cigarrillos. Como amantes que hubieran dispuesto de la eternidad para acomodar sus cuerpos y convertirlo en uno solo, las mujeres abrazadas se miran, sus caras y labios a punto de fundirse mucho mas alla de lo fisico en un beso de los corazones y de las mentes, de las almas.

Eres la madre de Eloy… -se atreve por fin a susurrar Emilia con dulzura extrema, temerosa de que las palabras, y su sonido y significado, pudieran precipitar otra vez a Clara hacia el abismo de ausencia donde, paradojicamente, la frase que ella acaba de deslizarle en el oido es el unico asidero real.

Clara intuye que es asi, y aunque trata de contener su emocion ante la solidaridad inusitada de la estanquera, su llanto mudo acaba por crecer hasta liberarse. Es, subitamente, una nina abandonada en un mundo hostil donde solo existe el calor del abrazo de Emilia. A el se abandona, dejando que las piernas que hace un rato se niegan a sostenerla puedan doblarse por fin hacia el suelo. Cierra los ojos para ocultarse aun mas del universo traidor, y por ello no ve que Emilia se agacha a la vez, acompanandola en la caida, adelantandose a ella para acogerla como un amoroso colchon de aire cuando su desmadejado cuerpo cae por fin.

– Voy a hablarte de tu hijo -musita Emilia-. Y tambien voy a entregarte su libro.

– ?Su… libro? -la nina en que por un instante se ha convertido Clara parece deslumbrada por el inesperado presente de la vida. Alza la cara hacia la estanquera como si quisiera escucharla tambien con los ojos.

– Su libro, si… Pero ahora, llora tranquila.

A escasa distancia de la figura que componen las dos mujeres sobre el suelo del estanco, Bastian ve estupefacto como Clara obedece y llora con el rostro oculto contra el pecho de Emilia, momentaneamente a salvo del asedio de la tristeza y el dolor. Incapaz de apartar la vista de esa estampa, se siente de pronto sacudido por percepciones extranas que comienzan a removerse dentro de el. ?Los sentimientos que se extirpo a si mismo cuatro anos atras? Todo este tiempo ha estado convencido de que su capacidad emocional quedo adherida al espiritu de Sebastian cuando se desembarazo de el. Nada habia vuelto a conmoverlo. Nunca y en ninguna circunstancia, como si la vigilancia de la propia supervivencia o la obsesion por los sicarios invisibles del serrucho y el alfiler hubieran destinado toda esa energia a la crispacion monolitica del miedo. Y asi debio de ser como, sin fuerza que los nutriera y regenerara, se desactivaron en el mecanismos como la risa espontanea, la confianza en los demas o la ternura, la peligrosisima ternura, traicionera como una mancha de grasa sobre la curva peligrosa, que acaba de asaltarle ante la dulzura firme, militante, con que Emilia ha abrazado a Clara y ante la valentia sentimental con que Clara ha aceptado ese cobijo.

Bastian se esfuerza por respirar calladamente, por no hacer el menor ruido cuando comienza a desplazarse hacia la salida muy despacio. No quiere distraer a las mujeres. No quiere que dejen de emitir ternura, aunque le aterrorice a el atreverse a sentirla. Sus pasos le llevan hacia el aire fresco de la calle, donde espera que el ataque de los sentimientos, lejos del foco de infeccion amorosa, remitira hasta disolverse, permitiendole volver a respirar. Con todo, las mira antes de salir. La estanquera susurra en el oido de su protegida palabras inaudibles para Bastian que, sin embargo, van logrando el milagro de consolar y aliviar a Clara.

– Su libro, si… Lo tengo ahi dentro… -le parece a Bastian que acaba de decir Emilia justo cuando el se agacha y desliza el cuerpo por el hueco del cierre metalico hacia el frio confortador de la plaza.

Permanece apoyado en la fachada, bajo el viejo cartel con la palabra «Estanco» burdamente pintada sobre el. Piensa que esta extrana estanquera, duena al parecer de sensibilidades casi sobrenaturales, podria muy bien haber sido testigo de la entrada de Amir o Amin en esta plaza. Casi siente Bastian celos de Clara, consciente de que le gustaria tener su propio rato a solas con Emilia. ?Podria captar mis inquietudes? ?Podria verte, darme pistas de donde estas?

No hay nadie, absolutamente nadie en la plaza, excepto un minimo vestigio humano al otro lado de la cristalera de uno de los bares: bandeja en mano, un camarero sirve al cliente que se halla sentado a una de las mesas interiores. El camarero se convierte en una silueta difusa, levemente deformada por el cristal esmerilado, cuando cruza ante el ventanal en el recorrido de ida y luego en el de regreso, y el cliente no es mas que un bulto identificable solo por el antebrazo izquierdo a la vista, que calmosamente baja hacia el vaso de vino que acaban de servirle. Fuera de esos dos candidatos a espectros nadie podria ser testigo de como Bastian inspira con fuerza, repeliendo aun la ofensiva de ternura que a punto ha estado de doblegarlo dentro del estanco. Casi le alivia el golpe seco que rasga el aire a su espalda. Emilia ha echado el cierre del todo, aislandolo de las amorosas vibraciones que electrifican el interior del local. Las mujeres han elegido estar a solas, no ser molestadas, y Bastian agradece ese rechazo que lo aboca de nuevo a la estable paz de sus miedos y le permite regodearse en la contemplacion del lugar donde estuvo la mesa a la que se sentaron Vera y el la manana en que comenzo a hablarle de los sucesos y personas que acabarian por arruinarle la vida… «Humberto, si se lo propone, puede parecer cualquiera de todas las cosas buenas que no es».

