Bastian se permite entonces relajar los hombros, que mantenia encogidos y crispados, y carraspea e intenta sonreir con naturalidad, pero su boca solo descarga una mueca torpe.
– He puesto tu ropa a secar, pero temo… -comienza a explicar, y en el acto, al recordar que ella ha hablado de su hijo muerto, se arrepiente de su frivolo comentario. Carraspea otra vez, y cambia de conversacion senalando la bola informe sobre la toalla-. Tambien puse ese papel al calor. Me parecio que era importante. Lo que no se es si se podra recuperar.
– Muy importante, si. Es una carta. Pero no importa. Me la se de memoria.
Clara da dos pasos hacia la mesa donde reposa la carta de Eloy. Bastian ve las huellas de sus pies desnudos, brevemente silueteadas por la temperatura corporal sobre el suelo donde permanecia parada, como los pasos de un fantasma o una alucinacion minima, alargada lo que un guino antes de desvanecerse.
La mujer tiene piernas firmes y bien formadas, bonitas y sensuales, constata Bastian friamente, sin matiz erotico alguno. El esmalte rojo de las unas de los pies aparece impecable, aunque resalta, desvalida entre las demas, una unica una sin pintar, descuido extrano en una mujer que parece gustar de arreglarse. Bastian siente un escalofrio al comprender lo que significa esa una. Antes del mazazo, la desconocida tenia vida, suenos y ambiciones, proyectos a largo plazo y planes concretos, probablemente se pintaba las unas en ese momento, tal vez para salir a cenar, y le faltaba solo esa cuando la noticia de la muerte llamo a la puerta. La una sin pintar representa la frontera entre el antes y el despues, entre la vida y la vida sacudida por la muerte.
– El mar la ha hecho papilla. Voy a extenderla, a ver si no se han borrado las letras -Clara se ha atrevido a examinar en la mano la bola de papel, y habla para si, sin dirigirse a Bastian.
Entonces, con conviccion mayor que la experimentada ante las olas que casi se la llevan, cierra el puno alrededor de la bola de papel, lo unico que le queda ya en el mundo, y la aprieta con toda la fuerza de su corazon. Se jura que aunque sea lo ultimo que haga encontrara a la figura humana que parecia abrazar a un bebe en el fondo del mar. Y tan absurdo le suena a ella misma su juramento, acaso tan ridiculo, que ni siquiera ha terminado de formularlo cuando ya siente su voluntad la tentacion de resquebrajarse.
– ?Que decias de mi ropa? -pregunta, girandose hacia Bastian para eludir la desazon. Una prisa irracional la empuja a comenzar de inmediato sus pesquisas, aunque no supiera por donde. Pero si lo sabe.
– La puse a secar… -Bastian senala con gesto inconcreto hacia el balcon, inesperadamente estremecido por la idea de que Clara se vaya.
?Por que desea que no lo haga? Sin poderlo remediar, mira embrujado a la mujer a quien ya vio desnuda en la playa, y durante el trayecto hacia la casa, y al meterla en la cama y arroparla. Sigue sin ser una mirada sexual, se compone mas bien de intuicion admirativa, de apoyo incomprensiblemente incondicional a los motivos desconocidos que la animan. Es imposible que Bastian sepa la decision de Clara, pero su seguridad la muestra beligerante ante sus ojos, tan indiscutiblemente viva y envidiable… La mujer atraviesa la estancia y sale al balcon. El no evita el impulso de seguirla. La encuentra examinando, contrariada, las prendas puestas a secar sobre la barandilla de piedra, el pantalon vaquero, todavia multiplicado su peso por el agua de mar y la lluvia absorbidas, la camiseta, tan empapada que parece una copia transparente de si misma, y las zapatillas playeras, tambien caladas e inservibles. Sin que Bastian entienda por que ni para que, Clara extrae resueltamente los cordones de ambas y, obedeciendo lo que aparenta ser una ocurrencia subita, une los dos extremos con un nudo que fija con media docena de tirones secos. Antes, cuando Clara dijo que Eloy era su hijo, Bastian se hizo preguntas sobre el padre del chico, por que no ha venido con ella o simplemente quien es, pero la actitud fisica y mental de Clara, y hasta cada uno de sus movimientos, explican sin verbalizarlo, con misteriosa contundencia, que siempre ha sido una mujer esencialmente solitaria, que ese padre se fue un dia, o nunca estuvo. Sola ella. Sola ella con su hijo. Y otra vez ella sola, mas sola, desde la muerte de Eloy.
– ?Me dejas algo de ropa para llegar al hotel? -reclama sin apartar la vista de su tarea.
