apresuradamente lavada por los funcionarios del ayuntamiento. Las ciudades olvidan antes que las personas, todavia antes. Quiere interpretar como buena senal que no haya policias a la vista, que lo mas cercano a la nocion de autoridad sea un agente de trafico que ayuda a un conductor a interpretar un mapa, cuando gira la mirada y vuelve a encenderse el terror interior: a veinticinco metros, Julian, con su uniforme de guardia municipal, fuma apoyado contra la base de uno de los arcos de la plaza con parsimonia intranquilizadora. En el pueblo siempre se ha dicho de Julian que es observador, listo y receloso. No esta fumando tranquilamente, ni hablar. Esta meditando. Esta investigando lo que ha pasado, seguro. Esta buscando.

Enciende el motor con sigilo absurdo, como si temiera que Julian pudiera oirlo desde el otro lado de la plaza y al hacerlo dedujera que el es complice de lo ocurrido. Pero el coche atraviesa la plaza en paz, sin que lo intercepten ululantes coches policiales surgidos de repente de las callejuelas adyacentes, y pronto se encuentra Sebastian acelerando por la carretera general.

?Y si todo, duda de pronto, ha sido o esta siendo un comportamiento paranoico por su parte? Nos vieron juntos dos veces, puede que tres… Pero enseguida se aproxima al primer peaje y, con ello, a la primera decision: regresar o seguir siendo el hombre que acaba de comenzar a huir. Al buscar la cartera para tener a mano la tarjeta de credito descubre en el bolsillo lateral de la americana el revolver que Vera dejo alli, argumentando medio en serio medio en broma que era mejor que estuviese armado. Se sobresalta. Le parece una senal del infierno, o una condena a la irreversibilidad de su huida. Tal vez su inconsciente, cuando le dicto regresar por la chaqueta, sabia que el arma estaba alli. Un hombre con un arma, aunque como el no la sepa manejar, siempre es mas culpable que un hombre desarmado.

Es mas facil pasar inadvertido en una ciudad grande. Cuanto mas grande, mejor. Y esa logica, unida al peso simbolico del arma en su bolsillo, le lleva a tomar de forma instintiva el carril que conduce hacia la autopista de Madrid, la ciudad que abandono meses atras jurandose que jamas volveria a pisarla.

Sin embargo, el hombre que se fue no es el mismo que horas mas tarde, cuando comienza ya a perder intensidad la luz de ese dia interminable, se adentra en el trafico de Madrid. En rigor, piensa, sigue intacta su promesa de no volver, porque el ya no es Sebastian Diaz.

Ahora soy nadie. Nadie con un arma en el bolsillo. Nadie con seis millones de euros en una bolsa de tela manchada de sangre.

13

– Sebastian… -reclama la voz de Clara.

Bastian traga saliva, sus sentidos se erizan y descuidan un instante la atencion sobre las curvas de la carretera del pueblo. Es la primera vez en cuatro anos que escucha pronunciar su nombre en boca de un ser vivo. Nadie lo hizo despues de Vera, ella fue la ultima, con la mirada fija sobre el, intensisima, y la palma de la mano carinosamente posada sobre su mejilla, eso parecio entonces, como si quisiera quedarse alli para siempre. «Cuando todo haya pasado, dentro de dos horas, tendremos nuestra oportunidad, Sebastian». Se giro y fue hacia el edificio de apartamentos, resuelta a matar a quien se interpusiera entre ella y los seis millones de euros. Nunca volvio a verla. Pero esa fue la ultima palabra que le oyo decir: Sebastian.

La mujer que por primera vez en cuatro anos acaba de pronunciar su nombre verdadero lleva el vestido veraniego azul y las sandalias de tacon tambien azules de la otra mujer que, hace cuatro anos, se dirigio a el por ultima vez con ese nombre verdadero. Las prendas son las mismas. Las mujeres, no. El espectro se asoma inesperadamente a la realidad, como una nina pizpireta que saluda con la mano, al otro extremo del pasillo.

– Dime -responde tras volver a fijar los ojos sobre la carretera.

– ?Sabes cuantos estancos hay en el pueblo?

– No, ni idea, no fumo… -se encoge de hombros Bastian-, ?Por?

