verguenza. Hasta en Paris el recuerdo de America a un escritor hispanoamericano no le produce ideas, sino palabras. Por ningun motivo desearia que mi novela destilara retorica por todas las paginas y al terminar su lectura dejara los dedos embadurnados de aguilas bicefalas, carabelas, selvas, cordilleras, indios tristes que apestan a humo de rancho, blancos paludicos y negros que huelen a sudor.

Pero esto de la retorica tiene sus encantos, pensaba yo. Victor Hugo dispone en Paris de una calle, una avenida, una plaza, y naturalmente una boveda en el Panteon. Es la apoteosis de la retorica, o si alguien lo prefiere, de la poesia. Los Cabildos, que bautizan las calles, son mas sensibles a la retorica que a la verdadera poesia y a las glorias militares que al pensamiento filosofico. Montaigne, hombre discreto, seria una excepcion, pues se gano la loteria de la inmortalidad con la avenida de su nombre que se desgaja del Rond-Point de los Campos Eliseos; pero era un billete falso. Ningun turista americano ha leido una pagina de sus Ensayos, aunque no hay uno que ignore que en la Avenue Montaigne se encuentran uno de los hoteles mas costosos y una de las casas de modas mas elegantes de Paris. En cambio el Mariscal Ney tiene un bulevar feo que nace en la Porte de Clignancourt, y yo creo que era un buen mariscal.

Al nivel del bulevar hay un bistrot y una floristeria no lejos de la plaza. El resto, con el nombre pomposo de 'Clinica del Buen Samaritano', es un escaparate de pisos sombrios, ventanas desconchadas y mugrosas y rejas de hierro comidas de orin.

?No describir! ?Por favor, no describir! A lo sumo, dos o tres detalles representativos.

Encontre a la pobre Chantal exangue y en los huesos. Solo los grandes ojos castanos conservaban una juventud que habia huido de sus mejillas hundidas, sus hombros estrechos y su cabellera apelmazada y opaca. Le prometi darle los quinientos francos que me pedia a cambio de que buscara donde vivir, pues a partir del dia siguiente yo me alojaria en el cuarto de un estudiante amigo, situado en el primer barrio que se me vino a la cabeza. Cuando la deje, sobre la promesa de volver el martes o el miercoles con el dinero, se le habia ocurrido viajar a un pueblo en Bretana donde una tia suya trabaja de criada en una fabrica de quesos. Tiene por Chantal un amor casi maternal, pues la crio cuando su madre huyo con un chofer de camion y no volvio jamas. Esta historia, aunque falsa, me descargo definitivamente de Chantal con la promesa de los quinientos francos que no cometere la ingenuidad de darle. La caridad empieza por casa, decia papa.

Cuando estaba sentado al lado de su cama me sentia euforico y optimista, aunque se desprendia de las ropas del lecho, de una limpieza dudosa, un repelente olor a fiebre y a desinfectantes. Mientras le hablaba o escuchaba lo que me decia, asistia yo a un baile en el salon de un caseron de Tunja, al otro dia de la batalla del Pantano de Vargas y un dia antes de la del Puente de Boyaca. Era un baile mestizo, de hombres americanos en un escenario todavia colonial. La arquitectura de la casa era un mestizaje de barroco espanol y estilo americano, aunque tengo para mi que el barroco ya es un estilo 'americanizado y mestizo. Los muebles europeos se habian modificado insensiblemente al pasar por las manos de los artesanos indigenas. Mestizos los indios y los muebles, pues aunque los primeros racialmente fueran puros, el pensar en una lengua europea que no era la suya, espiritualmente los habia transformado en mestizos. Seria una idea aprovechable para una Historia de los estilos mestizos, pero la erudicion me fatiga.

Imaginaba otra escena cuando en el Mercado de las Pulgas me detuve frente a un reloj de pared de la epoca Imperio. Una sala alfombrada, iluminada por unas lamparas de cristal cuyas ceras chisporroteaban sin disipar las sombras. Tic-tac…, tic-tac… Un hombre maduro, elegante, de bigote gris, esta apostrofando a un joven de unos veinticinco anos de edad que yace, mas que sentado, fulminado en un sillon… Tic-tac…, tic-tac… Tiene el muchacho los mismos ojos saltones y negros de su padre, solo que los de este estan inyectados de colera mas que de sangre… Tic-tac… Levanta la diestra y la agita frente al rostro despavorido del muchacho… Tic-tac…, tic tac… Jamas permitire que te cases con la hija de ese indio que enjalmaba mulas en la pesebrera de la hacienda… Tic-tac…, tic-tac…

– ?Al senor le interesa el reloj? -me pregunto con voz confusa un anciano de boina vasca en la cabeza.

– ?Cuanto vale?

– Doscientos mil francos…

Doscientos mil, menos un cero veinte mil, menos un cero dos mil, dividido por cinco, cuatrocientos dolares… ?Una barbaridad!

