retirada cuando el negro, harto de zaherir a los Estados Unidos rubios, agiles y bellos que se encontraban a su lado, me interpelo bruscamente.

– Al latinoamericano como fenomeno social hay que buscarlo alla. Tu y yo podemos estar aqui o alla, pero el latinoamericano esta alla y no aqui. El autentico hombre del Nuevo Mundo es el campesino, el proletario, el empleadito que lucha contra un Estado anacronico y un capitalismo sujeto a la dominacion extranjera. Nuestras elites siempre han tenido una mentalidad subalterna y ahora estan vendidas a los Estados Unidos. Eso le estaba diciendo a Marsha.

– A Hispanoamerica la han hecho las elites. Ellas son la unica manifestacion importante del mestizaje hispano-americano. Los conquistadores y los primeros colonos europeos dejaron atras sus ciudades, sus paises, su ambiente, su cultura. Constituyeron en America el fundamento de las futuras elites, y eran espiritualmente mestizos porque en ellos habia penetrado profundamente la influencia del paisaje y de nuestras razas aborigenes. Yo creo que los conquistadores, esos hibridos de jinete y de caballo como los centauros, fueron los primeros mestizos; y los ultimos son los emigrantes que le volvieron las espaldas a Europa y se dejaron fecundar por America.

– Todo eso es muy bonito, pero actualmente lo que interesa son el proletario y el campesino.

– Desde mi punto de vista ese hispanoamericano de las elites es mas mestizo que un quechua de la puna, o un negro de Bahia, o un pobre emigrante de la pampa.

Mientras buscaba a tientas el W. C., en el fondo de un corredor largo y estrecho barrido por relentes de mal olor, seguia pensando en mi nueva novela. La de Cain y Abel realmente vale la pena de escribirse; la otra era imposible con sus generales y proceres de patillas, sus damiselas ingenuas y sus negros y sus indios cuya mentalidad desconozco. Aquello no era profundizar ni buscar la almendra del problema. Aquello seria, si lo escribiera y ademas en cuatro volumenes, andarme por las ramas de America. Regrese al taller mareado por los relentes del W. C. minusculo y sin agua, donde estuve a dos dedos de vomitar el Ricard que habia bebido durante la noche. Por el cajon de la escalera subian las conversaciones, los cuchicheos, las risas sofocadas de los invitados que se habian marchado, algunos con su companera de la mano. Cuando entre, solo quedaban el negro y el judio, y por ciertos sintomas de cansancio que observe en el divan donde dormitaba una de las pintoras del taller, comprendi que estorbaba.

– Creiamos que te habias ido a la inglesa.

– Me hubiera gustado irme con la americana…

– Marsha es una chica ingenua y en el fondo buena, -dijo el negro-. A fuerza de aplicacion ha logrado vencer sus prejuicios raciales y asimilar su marxismo. ?Tu serias capaz de acostarte con una negra?

– Hice la experiencia una noche y…

– A los negros tambien nos huelen los blancos.

El androgino que estaba acostado a sus pies bostezo, bebio el resto de vino que quedaba en un vaso y se fue tambaleando por el corredor en cuyo fondo brillaba una bombilla amarillenta.

– Si conocieras a Rio -me decia el brasilero-. Los morros dentados del Corcovado y de los Dos Irmaos se recortan en un cielo sin nubes. El Pan de Azucar brota del fondo del mar como un cohete prehistorico; el Jardin Botanico con sus victorias regias y sus palmeras de azahi no tiene par en el mundo; la laguna Freitas y el compas perfecto de la bahia de Botafogo no se encuentran en Napoles… Y de noche, Nitcherroy cabrillea y parpadea a lo lejos…

Para exasperarlo le decia que el paisaje mas hermoso del mundo es Paris. Desde la terraza del Sacre-Coeur las cupulas de San Agustin y los Invalidos revientan a lo lejos como ampollas y destilan un liquido verde y amarillo que mancha la epidermis de un cielo enfermizo, atacado por una enfermedad incurable. A la colina de Montmartre apenas llega el confuso rumor de la ciudad, envuelta en brumas matinales. Es una colina urbanizada. El otro seno de Paris es el barrio latino, cuyo lunar azul es la cupula del Panteon. El mar de Paris son las mansardas. Las islas de Paris son los jardines. El Sena es un pretexto para que pasen los puentes de Paris.