– Tengo que encontrar a una chica llamada Emilia. Tiene un estanco. O trabaja en uno. Era amiga de Eloy - explica Clara con naturalidad. Ha resuelto eliminar de sus palabras el tono sombrio al referirse a su hijo, persuadida de que conviene a la indole fuertemente emocional de la tarea que se ha impuesto. Ya volvere a llorar despues. No obstante, le ha producido cierto cosquilleo haber pronunciado el nombre de Emilia. Conocio a varias amigas de su hijo, aunque de ninguna le constase que hubiese sido su novia; ninguna, que ella supiese, fue mas alla del breve idilio pasajero. Sin embargo, el tono de su carta sugeria mayor intimidad con Emilia y, aunque se haya propuesto lo contrario, Clara no puede evitar sentir de nuevo la ausencia. Busca a una muchacha que fue novia de su hijo muerto. Voy a conocer a su viuda.

– El centro del pueblo es pequeno, no puede haber muchos estancos, no creo que mas de dos o tres. Preguntamos en el hotel mientras subes a cambiarte -Bastian quiere, antes de nada, llegar al hotel para que Clara se cambie de ropa. El vestido de Vera y sus tacones son una intromision impudica del pasado en el presente, usurpan a sus recuerdos la identidad que les da el tiempo transcurrido.

– ?Sabes bucear? -cambia de tercio inesperadamente Clara.

Ha logrado, o eso piensa, definir por fin el ensimismamiento de Bastian. Hasta ahora lo ha interpretado como timidez extrema. Lo que ocurre es que tiene miedo. Y por eso vive de puntillas.

– Se flotar -responde Bastian amagando una sonrisa escueta, aunque trascendente: ?Vaya! ?Hace cuanto que no sonreia espontaneamente?-. En una piscina, en la orilla del mar, en un tramo de rio que cubra poco. Fuera de eso, poco. ?Por?

– Yo fui una gran buceadora, hace anos. He buceado por todo el mundo. Ensene a Eloy. Muchas veces nos sumergimos juntos. Hasta que lo deje, hace tres anos. Ya no sentia la misma seguridad bajo el agua, tuve un problema de corazon y no he vuelto a sumergirme…

– Mmm -asiente vagamente Bastian, preguntandose adonde quiere ir Clara con esa conversacion.

– Eloy me dijo que buceo aqui, en la bahia de Padros. Dime algo, cuando me encontraste en la playa… ?Imaginaste por que me habia desmayado?

– Pues le di varias vueltas, no creas. Podia ser que quisieras suicidarte, pero parecia una forma un poco estupida, y lo descarte. Luego pense tambien que eras alguna melancolica empedernida, un poco chiflada, que te habias desmayado por algun exceso de amor. Tambien -y aqui se vuelve Bastian un instante- pense que eras una mujer de mi pasado. Una muerta que volvia. Pero eso no, ya veo que no lo eres, ya veo que estas bien viva -opta por terminar con cierto tono de broma.

Clara sonrie brevemente y deja transcurrir una minima pausa. Luego da su explicacion tajante:

– Me desmaye de impotencia.

– ?Impotencia?

– Por comprender que tenia mucho miedo a sumergirme de nuevo, por lo del corazon.

– Pero nada te obligaba a sumergirte, ?no?

– ?Como que no? He venido a Padros para bucear en este mar, a los pies del acantilado. Eloy lo hizo, supongo que por puro placer, buceaba en cuanto habia medio metro de agua. Pero aqui vio una cosa extrana bajo el agua. Algo increible que me gustaria comprobar con mis propios ojos, pero…

– ?Una cosa extrana bajo el agua?

– No lo creerias. Ya te he dicho, es increible -remata Clara en tono frivolo. No quiere contar lo del hombre y el bebe sumergidos, porque Bastian pensara que esta loca-. Oye, tu que has vivido aqui tantos anos… ?Has oido hablar de Gabriel Ortueno Gil, un poeta de principios de siglo?

Bastian desvia un instante la mirada, por primera vez recelosa mas alla de la simple sorpresa, hacia Clara.

– Crei que habias venido a Padros por tu hijo.

– Y asi es.

Bastian sigue desviando la mirada desde las curvas de la carretera hacia Clara, intermitentemente. La mujer ha respondido con absoluta naturalidad, pero el dejo hace mucho de creer en las casualidades, y le parece bastante curioso que fe haya preguntado por Gabriel Ortueno Gil.

– El poeta asesino -deja caer con suavidad, y observa de reojo la reaccion de Clara.

– Justo. Eloy estaba investigando sobre el. Para su tesis. ?Que sabes de el?

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