respondia el entusiasmo. Poco a poco, a fuerza de conversacion y de bromas, a pesar de tener los tres el animo muy sombrio, Lolo fue vivificandose. «Seguro que hay una logica en esos robos. ?Teneis un atlas?» Segun Lolo, muy versado en ese tipo de enredos gracias a la lectura de novelas mistericas con un desenlace basado en simetrias sorprendentes, los acontecimientos de ese tipo que se producen de forma simultanea en diversos lugares del mundo responden siempre a una logica geometrica: basta unir con una linea recta los diferentes puntos geograficos implicados para que al instante se nos revele una figura (un emblema, un mapa criptico, un simbolo) que a su vez nos revele el sentido de lo que en principio presentaba la apariencia de unos hechos casuales e inconexos. «Todas las tramas ocultistas se descifran mediante ese procedimiento», nos aseguro. «Lo fundamental es encontrar un metodo para establecer las conexiones.»

Le dimos el atlas, un cartabon y un lapiz y Lolo se puso a la tarea. «Vamos a ver: en primer lugar, probemos con Chalons…» Una vez localizada la localidad francesa, eligio el siguiente punto: «Amberes, por ejemplo», y trazo una linea entre Chalons y Amberes. De Amberes se fue a Roma, y de alli a Coria, y luego a Liria, y de alli salto a Maguncia, traza que traza, y de la germana Maguncia salto de nuevo a Roma, y de alli a Vendome, para acabar en Lisboa, donde habian intentado robar, como ustedes sin duda recuerdan, el craneo de santa Brigida, cuya brillante carrera como visionaria comenzo a los siete anos de su edad.

Una vez que Lolo hubo trazado las lineas que unian aquellas ciudades, enarco una ceja: «Aqui falla algo», pues de aquel experimento no surgio figura geometrica ni cosa alguna que pudiera asemejarse a un simbolo o criptograma, aun siendo condescendientes con ambos conceptos. Lolo, lejos de abatirse, se puso a cavilar. Al cabo del rato, ya cavilaba en voz alta: «En Roma se producen dos intentos de robo, ?verdad?». Le dijimos que en efecto, asi que borro todas las lineas que habia trazado, volvio a coger el cartabon y se puso a trazar lineas con arreglo a otra pauta. «Esa puede ser la clave. Las lineas tienen que partir de Roma hacia los demas sitios, porque Roma es la que irradia.» Y en eso se entretuvo durante un rato. Pero tampoco hubo suerte, porque nada salio de alli, salvo un farrago. «No se», se rindio Lolo, y le consolamos diciendole que la literatura es mas amiga de la logica que la propia realidad. «Seguire probando en casa, porque seguro que todo esto tiene una coherencia secreta», insistio. «No te preocupes, Lolo. Lo importante es que empieces una nueva novela lo antes posible, porque estamos deseosos de leer algo bueno», le alento tia Corina, y Lolo esbozo una sonrisa de esperanza, porque esta convencido de que cualquier dia a su suerte le da por enmendarse, aunque no se yo.

Al igual que ocurre con una persona desaparecida, la posibilidad de recuperacion del botin de un robo tiene un plazo muy corto, y de ahi mi inquietud ante el silencio de Fioravanti. «Tengo mucha fe en Leo», me tranquilizaba tia Corina, con ese aplomo que sabe aparentar ante los reveses. «Leo seria capaz de encontrar todos los dientes que ha robado el Raton Perez a lo largo de su vida.»

Yo me habia puesto en lo peor, e incluso dudaba de que Fioravanti estuviese aun en activo, porque debe de rondar los noventa, y casi daba por sentado que le habia prometido a tia Corina encargarse del asunto para no reconocer ante ella que estaba ya en la retaguardia, momificandose al sol en su jardin, porque a nadie le gusta reconocer que el tiempo le ha vencido.

…Pero, como dijo alguien, lo realmente milagroso de los milagros es que puedan suceder. A la hora de la comida sono el telefono: «?Corina? Soy Leo. Mira, te cuento…».

