como en todo, soy muy desarreglada… ?Que te produce risa?
– Has tenido un acierto verbal… inconsciente.
– ?Por que inconsciente? Me dijo que tenia un embarazo de tres meses…
Me gusta cada vez mas dialogar y encuentro que es un ejercicio excelente para agilizar el estilo. Si los de Platon fueran 'Relatos' y no 'Dialogos', en dos mil quinientos anos se hubiera marchitado su encanto.
– Para comenzar, el hijo podria ser tuyo, o de Juanillo, o de un americano que conoci hace unos meses, o de aquel muchacho del bar, un rubio simpatico que tiene unos ojos muy bonitos. O podria ser del marroqui… El muy cochino tenia unos redondeles calvos, amarillentos, en la cabeza… Vas a tener que darme algun dinero.
– No tengo un franco. Dentro de tres o cuatro dias tendre que levantarme para empezar a trabajar…
– ?En que?
– Eso no te importa. Pero, ?que hiciste tu de los miles de francos que te dio aquel hombre: y los pendientes, y el reloj de pulsera, y los trajes, y las carteras?
Podria suprimir todo esto, o acortarlo, pero en los dialogos y desde el punto de vista psicologico lo superfluo es lo necesario. Ella se encendio como una brasa aventada por un fuelle, y rompio a llorar. Con frases cortadas, punteadas, sincopadas -hay que cuidar los adjetivos y buscar los mas imprevistos y originales- me conto que todo se lo habia quitado, hasta el reloj de pulsera, aquel tipo.
– Homosexual, mujeriego, cocainomano, ladron… Me persigue y me explota desde el dia en que lo conoci en el estudio del fotografo y posamos desnudos para unas fotografias obscenas.
Para sintetizar, continuo llanamente el relato. Como por ningun motivo desea tener hijos y echar a perder su cuerpo, se va a poner en manos de una comadrona de la Porte de Clignancourt. Su plan consiste, sobre la base de una licencia que le dara Juanillo y mil francos que le adelantara sobre su trabajo futuro, en escribirle una carta al marroqui pidiendole dinero, y para escapar a la persecucion del homosexual se vendra al hotel a vivir conmigo…
– ?No, mi querida! Eso por ningun motivo.
– ?Espera, idiota! Sera solo por una noche, pues al dia siguiente me internare en la clinica de aquella mujer.
Cuando se vestia rapidamente logre concentrar su atencion un momento. Vuelvo a dialogar:
– Contestame pensando lo que vas a decir…
– Es tardisimo. Tengo que irme…
– ?Te gusta el cine?
– ?Hombre!
– ?Peliculas de amor, de vaqueros, de detectives, de que?
– De Brigitte Bardot. No es por nada pero tengo un cuerpo mas bonito, y soy mas joven y mas alta. Me gustan las peliculas de amores, bailes, palacios, yates, villas a la orilla del mar. En las buenas peliculas nadie trabaja.
– Ahora quiero que pienses lo que vas a decir. Se trata de una novela que estoy escri… leyendo, y de la cual van a comenzar una pelicula con Brigitte Bardot, precisamente.
– ?Y me llevaras a verla?
Cuando le conte a grandes rasgos mi tema, hizo una trompa con los labios, encogio los hombros, me miro con ojos que no reflejaban el menor destello de inteligencia.
– ?Que papel hara Brigitte? No me gusta, ?sabes? Me parece una historia aburrida desde el comienzo hasta el fin. No excita, no conmueve, no interesa, no… A mi me tiene sin cuidado la vida de un empleado en esos paises tan lejanos. Ademas, la vieja es inverosimil en esta epoca. Y la solterona no se concibe en Paris… Para hablarte con absoluta franqueza, detesto a los estudiantes extranjeros…, ?Ahora si me puedo ir? No se te olvide escribir la carta. Te dejo los cigarrillos, pues comienzan a saberme mal.
Sus pisadas eran ritmicas y ligeras cuando se alejaba por el corredor.
