que las senoras usan para ir a misa, y diez para que yo pueda darme 'algun pequeno gusto en medio de mis agotadores trabajos de escritor'.

Habia conocido a Miguel en el Ministerio, a donde lo llevo algun asunto oficial. Miguel se lanzo en un elogio desaforado de mi y de la novela que estoy escribiendo. El gobierno deberia renovarme la beca que un funcionario estupido no habia querido prorrogar, con la disculpa de que yo estaba perdiendo lamentablemente el tiempo en Paris.

Varias veces he escrito que no quiero pensar. Cuando digo que no quiero pensar, lo que en realidad sucede es que no quiero sentir. El pensamiento es frio, rigido, esquematico, sin corazon. Un teorema de Euclides o una regla de interes compuesto no hacen reir; y en cambio una imagen, un recuerdo, un tema musical, un sabor, nos hieren el corazon y pueden alegrarnos o hacernos sollozar. En su carta, Miguel hacia una amable referencia a mi hermana y me prometia ir a casa para conocer a mi abuela.

Puedo pensar friamente la escena: un joven rico, despreocupado y elegante, salta de la Avenue Foch a una casa fea, destartalada, pobre, en un barrio de empleados publicos para visitar a una senora ingenua y reumatica, vestida de negro, que al hablar de su nieto y hacer absurdas e ingenuas preguntas sobre su vida en Paris, comienza a llorar. Lo que no puedo, ni quiero, es sentir esa escena.

En su carta, Miguel me pregunta por la impresion que me ha producido su automovil y me recomienda una vez mas que lo saque de vez en cuando y no olvide pagar los recibos del seguro y el arrendamiento del garaje. ?Para que pagar mientras no se defina el caso con la compania de seguros? Me dice que la familia no regresara a Paris antes de dos o tres anos, pues su padre se ha metido en un gran negocio de urbanizaciones populares y el ha estado ocupadisimo en almuerzos, cocteles y comidas, con motivo de su llegada. Para pasar el tiempo acepto el cargo de jefe de relaciones publicas en una empresa en la cual su familia tiene la mayoria de las acciones. Frase del viejo: 'Para triunfar en la vida, el hombre debe seguir su vocacion: la mia es ganar dinero y la suya, escribir'.

En mi pais, el campo son valles hondos y ardientes sobre los cuales flota un vapor transparente; y montanas azules que se arropan con una ruana de niebla y una montera de nubes. Tengo la impresion retrospectiva de que el cielo es mas alto, y la naturaleza mas hermetica, y la soledad mas espaciosa. En Europa el campo es domestico y los bosques limitan el horizonte decorando suntuosamente el paisaje. Los rios son mansos y ruedan en medio de tierras de labor que ondulan en la lejania. Aun cuando no se vea un pueblo, una granja o un castillo, por todas partes se percibe la presencia del hombre. A veces una presencia deliciosamente anacronica: una carreta de heno tirada por percherones (Brueghel), la aguja gotica de un campanario (Millet), una ruina cubierta de hiedra (Velazquez), una campesina calzada de zuecos (ilustracion de un cuento de Perrault) que con un bordon en la mano cruza el camino en medio de una manada de gansos.

A medida que avanzabamos se despejaba el cielo y brillaba el sol, pero grandes manchas de nieve salpicaban la carretera. 'Peligro, hielo', decia por todas partes. Con las narices rojas, Yvonne dormitaba a ratos.

Salto los detalles del recorrido, que un director de cine senalaria en el guion con dos lineas en lapiz rojo. Voy a utilizar su sistema:

Secuencia: Un automovil avanza lentamente por una carretera helada y resbalosa.

Secuencia: Paisaje visto desde el interior del automovil.

Secuencia: Ruedas del automovil patinando en una colcha de nieve.

Secuencia: Pueblo en una ladera, bosque de pinos, una linea de ferrocarril que parte en dos un rastrojo amarillento.

Acercamiento: El automovil, enfocado desde abajo, se desliza hacia el barranco. Las ruedas giran vertiginosamente levantando pequenos temporales de nieve a dos cuartas del suelo. El automovil se desliza de flanco. Corte.

