pueblo, a lo mejor aqui al lado, yo nacia en esta casa… A lo mejor hasta a la misma hora. Por eso lo he guardado siempre como un misal. De una religion solo mia. Y por eso, cuando aparecio Eloy, unicamente pude dejarle hacer fotocopias. El entendio que no podia darselo. Ahora es tuyo, quiero que lo tengas. Pense que si venias merecias que te lo diera.

– No tan rapido, por favor -interrumpe delicadamente Clara-. Entiende, me vienen mil preguntas a la cabeza. ?Cuando aparecio Eloy en tu casa, en tu vida? Dime de que manera vino.

Continua sin poder figurarse como llegaron a intimar su hijo y la estanquera casi invalida, practicamente recluida entre su mostrador y su casa, lo suficiente para que el llegara a sentarse donde ella se encuentra ahora, tomando la misma infusion casera y con el mismo libro de Gabriel Ortueno Gil en las manos.

– Mi sobrina me trajo su anuncio -explica Emilia como si eso aclarara algo.

– ?Su anuncio?

– Eloy estaba interesado en Gabriel.

– Lo se. Habia oido hablar de el no se donde y quiso hacer un reportaje. Le gusto eso del «poeta asesino» - asiente Clara-. Y es verdad, ?no? Era asesino. Le asesino a el, al atraerle hasta este lugar.

– Puso un anuncio en la panaderia -aclara Emilia pasando por alto el resquemor de Clara-. Y supongo que en mas sitios del pueblo. Mi sobrina lo vio en la panaderia. En el anuncio pedia informacion sobre Gabriel, cualquier tipo de informacion, y a mi me parecio que debia ensenarle el libro. ?Por que no? Pense que era importante para el. Hasta me parece que todavia debe de estar ahi, dentro del libro.

– ?El anuncio? -pregunta Clara, y de inmediato se lanza a buscarlo. Un objeto que toco Eloy es de alguna manera Eloy Puede llevar adheridos rastros de su espiritu, sombras de su tacto. Las paginas, rugosas y apelmazadas por la convivencia con el tiempo, no se deslizan con facilidad entre los dedos. Hay entre las dos primeras un sobre azul claro con algunos papeles doblados, que aparta y deja sobre la mesa al ver que no son el anuncio de Eloy. Por tres veces tiene Clara que volver a comenzar la revision, hasta que la ansiedad le lleva a sacudir el libro boca abajo aunque a la vez con suavidad, para que no sienta Emilia que ha perdido el respeto a ese objeto que la estanquera siente su hermano de papel y tinta. Entonces, meciendose con una calma que parece querer retar a la paciencia de Clara, si se desliza hacia el suelo una hoja de papel cuadriculado con barbas en uno de los lados. La observa mecerse en el aire y, asi hipnotizada, casi logra visualizar a su hijo arrancando de un tiron una hoja de su cuaderno de espiral metalica en el lomo, esos que maniaticamente usaba siempre porque le traian recuerdos del colegio, para redactar el anuncio. La hoja con el regalo inesperado, palabras que Eloy eligio con su mente y rotulo con su mano, se posa al fin sobre el suelo. Clara la recoge sabiendo que el acto traera desgarros emocionales. «Periodista de Madrid busca datos sobre el escritor de principios de siglo Gabriel Ortueno Gil, llamado 'el poeta asesino'. Cuestion de vital importancia». Y debajo, el nombre y telefono.

– Periodista…

Clara se emociona intensamente ante esta palabra. Le produce un remoto orgullo, ya esteril, que su hijo se considerara a si mismo profesional de un oficio que en realidad nunca llego a ejercer. Pero pensaba hacerlo. Iba en serio. La cuestion de vital importancia era el, su futuro… Y esta reflexion, a la que desde su legitimidad de madre otorga rango de evidencia, le hace alzar la vista para verbalizarlo. Emilia no necesita escuchar explicaciones, pero ella si necesita decirlas.

– Mi hijo no llego a ejercer el oficio. Paso una epoca deprimido… Dos anos muy largos, terribles. No es facil de explicar -casi se disculpa Clara, dubitativa y algo avergonzada. Siente inexplicablemente desbaratada la seguridad que ha presidido toda su vida ante la bondad simple y sabia, todopoderosa, de la anciana estanquera-. Le daban accesos de agresividad…

– Eloy me lo conto todo -zanja con ternura rotunda Emilia, y para dar calor a sus palabras apoya su mano sobre la de Clara.

– ?Todo? -se inquieta Clara. Entiende que cuando Emilia dice todo puede querer decir todo, incluido el cumpleanos ultimo, que estuvo a punto de ser, o en realidad fue, escision traumatica entre ella y Eloy, la frontera salvaje con la puerta fin de su relacion.