El brasilero, deprimido por la niebla y la humedad, me dice que toda esa monserga es pura literatura. No comprende los contrasentidos de esta ciudad. Le parece una arquitectura de fachadas, concebida para mirar las casas desde fuera, desde la calle, pero no para vivir dentro de ellas y en departamentos lobregos y humedos. Las nuevas construcciones son pobres y feas. No existe un concepto de la comodidad. Lo que se busca en Paris no es la comodidad, sino la ostentacion: una sala magnifica, una chimenea de marmol y un cuarto de bano primitivo pero alfombrado, construido con la idea de que debe ser para lavar ropa y no para banarse… La opera es una torta de caramelo. El falso clasicismo de la Plaza de la Concordia, con las construcciones de Gabriel, no lo conmueve…

– Lo que ves en Paris es tu nostalgia de Rio, y la nostalgia no permite ver.

Dejaba a mi amigo a las puertas de la Alianza Francesa, desamparado entre otras soledades -inglesas de gafas, nordicos desgarbados, monjitas anacronicas, japoneses miopes, hindues tristes- y me iba a dar vueltas por las calles del barrio. No volvi a presentarme a la Biblioteca de la rue Saint-Guillaume, ni a los salones de la rue d'Assas, aun cuando todas las noches encontraba un papel en mi cuarto: 'Lo llamaron de la revista. Lo necesitan en el Centro de Estudiantes. El gerente de la revista lo espera manana a las dos. El capellan del Centro de Estudiantes le ruega que lo llame a la hora del almuerzo'.

Con mis cuadernos bajo el brazo me iba al Parque de Luxemburgo cuando hacia sol, o me sentaba bajo cubierta en el cafe de Cluny, en la esquina del Boulevard Saint-Germain. Cuando el cielo se despejaba subitamente y una aureola dorada circundaba el espejo del lago, con un placer sensual descubria las yemas hinchadas de savia nueva que reventaban la piel de los castanos. Estos arboles presienten la primavera antes que los demas, semanas antes que los platanos, torpes y solemnes como gigantes.

Me gustaria volver a ver a esa muchacha chilena a quien conoci una vez en el cafe de La Coupole. Yo tambien, como los castanos, florezco, reverdezco y rejuvenezco con la primavera. Es un encanto esto de jugar con las palabras. La manera de hablar que tenemos los escritores, es escribir. Para el escritor, escribir es pensar.

Un sol apenas tibio tornasolaba la pechuga de una gruesa paloma que picoteaba a mis pies unas semillas invisibles; me doraba las manos, que el invierno destino y cubrio de una pelicula lechosa. Con un placer inmenso escribi en la primera pagina del cuaderno de cubierta roja, muy bonito, destinado a mi novela:

CAIN Y ABEL

Bautizarla, aun sin haber nacido, es un augurio magnifico. Estoy persuadido de que la otra, mi frustrada novela hispanoamericana, no pudo nacer porque fui incapaz de encontrarle su verdadero nombre.

Mi esquema es simple, y su dramatismo y su complejidad nacen precisamente de esa circunstancia. Por desgracia tendre que hacer una incursion en la Biblioteca para consultar la Biblia, los tres o cuatro capitulos iniciales que recuerdo mal, y tal vez convendria pedirle unas explicaciones al Padre de la rue d'Assas. No quiero que me vuelva a pasar lo mismo que con mi proyecto anterior, que se derrumbo por un baile que nunca -para desgracia de los millares de lectores que hubiera tenido mi novela- llego a ocurrir en la realidad. El epigrafe sera un versiculo del Genesis, numero tal, capitulo cual, extraido de la historia de Cain y Abel. Algo que se refiere al hecho de que mientras el humo de los sacrificios de Abel ascendia recto a las narices del Senor, el aroma de los sacrificios de Cain se dispersaba en el aire.

Nota: Placia a las narices del Senor el olor de la carne asada. Es un grato olor, no cabe la menor duda. Al Senor le gustaba escuchar el mugido del toro cuando le rompian la cerviz con un hacha de silex, y el conmovedor balido de las ovejas, y el estertor de los cervatillos ensangrentados sobre el ara. En cambio, no le gustaba al Senor el casto aroma de las plantas y los tuberculos que cosechaba Cain: olor a rocio de la manana, a tierra humeda despues de la lluvia, a perfumadas hierbas del campo…

Frente a mi y sin el menor movimiento de pudor, una senora de abrigo de vison se acurruca ante un perrillo ridiculo y ratoncillesco, con guardapolvo de lana roja, y le limpia el trasero con una servilleta de papel. Y todavia hay quienes hablan de una vida de perros, lo cual seguramente nada tiene que ver con los perritos de Paris.

El de la senora me miro con un gran desprecio, y ella ni siquiera se tomo la molestia de mirarme cuando los dos se alejaron hacia los jardines del fondo del parque.

Una familia campesina compuesta del padre -Eva no aparece en la Biblia despues del accidente de la

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