Primer plano: Tronco de pino crece rapidamente hasta ocupar toda la pantalla. Grito histerico de mujer. Interjeccion en castellano. Ruido ensordecedor de cristales que se quiebran, hierros que se retuercen, objetos metalicos que se echan a rodar. Silencio. Una gota de sangre, pesada y caliente, me cae sobre la mano derecha. Musica funebre de fondo.

Yvonne se habia rasgunado una mejilla y el susto la tenia enferma de espanto. Yo estaba ileso, aunque me temblaban las piernas. Un pesado camion que venia detras de nosotros, sin poderlo evitar, es decir, sin que el chofer lograra dominarlo por lo resbaloso del piso, rozo con el parachoques tan fuertemente el flanco izquierdo del automovil que se lo llevo enredado entre los cuernos metalicos. Del coche gris acero de Miguel no quedaba sino un informe monton de latas retorcidas.

El dueno del garaje quedo consternado a la vista de aquel cadaver de automovil y llamo a los agentes del seguro quienes, con aire frio y profesional, manifestaron que la compania lamentaba el accidente, pero el seguro estaba caducado dentro de estos seis meses. Yvonne, mordiendose los labios, no decia una palabra. Cuando le propuse llevarla al hotel, me miro indignada.

Escenario: Caseron colonial de ventanas de reja, grandes aleros, tejados pandeados por la vejez y un escudo de armas a la puerta. El zaguan da paso a las carrozas, las sillas de manos, las parihuelas, los jinetes y las recuas de mulas que traen cargas de Santa Fe, capital del virreinato de la Nueva Granada.

Personajes: Bolivar pasea nervioso por un corredor alto, claustreado, del primer piso de la casa. Sentado en una silla frailuna, el general Santander se atusa el bigote ralo. Un coronel venezolano dormita con la chaqueta desabotonada. Dos ayudantes de la Legion Britanica, rubios y tiesos. Un ordenanza negro, vestido con pantalones de manta y guerrera de soldado, sirve colaciones y refrescos.

En los salones hay senoras vestidas de encaje, con mitones en las manos. Muchachas de trajes blancos que se sonrojan cuando alguien entra en el salon acompanado de un nuevo contertulio vestido de militar o de paisano. Afuera, en la calle, se oyen gritos, estruendo de bandas militares y toque de campanas.

Un caballero de edad madura llega acompanado de una criatura tierna y adorable, de cabellos color de miel. Es una de las ricas herederas del valle de Sogamoso. Tiene dieciocho anos. Su padre es un patriota que quiere cumplimentar a Bolivar y entregarle su yeguerizo para remontar la caballeria. La belleza candida y fresca de la nina suscita entre los jovenes un movimiento de admiracion. Bolivar se dirige a nuestro procer con los brazos abiertos. Viste de…

Nota: Consultar en la Biblioteca sobre los uniformes militares en tiempos de la Independencia.

Despues de diez paginas de prosa apretada, crepitante de intuicion historica y aciertos idiomaticos, comienza el dialogo entre Bolivar y el procer. Lo que dicen, no importa. Se trata de relatar a grandes rasgos la batalla del Pantano de Vargas, cuando el ejercito libertador trasmonto los Andes por Pisba y cayo, como un rayo, sobre las tropas del general Barreiro, que lo esperaban lanza en ristre en el valle de Sogamoso. ?Bolivar estaba uniformado? El procer, que segun se supone en la novela venia de una hacienda lejana y con una partida de caballos, ?vestia de frac, de casaca, de levita, o como vestia? Si Bolivar vestia de militar, ?cuantos botones tenia una levita en aquellas epocas?

En un momento de debilidad fui al Consulado y sostuve una deprimente conversacion con el Consul.

– Usted puede hacer lo que quiera. Yo no robe un automovil ajeno, que seria el motivo de su denuncia, pues Miguel no solo me autorizo, sino me exigio que lo sacara y lo corriera, con esa palabra, lo corriera de vez en cuando.

– Eso dice usted.

– Eso dice Miguel en una carta que tengo en el bolsillo…

El Consul se calo las gafas, dio un respingo, y leyo el parrafo que le senale con el dedo.

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