del pasado, que tras la ciega que vio en el restaurante tambien podria no estar muerta. Al fin y al cabo, nunca vio muerta a Vera. Solo supe que lo estabas. Solo crei que lo estabas.

Viva: una imposibilidad demoniaca y anhelada por la cual, aunque no lo desee, aunque lo odie, nota como se le reactiva la sangre, tanto tiempo apagada. Desearte. ?Sera esa todavia mi maldicion? Alguien que mirase desde otro punto del acantilado con prismaticos veria a un hombre correr en ayuda de una mujer caida. Pero el sabe que corre por sentir que repite la carrera de hace cuatro anos hacia la plenitud al alcance de la mano, no para auxiliar a la mujer de la arena, sea quien sea, sino porque se esta permitiendo fantasear, puede que patologicamente, con la idea de que el tiempo ha vuelto atras, al dia soleado y feliz en que, como golpeado por un rayo, se detuvo a cinco o seis metros de Vera, que se masturbaba sobre la arena y con golpes secos de pelvis recibia entre gritos de loca moribunda el impacto de cada vertiginoso ascenso de corriente salada contra su sexo abierto. El mar entero parecia pugnar consigo mismo por hacerse un hueco dentro de ella, y el oleaje que la rebasaba volvia atras furibundo y febril, atropellandose a si mismo, para buscar en el nuevo ascenso otra oportunidad de penetrarla entre espumarajos feroces. Bastian recuerda que Sebastian grito, o que resoplo con animalidad tal que parecio gritar, y Vera supo por ello que el chasquido de sus dedos en forma de sms habia apresurado hacia ella al jubiloso perrito domesticado. Cuanto se aborrece Bastian al recordarlo, cuanto daria por vivirlo otra vez. Por eso y no por otra cosa corre hacia la mujer desnuda, aunque sepa que apenas llegue hasta ella comprobara que sus rasgos no son los de Vera, y entonces la fantasia devolvera su legitimo espacio a la realidad. Tendra que socorrerla en vez de quitarse la ropa como se la quito entonces, despectivo de cualquier mirada indiscreta que pudiera ver como se acercaba desnudo y erecto al cuerpo encabritado de placer sobre las olas. Se arrodillara junto a la desconocida vestido, solicito y auxiliador para verificar si respira, en vez de avanzar de rodillas y estupefacto de fascinacion ante la hembra capaz de follar con el oceano, con el mundo, con el universo, con Dios si hubiera existido. Vera tanteo por la arena con la zurda, buscandolo sin dejar de masturbarse con la diestra. Cino el miembro tieso no para excitarlo, sino para poseerlo y sentirse su duena, para acercar un poco mas hacia ella el cuerpo masculino que, apenas le perteneciese sin remedio, la obedeceria a ciegas en el plan criminal que sin duda tenia ultimado ya. El se aproximo disputandole el hueco al oleaje, y antes de entrar en ella se demoro en acariciar con el miembro y con la mirada el contorno hecho zumo de sus labios vaginales, sintiendose invicto sobre el mar. La penetro, cruzo otra vez la puerta abierta a miles de puertas abiertas a miles de puertas abiertas a miles de puertas, el cielo y lo que hubiera mas alla de sus confines, contenido en la precisa eternidad humeda de esa vagina irrenunciable y por tanto invencible. Vera tenso el vientre hacia el cielo con los pies y manos asentados sobre la arena en curvatura a medias imposible, obligandolo a ponerse en pie para intentar permanecer dentro, a su merced, luchando contra sus inhumanas sacudidas. Chillo, chillaron. Un grito unico, interminable, que ni concluia ni parecia que fuese a dejar de amplificarse jamas, casi inverosimil, casi aterrador, Dios y sus demonios interiores corriendose una y otra vez, hasta quedar extenuado y escindirse en dos cuerpos, los de ellos, que se dejaron caer boca arriba sobre la arena, exhibiendo ante el sol la luminosidad de sus plenitudes saciadas. El gemido entrecortado de Vera, alargado como el estertor de una agonia feliz, y su mano buscando la de el en la arena le trajeron de vuelta a la realidad. Se mediaba ya su hora numero sesenta y uno. Bastian ha sido capaz de senalarlo con absoluta precision porque fue uno de los momentos cruciales en la vida del condenado Sebastian. Porque fue entonces cuando ella susurro:

«Necesito tu ayuda…».

Era la muerte, que ya venia.

«Lo que tu quieras, Vera. Lo que necesites».

De pronto titubeante, Vera trago saliva como una actriz experimentada que interpreta a una nina presa de la angustia, la cara modosamente apoyada sobre el pecho de el, su entrenado oido interpretando si los latidos del pecho masculino senalaban ya el adecuado grado irreversible de sumision.

«?Ves las torres de apartamentos? La primera de las dos, el atico de este lado, la terraza que se ve desde el caseron…».

Sebastian continuo escuchando en silencio, pero Bastian recuerda que le costaba disimular su alegria ante la oportunidad de ayudar a la mujer adorada. Tampoco ha olvidado como la siguiente frase de Vera le provoco inquietud fisica, tal vez porque contenia, y asi lo intuyo su inconsciente, una premonicion exacta del futuro que le aguardaba.