A un farmaceutico que vive pendiente de las carreras de caballos, de la cita que tiene con una amiga, de los impuestos, del lugar donde podra estacionar su automovil: ?que le puede importar el problema de un estudiante extranjero que pasa trabajos en Paris y vive del sacrificio de su familia lejana? Y a millones de posibles lectoras como Chantal, cansadas de un trabajo agotador, ansiosas de conseguir una situacion mas estable: ?que puede interesarles la vida de un estudiante pobre en Paris? El golpe de gracia a este proyecto de novela me lo dio la idea de que lo que estaba pensando escribir no era una novela sino una autobiografia. El escritor de autobiografias piensa arbitrariamente que su personalidad es ejemplar. Se hace una de estas dos reflexiones: Yo soy el arquetipo de millones de seres que en mi se encuentran reflejados y me consideran un simbolo; o yo soy un ser distinto de los demas, sin segundo ni semejante. Lo que yo soy, quisieran serlo millones de hombres que mueren sin haber vivido, sin percatarse de que en este mundo puede darse, a veces, el caso de una aventura personal realmente extraordinaria. Los escritores de este genero literario no anotan en sus diarios lo que han hecho en el dia, sino que hacen durante el dia algo que desean anotar en sus diarios. No describen su propia vida, sino que la acomodan en vista de su autobiografia; y eso puede pasarme a mi. Yo se que las opiniones del farmaceutico y de Chantal, desde un punto de vista critico, no valen nada; pero tampoco puedo olvidar que el escritor escribe en vista y consideracion de la masa anonima de todos los lectores. Yo no voy a escribir mi novela por el solo placer de recrearme en ella. Eso seria una simple masturbacion literaria. Cuando se quiere ser un escritor de verdad, accesible a toda clase de gentes, desde el profesor de la Sorbona hasta el farmaceutico de la esquina y desde una duquesa hasta Chantal, hay que pensar en esas cosas. Evidentemente el tema de mi novela, mi propio tema, el de mi casa, para ellos no tiene la menor importancia.
Hoy he resuelto ir al Consulado para pedir prestados unos doscientos o trescientos francos y capear la situacion mientras consigo algun trabajo y me entrego de lleno, febrilmente, a la redaccion de mi novela. Una vez terminada y sacada en limpio, la enviare a un editor espanol. Tal vez podria traducirla al frances… En el Consulado me pueden indicar un buen traductor y no tendria inconveniente en compartir mis derechos con el, y firmar con un seudonimo frances, pues solo asi podria entrar a competir en el Goncourt. Ganariamos el premio por siete votos contra tres. Mi traductor se presentaria a la fiesta de Gallimard, y ante un centenar de fotografos, periodistas, escritores, academicos, rodeado de microfonos y pantallas de la television, soltaria la bomba:
– Desgraciadamente yo no soy el autor de esta novela sino apenas, y a mucha honra, su humilde traductor al frances. El autor es un antiguo estudiante hispanoamericano que vive en Paris y voy a tener el gusto de presentarlo. Fogonazos de los fotografos, sonrisas, alguien me arrastra por la mano al centro del salon, un camarero me ofrece una copa de champana.
El escandalo seria formidable. Algunos periodicos pedirian la reunion de la Academia Goncourt para rectificar su fallo por haber sido victima de una supercheria y de un atentado contra el prestigio literario de Francia. El 'Figaro' exigiria en nombre de la moral literaria que al impostor lo expulsaran del pais y al traductor se le entregara a la ferocidad de los criticos. Su estilo estaria plagado de 'wagramismos', o espanolismos de la clientela dominical de la 'Rambla' de Wagram. Y de franglecismos condenados por la Academia. Alguien terciaria en mi favor en un articulo del Express, que levantaria ampollas en la piel muy sensible de los academicos. La agitacion llegaria a su colmo cuando la television anunciara la adaptacion de mi novela y su presentacion en el Odeon en el proximo otono. Mi entrevista ante la pantalla produciria tal impresion en la Embajada y en el Consulado, que no tardaria en recibir un nombramiento de agregado cultural, con sueldo de ministro consejero, a fin de evitar mi expulsion de Francia. Seria inconcebible que el pais de la libertad y la cultura, por un pecado venial literariamente concebible y disculpable, expulsara a un gran escritor hispanoamericano que les habia dado el bano a todos los jovenes escritores franceses…
– ?No, por Dios! Francia no me puede hacer eso.
Pensaba en estas cosas sentado en un banco del Parque de Luxemburgo. Tenia dos horas por delante pues antes de las doce seria inutil presentarme en el Consulado.
La jardineria es el arte mas natural, aunque en esta frase el sustantivo y el calificativo se contradigan. Por el contrario de la gramatica, cristalizada y anquilosada en la estufa de la Academia -a cuyo calor se arriman todos los reumatismos literarios- los jardines participan de los vaivenes de la naturaleza. Un cuadro, una estatua, un