Por causa de esa pregunta irreprochablemente ingenua, Bastian nota como el corazon comienza a golpearle en el pecho. Unas horas atras, cuando acosto en la cama a la mujer, penso que seria correcto, y un gesto que sin duda la tranquilizaria al despertar, dejarle alguna ropa seca sobre la mesa, como el jersey suyo que ella lleva puesto. Estaba pensando que sus ropas masculinas obviamente no servian, cuando de repente recobro vida un recuerdo borrado que se abalanzo sobre el desde el armario de roble situado a su espalda. Retorno un instante de su vida con Vera que evidentemente habia olvidado por nimio e intrascendente, y por tanto no venia recogido en el meticuloso guion donde habia reconstruido sus ciento ochenta y siete horas. En una de las primeras, quien sabe si la numero veintisiete, o la diecinueve, o la veintidos, Vera deposito en el fondo del armario una bolsa verde con ropa por si se quedaba a dormir alguna noche y, que el supiese, nadie la habia movido de alli. Avanzo hacia el armario con cautela y miedo, con excitada incertidumbre, y tras una primera duda tiro con determinacion de la manilla metalica, guardando en la retina la constatacion de su propio desasosiego reflejado en el espejo de la puerta del armario. La llave estaba echada, pero una ansiedad creciente, enfermiza, no le concedio la calma necesaria para ponerse a buscarla. Con el atizador de la chimenea habia forzado sin miramientos la puerta, como si tras la plancha de madera se hallase la solucion jamas entrevista a cuatro anos de vigilia y desvalidez. La cerradura salto… Y alli estaba la bolsa verde. Un impulso le ordeno cerrar de nuevo sin tocarla, sin dedicarle mas que esa primera mirada estupefacta y asustada que no le habia sido posible evitar. Se prometio no abrir la bolsa ni fisgar en su interior, pues la imagen le resultaba patetica ademas de grotesca, pero ahora las palabras de Clara han roto su plan, le dan bula para romper su promesa.
– ?Tienes ropa, si o no? -apremia Clara, que por un instante ha visto rebrotar su desconfianza ante la crispacion dubitativa de su salvador.
– En el armario… -dice por fin Bastian en un hilo de voz.
Clara, con el cordon anudado aferrado a la diestra, entra de nuevo en la estancia. Bastian escucha el chirrido de la puerta del armario al abrirse, y el levisimo roce de tela contra tela que se oye a continuacion le indica que la mujer ha depositado la bolsa sobre la cama. El sonido de la cremallera rasga el aire como un latigazo; si algun retazo del espiritu de Vera permanecia atrapado en la bolsa verde, ahora, ya liberado, debe de estar revoloteando furioso por la habitacion, como una avispa lucida dentro de un tarro de cristal.
– No me has dicho tu nombre -levanta la voz Bastian hacia el interior. En realidad, nada le importa el nombre de la desconocida, pero siente la necesidad de comprobar que no es Vera resucitada o reencarnada, Vera la que ahora esta desplegando las prendas de ropa sobre la cama.
Me llamo Clara -dice la voz felizmente reconocible de la desconocida.
Bastian, relajado por esa pueril constatacion, se apoya sobre la barandilla de piedra, mirando hacia el mar. Lo importante es que no se ha transformado en el espectro de ella, piensa cuando le sobresalta otro ruido seco, duplicado, que solo puede ser el de alguno de los pares de zapatos de tacon de Vera que dormian encerrados en la bolsa verde y Clara ha dejado caer al suelo, primero uno y luego el otro.
– ?Y tu? ?Como te llamas? -resuena otra vez la voz de Clara.
Bastian se toma su tiempo para responder, la mirada clavada en el cielo lluvioso que, sorpresivamente, comienza a mostrar zonas azules, sin rastro de oscuridad ni vestigio de la tormenta, lagunas de luz que destacan sobre el gris como manchas de humedad en una pared inmaculada.
– Juan Bastian -miente entre labios, con temeroso tono inaudible. Pero ?realmente miente?
En el interior, Clara no ha escuchado la respuesta. Esta ocupada en vestirse con la ropa de verano que ha encontrado. Ha optado por un vestido azul corto, sin mangas, y un par de sandalias de tacon muy alto tambien azules que destacan el contraste entre las nueve unas esmaltadas y la unica sin pintar. La mira como si reparase en ella por primera vez, pero no se permite caer en la trampa tendida por la lastima de si misma. La ropa es por completo inadecuada para este dia de noviembre, y el calzado, imposible para regresar caminando hasta el hotel, pero no hay nada mas apropiado en la bolsa, y le pedira a su salvador que la acerque en coche.
Tras vestirse, Clara toma el cordon de las zapatillas y se acerca a la mesa donde, sobre la toalla, sigue reposando el cadaver de la carta de Eloy.