manzana- y sus dos hijos, viven en un rancho en la cumbre de un cerro. El pueblo mas proximo queda a dos leguas de distancia. El mayor de los hijos fue desde nino fuerte y silencioso. A medida que el padre envejecia, todo el peso del trabajo cayo sobre sus espaldas. En cambio, Abel fue un nino debil y tardio, de cuyo nacimiento tal vez murio la madre. Teologicamente Eva tuvo que morir al dar a luz un tercer nino, que debio de ser mujer, pero este problema de hermeneutica biblica me tiene sin cuidado. La crianza de Abel fue dificil y aunque su padre tuvo otros hijos con la nodriza campesina que llevo al rancho para que lo criara cuando murio la madre, siempre fue su hijo preferido. Cuando era todavia una criatura, le regalo un cabritillo para que jugara con el. Mas tarde, y a instancias del cura -el Jehova del pueblo vecino- lo mando a la escuela. Para que no se fatigara le prestaba el caballo, un caballo rucio y viejo que los domingos Cain llevaba al pueblo cargado de bultos de maiz.
Regresa otra vez a la orilla del estanque la senora del abrigo de pieles. El perrito corretea persiguiendo las palomas, husmeando los charcos de humedad sospechosa que encuentra en el camino, mirando a los ninos que juegan con los barcos, levantando la pata ante todos los faroles del jardin.
– ?No te vayas a perder, mi amor!
Extraje del bolsillo unos terrones de azucar que guardo para entretener el estomago cuando no tengo que comer, llame al perrito y le tendi un terron. Parado en las patas delgadas y ridiculas, me pidio mas.
– ?Ven aca!… ?Que estas haciendo?
Yo esperaba que la senora me dijera una palabra de agradecimiento. Me levantaria de mi banco, acercaria una silla a la suya, acariciaria al perrito y lo pondria sobre mis rodillas. Le contaria a grandes rasgos que Cain estaba enamorado de una doncella que todas las mananas pasaba por el camino que bordea el barbecho, para llevarle el almuerzo a su padre cuya estancia se encuentra al otro lado de la loma. La moza era tierna, virginal, bonita, pero estaba enamorada de Abel. Sin embargo, Cain la miraba cuando pasaba por el camino, y su ardor por ella comenzo a crecer. Ni el fuego del verano es tan voraz y abrasador como esos deseos que nacen de repente en un corazon y un cuerpo atormentados por su soledad… porque yo vivo muy solo y me gustaria ser amigo de una bella senora como usted, y tener un perrito como este, y pasear los tres por los caminitos del parque…
– ?Ven inmediatamente! ?Te he dicho que no comas porquerias ni te acerques a desconocidos! ?Vamonos!
La senora se alejo por el camino enarenado tirando de la correa al perrito que ladraba y me volvia a mirar de vez en cuando. Si en aquel momento hubiera continuado mi historia habria matado a Abel con la quijada de un asno, pero como a un perro.
1. El Senor antipatizo subita y arbitrariamente con Cain, y sin razon alguna sus ofrendas no le placian como los sacrificios de Abel. ?Por que?
2. ?Por que los animales sacrificados eran herbivoros?
3. El castigo de Adan -'trabajaras con el sudor de tu frente'- recayo sobre Cain y no sobre Abel, quien tirado a la sombra de un arbol miraba flotar las nubes en el cielo azul. ?Por que?
4. Cain era el trabajo manual, el arado construido con la horqueta de un arbol, el hacha de piedra aguzada en una roca de granito… En cambio Abel era la poesia, era la imaginacion que se fuga hacia las estrellas que el pobre Cain no tenia tiempo de mirar. El trabajo manual era Cain, y la especulacion intelectual era Abel. Cain era el esclavo y Abel era el senor, y ahi comienza esa monstruosa inversion de las primogenituras que reaparecio mucho mas tarde, cuando mediante un engano que acepto el Senor, Jacob, revestido con una piel de cordero, se hizo bendecir por Isaac -ciego, como todos los padres- y le arrebato los derechos de primogenitura a su hermano mayor.
5. Cain nunca acaba de asesinar a Abel, el preferido del Senor, y vaga por el mundo hambriento y perseguido. Lo asesinan en el Congo y en el Vietnam, muere de hambre en la India, se ahoga en la China, lo roen la ignorancia y la miseria en la America del Sur. La victima expiatoria es eternamente ese pobre Cain. A mi, Cain me produce una lastima infinita.
?Donde pondre a vivir a Cain y a Abel? ?En un pais del norte de Sudamerica? ?En un pais del sur? ?En un paramo de los Andes? ?En una ardiente playa del Caribe, con palmeras al fondo? Pensar en todas estas cosas; no escribir nada sin pensarlas muy bien.
