del pasado, que tras la ciega que vio en el restaurante tambien podria no estar muerta. Al fin y al cabo, nunca vio muerta a Vera.
Viva: una imposibilidad demoniaca y anhelada por la cual, aunque no lo desee, aunque lo odie, nota como se le reactiva la sangre, tanto tiempo apagada.
«Necesito tu ayuda…».
Era la muerte, que ya venia.
«Lo que tu quieras, Vera. Lo que necesites».
De pronto titubeante, Vera trago saliva como una actriz experimentada que interpreta a una nina presa de la angustia, la cara modosamente apoyada sobre el pecho de el, su entrenado oido interpretando si los latidos del pecho masculino senalaban ya el adecuado grado irreversible de sumision.
«?Ves las torres de apartamentos? La primera de las dos, el atico de este lado, la terraza que se ve desde el caseron…».
Sebastian continuo escuchando en silencio, pero Bastian recuerda que le costaba disimular su alegria ante la oportunidad de ayudar a la mujer adorada. Tampoco ha olvidado como la siguiente frase de Vera le provoco inquietud fisica, tal vez porque contenia, y asi lo intuyo su inconsciente, una premonicion exacta del futuro que le aguardaba.
«?Has conocido alguna vez a alguien de quien puedas decir que es muy peligroso? Pues manana llegara a Padros un hombre que lo es. Se llama Humberto. Y necesito que me ayudes contra el».
Sebastian asintio, aunque fue un asentimiento puramente mecanico, en realidad una mentira. ?Como iba el, un hombre mediocre, de vida tranquila y absolutamente convencional, plantearse en serio, por mucha pasion que sintiese, inmiscuirse en lo que pronto se revelo como una inminente guerra entre delincuentes armados? El peligro, que como un aura rodeaba la vida de Vera, anadia inconcretas dosis de excitacion a su idilio, pero, por supuesto, ya se encargaria el de permanecer fuera cuando los hechos se desencadenasen.
«?Como pude enganarme de esa manera, equivocarme asi?», se pregunta Bastian, y para apartar de su mente esa primera vez que oyo hablar de Humberto, el hombre del que lleva cuatro anos huyendo, se revuelve resueltamente hacia el presente, que lo ha traido hasta la playa junto a una desconocida desnuda. Olvidar es esconderse, y a veces tal claudicacion resulta asumible.
Una respiracion infima, tal vez de umbrales de muerte, agita el pecho de la desconocida, y viene a recordarle que, puesto que ha corrido hasta aqui, debe tomar alguna iniciativa aunque no fuera auxiliarla el motivo prioritario de su carrera. La observa, mas tranquilo al comprobar que ese hilillo de aire que absorbe su boca es regular pese a la debilidad. La mujer debe de tener cuarenta y muchos anos, tal vez alguno mas de cincuenta. Tiene el rostro alargado, de lineas nitidas y belleza entristecida por alguna desdicha originada mucho antes de este desmayo, y un cuerpo atletico, con piernas fuertes y vientre liso. La piel se ve muy palida, como si hubiera empalidecido de golpe por algun dolor. Por algun resquicio pudoroso, Bastian pasa la vista sobre los pechos y el pubis sin detenerse en ellos. Las manos de la mujer, largas y elegantes, parecen suaves y se ven muy cuidadas, y ni en ellas ni en ningun otro lugar de su cuerpo lleva anillos, aretes o tatuajes.
Bastian, que aunque revive una obsesion no esta loco, sabe muy bien que este encuentro no lo ha propiciado Vera desde el mas alla, pero tambien sabe que las casualidades dificilmente existen, y por ello siente curiosidad por la procedencia de esta mujer que no muestra una sola sena de identidad sobre su desnudez. No se ve un coche cerca, ha tenido que venir caminando. ?Podrian ser suyas aquellas prendas de ropa dispersas que vapulea el mar?
Entonces repara en la bola de papel empapado, tal vez una carta, que la mano femenina, incluso en su extravio de inconsciencia, aprieta en el interior de la palma cerrada. Ese despojo que el mar ha convertido en informe, probablemente arrebatandole ademas las palabras que la tinta hubiera fijado en el, es sin embargo la unica posesion de esta naufraga del mundo, lo unico que arropa su desvalimiento. ?Y si en vez de haberse desvanecido en la orilla fuera el propio mar quien la ha traido hasta aqui, tal vez desde muy lejos?
Bastian apoya una mano sobre el hombro femenino. La carne esta fria pero viva, la nota palpitar bajo el hielo de la piel, y la mujer respinga por ese contacto tibio que ha debido de resultarle grato. Bastian, incorporandose, tira de ella por las axilas hacia la arena seca. La mujer emite un quejido exhausto, como si quisiera dedicar sus ultimas fuerzas a seguir fusionada con el mar, y acto seguido entreabre los ojos, logrando ver solo a esa figura desenfocada que se arrodilla ante ella, y que podria ser la de un hombre: ?Eloy?
– ?Eres tu?… Estas vivo… -acierta a pronunciar entre dientes antes de retornar al refugio del desmayo.
Pero ha sido suficiente para que Bastian sienta un topetazo, como si de golpe el corazon se le hubiera parado o, mejor, comenzado a latir.
Es insolitamente ligera, no le cuesta cargarla. Tal vez, se le ocurre, el mar se ha llevado su ser y ha dejado