Todo -asiente, apaciguadora, Emilia.

Clara no dice nada; no puede.

– Me conto lo de las drogas -continua Emilia, y la palabra levanta entre las dos mujeres un largo momento de silencio-. Me conto que empezo a tomar muchas, y que teniais broncas tremendas por eso. Me conto como pensaba que no era adicto. Y me conto que decidio dejarlo el dia de ese cumpleanos, hace unos meses. Cuando empezasteis a discutir. Y el, fuera de si, te pego. Me lo conto todo, si.

Clara mira sin respirar. Siempre ha creido que las existencias, muchas existencias, pueden definirse por uno solo de sus instantes, resumirse en el, incluso ser el y nada mas que el. Siente o sabe que nacemos como carne desnuda, inadvertidos sobre los sentimientos y virtudes de quienes nos preceden y traen, tambien sobre sus taras y terrores, y morimos igual pero envejecidos, carne desnuda que se reseca en contacto con el aire, preguntandonos en muchos casos quienes fuimos y para que. Sin embargo, esos dos momentos del nacimiento y la muerte, intrascendentes para todos excepto para quien los vive, no son sino los limites del camino, la esfera que contiene nuestro pequeno mar de minutos en medio de los cuales, llegado el recuento final, siempre recordamos uno: la hora cero y el minuto cero y el segundo cero que marco un antes y un despues en nuestro devenir. El eje de nuestra alma, marcado a cuchillo sobre nuestro corazon, un relampago que rasga de repente el languido atardecer. El de Clara esta ahi, justo donde acaba de pulsar Emilia con habilidad quirurgica y exactitud matematica. Eloy se lo conto… A una desconocida…. Tiene que forzarse a respirar de nuevo. No sabe como responder, que frase o que simple palabra podria decir a continuacion. Pero Emilia si.

– Queria ser periodista, vi muy claro que lo decia de verdad. Da igual que no llegase a serlo. Lo importante es que cuando murio queria serlo. Eso es lo que debe contar, aunque solo tu y yo lo sepamos. Yo lo tuve enfrente, ahi, donde estas sentada tu. Y senti que era una persona salvada. Porque antes de morir ya se habia puesto a salvo de si mismo. Y el que logra eso, ya esta a salvo de todo lo demas.

Clara escucha sumisa, con estupefaccion serena, casi desconcertante de puro placentera. Ya no se hace preguntas sobre esta extrana anciana, ya no quiere ponerla en duda ni cuestionarla con su implacable razon de hierro. Solo quiere confiar en ella.

– ?Por que, Emilia?

– ?Por que que?

– Por que todo… ?Por que llego hasta aqui? O mejor, que le trajo… Hasta aqui, hasta ti, hasta este libro. ?Quien era Gabriel? ?Por que se cuentan esas cosas absurdas de este acantilado? Eloy las creyo. Me dijo no se que disparate de un hombre sumergido en el fondo del mar, acunando a un bebe. Temi que hubiera vuelto a caer, que su desintoxicacion se hubiera roto otra vez, una vez mas, aqui, en Padros. El hombre sentado en el fondo del mar es un delirio de drogadicto, ?como no va a serlo?

– Me lo conto a mi tambien, cierto.

– Y el accidente… Me atormenta que se estrellara por culpa de estar drogado. Es la pregunta de mi vida, Emilia. Mientras no la conteste, no podre volver a estar viva. ?Eloy habia recaido y seguia enganchado a la muerte o estaba curado y tenia un proyecto? Hay indicios de que podia haber vuelto a drogarse. Pero sus ultimas palabras fueron para pedirme que le creyera.

– Lo se, tambien me lo dijo. El queria reparar todo lo malo que habia hecho. Reparar su cumpleanos. Reparar que te pego, que pego a su madre. Pero ya no puede darte respuestas. Te toca buscarlas a ti. Podrias empezar por aqui -concluye la estanquera senalando el libro.

Clara inspira, impaciente y nerviosa. Quiere saber de Eloy, no leer una novelucha antigua. Pero confia en Emilia. No tiene otra opcion que confiar en ella. Abre el libro, y para no saltarse ningun paso comienza por ese prologo fechado el 17 de febrero de 1936. Si su autor lo hubiera escrito un dia antes o un dia despues, el padre de Emilia no habria adquirido el libro, divertido por la coincidencia con el nacimiento de su hija. Y en tal caso, ni Eloy ni ella habrian llegado jamas a tenerlo entre las manos.

20

Todo el amor y toda la muerte

Novela de Gabriel Ortueno Gil

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