En la rue de la Sorbonne, donde se encuentran las oficinas de la revista, tenia una carta con un cheque de ciento veinte francos. Fria e insolente, la carta decia que mi colaboracion quedaba suprimida a partir de la fecha, y la administracion de la revista esperaba mi recibo del cheque para efectos de contabilidad. Lo cambie en la administracion de la Ciudad Universitaria y, aplazando para el dia siguiente toda reflexion economica, decidi llevar a mi amigo el brasilero -victima de un ataque agudo de pesimismo existencialista- al taller de las hermafroditas desveladas. Alli encontramos a los amigos de siempre: los pintores, el judio argentino, la americana, los artistas geniales y el novelista negro. Le conte a este que habia perdido mi unica fuente de recursos y desde el dia siguiente comenzaria a estudiar las paginas del 'Figaro' en busca de una colocacion. Contra lo que presumia, el negro se preocupo seriamente y me prometio un trabajo en las revistas en que el escribe para algunos paises de America del Sur. Se trataria de traducciones de articulos escritos en frances. Me pagarian en dolares y podria conseguirme un adelanto sobre mi trabajo. Llegue a encontrar agradables sus carcajadas estridentes y vulgares, sus ojos saltados y sus labios de color violeta. Ademas, le encanto mi idea de la novela de Cain, lo mismo que a la walkiria americana quien, a partir de aquel momento, comenzo a mirarme con ojos tiernos y brillantes. Si hubiera tenido algun interes en conquistarla, no me habria costado mucho trabajo conseguirlo. Al conocer mi plan, el negro afirmo que era absolutamente necesario que yo asistiera como delegado latinoamericano al Congreso de Juventudes en Varsovia. Alli se iba a organizar una campana juvenil universal en favor de la paz y por el desarme de las grandes potencias. Yo deberia estudiar sobre el terreno las realizaciones de los kolhozes a fin de dar en mi novela formulas nuevas sobre el problema agrario, raiz de todas las injusticias que se cometen con los Caines de nuestro continente. Tendria pasaje gratis y unos viaticos modestos que me permitirian, sin embargo, viajar por varios paises del paraiso comunista.
– Te convendria visitar Israel para conocer los kibutz -dijo el argentino.
– No quiero comprometerme con nadie ni con nada en mi novela. Me gustaria asistir al Congreso de Juventudes aunque nunca me ha preocupado la politica y no estoy muy seguro de cuales son mis ideas para hacer felices a los hombres. En cuanto escritor de novelas reclamo para mi una absoluta libertad de creacion, una total independencia de espiritu.
– Estas equivocado. La novela contemporanea debe ser un acto de compromiso intelectual. Tenemos que ser afirmativos. El Cain de tu novela tiene que blandir resueltamente contra Abel la quijada del asno.
La americanita estaba pendiente de mis labios. Al recorrer con una rapida mirada sus piernas, sus caderas, su cintura esbelta, su pecho poco desarrollado e infantil bajo el grueso sueter de lana, volvi a pensar en que con muy poco trabajo aquella noche la podria llevar a mi antiguo hotel de la rue Jacob.
– Ni siquiera puedo comprometerme conmigo mismo cuando comienzo a escribir. A veces suelo trazarme un plan, pero…
– ?No te propones contar los motivos que un Cain campesino y analfabeto tiene para asesinar a un Abel privilegiado que vive en la ciudad?
– Decia que a veces me propongo desarrollar una idea que he pensado minuciosamente, o relatar una escena que he detallado en la imaginacion, o pintar un personaje cuyas reacciones he inventado y a quien enfrentare con determinados problemas. Comienzo a escribir, pero un genio desconocido se apodera de mi, me utiliza y me conduce por caminos insospechados. Cuando escribo meditadamente, levantando la pluma de vez en cuando, poniendo los ojos en el cielo raso, consultando notas, no me sale nada. Me sale una redaccion falsa y acartonada, las ideas se me embrollan en la cabeza, y al releer lo que he escrito al parecer tan concienzudamente, con tanto trabajo, veo con desaliento que lo he echado todo a perder. En cambio, cuando me siento arrebatado por esa fuerza exterior y superior a mi, penetrado por ese espiritu que no puedo dominar, escribo horas enteras sin reflexionar y con el intimo convencimiento de que al traves de mi se esta operando un misterio.
La americanita me devoraba con los ojos.
– De ahi que como novelista no pueda prometer nada. Estaria dispuesto a escribir articulos para demostrar cualquier cosa: que los soviets desean sinceramente la paz; que los Estados Unidos son hipocritas; o que Rusia es quien quiere la guerra y los Estados Unidos quienes no permiten hacerla; pero sobre mi novela, que no es escrita