decia el argentinito Macedonio Fernandez: corregir es la clave del exito, corregir es lo que nos vuelve geniales.» Y me dio todo aquello. «Ya me cuentas.»
Walter se habia acicalado a fondo esa tarde. Estrenaba ropa olia a colonia densa y los zapatos le brillaban. Pero aquello, no se por que, no conseguia camuflarle el mal aspecto, sino realzarselo. «?Tienes planes?», le pregunte, no porque me interesara la respuesta, sino por esa cualidad de cortesia que poseen a veces los signos de interrogacion. «Si. Voy a ir al tanatorio a dar el pesame.» Le pregunte que a quien, como era logico, porque el no conocia a nadie en la ciudad, al menos que yo supiera. «A los familiares de los fiambres en general. A la gente que vea llorando por alli.» Asenti como asentiria alguien a quien su peluquero le asegura que el fin del mundo sera el proximo miercoles por la tarde. «Quiero ser el muerto viviente solidario, primo. Tengo que ir acostumbrandome a ese ambiente. Me gusta saber donde voy a acabar. Es una visita turistica. Una especie de inspeccion, digamos.» Y ahi quedo la cosa, por dar poco de si.
Cuando se fue a consolar a los deudos de difuntos extranos, eche el rato leyendo sus papeles, mecanografiados pero lleno de adiciones y de tachaduras, hasta el punto de parecer aquello un palimpsesto. Si el precepto de Macedonio Fernandez resultaba eficaz, el primo Walter tenia muchas papeletas para acabar convirtiendose en un genio: a la genialidad por la tachadura.
Entresaco de aquel desconcierto de papeles algunos parrafos para que aprecien la tecnica de predicacion del primo Walter desde su pulpito brumoso:
?Que ocurre en las peliculas dulzonas cuando dos personas en celo se miran a los ojos por primera vez y adivinan mutuamente en ellos el fulgor de cinco soles cinco veces mayores que el sol propiamente dicho? Pues que acaban besandose. (Y luego hacen el amor -jin, jin, ay, ay- como perros locos, asi haya maridos y esposas por medio, porque ellos estan secuestrados por la Pasion, esa atenuante moral que tan util resulta en teoria para los adulteros y que tan inutil resulta en la practica cuando en la casa del ex Amor Verdadero comienzan a gobernar los abogados.) Pero eso no es mas que una chapuza narrativa, o sea, camaradas, ya que lo normal seria que, ante el milagro de los ojos luminosos, y antes del folleteo, los dos deslumbrados se pusieran en principio de acuerdo en comprar a medias un coche, por ejemplo. Por respeto a la realidad. Porque ese seria un principio basico de realidad. La secuencia es muy logica: ojos fulgurantes = coche compartido. (Y quien dice coche dice cualquier otra cosa: un papagayo, un tocadiscos, una lancha… Algo.) A su debido tiempo, lo del beso y lo del folleteo esta muy bien, no digo que no, pero ?que subespecie ontologica de insensato hay que ser para irse a la cama con una persona sin saber si esa persona esta dispuesta a pagar las cosas a medias? Y digo las cosas, que quede claro. Las cosas materiales. No lo otro, lo abstracto. Porque es evidente que, cuando te lias en serio con alguien, estas pagando con todo lo que te queda de vida, sea mucho o poco. Con todo. El cien por cien. Y despidete del mundo. Y si tienes la suerte de que el negocio acabe mal, es posible que recuperes el mundo, pero desde luego despidete del coche, del papagayo, del tocadiscos o de la lancha.
Asi hablo Waltertustra, en fin, como quien dice.
No, no me he olvidado de eso: conocereis el dolor, ardera VUESTRA CASA. Lo que faltaba en el cuadro: un anonimo amenazante. «Yo no me preocuparia. Los anonimos siempre estan escritos con mano temblorosa», intento tranquilizarme tia Corina, pero le replique que las manos tiemblan a veces de ira.
Como era logico, le pregunte al portero Elias, el trotamundos de ilusionismo, aunque con resultado menos cero: «Hoy por hoy, los buzones son imposibles de controlar, ?que quiere usted que le diga?».
Sam Benitez llamo desde Bogota, adonde le habian llevado quien sabe que trajines. Le asegure que toda la logistica estaba en marcha. Cuestion de dias. Le comente lo del anonimo y me argumento lo previsible: que aquello era una pura pendejada, porque para el no parecen existir las categorias intermedias en lo relativo al ser: estas vivo o estas muerto. Si estas vivo, la muerte no cuenta. Si estas muerto, ?de que vas a preocuparte? Y yo estaba vivo.
Tia Corina charloteaba con el primo Walter en el salon, los dos muy animados, mareando generalidades. «Mira, Corina, a mi la literatura de terror me parece un pellizco de monja. Los que me aterran son los tipos como Dickens, por ejemplo, que se divertia haciendo que los ninos pasaran hambre en las novelas.» Y tia Corina se reia con aquellas apreciaciones oblicuas que conforman el entramado ideologico de Walter, que siempre ha vivido devorado no se si por la peculiaridad de su pensamiento o por sus imposturas de pensamiento. (Les confieso, de paso, que me irrito mucho la apreciacion frivola sobre el novelista de Landport, que precisamente nos ensena a vislumbrar el horizonte de la felicidad desde el pozo de la desventura, a concebir grandes expectativas desde la adversidad, y a quien le permitimos que palpe la parte mas blanda de nuestro corazon con la legitimidad que le otorga la limpieza del suyo.)