Le sorprende la fluidez con que surgen, precisas y casi literales desde su memoria, las frases que fueron componiendo la conversacion. Tal vez aquellas palabras de Vera fueron las verdaderamente importantes, y no las frases de amor que generosa y manipuladoramente derrocho a lo largo de las ciento ochenta y siete horas. «Cualquier cosa buena que se te ocurra: un medico altruista, de esos que ayudan en Africa, un poeta capaz de escribir y decir cosas maravillosas, un padre bondadoso, un marido ejemplar, el premio Nobel de lo que se te ocurra. Es el seductor mas seductor que ha nacido, pero tambien el mayor hijo de puta, un cabron culto y simpatico. Yo lo imagino desayunando cada manana con el Diablo mientras comentan los titulares de prensa. En uno de esos ratos debieron de inventar entre los dos la tortura del alfiler. Es dueno de esa mirada que si quiere te folla, y se jacta de poseer a raudales la mayor virtud del ser humano, como el mismo la llama: la inmoralidad perfecta. Eso y su pinta de aristocrata decidieron su profesion: canalla de guante blanco», recuerda Bastian que escupio Vera sin tomar aire, inspirada por el odio y la rabia, con el cuerpo apoyado muy rigido contra el respaldo de la silla metalica y la mirada perdida sobre los trazos azarosos que la una de su indice, esmaltada de rojo sangre, dibujaba sobre la redondez desnuda de la rodilla. El escuchaba en silencio inquieto, pero tambien solidario con la mujer de la que se habia enamorado, y para transmitirselo desplazo la diestra y le apreto la rodilla con ternura protectora. No eran capaces el hombre y sus manos de estar separados de esa piel y esa carne de mujer. «?Como es que entraste en la vida de un personaje asi?», quiso saber, y al formular la pregunta fue consciente de que estaba eludiendo la verdadera cuestion que la ansiedad de enamorado le empujaba precipitadamente hacia los labios: si era cierto o no que, pese al tono irritado, la descripcion de Humberto habia estado presidida por un fondo de fascinacion. «Lo conoci por mi padre, que era aparejador y trabajo algunas veces para Humberto, en sus negocios inmobiliarios. Empece a trabajar para el, de esto hace ya diez anos. En mala hora». Asomo en los labios de Vera el soplo de una sonrisa plena, de carinosos recuerdos limpios, al referirse a su padre. «Era el colmo de la honradez, mi pobre padre. Asi le fue. Murio ya. El pilar que me sostenia, mi referencia. Al perderlo me meti en negocios feos, errores que se cometen y se pagan. El dinero facil tienta, sobre todo si no lo tienes. Parecian simples operaciones de compraventa de casas, aunque a nivel muy alto. Tarde bastante en comprender que se blanqueaba dinero del narcotrafico, y cuando lo supe ya estaba implicada». Bastian recuerda como escuchaba Sebastian, por una parte con la logica preocupacion esmerada y sincera, pero tambien invadido por fascinacion tenida, incluso, de cierta euforia sin duda infantil. Esa narracion de hechos delictivos, al ser inconcreta y ambigua y pertenecer ademas a un pasado que parecia superado, habia adquirido un tono casi inocente. Pero, de paso, conferia a la mujer que lo tenia deslumbrado un aura romantica, de frontera con la aventura extrema, que le permitia a el dejarse llevar, sin riesgos reales, por la fantasia de estar viviendo un salvaje idilio con una transgresora de los limites de la sociedad. Asomado al abismo del crimen sin peligro de caer en el, el deseo puramente sexual bullia como agua al fuego. Su mano renuncio al carino protector con que acariciaba la rodilla femenina y descendio con ansiedad por la Pantorrilla de carne dorada y prieta, hasta cenir el tobillo y desde ahi deslizar los dedos hacia el pie desnudo mientras su mirada expresaba el interes de saber mas, de seguir sabiendo para poder alimentar la trepidante aventura de la imaginacion sin dar nada a cambio. Vera, intuyendolo asi aunque el no lo captara entonces, alzo un poco el pie, que pendio asi mas cerca de la mano masculina, aparentemente a su merced. Fue un gesto de aproximacion fisica que busco subrayar la reciprocidad del deseo, seguramente para amortiguar el probable impacto de la siguiente frase: «Me implique hasta el fondo. Mucho… Mucho… Entre otras cosas, porque al poco de conocer a Humberto me case con el». En aquella decima de segundo sostuvo Vera una pausa alargada, y Bastian sabe ahora que lo hizo para observar la reaccion de Sebastian. Sus ojos, le parece recordar, lograron disfrazar de sorpresa la inquietud desatada en las tripas por ese subito protagonismo de Humberto. «El muy cabron puso casi todos sus chanchullos a mi nombre. Por eso quiso casarse, para blindarse con una esposa. Que las cosas esten a nombre de otro no te salva de la carcel, pero puede darte tiempo para escapar, eso debio de calcular. Cuando vi donde me estaba metiendo, me largue. Hace dos anos. Dos anos de tranquilidad, pero dos anos tambien de retorno a la miseria». Vera se estiro en la silla

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату