, habia sabido imprimir a mi amenaza y a mi actitud.

Y las consecuencias que pudiera tener el despido no me importaban en absoluto.

Adelita me miraba atonita, sorprendida por una estampa que no habia visto nunca, que no conocia, y asustada como estaba le faltaba poco para echarse a llorar. Pero hice caso omiso. Cuando, callada y aturdida, se dio la vuelta en silencio para entrar en su casa, yo la segui dispuesta a cruzarme de brazos, armarme de paciencia y asistir al desmantelamiento de su hogar y al embalaje de sus pertenencias. Nunca la habia visto tan agobiada como cuando se dirigio a su marido y al hijo que con el estaba mirando la television. Se pusieron los dos en pie, vagamente desconcertados, y ella les hablo en voz tan baja que el marido tuvo que inclinarse para oirla. Luego me miraron con rencor, mas por haber interrumpido el programa, pense, que por tener que irse de la casa.

Y comenzaron a rodar por las habitaciones, no mucho mas aseadas que mi propia casa unas horas antes, siguiendo sus indicaciones. Yo me quede de pie, apoyada en la entrada del comedor desde donde veia los cuartos y la cocina. No porque quisiera vigilar lo que se llevaban, porque creo que no habia entrado en la vivienda de los

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