«Tenemos que hablar», le dije a tia Corina. «A solas», anadi. Walter puso gesto de fastidio y se retiro como si fuera el perro fiel al que su amo patea injustamente.
Le sugeri a tia Corina que era mejor que no me acompanase a Colonia, pero no solo me dijo que de ninguna de las maneras estaba dispuesta a quedarse en casa contando las horas como si fuesen siglos, sino que incluso se lo tomo a mal, pensando quiza que procuraba jubilarla. Me vi obligado a confesarle que tenia toda la pinta de tratarse de una operacion tramposa, sujeta a riesgos imprevisibles, y me dijo que entonces mas a su favor. Asi que desisti, aunque el hecho de implicarla en aquella aventura dudosa anadia comezon a mis comezones, que eran muchas. Ante la prevision de un cataclismo, preferia ir ligero de equipaje, y tia Corina constituia un equipaje dificil, aunque ella siga viendose como Campanilla, alada y luminosa. En caso de emergencia, yo podia dar un salto -como quien dice- a Belgica o a Luxemburgo, y alli anublar mi pista. Pero con tia Corina todo resultaba mas complicado, por mucho que me duela decirlo.
Era jueves. Como una excepcion («como una excepcion excepcionalmente insolita» seria tal vez la expresion adecuada), tia Corina nos invito a Walter y a mi a que la acompanasemos, detalle que les confieso que me encelo un poco, pues era una invitacion que jamas me habia hecho, y con ella nos fuimos al Casino Novelty.
Las amigas de jueves de tia Corina son tres viudas (de un fiscal, de un sastre y de un director de hotel), dos de ellas tenidas de un rubio inverosimil incluso para una muneca hinchable y la otra de caoba, las tres cargadas de abalorios, disfrazadas no ya para matar, como es logico y comprensible, sino mas bien para morir: para morir engalanadas y enjoyadas como grandes damas del Egipto faraonico si la muerte les echa el guante de repente ante un coctel y ante un carton de bingo.
Me parecieron simpaticas y frivolas, mercenarias del azar, sacerdotisas de lo aleatorio, y le daban al vaso. (Y a reir. Y a perder. Y a quejarse. Y a ganar. Como en un bolero.)
Una vez le pregunte a tia Corina que les contaba sobre nuestra forma de ganarnos la vida, porque algo tendria que contarles, y ese algo no podia mantener relacion alguna con la realidad: «Tenemos una empresa familiar de pompas funebres. Pense que era lo mejor para que no hiciesen demasiadas preguntas. A ninguna viuda setentona le interesa conocer detalles sobre el funcionamiento de una funeraria». Me rei. «Les he dicho que el negocio lo gestiona un pariente nuestro y que tenemos una participacion en los beneficios, para que tampoco crean que nos pasamos el dia maquillando cadaveres. Asi que, oficialmente, somos rentistas del ritual mortuorio. Cuando alguien tiene que quitarse de en medio un fiambre querido, nosotros ganamos dinero. Si lo piensas bien, seria una profesion estupenda.»
Si las amigas de tia Corina supieran en que trabajamos, no se horrorizarian, ya que se limitarian a no entender absolutamente nada. (?Como iban a entender que, en 1971, pongamos por caso, tia Corina cruzo la frontera francesa conduciendo una furgoneta en la que llevaba despiezado un retablo renacentista atribuido a Arnao de Bruselas y que, unas horas mas tarde, estaba en Marsella discutiendo a gritos con dos botarates armados el precio de aquella mercancia? Por ejemplo.) (A principios de los setenta del XX, dicho sea de paso, a mi padre se le ocurrio montar un pequeno negocio de ferreteria para que tuviesemos un asidero social y fiscal, aunque aquella aventura mercantil duro tres dias y volvimos a nuestros margenes.)
Desde el susto del coma, tia Corina se afano en dosificar los narcoticos andorranos y la bebida, de modo que nos retiramos pronto, despues de haber perdido un poco de dinero en el intento de ganar un poco de dinero. Las amigas de tia Corina se quedaron medio espantadas y medio hechizadas a cuenta del primo Walter, que se paso la velada contando anecdotas sexuales referidas a diversos artistas residentes en Miami, donde el vivio durante un tiempo, y arriesgando teorias pirueteras sobre la condicion humana, para estupor y regocijo de aquel trio de ludopatas intermitentes.
Cuando llegamos a casa, tenia en el contestador un mensaje nervioso de Sam Benitez y un mensaje nervioso de Cristi Cuaresma.
Tia Corina y el primo Walter se quedaron un rato mas en el salon, ambos de un humor excelente. Yo, que andaba caviloso, me retire a dormir justo en el instante en que mi primo intentaba aplicar el llamado principio de