sino con la sangre, y la sangre es un fluido soberbio. Fuera de la familia hay cosas mucho mejores que dentro de la familia, pero nadie ha logrado demostrar -no al menos por escrito- que el genero humano tenga un interes especial en conseguir lo mejor. El genero humano enseguida se siente a gusto en cualquier infierno, porque el infierno es su casa natural. El genero humano, en resumidas cuentas, solo visita los paraisos para pegarles fuego o para mearse en ellos.
Y con esas y similares elucubraciones me dormi.
A la manana siguiente, muy temprano, llamo Sam Benitez, a quien teniamos un poco perdido en el desenvolvimiento de esta historia. «Oye, cabron, ?que pasa por ahi?» Me dio un par de semanas para rematar la faena de Colonia y le dije que me parecia un plazo razonable, aunque yo, la verdad, habia estado regando la semilla de incertidumbre que el Penumbra planto en mi espiritu y, a esas alturas, estaba casi convencido de que todo consistia en una trampa, en una operacion ruina. En el celebre
Sabia de sobra la respuesta, pero no me resisti a hacerle la pregunta: «Sam, ?vas a meterme en un lio?». Y me juro por lo mas sagrado que no, aunque preferi no preguntarle que era para el lo mas sagrado.
Poco despues de la llamada de Sam, recibi una llamada de Cristi Cuaresma. «Creo que merezco una explicacion», fue casi lo primero que le dije. «?Explicacion? ?Que explicacion? ?De que me hablas, muerto en vida?» (Yo me referia, como es logico, a la jugarreta narcotica que me hizo en Roma.) Al final, no me dio explicacion alguna, pero si al menos un poco de informacion: «Mira, no recuerdo ni lo que te puse en el vaso. Creeme. Eche mano de lo que llevaba en el bolso. Una compota. Un poco de esto y un poco de aquello, y en dosis casuales, ?me entiendes? Me daba pena verte tan muerto». Y en eso quedo la cosa. (Lastima, en el fondo, de formula perdida: aquello funcionaba.)
Le dije que la avisaria con tiempo para vernos en Colonia. «?Ira de verdad el Penumbra?» (Por supuesto.) «?Lo has visto?» (?A quien?) «?Donde esta?» (?Donde esta quien?) «?Me tomas el pelo, fiambre?» (?Que pelo?) A todo le daba yo largas, en fin, porque era mi turno de poder, y no porque me gusten esos equilibrios, tan mezquinos de fondo y de forma, sino porque, como me advertia mi padre, muestrate debil e incluso los debiles te avasallaran.
Se empeno en que le diera el numero de telefono del Penumbra, pero le dije que tenia instrucciones concretas de no darselo, e insisti en esa especificacion para echarle un poco de sal en la herida. «?Donde vive?» (Ansiosa, olisqueando el rastro de su perro…) «Y de dinero, ?que?» Le dije que de eso ya hablariamos. «Quiero un adelanto», y le replique que a veces los adelantos se retrasan. «Oye, tu, ?eres un muerto o un hijo de puta?» Pero no le despeje la incognita.
El primo Walter se levanto temprano, para mi sorpresa, ya que en mi subconsciente -o en algun sitio similar- daba yo por hecho que los filosofos epicureos posmodernistas -por asi decir- tenian la costumbre de levantarse a las tantas.
«Buenos dias, primo Jacob. Esta noche he sonado con la Monja Ensangrentada. Era la duena de un cabaret gore.» Dios mio, que mal aspecto tenia Walter por la manana. Que malo. Parecia haberse escapado de un quirofano paquistani a mitad de la operacion.
«He leido algunas de las cosas que me diste.» Se desperezo y destapo la cafetera para inhalar sus vapores amargos con gesto de druida ante el caldero. «?Y que tal?» Le dije que muy bien, compadecido de su aspecto. «No creo que seas del todo razonable, pero intentas ser al menos racional, lo que no es mal punto de partida para sistematizar una filosofia irracionalista.» Y nos reimos. «Peor seria que fuese un irracionalista disfrazado de sofista borracho, ?no te parece?… Si, con un poco de leche, por favor.»
Desayunamos amenamente, entre bromas y esgrimas conceptuales. Aprovechando que tia Corina estaba aun acostada, ya que me habia prohibido que atosigara a mi primo con mis tipicas interpelaciones (??), le pregunte a Walter por el motivo de su visita. «Ah, muy sencillo», dijo con despreocupacion, «porque me estoy muriendo.» Y la taza de cafe se me quedo paralizada a la altura de la barbilla.
