a si una vez que se hubo aproximado y comenzo a hablar, pero hubo ademas una percepcion insolita y sin precedentes que, todavia de forma inconcreta, debia de tener que ver con su agilidad de bailarina clasica ataviada con vaqueros y zapatillas deportivas. ?Intuida capacidad de levitar? ?Magia verdadera, inexplicable? ?Alas ocultas bajo la camiseta blanca? ?Alas invisibles que por tanto no era preciso ocultar?
Tonterias asi recuerda Bastian que esbozo la mente de Sebastian, ya en aquel instante. «Asi que usted es el dueno del caseron del acantilado», fueron las primeras palabras que oyo pronunciar a la mujer que dinamitaria su vida para reinar luego sobre casi toda su muerte, en el segundo uno del minuto uno de la primera de las ciento ochenta y siete horas de vida pura que quemarian juntos, camino de sus respectivas muertes bifurcadas.
– Su cafe, senor -dice Pedrin, y su gesto al depositar la taza sobre el angulo en ele de la barra saca a Bastian de la ensonacion del pasado.
Mira a los ojos al camarero. Pedrin, que de cerca parece haber engordado un poco, no emite la menor senal de reconocimiento, ni siquiera un chispazo de duda.
Bastian deposita una moneda de dos euros sobre la barra, toma el platito con la taza de cafe y va hacia la mesa circular junto al ventanal. Se acomoda en la silla que ocupo frente a Vera al aceptar su invitacion de sentarse con ella, ya en el minuto dos del huracan. ?Sabria ella desde el principio que el aceptaria sin dudar? Tal vez lo aposto contra si misma, o contra quienes fueran sus complices ocultos. «Seis millones de euros en billetes usados a que el dueno del caseron viene detras de mi como un perrito». La lluvia repiquetea con renovada fuerza contra el cristal que atravesaban entonces pictoricos rayos de sol. Vera necesitaba, esa fue la primera mentira explicita, ver el caseron por si servia para rodar una pelicula en cuyo equipo de produccion colaboraba. El la miraba en silencio, rogando que no dejara de hablar. Todo era, hace tiempo que lo tiene dolorosamente asumido, una representacion teatral quien sabe cuantas veces ensayada, pero entonces daba igual. Vera movia sin descanso sus manos alargadas y agiles, como un hipnotizador perfidamente disfrazado de muchacha inocente. Hoy y desde hace mucho el siente que aquellos dedos eran cuchillos, pero entonces los imagino estilizados acrobatas desnudos, de piel tibia y suave, en cuya danza se atrevio a interpretar signos explicitamente seductores dedicados a el. Vera podria haber hablado hasta el infinito, el la habria escuchado siempre… Y entonces, al rememorarlo, le asalta otra vez la idea, verosimil desde la irrupcion de la ciega del restaurante, de que la tragedia de cuatro anos atras fue distinta a como el creyo, memorizo, vivio…
La invito a conocer el caseron del acantilado, naturalmente. Tambien ha supuesto siempre que eso estuvo previsto. «Seis millones a que me invita a visitar el caseron». Se pusieron en pie y juntos salieron a la calle igual que el, ahora solo, se pone en pie y sale a la calle. Fue en ese trayecto minimo hacia el coche cuando creyo saber que la hacia tan diferente, tan ajena al mundo y tan superior a el: Vera no caminaba, sino que volaba, parecia volar. Y quien a su lado fuera, se atrevio a decidir Bastian cuando todavia era Sebastian Diaz, podria levantar el vuelo junto a ella, planear sobre el mundo, elevarse hasta lo mas alto y flotar alli indefinidamente, ajeno a vientos y tormentas. Delirar ante una mujer adecuadamente hermosa es facil para el hombre adecuadamente proclive a ello, como no va a serlo para uno cuya vida parecia desde demasiado tiempo atras el soso intermedio sin fin de un espectaculo aburrido al que habia acudido solo, sin nadie al lado con quien hablar.
Subieron al coche y fueron juntos hacia el caseron.
Sube al coche y va solo hacia el caseron, fielmente escoltado por su obsesion, que ya ha resucitado por completo y campa a sus anchas alrededor y dentro de el.
4
Salgo en coche manana por la manana, muy pronto. Tengo que estar en Madrid por la tarde. Por eso me apetece escribirte con calma, sobre la arena de la playa, frente al mar maldito, eso dicen, de este acantilado donde ha pasado todo. Quiero que luego releamos juntos la carta en el jardin, que me escuches con toda tu atencion cuando me detenga en cada palabra y te cuente los detalles de como ha sido cada paso. ?Que excitacion! ?Por fin voy a tener el libro en las manos! Para seguir escribiendo, hago como el personaje de aquel poema de Ortueno Gil… Busco las palabras en este horizonte azul que tengo delante. O mejor aun, pienso en las palabras de aquella escritora que te gustaba tanto, la que contaba lo de absorber la luz. La frase me emociono cuando la dijiste, pero ahora soy incapaz de recordarla. Te propongo un trato, o un juego, como quieras llamarlo. Cuando vayamos a leer juntos esta carta, me repites la frase antes. ?De acuerdo?
El mar de este acantilado vive una maldicion de amor, no puede haber otra explicacion. Me obligue a comenzar a creerlo… y acabe por lograrlo. Ahora lo creo, ahora se que es verdad. Pero ?es que acaso no tuve las pruebas delante? ?O que, si no, era la silueta humana que se mantenia erguida en el fondo del mar? La vi con mis propios ojos. Creeme, no miento. Quiero traerte a Padros para que la busquemos juntos. Para que la encontremos. ?Una silueta humana en el fondo del mar! ?Lo puedes concebir? ?Y pensar que la descubri por azar, cuando buceaba para relajarme!
Espero convencerte para que vengas. Al principio no tomaste en serio mi investigacion sobre Gabriel Ortueno Gil, reconocelo. Te parecia absurdo, o directamente inviable, buscar la pista de quien tu misma definias como un escritor menor, infimo, que si obtuvo alguna notoriedad no fue por sus versos o sus cuentos, sino por el espeluznante crimen que cometio, mas terrible teniendo en cuenta que era un heroe de guerra. Vale, admito las dificultades, siempre las admiti. Pero es en un caso tan truculento donde me puedo lucir, y eso es justo lo que necesito para mi carrera. Tambien, y sobre todo, para salir adelante. Eso si que lo sabemos bien los dos.
Lo que me interesa de Ortueno Gil es que de el no se sabe casi nada, precisamente ahi esta la gracia; ni la menor referencia en los anales literarios de principios del siglo XX, ningun texto suyo conservado, solo la referencia a una novelita llamada
Porque en mi busqueda he encontrado rastros ineditos, y tambien por eso me gustaria que vinieras; aparte de la silueta submarina, que seguro que te ha intrigado. Rastros como Emilia, de quien te hablare con detalle en persona. Nunca habia conocido a una mujer igual, lo entenderas cuando te cuente. Nada que ver contigo o con ninguna de mis amigas, algo totalmente distinto, nuevo, que me fascina. Voy a tener que implicarla hasta el final, con todas las consecuencias. Esta directamente relacionada con la historia de Ortueno Gil, aunque por simple calculo temporal parezca imposible. Ella misma no lo sospecha, tan tranquila en su mostrador del estanco, pero he llegado a la conclusion de que tiene la clave de aquel crimen. ?Como?, te estaras preguntando… ?Si aquello