– ?En ciento cincuenta mil no le interesa?

Ciento cincuenta mil, quince mil, mil quinientos, trescientos…

Lo que me preocupa es la imposibilidad de comprimir en una novela todo el proceso de formacion de la sociedad americana cuya culminacion en un pais del Caribe es un mulato, en un pais andino es un mestizo, en el norte del Brasil un mestizo con pigmentacion de negro y en un pais del sur un blanco con alma de mestizo.

Comienza a aclarar, si asi puede llamarse la cortina opaca y lechosa que cuelga contra los cristales de mi ventana. Deben ser las ocho de la manana. En la calle ruedan los primeros automoviles. Mas que la falta de interes fue la de sol lo que me obligo a abandonar mis estudios. No se como un estudiante puede levantarse a media noche cuando el reloj ya senala las siete y media de la manana; y deslizarse con las manos en los bolsillos por avenidas heladas y oscuras; y llegar a la facultad donde un profesor sonoliento y acatarrado explica con una voz que se condensa en una nube de vapor, la influencia que el sol, el mar y el aceite de oliva tuvieron en la civilizacion greco-romana. Pasos en el corredor, conversaciones apagadas aqui y alla, ruido de torrente en el W. C. del piso, voces y clamores lejanos. Voy a levantarme, pues hoy es lunes, tengo que cambiar mi cheque en el Banco y encontrarme con Miguel en el Consulado para recibir instrucciones.

Recorrido del bus 84 (?ah!, ?el placer de enumerar!): Parque de Luxemburgo, Plaza de San Sulpicio, calle del Vieux-Colombier, avenida de Sevres, Boulevard Raspail, rue du Bac, rue Bonaparte, orilla izquierda del Sena, Puente de la Concordia, Plaza de la Concordia, rue Royale, la Magdalena. Anticuario, libreria, libreria, anticuario, bistrot, anticuario, bistrot, libreria, ocasionalmente una tienda de objetos de lujo enrazada de tienda de antiguedades, y en cada calle una galeria de pintura y una floristeria. Centenares de automoviles estacionados en el sector central del Boulevard Raspail. En el Sena verde y azul, jaulas de vidrio cargadas de turistas suben hacia Notre-Dame y lanchones cargados de arena y de carbon descienden hacia Neuilly. Aglomeracion de automoviles en el Puente de la Concordia, espacio inmenso de la plaza con los jardines de las Tullerias a la derecha y a la izquierda los Campos Eliseos, atestados de automoviles. Frente a mi las dos bellas fachadas del Ministerio de Marina y del Hotel Crillon, ve se abren para dar paso a la rue Royale. En el fondo, sobre un zocalo de piedra, ese falso Partenon que es la iglesia de la Magdalena. Cuando visito la Grecia el padre de Miguel, le sorprendio el parecido del Partenon con la Magdalena de Paris. Todo el sector es un sueno de Grecia en una manana invernal, destenida y gris. No me gustan la Magdalena ni las matronas que se visitan en el centro de la plaza, en torno del obelisco, apoltronadas en pesados bloques de piedra. Si me permitiera corregirle algo a Paris las desmontaria de sus zocalos y haria una operacion de trueque entre la columna de la Place Vendome y el obelisco de la Concordia. Lo menos que puede pedir la gloria de Napoleon es que su estatua le vuelva las espaldas a los jardines de las Tullerias y mire eternamente, al traves del Arco del Triunfo, esos suntuosos crepusculos del verano que recuerdan el sol de Austerlitz.

Nota: Mas que describir, sugerir. Los escenografos modernos no montan complicados escenarios con construcciones y bambalinas de carton. Insinuan el paisaje, o el lugar, con unos elementos muy simples: una rama descarnada basta para sugerir un bosque y un reflejo que barre el escenario es suficiente para recordar el sol que se asoma un momento entre las nubes. Pero dejemos esto.

Le pague al Consul mi deuda y con Miguel le echamos un vistazo al automovil a fin de que me conozcan en el garaje de la rue de Ponthieu. Almuerzo con Miguel, su padre y sus hermanas en el Hotel Jorge V. Despedida de Miguel, etc. Estoy cansado y no quiero escribir. No puedo escribir. Es absurdo sentarse a escribir en un cuarto de hotel cuando Paris bulle, hierve y crepita a lo lejos; cuando mi ventana es un lienzo de color naranja; cuando quisiera contemplar una vez mas las luces de los automoviles que cruzan por los puentes del Sena; cuando los faroles clavan banderillas de fuego en un rio espeso y aceitoso que ondula como un reptil; cuando alguno de los amigos que deje en mi tierra, exclamara subitamente: ?Y pensar que ese idiota estara en algun cabaret de Paris con una mujer muy linda sentada en las rodillas!

Para vencer la aridez y el desaliento, Santa Teresa se ponia a orar de rodillas, con los brazos en cruz, y se

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