«…Si te fijas, es una frase que no puede pronunciar todo el mundo, porque mucha gente se muere sin tener que estar muriendose. Pero yo puedo pronunciar esa frase: estoy muriendome, primo. Me queda poco. Ya sabes lo que dijo san Agustin: 'El alma teme su propia muerte, no la del cuerpo'. Pues bien, yo temo todo lo contrario. Pero…», y se encogio de hombros.
?Como se puede reaccionar ante una revelacion de ese tipo? ?Dandole una palmada en la espalda? ?Diciendole que los medicos se equivocan? ?Asegurandole que existen otras formas de vida incomprensibles para los vivos? ?Recordandole que siempre le quedara la posibilidad de seguir entre nosotros gracias a la
«He venido porque quiero nombraros mis herederos. La vieja no me dejo una gran fortuna, pero a Corina y a ti os daria para vivir con holgura un par de veces mas. Sois mi unica familia.» Les confieso que me conmovio aquel gesto, aquella lealtad a un vinculo de sangre que casi no era ya un vinculo, a fuerza de tiempo y de distancia, y mas teniendo en cuenta que tia Corina entraba para el en la categoria de los parientes adoptivos.
– Gracias, primo.
– No hay de que.
Y abrace timidamente al moribundo.
Cuando se levanto, le conte a tia Corina lo de Walter y se le saltaron las lagrimas. Corrio hacia el y tambien lo abrazo. «Eh, eh, que estoy muy delicado.» Resultaba admirable el aplomo de aquel condenado a muerte. Su sosiego ante el peor de los desasosiegos: la cuenta atras certificada.
Tia Corina le pidio detalles de su mal, pero el primo se mostro esquivo: «Lo de siempre: tu cuerpo se harta de ti y decide suicidarse».
Como hacia que se yo cuanto que no me pasaba por el apartado de correos para recoger la correspondencia, invite a Walter a que me acompanara, con la idea de dar luego un paseo, porque estaba el dia esplendoroso, y la alegria de la luz solar pasa por ser un estimulo para los enfermos, aunque les confieso que si yo estuviese deshauciado, meteria la cabeza debajo de una manta y no saldria de alli hasta que llegasen los de la funeraria, porque no se me ocurre que haya nada peor que despedirse para siempre de un mundo en estado fastuoso. Pero, bueno, demos un poco de credito a los lugares comunes, aunque estoy convencido de que la muerte resulta mas llevadera en Helsinki en el mes de noviembre que en Montecarlo en el mes de julio.
Tia Corina y yo apenas recibimos cartas, aunque si facturas, como todo el mundo, y montones de ellas habia en la casilla. Tambien recogi -menos mal- el segundo aviso de un envio certificado, a punto de ser devuelto por cumplirse el plazo fijado para la recogida.
Resulto ser un paquete que me remitia Marcos Travieso desde Camaguey, alla en Cuba, de donde es natural y adonde regreso despues de trotarse medio globo, cansado ya de emociones y de peregrinajes, aunque, por no se que tipo de dispensa castrista, pasa largas temporadas en Montevideo, de donde era Clara, su mujer, ya fallecida. (Quiza para rastrearle el espectro mas de cerca, digo yo, ya que los espectros van cobrando mas y mas importancia a medida que se aproxima nuestra transformacion en espectro.) Fue Marcos un buen amigo de mi padre, y ahora debe de andar cerca de los noventa, muy retirado de todo, aunque, segun me decia, con muy buena salud. Su fuerte era la ciencia bibliografica, y hasta hace poco compraba y revendia libros raros como joyas -y caros como ellas-, ya que tenia un olfato privilegiado para rastrear bibliotecas de herederos poco entusiastas y tambien un tacto primoroso para tratar con bibliofilos en apuros. «Te mando estas chucherias por si puedes colocarlas a buen precio. Estoy desconectado de la lonja. Cualquier cosa que hagas me parecera bien, como bien me parecera lo que consigas. Se que puedo confiar en ti, igual que siempre pude confiar en tu padre. A estas alturas, necesito poco, y ya voy aliviando el equipaje», me decia en una nota. Lo que Marcos Travieso me adjuntaba eran dos guaches de Torres Garcia, el mecanoscrito -con centenares de correcciones: barroquismo sobre barroquismo- del capitulo VII de