Acabo de traducir una cartilla marxista para campesinos hispanoamericanos a quienes se quiere persuadir de que la felicidad y la prosperidad residen precisamente en la propiedad colectiva. La ilustracion muestra un corro de campesinos ucranianos bailando cogidos de la mano en un prado salpicado de amapolas rojas y margaritas amarillas. Asomados a la talanquera del establo, los animales rien: la vaca, el cerdo, el caballo; y un gallo que bate las alas encaramado en el tejado de la granja parece exclamar: '?En el kolhoz, hasta los animales rien!'

– Todavia no me han mandado los giros del exterior y tendras que esperar unos dias -me dijo el negro.

– Yo no trabajo por placer. De mi trabajo saco el dinero para vivir…

Cuando, de mala gana, el negro extrajo del bolsillo unos billetes arrugados y me entrego doscientos francos, Marsha se acercaba a la mesa. Aquella manana la habia convencido de que se banara y su cutis, dorado y salpicado de pecas en los pomulos pronunciados, herencia eslava de su madre; sus ojos de un azul tierno e infantil, herencia escocesa de su padre; sus labios frescos, sonrosados, humedos, de inspiracion personal, relucian con el sol y por efecto del bano.

– Tus camaradas se niegan a pagar mi trabajo.

– Puesto que estamos viviendo juntos, no tienes por que preocuparte.

En aquel momento, se acerco mi amigo Gonsalvo y me pregunto si queria acompanarlo a su mesa, donde se encontraban dos muchachos de la Alianza y dos ninas, una de ellas la chilena a quien no habia vuelto a ver.

Desde hace unas cuantas paginas, pues no sabria decir cuantos dias, estoy haciendo una nueva experiencia en vista de mi novela. Consiste en contar algo sin interrupciones ni notas marginales, de corrido como en las novelas de tipo clasico y corriente; pero utilizando para este ensayo recuerdos personales y sin importancia. Todavia no he comenzado a escribir mi 'Cain y Abel'.

Al sentarme a la mesa de Gonsalvo este me pregunto por que habia abandonado la residencia de estudiantes. Rose-Marie me miraba con sus ojos negros y alargados, y aunque parezca mentira, al traves de su naricita respingada, de aletas traslucidas y palpitantes. Yo he observado que ciertas personas, a veces, parecen mirar por entre las narices. Con su atuendo de estudiante parisiense, todavia preocupada por conservar una coqueteria hispanoamericana, aquella chilenita contrastaba con Marsha y las otras muchachas que tomaban refrescos y aperitivos en la terraza del cafe. Marsha, que me habia parecido tan bonita y atractiva despues de su insolito bano matinal, comparada con Rose-Marie resultaba una prostituta cualquiera.

– El Padre nos conto que te vas muy pronto de Paris…

– Estoy invitado a un congreso de estudiantes en Varsovia, pero no saldre de Paris antes de mediados de junio.

Almorzamos en un bistrot y cogidos de la mano nos pusimos a pasear por las orillas del Sena. A veces me angustiaba el pensamiento de que aquella noche no podria volver a la mansarda de Marsha y tendria que buscar un hotel barato donde ir a dormir. Cuando me habia levantado de la mesa del cafe con Rose-Marie, Marsha me miro con un profundo desprecio, y el argentino y el negro me hicieron un saludo displicente y convencional. ?Que podia importarme todo eso cuando sentia en mi mano la mano tibia de Rose-Marie?

Es triste confesarlo, pero a lo largo de mis veintisiete anos jamas he estado enamorado. En mi tierra solo conoci muchachas amigas de mi hermana, senoritas cursis que eran sus companeras de oficina o parientas pobres que llegaban del pueblo. Las muchachas de familias distinguidas a quienes me acerque en el cafe de la universidad, eran inaccesibles como estrellas de un sistema planetario que jamas habria de rozarse y entrar en colision con el mio. Mi experiencia femenina, tanto en mi tierra como en Paris, se reducia a sirvientas de cafe, a vulgares empleaditas de almacen, a prostitutas que vagan por las calles y las avenidas mas que en busca de un hombre, a la caza de un pedazo de pan. Mis suenos y deseos de adolescente terminaban en un burdel.

Nada hay tan dificil como pintar un amor, sobre todo cuando se vive dentro de el y no puede versele con perspectiva y dentro de las coordenadas del tiempo y el espacio, el olvido y la lejania. El amor es un estado particular, como una enfermedad, y el paciente ignora la gravedad de ciertos sintomas, o por el contrario se la concede a otros que, para el medico, no tienen importancia. Mas que una enfermedad, tal vez el amor es el juicio que el paciente se forma de una serie de sintomas que lo estan alterando.