Los operarios del viejo Fioravanti habian localizado al primo Walter en Sevilla, donde intento colocar parte del lote a German Reyes, anticuario de la calle Placentines, devoto de las virgenes procesionales y, segun se cuenta, de los peligros de la paidofilia. Comoquiera que Fioravanti habia puesto en alerta a toda la red de anticuarios, peristas, chamarileros y coleccionistas particulares de la zona, en prevision de que Walter, en su calidad de mero aficionado, procurara zafarse cuanto antes, a precio de saldo y por un conducto previsible, de la mercancia, German Reyes le propuso a Walter que depositase todo en su almacen, a la espera de una tasacion razonable, previo abono de un anticipo. Y Walter, al que el genero robado le pesaba no en la conciencia, aunque si en la furgoneta de alquiler en que lo transportaba, se mostro de acuerdo, muy para su mal, ya que el anticuario Reyes llamo enseguida a Fioravanti, que de inmediato desplazo a unos empleados suyos a Sevilla, donde no solo recuperaron el botin, sino que tambien apresaron al ladron. «Lo tengo aqui en la bodega. Dime que quieres que haga con el, Corina. ?Te parece bien si le corto las orejas y las diseco para que las pongas en una metopa?», porque a Fioravanti siempre acaba asomandole la Italia profunda, pero tia Corina se mostro magnanima: «No, solo quiero que le pases el telefono para hablar un momento con el». Cuando el cautivo se puso al telefono, tia Corina le dijo: «Mira, Walter. Seria bueno que empezaras a comprender que nadie tiene derecho a aprovecharse de la insignificancia de los otros, porque demasiado tienen los otros con procurar que su propia insignificancia no se aproveche de ellos. Buena suerte y hasta nunca». Y ese fue todo su discurso, para mi gusto muy moderado y generico. «Dile que yo tambien quiero hablar con ese granuja», le susurre mientras fijaba ella con Fioravanti los detalles de la entrega de nuestras pertenencias, pero me dijo que no con el dedo.

«?Por que no me has dejado hablar con Walter?», le pregunte cuando colgo. «Muy sencillo: porque ibas a rebajarte al nivel de los iracundos, y ya sabes lo que les ocurre a los iracundos que no lo son por naturaleza: que despues se averguenzan de su ira, y no merece la pena pasar verguenza por culpa de uno mismo por haberse salido de uno mismo, ?de acuerdo?» Y seguimos comiendo, con mejor apetito.

Al cabo de cuatro dias, los operarios de Fioravanti nos trajeron a casa nuestras cosas. O mas exactamente: dos tercios aproximados de ellas, porque la parte que se ve que le habia correspondido a Miguel Maya no aparecio, incluida la lavadora. Ni siquiera el primo Walter sabia nada del rumbo que habia tomado el gitano con su botin, a pesar de que los operarios de Fioravanti, a falta de una maquina de la verdad, le habian molido la cara a hostias para sonsacarle, segun nos informaron literalmente. Uno de aquellos operarios nos proporciono, por cierto, un sobresalto: «El senor Fioravanti dice que solo le deben ustedes seis mil euros, por ser amigos». Yo habia dado por hecho -aunque no sabria decirles por que- que Fioravanti no iba a cobrarnos nada, pero esta visto que el dinero no pasa por el corazon, y lo comprendo. Como no era el momento adecuado para desprendernos de esa cantidad, le dije a tia Corina que llamase a Leo y que le pidiera un aplazamiento del pago, en lo que no hubo inconveniente.

Recolocamos las cosas en su sitio, en un intento de restablecer nuestra realidad, hasta entonces maltrecha, ya que, quieras o no, los objetos pasan a formar parte de tu vida y su ausencia supone una falta de vida, al convertirse en una falta de realidad, y no se si me explico. Echabamos de menos las cosas que le habian correspondido a Miguel Maya en el reparto, pero eran al fin y al cabo las de menos valor, y ese detalle nos consolaba. (Resultaba curioso: Miguel Maya tenia pinta de ser mas listo que el hambre, pero se ve que el primo Walter era mas listo que Miguel Maya y que el hambre juntos.). La casa volvia a ser, en definitiva, nuestra casa, por esa cualidad magica que tienen los objetos de convertir el vacio en un reducto amable y exclusivo.

Una vez que todo estuvo mas o menos distribuido conforme a su antigua armonia, nos sentamos, muy cansados de piernas y de espiritu, aunque contentos. «Bien, ahora que ya hemos salido al menos de un susto, cuentame con detalle tus aventuras solitarias en Colonia. Soy un timpano gigante.» Y le conte. Y los tarmodakauskas fueron sucediendose en mi narracion como un muneco multiple, y a tia Corina, supongo que por acumulacion de disparates, se le escapo una carcajada, y me la contagio, y ya nos dedicamos a reirnos, que falta nos hacia.

Pasaron un par de semanas sin tener noticias de Sam Benitez, a pesar de que no paraba de llamarlo, asi fuera para que me mintiese. Al final, fue el quien llamo desde Scarborough, en la isla Trinidad, donde le seguia el rastro -o eso me dijo- a un criminal de guerra yugoslavo por encargo de una asociacion de familiares de victimas, o algo de esa indole, no se, porque hay ocasiones en que Sam se explica regular.

Le hice un informe rapido de infortunios: el robo de Walter, el dinero que me pedia Fioravanti, los gastos que habiamos tenido en Colonia, el dinero invisible con que me pago Bibayoff… «Te exijo una explicacion de toda esta charada», le dije con firmeza. «Mira, loco, yo no puedo contarte ahorita todo lo que quieres saber, porque seria como contarte la vida de David Copperfield. Nos doleria la oreja a los dos, ?va? Te mando para alla a Federiquito Arreola, que anda por Cadiz, y el te lo explica. Pero no dudes nunca mas de tu compadre Sam. Tu compadre iria a sacarte del infierno si te cayeras alli por casualidad.»

20

Particularidades de Federiquito Arreola.

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