«?Has conocido alguna vez a alguien de quien puedas decir que es muy peligroso? Pues manana llegara a Padros un hombre que lo es. Se llama Humberto. Y necesito que me ayudes contra el».

Sebastian asintio, aunque fue un asentimiento puramente mecanico, en realidad una mentira. ?Como iba el, un hombre mediocre, de vida tranquila y absolutamente convencional, plantearse en serio, por mucha pasion que sintiese, inmiscuirse en lo que pronto se revelo como una inminente guerra entre delincuentes armados? El peligro, que como un aura rodeaba la vida de Vera, anadia inconcretas dosis de excitacion a su idilio, pero, por supuesto, ya se encargaria el de permanecer fuera cuando los hechos se desencadenasen.

«?Como pude enganarme de esa manera, equivocarme asi?», se pregunta Bastian, y para apartar de su mente esa primera vez que oyo hablar de Humberto, el hombre del que lleva cuatro anos huyendo, se revuelve resueltamente hacia el presente, que lo ha traido hasta la playa junto a una desconocida desnuda. Olvidar es esconderse, y a veces tal claudicacion resulta asumible.

Una respiracion infima, tal vez de umbrales de muerte, agita el pecho de la desconocida, y viene a recordarle que, puesto que ha corrido hasta aqui, debe tomar alguna iniciativa aunque no fuera auxiliarla el motivo prioritario de su carrera. La observa, mas tranquilo al comprobar que ese hilillo de aire que absorbe su boca es regular pese a la debilidad. La mujer debe de tener cuarenta y muchos anos, tal vez alguno mas de cincuenta. Tiene el rostro alargado, de lineas nitidas y belleza entristecida por alguna desdicha originada mucho antes de este desmayo, y un cuerpo atletico, con piernas fuertes y vientre liso. La piel se ve muy palida, como si hubiera empalidecido de golpe por algun dolor. Por algun resquicio pudoroso, Bastian pasa la vista sobre los pechos y el pubis sin detenerse en ellos. Las manos de la mujer, largas y elegantes, parecen suaves y se ven muy cuidadas, y ni en ellas ni en ningun otro lugar de su cuerpo lleva anillos, aretes o tatuajes. Completamente desnuda. Estrictamente desnuda.

Bastian, que aunque revive una obsesion no esta loco, sabe muy bien que este encuentro no lo ha propiciado Vera desde el mas alla, pero tambien sabe que las casualidades dificilmente existen, y por ello siente curiosidad por la procedencia de esta mujer que no muestra una sola sena de identidad sobre su desnudez. No se ve un coche cerca, ha tenido que venir caminando. ?Podrian ser suyas aquellas prendas de ropa dispersas que vapulea el mar?

Entonces repara en la bola de papel empapado, tal vez una carta, que la mano femenina, incluso en su extravio de inconsciencia, aprieta en el interior de la palma cerrada. Ese despojo que el mar ha convertido en informe, probablemente arrebatandole ademas las palabras que la tinta hubiera fijado en el, es sin embargo la unica posesion de esta naufraga del mundo, lo unico que arropa su desvalimiento. ?Y si en vez de haberse desvanecido en la orilla fuera el propio mar quien la ha traido hasta aqui, tal vez desde muy lejos?

Bastian apoya una mano sobre el hombro femenino. La carne esta fria pero viva, la nota palpitar bajo el hielo de la piel, y la mujer respinga por ese contacto tibio que ha debido de resultarle grato. Bastian, incorporandose, tira de ella por las axilas hacia la arena seca. La mujer emite un quejido exhausto, como si quisiera dedicar sus ultimas fuerzas a seguir fusionada con el mar, y acto seguido entreabre los ojos, logrando ver solo a esa figura desenfocada que se arrodilla ante ella, y que podria ser la de un hombre: ?Eloy?

– ?Eres tu?… Estas vivo… -acierta a pronunciar entre dientes antes de retornar al refugio del desmayo.

Pero ha sido suficiente para que Bastian sienta un topetazo, como si de golpe el corazon se le hubiera parado o, mejor, comenzado a latir. Estas vivo… ?Hay palabras que puedan impactar mas intensamente a un muerto? Bastian experimenta una inesperada oleada de ternura que le lleva a quitarse la gabardina y cubrir con ella a la mujer, a la que de pronto ha visto fragil ademas de desnuda. Como si el cuerpo mudo hubiera sido capaz de transmitirle la enorme importancia que tiene la piltrafa de papel mojado, Bastian rescata esos restos de entre los dedos de la naufraga y los pone meticulosamente a salvo en la palma de su propia mano. Luego pasa un brazo bajo los muslos ateridos, a la altura de las rodillas, y el otro a media espalda, mientras le viene a la cabeza la otra frase que dijo, la primera: Eres tu… La alza y, ya sin perdida de tiempo, comprometido con la mujer a la que de una forma u otra acaba de salvar de algo que todavia ignora, va todo lo aprisa que puede hacia el coche. ?Con quien me habra confundido?

Es insolitamente ligera, no le cuesta cargarla. Tal vez, se le ocurre, el mar se ha llevado su ser y ha dejado

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