Un juego que ha estado a punto de costarme la vida», le reproche, y puso cara de sorpresa: «?Costarle la vida? ?A usted? No se de tanta importancia. Si me permite la confidencia, le dire que usted es una de esas personas que lo mismo da que esten vivas o muertas, ?me entiende? El universo puede girar igual tanto si esta usted tomandose una limonada en el bar de este hotel como si esta bajo tierra con los ojos llenos de gusanos». Le replique que el universo no echa en falta a nadie, incluido el. «Es probable, pero le aseguro que el universo dormiria un poco mejor si yo estuviese muerto. Pero eso no es posible. Al menos por ahora.»

Miro el reloj. «Tengo prisa. ?Quiere que le conteste algunas preguntas o prefiere que me limite a pedirle que regrese manana mismo a su casa y se olvide de todo? Aqui tiene esto», y me tendio un sobre. «Son seis mil euros. No es una fortuna, pero, si le sirve de consuelo, hay mucha gente que no ve ese dinero junto en toda su vida.» No cogi el sobre, y lo dejo sobre la mesa. «Le repito la pregunta: ?que hago yo aqui? Y le hago una pregunta nueva: ?quien es usted?» Se froto las manos, me miro a los ojos. «Mi nombre es Aleksei Bibayoff, aunque no creo que le diga mucho, porque solo es mi nombre de esta temporada.» Y Aleksei Bibayoff -el provisional Aleksei Bibayoff- empezo a largar, como suele decirse.

«Ya le he dicho que todo esto es un juego. Una apuesta entre Sam Benitez y yo. El le contrato a usted para que organizara el robo de las reliquias de los magos y yo contrate a Leo Montale para que se lo impidiera. Dos viejas glorias: usted y Montale.»

(Leo Montale, a quien daba yo por muerto, tuvo mucha autoridad durante varias decadas como perista, pues pagaba bien y vendia mejor, y muchas casas de subastas le trataban a cuerpo de rey, a pesar de su antipatia y de su mal talante, ya que siempre manejaba material de primer orden, aunque se tratase de un material que, dado su origen, no pudiera aparecer en los catalogos y tuviese que ser vendido bajo cuerda a un circulo muy restringido de clientes.)

«Coincidi con Sam en Estambul y alli, entre fiesta y festejo, nos salio el ramalazo de locura e hicimos una apuesta imprudente, en el caso de que todas no lo sean. Los dos teniamos bastante dinero fresco y a los dos nos quema el dinero en el bolsillo. Asi que decidimos arriesgarlo, porque el dinero inmovil es la cosa mas aburrida del mundo, ?no le parece?» (Le dije que si, aunque no estaba de acuerdo con el en ese particular, pues el hecho de que el dinero permanezca inmovil significa que no hay necesidad de moverlo, lo que me parece una senal tranquilizadora, y no se si me explico.) «Lo mas estrafalario que se nos ocurrio fue robar los restos de los Reyes Magos. Robarlos a la vieja usanza: contratando a un par de viejas glorias. A usted para que organizase el robo y a Montale para que lo impidiera. Sam jugaba con usted y yo con Montale. Como se hacian antes las cosas, ya me entiende: con todo ese aparato absurdo de intermediarios que contrataban a otros intermediarios…»

?Vieja usanza? ?Viejas glorias? ?Aparato absurdo de intermediarios? Aleksei Bibayoff estaba diciendome, como quien dice «Llueve», que yo era una reliquia profesional, un anacronismo, una antigualla operativa, una herramienta pintoresca del pasado. Tras leer sin duda en mi gesto la indignacion, matizo un poco: «Las cosas ya no se hacen asi. Ya nadie trabaja de ese modo, como usted comprendera. Y eso era lo divertido de la apuesta». Pero yo no le apreciaba la diversion al asunto. «Mi trabajo empezo en El Cairo, en el instante mismo en que usted salio del cafe Riche tras apalabrar el trato con Sam. Le encargue a Abdel Bari que le marease a usted lo mas posible, aunque le pudo ese vicio suyo de los venenos… Fue el quien le escribio a Alif el cuento de los sarcofagos malditos y quien simulo la muerte de la turista para hacerle creer a usted que corria un peligro mortal.» De entrada, se me estamparon en el pensamiento al menos dos signos de interrogacion: ?como que simulo la muerte de la turista? «A la turista le suministro un veneno que te deja como muerto durante quince o veinte horas. Luego te repones, aunque por lo visto te pasas varios dias vomitando sin parar, como si fueses alergico al universo.» (De ser asi, enhorabuena, Casares: todo quedo en un paseo turistico por la laguna Estigia, con billete de vuelta.) (Enhorabuena tambien, viajera anonima.) «Al final anulamos la apuesta, porque sabiamos que era imposible que pudiesen robar las reliquias, y el juego dejo de tener gracia. Para colmo, el Penumbra se encargo de complicar las cosas y la comedia se convirtio en tragedia, al menos para el.»