Paseamos lentamente por los muelles de la orilla izquierda, desde la plaza de Saint-Michel hasta el Pont-Neuf. Desde el parapeto del puente le senale con el dedo el contraste que forma con el ingente bloque de la Catedral, la fragilidad de la hiedra que reverdece en la muralla de la orilla. Nos deteniamos ante los bouquinistes para mirar un grabado de America del Sur, hojear un libro viejo, revolver papeles polvorientos.

– Yo ando por aqui desde hace anos en busca de una obra maestra, pero nunca he tenido suerte. Con las mujeres me pasa lo mismo.

– ?Quien es esa rubia con quien conversabas en el cafe?

– Una estudiante de sociologia.

Caminaba abstraida, con los ojos puestos en las fachadas grises y las mansardas azules del Chatelet.

Hay ciertas casas que mas que una fachada tienen un rostro y una fisonomia, y valdria la pena desarrollar esta idea mas tarde, cuando me encuentre sin Rose-Marie. Hay ventanas que entornan los parpados de las persianas y me hacen guinos desde lejos. Hay callecitas desiertas con un pequeno bistrot donde no entra nadie, o una tienda de antiguedades que no tiene clientela; pero al pasar por alli me siento acompanado por el farol de la esquina.

Descendimos las escaleras del Pont-Neuf, detras de la estatua de Enrique IV; nos sentamos en esa proa de ver-dura que es el Vert Galant, a la orilla del agua. El invierno se agarraba al esqueleto de los arboles, pero la primavera ascendia rapidamente por el tronco, y yemas y botones les reventaban la piel. El Sena estaba dorado y el cielo tenia color de mermelada de durazno.

– Antes de venir a Paris hice un viaje con unas compatriotas por las ciudades de Italia. Estuvimos tres o cuatro dias en Venecia. En Venecia el silencio es total. A veces me apoyaba en la baranda de un puente y me ponia a sonar, a no pensar en nada. El agua chapoteaba en los escalones de un palacio viejo, cuando pasaba alguna gondola a lo lejos. Un dia, tuve un presentimiento…

– ?Que estas estudiando en Paris?

– Por el momento frances en el Institut Catholique. Despues del verano comenzare mis cursos de psicologia infantil. Aquella vez en Venecia tuve el presentimiento de que podria volver a querer a alguien otra vez…

Yo creo que el alma tiene una epidermis, una piel. El contacto de ciertas epidermis nos gusta y el de otras nos produce urticaria. Hay seres con quienes, aun viviendo con ellos, nos sentimos extranos. Al menor contacto nuestra piel se irrita y se brota. En cambio, con otros…

Un buen rayo de sol ilumino la superficie del rio, resbalando por los parapetos de piedra. A lo lejos se veia un pescador de cana, inmovil. Dos barcazas descendian por el canal de la derecha, y una lancha llena de turistas subia rapidamente por el brazo izquierdo de la isla. Tres puentes se escalonaban a lo lejos, fundiendose uno en otro. Paris roncaba, ronroneaba como un gato a la orilla del Sena.

El abuelo de Rose-Marie habia sido un procer de la guerra del Pacifico. Un tio suyo era arzobispo en Concepcion. Su padre era gerente de una flota mercante. Su madre tenia un fundo en la region de los lagos, con un bosque de pinos y una vieja casa de campo que fue el escenario de la infancia de Rose-Marie.

– En realidad este viaje iba a ser el de mi luna de miel. Me arrepenti a tiempo, y entonces decidi venir a Europa a estudiar durante dos o tres anos. Papa y mama vendran el proximo verano y volveremos a Italia.

– ?Y tu novio?

– Es un muchacho alto, fuerte, bien plantado. Es un deportista y cuando estudiaba en Inglaterra formaba parte de un equipo de la universidad. Es muy simpatico y todo el mundo lo quiere. Eramos amigos desde ninos, veraneabamos juntos, nuestras casas quedaban en el mismo barrio del Parque Forestal. El dia en que regreso de Inglaterra, nuestra amistad infantil se convirtio en un amor a primera vista, como si en los anos anteriores no nos hubieramos visto jamas.

El sol habia desaparecido otra vez.

– ?Quieres que nos vayamos? ?No sientes frio?

– Pense que entre nosotros no habria dialogo posible. A mi me gusta el deporte, pero la musica me gusta mas. El puede permanecer horas enteras oyendo musica de jazz, que yo solo soporto cuando bailo. A mi me gusta

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