Segun me conto Bibayoff, el Penumbra tenia un plan alternativo: hacer que Cristi Cuaresma, ajena a todo, entrase en la catedral de Colonia con una mochila cargada de explosivos que serian detonados a distancia mediante un telefono movil, causando muertes y destrozos incalculables, incluida en esas muertes y en esos destrozos la propia Cristi, de la que no quedaria entera ni una celula. Luego se atribuiria el atentado a un grupo radical islamista, aunque Bibayoff me aseguro que detras de aquello andaba un afgano de sangre real (cuyo nombre omitiremos), exiliado en Londres, al que se le ha metido entre ceja y ceja la fijacion iluminada de desprestigiar el islamismo en Occidente mediante el metodo de patrocinar masacres que puedan ser atribuidas a facciones radicales, como ocurrio en Madrid y en Londres y como no tardara en ocurrir, segun Bibayoff, en Paris, en Roma y en Copenhague, ciudades que estan en el punto de mira de ese aristocrata visionario y a su manera redentorista, a fuerza de rencor, pues suena con que su familia vuelva a calentar el trono de Afganistan a pesar de la oposicion de muchos de sus hermanos en la fe al Altisimo y Sublime, y esa oposicion es al parecer la semilla del odio sin tasa de aquel desterrado. «Supimos lo del plan alternativo gracias al pentotal que Tito le suministro al Penumbra para enterarse del plan que tenian ustedes. Ante la gravedad del asunto, Tito se lo cargo sin consultar con nadie, porque ya ha comprobado usted como tiene la cabeza por dentro, y ahi, desgraciadamente, se acabo la diversion, porque los cadaveres solo traen complicaciones.»

Tarde unos segundos en formular una pregunta idiota: «?Me toma usted por un idiota?». Aleksei Bibayoff se encogio de hombros. «No suelo tomarme ese tipo de molestias con los desconocidos. Le cuento las cosas como son. No tengo la culpa de que las cosas sean de esa manera. Cristi Cuaresma ya esta en Roma, con conciencia de resucitada. Los hermanos Dakauskas estaran ya camino de quien sabe donde y de quien sabe que. Y Montale tiene hecha la maleta. Haga usted lo mismo.»

A esas alturas, habia asumido que iba a irme de Colonia sin saber nada a ciencia cierta de todo el asunto y que me pasaria el resto de la vida haciendome preguntas a las que me responderia con otras preguntas, creando asi un circuito interno de desasosiego en mi animo que me corroeria mas que un acido. («La precision de la verdad luce incomprensiblemente en las tinieblas de nuestra ignorancia», segun aprecio el platonico Nicolas de Cusa.)

«?Los hermanos Dakauskas eran los operarios de Montale?» Bibayoff salio por la tangente. «Curiosos tipos, ?verdad? Tarmo era profesor de quimica y Tito bibliotecario, hasta que decidieron formar el duo tragicomico que usted ya conoce. Son disparatados y fantasiosos, porque se trataba de eso: de contar con los operarios mas inadecuados. Supongo que el propio Sam le recomendo al Penumbra.» Le aclare que me habia recomendado a Cristi Cuaresma. «Es lo mismo, ?no? Sabia que detras de Cristi vendria el Penumbra, el mas chapucero de todos.» Para contrarrestar aquel balance del Penumbra, le referi mi visita a su piso londinense. Bibayoff se rio. «Ese no es su piso. Aquello es el picadero de Gerald Hall.» (?Gerald, Gerald Hall, gerente de la casa Putman, mi amigo?) «Sam convencio a Hall para que entrara en el juego. Le dijo que se trataba de una broma, que usted no corria peligro alguno, y Hall le presto su apartamento para representar la farsa. Sam acababa de suministrarle varios dibujos de William Blake, falsos pero convincentes, con el certificado de un experto incluido, y Hall estaba en deuda con el.» Dado que fue Sam quien me recomendo que llamase a Gerald para localizar al Penumbra y que fue Gerald quien me facilito el telefono del Penumbra, aquel dato encajaba, muy a mi pesar, pues siempre proporciona pesadumbre el hecho de que los amigos se conviertan en complices de nuestros burladores, asi lo sean desde el bando de la inocencia. «No se atormente: le insisto en que todo era una apuesta bromista entre Sam y yo. No hay mas que eso. Le pido disculpas, por la parte que me toca, si esa broma ha podido ofenderle. Y si no acepta mis disculpas, sere yo el ofendido. Asi que usted elige.»

Me puse de pie. Tenia pensado no recoger el sobre que estaba encima de la mesa, pero consegui vencer un impulso abstracto de dignidad (a fin de cuentas, la dignidad es uno de los sentimientos con mayor porcentaje de error) y me lo meti en el bolsillo. Si te reclutan, sin tu saberlo, para una cofradia de payasos, al menos que te paguen quienes quieran reirse.

«Espero que no volvamos a vernos, porque seria mala senal», me dijo Bibayoff. «Aunque si alguna vez quiere invertir en el negocio de las pieles, llame a Sam y pongase en contacto conmigo. Martas cibelinas. Rentabilidad asegurada.»

Cuando entre en la habitacion, tia Corina estaba durmiendo, pero se fugo durante un instante del mundo en que estuviese: «Manana me cuentas todo, porque este asunto esta quitandome el sueno y la vida», y siguio durmiendo. No puedo decir lo mismo de mi, que me quede en vela. Sabia que cuanto habia oido por boca de los hermanos Dakauskas y de Aleksei Bibayoff eran, en el mejor de los casos, medias verdades, pero sospechaba que, uniendo sus medias mentiras y sus medias verdades, podia obtener la verdad, al menos en la medida en que puede contener verdad un disparate. El problema era unirlas.

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